LA ANATOMÍA DE LA COMEDIA

A cinco años de la muerte del dramaturgo estadounidense Neil Simon, en Libro de arena lo recordamos con una nota de María Trombetta



Por María Trombetta



Se cumplen 5 años del fallecimiento de Neil Simon, ocurrido el 26 de agosto de 2018 en New York, la misma ciudad en la que nació en 1927. Escritor, guionista, productor y particularmente dramaturgo, que es como prefería definirse.


Trabajó en radio, televisión, teatro y cine, realizando el camino previsible de quienes alcanzan el éxito comercial en la industria del entretenimiento estadounidense. Justamente es por la magnitud de su popularidad que se lo recuerda, más que por las valoraciones de la crítica especializada.

Sus obras son sinónimo de un estilo teatral liviano, comedias ligeras que reflejan la vida de los norteamericanos comunes y corrientes. En la década de los ‘60 se convirtió en una estrella luego del estreno en Broadway en 1963 de "Barefoot in the Park" (“Descalzos en el parque”), consolidándose como tal en 1965 con “The Odd Couple” (“Extraña pareja”) que mereció el premio Tony. Las adaptaciones cinematográficas multiplicaron su popularidad en el mundo entero, convirtiéndose en uno de los autores de habla inglesa más representados, con más de treinta piezas escritas a lo largo de su vida. En 1991 llegaría el reconocimiento crítico cuando le fue otorgado el Premio Pulitzer en Drama por “Lost in Yonkers” (“Perdidos en Yonkers”).



En 1992, The Paris Review le realizó una entrevista de la que compartimos un fragmento en donde habla sobre su proceso a la hora de escribir sus obras y su concepción sobre la estructura de la escritura teatral.


ENTREVISTADOR
Lillian Hellman dijo una vez que siempre comenzaba a trabajar en una obra de teatro con algo muy pequeño: una escena o incluso dos líneas vagas de diálogo cuyo significado era totalmente desconocido para ella. ¿Qué te inicia, qué te hace pensar que hay una obra allí?

NEIL SIMON
Con tantas obras como he escrito, veintisiete, veintiocho, no puedo recordar un momento en que me haya dicho: con esto podría hacer una buena obra. Nunca me siento y escribo retazos de diálogo. Tomo algunas notas sobre quién está en la obra, los personajes que quiero, dónde tiene lugar y la idea general de la obra. No hago ningún bosquejo en absoluto. Solo me gusta sumergirme. Comienzo desde la primera página porque quiero escuchar cómo hablan las personas. ¿Son lo suficientemente interesantes para mí? ¿Los he captado bien? Voy pieza a pieza, ladrillo a ladrillo. No sé si tengo una obra de teatro hasta haber alcanzado treinta, treinta y cinco páginas.

ENTREVISTADOR
¿Alguna vez has comenzado a través de una temática?

SIMON
Pienso en obras temáticas pero no creo que las escriba. Nada realmente toma forma hasta que consigo ser específico con el personaje y el dilema en el que se encuentra. El dilema es la palabra clave. Siempre es un dilema, no una situación. A decir verdad, realmente no sé cuál es el tema de la obra hasta que lo he escrito y los críticos me lo dicen.

ENTREVISTADOR
Cada dramaturgo, cada director, cada actor, habla sobre el conflicto. Se supone que todo el teatro es un asunto acerca de conflictos. Cuando hablas de dilema, ¿estás hablando de conflicto?

SIMON
Sí. En
Broadway Bound quise mostrar la anatomía de cómo escribir comedias, con el hermano mayor enseñando a Eugene, como fue el caso de mi hermano Danny conmigo. Stan sigue pidiendo a Eugene el ingrediente esencial de la comedia y cuando Eugene no puede contestar, Stan dice: «¡Conflicto!» Cuando pregunta por el otro ingrediente clave, y Eugene solo puede contestar: «¿Más conflicto?», Stan dice: «La palabra clave es querer. En cada comedia, incluso en el drama, alguien tiene que querer algo y quererlo a muerte. Cuando alguien trata de detenerlo, eso es un conflicto». En el momento en que sé cuáles son los conflictos, la obra ya está escrita en mi mente. Todo lo que tienes que hacer es dejar que fluyan las palabras. No tienes que diseñar su desarrollo, ella misma se hace a sí misma. Trabajas de una manera secuencial. Una cosa sigue a la otra. Pero todo comienza con esa primera semilla, el conflicto. Como dice Stan, tiene que ser un conflicto muy, muy fuerte, no uno que les permita a los personajes decir: “¡Abandono esto! Me voy.” Deben permanecer allí y luchar hasta el final.

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