Operación Masacre

Como cierre de la semana dedicada a Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, Libro de arena comparte una reseña de la novela.


Por María Pía Chiesino

La Resistencia Peronista ingresó en la literatura argentina de la mano de Operación Masacre.
Ese carácter fundacional tuvo algo de paradójico, ya que cuando se publicó por primera vez, Rodolfo Walsh no se identificaba como peronista.
De todas maneras, frente a la realidad imposible de “un fusilado que vive”, frente al delito cometido desde las más altas estructuras del aparato estatal, estallan todas las clasificaciones posibles de ser pensadas.
Esto sucedió con Walsh. Enterarse por azar de la existencia de Juan Carlos Livraga, lo empujó a la investigación y a la escritura. Quiso saber, para poder operar sobre la realidad e intentar modificarla.
Había un elemento con el que no contaba: asistía al nacimiento del terrorismo de estado. Un delito de alcance tal, que involucra como cómplices a todos los poderes. Y frente al cual, la única posibilidad de defensa que tienen los pueblos es la Resistencia.
Esto y no otra cosa establecía la proclama del general Valle,  que apoyaban muchas de las víctimas de la masacre de José León Suárez, protagonistas involuntarias del primer texto de no ficción de la literatura argentina.
Con la publicación de Operación Masacre, Walsh encaró una pelea que  se ganó en un frente pero se perdió en otro.
Se ganó la pelea por el saber: gracias a esta obra los lectores sabemos qué sucedió en la madrugada del 10 de junio de 1956, en el “siniestro basural de José León Suárez”.
Se perdió la pelea por el poder de juzgar.El Poder Judicial fue cómplice del poder político: todas las cartas estaban echadas, se sabían los nombres de las víctimas y los nombres de los victimarios, se conocían las circunstancias hasta en sus menores detalles. Se supo todo. No se juzgó.
Quedan para nosotros aquellos pantallazos en los que Walsh nos cuenta algunas pocas cosas de la vida cotidiana de quienes ya no tenían nada que perder. La indignación de Carranza por el interrogatorio de la policía a su hija de diez años; el mensaje de Lizaso a su novia, pensando en un futuro a construir “si todo sale bien esta noche”…
Salió mal.
Ni Lizaso volvió a ver a su novia, ni Carranza pudo reclamar por los derechos de su hija.
Pero a pesar de todas las cosas que salieron mal esa noche, los lectores tenemos un agradecimiento difícil de medir para con Rodolfo Walsh.
Le agradecemos que nos haya contado cómo se vivía en los hogares de los trabajadores argentinos cuando nadie hablaba por ellos.
Le agradecemos que haya tenido la valentía de contarnos la historia de esa noche, aunque haya sido a costa de su propio y  voluntario descenso a los infiernos.
Le agradecemos haber rescatado del olvido a quienes estaban reunidos en una casa del barrio de Florida el 9 de junio de 1956.
Porque eso fue lo que hizo con la publicación de Operación Masacre. Los trajo de vuelta a todos ellos, los muertos y los sobrevivientes, para contarnos ese momento dramático de la historia de nuestro pueblo, de la mano del testimonio.
Y nos dejó uno de los mejores textos de la literatura política argentina.

Operación Masacre
Rodolfo Walsh
Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1964


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