No pasó nada, pero pasó la vida
Ha partido el escritor chileno Antonio Skármeta, que muchos hemos disfrutado mucho. En nuestro Libro de arena recordamos una nota del año pasado, apenas retocada para la triste ocasión. Ha pasado algo, don Antonio, que no nos gusta. Pero lo despedimos con mucho cariño.
Por Mario Méndez*
En
su ya clásico La literatura para niños y
jóvenes, Marc Soriano habla de un tipo de libros que denomina “de
transición”; libros para adolescentes en que “los temas deberían ser los que
corresponden mejor a sus centros de interés, que son, por otra parte, los más
universales: el amor, la vida, la muerte, nuestro lugar en el universo, lo que
podemos hacer para mejorar la sociedad”.
Como
si hubiera leído las palabras sabias de Soriano, para seguirlas punto por punto,
Antonio Skármeta escribió No paso nada, una
novela que tiene todos los ingredientes que hacen a la novela juvenil valiosa
como iniciación (literaria, filosófica, política), o como diría Soriano, de
verdadera transición. Y que, fundamentalmente, prueba por completo que la
literatura no tiene edades: esta novela exquisita, a mí, lector permanente y cincuentón,
me emociona como pocas. Tanto así que más de una vez la elegí como regalo de
cumpleaños para algún amigo de mi misma edad, que también la ha disfrutado, y
mucho. Y es que No pasó nada no sólo
reúne las características necesarias para enganchar, encantar y meter al
adolescente que aún no lo es, definitivamente en el mundo de la lectura, sino que
lo tiene todo para conquistar a cualquier lector.
Antonio
Skármeta se mete con lo iniciático, con el descubrimiento. “Nopasonada” es el
sobrenombre que le han puesto al protagonista, un adolescente chileno exilado
con su familia en Berlín, los compañeros del colegio alemán que no le entienden
el castellano y se quedan con esa frase que el chileno dice cada vez que,
jugando al fútbol, revolea a alguno por el piso. Y este chico, creciendo en
Berlín, vivirá su primer amor, su primera relación sexual, una pelea brutal y
hasta el riesgo de ser expulsado del país, todo sazonado con la cuestión
política que envuelve el exilio en pleno pinochetismo. Ingredientes que, con
maestría, Skármeta usa para lograr una novela conmovedora, imperdible.
Me
permito una transcripción, casi como un aperitivo, para terminar esta reseña que
hoy es una despedida, y que es, además, una nueva recomendación –nada más y
nada menos- de un lector a otros lectores. Lean No pasó nada, fíjense lo que los espera. El padre de Nopasonada,
exilado chileno que entiende poco alemán, le pide a su hijo adolescente que le
traduzca la noticia que está escuchando en la radio. Le parece, pero no está
seguro, que la dictadura de los coroneles, en Grecia, al fin, ha caído:
“…Cuando
terminó el programa mi papá casi no podía respirar. ‘¿Qué entendiste?’, me
dijo, ‘Que cagó Ioannides’, le dije. ‘¿Te lavaste bien las orejas en el baño?’ ‘Sí,
papi’, le dije ‘¿Y qué fue lo que entendiste en la radio?’ ‘Lo que te dije,
papi. ¡Que cagaron los fascistas en Grecia!
“Mi
papá movió despacio la cabeza, y se tomó muy lento, pero hasta el último
concho, la taza de café. Yo no me moví de ahí. Mi viejo estaba totalmente
volado. Pensé que iba a morirse de repente. Como a los cinco minutos, levantó
la mirada de la taza y me dijo: “¿Qué está haciendo, ahí parado? Venga a
regalonear con su papi.’ Ahí fui yo el que casi me muero. Me acerqué y el papi
me apretó la cabeza, y me chasconeó entero, y me tuvo un buen rato apretado
contra su corazón. Después me dijo: ‘Ya. Váyase al colegio a ver a sus amigos.
Se queda hueveando en la cocina, y va a llegar tarde a clases”.
Han
pasado muchos años desde la primera vez que leí la novela, que me sigue
conmoviendo. Y esta escena, como la del padre de los amigos griegos de “Nopasonada”,
“completamente en pelota y con el puño izquierdo levantado” (cito de memoria),
sigue humedeciéndome los ojos, y entibiándome el corazón.
*Mario
Méndez es docente, escritor y editor. Coordinó ciclos de análisis de cine y
literatura en el Programa Bibliotecas para Armar cerca de veinte años. Hoy
continúa dando talleres en la Dirección de Bibliotecas y realizando encuentros
alrededor del cine y la literatura de forma privada.
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