Laura Ávila: “A mí me fascina la construcción de la verosimilitud”

En el mes que el Laboratorio de análisis y Producción de LIJ dedicó a la Historia en la Literatura, inauguramos las entrevistas virtuales con la querida y talentosa amiga Laura Ávila, referente del género. Hablamos de su crecimiento, desde los primeros libros a las nuevas ediciones, de su amor por la Historia y las historias, de cómo se aprende mucho del pasado leyendo novelas, de sus protagonistas escondidos, fundamentalmente los niños y los afrodescendientes, y del concepto de esclavizados en lugar de esclavos. De muchas cosas que Laura hace tan interesantes hablamos en esta primera parte de la entrevista, que duró lo que un zoom.





Mario Méndez: Buenas tardes a todos. ¿Cómo les va? Desde el Programa Bibliotecas para armar les damos la bienvenida Laura Ávila y yo. Porque para quienes no lo sepan, desde el año pasado, Laura, además de todos sus talentos, es compañera de trabajo en Bibliotecas para armar. Así que empezamos las entrevistas del 2020 de esta manera tan extraña, tan novedosa (aunque ya venimos haciendo Zoom hace rato), con una compañera de la casa. Una amiga muy querida, a la que conozco hace casi treinta años, de la Escuela de Cine de Avellaneda, de donde egresamos los dos. Laura sí ejerció y ejerce como guionista. Ha trabajado y ganado premios de guion, para la televisión y para el cine. Y como todos saben, es una escritora que se ha especializado en literatura infantil y juvenil con sesgo histórico. La narrativa histórica, novelas y cuentos, es lo que más caracteriza su obra. Lo que les voy a pedir antes de empezar, es que silencien ustedes sus micrófonos, y cuando alguien quiera hablar, que lo haga por el chat o levantando esa famosa manito  electrónica, para hacer las preguntas que quiera.  Más que nada se los pido para que no se cuele el ruido ambiente. Bueno, sobre lo que escribe vamos a preguntarle a Laura, en este mes en el que el Programa Bibliotecas para armar, y el Laboratorio de Análisis y Producción de LIJ se ha dedicado, justamente, a la historia. Los martes, que vemos cine, estamos viendo con ella películas históricas, y los lunes, a partir de esta entrevista, y de lo que los compañeros y compañeras producen y mandan, en sus reseñas o cuentos, estamos trabajando también con narrativa histórica. Hoy excedimos, felizmente, el marco del Laboratorio, en el que solemos ser unos veinte, y somos cuarenta los que estamos participando acá. 
Les voy a compartir la pantalla y voy a ir guiándome, para ir mostrándoles los libros. Tengo acá unos quince libros de Laura. Yo tuve la suerte de alguna manera, de participar, Laura, de tu entrada en el mundo de la literatura infantil y juvenil, cuando te invité a participar del libro ¡Todos al recreo! 

Laura Ávila: Claro. Corría 2005, más o menos, y yo trataba de hacer guiones. Trabajaba free lance para Lita Stantic, productora de cine, y estábamos tratando de meter guiones para series y películas. Y además era supervisora de los proyectos de guion de la productora de ella. Y en una fiesta de cumpleaños lo encontré a Mario, que recién empezaba con su editorial, Amauta. Y cuando se enteró de que estaba escribiendo, muy generosamente me preguntó por qué no probaba con escribir un cuento para chicos. Yo escribí un cuento que se llama “El primer recreo”, que salió en una antología que se llama “Todos al recreo”, que es de Amauta, y que tiene muchos cuentos pero que no son cuentos del pasado. Participaba Adela Basch, como ven. El único que tenía que ver con el pasado era el mío, que contaba el primer recreo de un nene que iba al Colegio de San Carlos. Así empezó el tema de las publicaciones de ficción histórica para mí. Esta fue la primera publicación oficial, porque yo ya tenía publicados dos libros en otra editorial. No me gusta hablar mucho de esos libros, porque fueron mis primeros intentos y me cambiaron los finales. 

MM: Cosa que no se hace. Por eso decidimos empezar con una editorial seria y grande como Amauta. (Risas). En “El primer recreo”, que se te ocurrió a vos, porque nadie esperaba que hablaras de un recreo de antes de la Revolución de Mayo, ya planteás algunas de las cuestiones que siguen apareciendo en toda tu literatura, que han venido repitiéndose, por ejemplo los protagonistas niños. En general, esa visión de los olvidados de la historia,  los escondidos de la historia que son los chicos. ¿Por qué esa elección, Laura?

LA: Bueno, en realidad no lo pensé mucho. Me salían solos los protagonistas niños.  Agarré la compu, empecé a escribir y ahí estaban.  Ellos y ellas, esperándome. Para ese momento de “Todos al recreo” yo estaba escribiendo un  guion que era sobre la vida de Mariano Moreno y el protagonista era adulto. Yo todavía escribía cosas para grandes.  Pero cuando era chica, me gustaba leer historias que tuvieran niñes como protagonistas. Quería escribir algo que a mí me hubiera gustado leer cuando era chica. Por eso escribí sobre Gonzalo, que es un protagonista niño, de nueve o diez años. 


MM: Un chico que va al Colegio de San Carlos, y se encuentra de pronto con esta posibilidad, que nunca había habido. ¡Un recreo! Medio fortuitamente ocurre el primero…
LA: Sí. Aparece también una versión de Blas, que es un personaje que también está en mi último libro, que es “Farolero”. Aparece Blas en ese cuento, me acabo de acordar. 
MM: Capicúa; en el primero y en el último aparece el personaje. 
LA: Vamos a seguir haciendo libros con Blas, para que aparezca por todos lados. Ahora que lo pienso, desde el primer cuento hubo personajes afrodescendientes. Personajes esclavizados. Me están siguiendo desde antes de que yo me diera cuenta. Y eso es muy interesante para mí. En el segundo cuento, que se llama “Virginia y la Salamanca”,  que también es para la colección de Antologías de Amauta, hay un personaje esclavizado que se llama Felipe. La protagonista es una nena. Quería mostrar algo que ahora se conoce mucho más, lo limitada que era la educación de las chicas. En ese momento no había mucha literatura sobre eso. Y este cuento fue la semilla de una novela que se llama “El fantasma del aljibe”, que publicó Edelvives, y habla de todo ese mundo de ser una niña en 1810, y en cómo va a cambiar ese mundo.
MM: Hay algo muy interesante en estos días. Hoy es 22 de junio, hace dos días que celebramos el Día de la Bandera, fecha de los doscientos años del fallecimiento de Manuel Belgrano, y es que Belgrano aparece como personaje. No es el protagónico. Esa es otra de las características de la literatura de Laura. Los grandes personajes de la historia, los próceres, no suelen ser sus protagonistas. Ella prefiere que sean laterales. Los protagonistas son esos chicos, el esclavizado, el aborigen, la niña o el niño de la alta sociedad. Y aparecen, de tanto en tanto, nuestros personajes históricos. Acá Belgrano hace su aparición en lo que se llamaba el hueco de las ánimas. En el cuento “Virginia y la Salamanca” muestra una de sus preocupaciones, que ¿cuál es, Lau?
LA: El tema de la educación pública, gratuita, y también para las mujeres. Él hablaba de eso antes de la Revolución de Mayo, en el Correo del Comercio, o cuando era secretario del Consulado. Me pareció interesante poder incluir esos pensamientos belgranianos en un cuento que leyeran los chicos. Que tuviera un personaje interesante que no fuera Belgrano, sino los destinatarios de esa educación que él pretendía. Me parece que eso era más interesante. Mi señorita de tercero,  Carmen,  que está acá con nosotros, fue la que empezó  darme libros para leer. Había un libro muy lindo, sobre un chico de un pueblo originario, “El cachorrito emplumado”. Ella me lo prestaba para que lo leyera, y me acuerdo que me encantaba ese libro, en donde el protagonista era un niño charrúa. Era un cuento de una autora uruguaya, Elena Pesce, de la colección Plus Ultra. Me acuerdo que cuando lo leía sentía que quería escribir algo así. Quería contar esas historias que les pasaban a chicos. Y era chica yo también, pero me entusiasmaba mucho eso. Y después leí a un autor francés, que murió hace poco, que se llama Philippe Ebly, que mezclaba ficción histórica con ciencia ficción.  Estaba re loco. Un poco parecido a lo que serían ahora esos libros en los que saltás en el tiempo. Aunque no sea novela histórica estricta, tiene muchos elementos de la ficción histórica. Mi favorito se llama “El evadido del año ll”, que transcurría durante la Revolución Francesa. Aprendí más cosas de esa revolución leyendo ese libro que  cuando la  vi en la escuela.
MM: Dos cosas tomo de esta intervención sobre este autor. En nuestras colecciones de libros exitosos de literatura histórica infantil y juvenil, ha aparecido el viaje en el tiempo a través de la ciencia ficción, por ejemplo en la saga de  Lucía Laragione y Ana María Shua, y otros viajes en el tiempo a través del recurso del género maravilloso, como por ejemplo, “El secreto del tanque de agua”. 
LA: A mí me fascina tanto el pasado, la construcción de la verosimilitud del pasado, que por ahí quiero hacer eso de los viajes en el tiempo, pero cuando estoy en el pasado ya me quedo instalada ahí. 
MM: No querés volver…
LA: Para mí, escribir hoy es elaborar ese verosímil. No sé si fue así el siglo XIX, que es el que más me gusta visitar. Me divierte y me apasiona mucho la cosa de armar ese universo. Entonces, una vez que lo armé me parece que me molestaría entrar y salir. 
MM: Van surgiendo cosas importantes para conversar. Una, que aprendiste de la Revolución Francesa, del pasado en general, leyendo literatura, que es algo que a muchos les suele ocurrir. ¿Vos que creés? ¿Se aprende historia leyendo literatura?
LA: En realidad, cuando era chica yo no me daba cuenta de qué era historia y qué era literatura. Por ahí leía libros que eran ensayos históricos y pensaba que era literatura. Yo iba mucho a la biblioteca de Adrogué, la de Almirante Brown, y ahí leía los libros de Paul Groussac, que me encanta, leí una novela histórica que se llama “Santiago de Liniers”, que era ficción pero que contaba con la investigación de Groussac, que fue director de la Biblioteca Nacional. Tenía muchos documentos, un apéndice… Y a mí me encantaba, yo lo leía como una novela. El tipo era muy buen escritor. Después leí el “Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno”, que eran tres tomos de Ricardo Levene, y los leí como si fueran una novela también. Era palabra escrita, era una construcción, era un relato de un evento histórico que había pasado. No hay mucha diferencia entre eso y la literatura, para mí. 
MM: ¿Se podría decir que la historia es una construcción bastante literaria? ¿Qué hay un relato, algo de ficción en la historia?
LA: Sí, lo que existe es el evento histórico; un elemento que irrumpe y cambia algo. Me parece que a partir de ese hecho que ocurre se tiene que poder hablar de eso. Ahí surge la historia. Hay un momento en el que sucede un evento histórico, y tiene que pasar un tiempo antes de que puedas hablar de eso. Que ese evento se te haga carne. Entre ese momento y lo que vos escribís se arma la literatura histórica, cuando podemos reflexionar acerca de ese evento, cuando nos salen las palabras para contarlo. Podés tener la cosa más científica, que sería la ciencia Historia, y tenés la construcción del relato más como testigo de lo que pasó, que es cuando te ponés a escribir ficción histórica. Tenés que estar comprometido, ser un testigo de lo que pasó para poder escribirlo. A mí me parece que la historia y la ficción histórica son parecidas. Porque ninguna de las dos es impoluta, ninguna deja de tener un punto de vista. 

MM: Hablando de esas grandes novelas históricas, voy a mencionar ahora, la que para mí es una gran novela. Curiosamente es la primera novela histórica que publica Laura, que es “La rosa del río”.  Como ven hay dos tapas, que para mí muestran una evolución en su camino como escritora. La primera tapa, que es muy bonita y que ella a veces extraña, es una tapa de una editorial muy chiquita, Crecer creando, en la que tuve la suerte de editar. Y la segunda es uno de los últimos libros publicados por Laura, esta nueva edición de “La rosa del río” en la editorial líder del campo de la literatura infantil y juvenil que es Loqueleo. Todo un camino, desde Amauta y Crecer creando, hasta Loqueleo. Con una novela bellísima que tiene esto que Laura ha mantenido desde los primeros cuentos: protagonistas niños. En este caso un niño bien que se encuentra una mañana muy temprano en plena invasión inglesa. No sabe lo que está pasando, porque tiene al hermano contagiado de viruela, y comparte la aventura con una niña de los pueblos originarios, repartidora de leche, y un negro esclavizado. Te voy a preguntar dos o tres cosas, Laura. Una, que me parece que es didáctica. Que me la enseñaste a mí, y que me gustaría que se la cuentes a todo aquel que no sepa. ¿Por qué “esclavizado” y no “esclavo”? Segunda cuestión, ¿Cómo se trabaja una novela quince o veinte años después, cuando hay que reeditarla? ¿Te gusta hacerlo o preferirías dejarla como estaba? Y una tercera, ¿qué pasaba con la viruela que tiene tanto que ver con una peste como la de hoy, la del COVID? 
LA: En el caso de las personas esclavizadas me parece que está bien nombrarlas así, porque se trataba de personas que estaban en una situación en  la que no querían estar. Cómo se dice “esclavo”, cómo se recrean las imágenes de los esclavizados antes, en donde se habla de esclavos que eran bien tratados, gente repartiendo pastelitos con una sonrisa, acompañando la Revolución, cómodos con eso, no es para nada así. Era gente que estaba en una situación de trata de personas, que fue mundial, que pasó en todos los países del mundo. El mundo que conocemos hoy se construyó con mano de obra esclavizada. Me parece interesante poder aprender a nombrar así a esta gente que salió de África obligada, y que fue puesta a trabajar en algo que no era para ella, en la construcción de un bienestar que era para sus amos. Hay todo un trabajo de romantización de la esclavitud. La esclava de “Lo que el viento se llevó”, con el pañuelo a lunares en la cabeza, contenta por la felicidad de su amita. Hay mucha cosa así. A mí me interesaba correrme de eso, hablar de otra forma, de manera intuitiva, porque cuando escribí “La rosa del río” no sabía tantas cosas de mí misma ni de los esclavizados en su momento. Pero ya el personaje de Umbapa, que apareció en el libro, que yo no quería que apareciera y apareció solo y se quedó en el libro como protagonista, es un personaje que vino a revelarme esos saberes. Umbapa se amotina, se rebela contra la esclavitud, deja de ser un esclavizado.  Y esa es la historia de lo que sucede también en La rosa… Y el personaje de Pancha, que es esta negra romantizada al principio, la esclavizada Pancha, termina también mostrando su verdadera valía, que ella también es una persona, al compartir el lugar de donde viene con Umbapa. La rosa…  me parece que fue como dar un pasito para contar otra cosa. Como un germen de lo que después pasó con mis libros. 
También me preguntaste cómo es que se trabaja una novela años después. Pasaron diez años. No es tanto tiempo, lo que pasa es que me releo y soy bastante impiadosa conmigo misma. Me gusta más cómo escribo ahora que cómo escribía hace diez años, y me vino bien la refrescada al texto, porque ahora sé más de mí misma, y las pude revisar. Me parece que el libro sigue teniendo las mismas cosas, pero hay una mirada desde la gramática del texto, que mejoró. Me parece interesante eso, y es gracias al trabajo de la editora, Lucía Aguirre, que puso mucha garra, mucha pila para que el libro quede mejor. Y yo aprendí un montón editándolo otra vez. Lo que me pasa es que me angustia revisar los textos, pero salen mejor. Se sale ganando con la cosa. 
MM: Liliana Bodoc decía que los libros terminan en la edición, que mejoran en la edición.
LA: Totalmente. Yo creo eso. Menos en los primeros libros de los que hablé antes. Cuando un editor o una editora se ponen el libro al hombro mejora un motón el texto final. Y en lo de la pandemia y la epidemia… no es lo mismo la viruela que el COVID.  Lo que pasaba en 1806, la época en donde sucede el libro,  es que la medicina estaba en un momento de ensayo  y error. El tema de la epidemia tiene que ver con que a mí siempre me interesó la medicina del siglo XIX, lo precaria que era, eso de descubrimiento constante que tenía. Entonces hablo un poco de cómo controlaron la epidemia de viruela de 1802, que atacó a un montón de gente, especialmente de los pueblos originarios. La madre de Juana, una de las protagonistas, había muerto en esa epidemia. Hablo de la propagación de una vacuna que en este caso tiene que ver con uno de los personajes animales, la Manchadita, que es una vaca. 
MM: Aprovecho para avisarles que en menos de un minuto se va a cortar, y que vuelven con el mismo link. Vuelven a entrar y yo los voy admitiendo. Mientras esperamos que esto se corte repaso algo en el chat. Hay gente que nos saluda desde Entre Ríos, gente que dice que es buenísimo que nos reencontremos, gente que está de incógnito,  saludos desde Mardel… gente que sacó una foto… Carmen dice: “Un orgullo enorme y una alegría infinita compartir este momento”. Cuando vuelvan a entrar, tengan el micrófono silenciado, en puntas de pie y con el micrófono silenciado, por favor. 

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