La invención de la soledad

Menos mal que todavía queda la palabra, al menos está la palabra. Aunque no alcance para recuperar lo vivido nos sirve para alojarlo en el recuerdo, para preservar la historia. Así hacen los narradores cuando cuentan sus historias, las historias a las que nos asomamos curiosos y que nos alejan de la soledad. Libro de arena publica una breve reseña de La invención de la soledad de Paul Auster, en que el autor hace un ajuste de cuentas sobre su relación personal con su padre e indaga en el género de la "novela familiar".



Por Federico Boido*


Hay una novela de Paul Auster en la que el personaje principal debe afrontar la muerte de su padre. Un padre con el que tuvo una relación compleja, distante. Sabe que con su muerte también muere su condición de hijo. Y Auster escribe, el personaje principal sólo escribe. Necesita narrarlo. Tiene la certeza de que, de ahora en adelante, su padre sólo será una trama de narraciones.
Hay una imagen del libro que me resulta muy potente: el personaje entre los objetos de su padre, en su casa. Es, para mí, la imagen de la soledad, una soledad habitada. Le toca, quizás, lo más difícil de todo: desarmar la casa de su papá. En el proceso, comienza a conocerlo. Lo hace a través de los restos, de los fragmentos, de los objetos: libros, fotos, recortes de periódicos, ropa, cuadernos con anotaciones. Decide tirarlo todo. Decide, también, que para despedir a su padre va a escribir un libro. Quiere desprenderse, necesita suturarse.
La invención de la soledad es una creación de Auster. Inventa a su padre, narra al padre; lo hace para hablar de él, de la imposibilidad de volver a ser hijo, de la imposibilidad de no sentirse solo. Una imagen simétrica: el hijo frente a la habitación del padre, la habitación de la escritura de un escritor. Imagino a Auster escribiendo sin parar, como un orfebre,  como un artesano de las palabras. 
Hace algunos días escuché el testimonio del joven escritor Félix Bruzzone: “sólo conozco narraciones sobre mis papás”. Félix es hijo de desaparecidos. Él construyó la muerte de sus padres, les inventó una historia, los vio volver en forma de medusas, de viajes, de amantes. Bruzzone también es piletero. Limpia piletas y escribe en su mente, sólo después lo vuelca en el papel. Pero limpia piletas: mueve y toca el fondo, lo rastrilla. Necesita hallar algo. Sabe que escribir sobre otros temas sería como irse de vacaciones de su propia historia. Sabe también que su escritura será perpetua como la desaparición de sus padres, como su condición de hijo. Acaso la escritura, la de Auster tanto como la de Bruzzone, sepa de la fijeza, de lo que perdura, pero también de la apertura y de la flexibilidad de las alternativas, de la invención de las posibilidades.


La invención de la soledad
Paul Auster
Barcelona, Anagrama, 2012












*Federico Boido:  es profesor de historia, hincha fanático de San Lorenzo y haciendo rima con su apellido vive en el porteño barrio de Boedo.

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