Brebaje de memorias y olvidos

El 17 de octubre se conmemora el surgimiento del peronismo como movimiento político argentino que representa a la clase trabajadora. Hoy atraviesa un momento de tensiones internas que lo alejan de ser una opción de poder. Dirigentes sin votos usan "el peronómetro" con otros a los que les sobra respaldo popular por buenas gestiones. El peronismo no reclamó para que se entregara alimento en comedores populares pero invitó a conmemorar esta fecha con una cata de vinos en un palacio. En fin... cumple 79 largos y contradictorios años. Tiene, tuvo y tendrá presencia en la literatura argentina. En Libro de arena conmemoramos la fecha con esta nota en la que Marcelo Iconomidis recuerda la historia de un poeta peronista, que a la hora de elegir entre el palacio y la calle supo en qué lugar tenía que plantarse.

 

"El poeta no tiene identidad. Es la voz del pueblo"

Del Valle Coronel Aragón

"Serás lo anónimo, pero ninguna tumba guardará tu canto"

Atahualpa Yupanqui 


-La inspiración no existe. Puede ser una "iskra", una chispa según los rusos. Pero todo lo demás es trabajo, trabajo de bestia -

Así se presentó, en la unidad básica Norma Arrostito de Isidro Casanova, Del Valle Coronel Aragón durante la década del ochenta en el marco de un "peronismo de izquierda" con derrota y sangre a cuesta, donde recaló una nueva generación de militantes despectivamente catalogada como "los hijos" o "la cría del proceso".

La básica tenía una nutrida biblioteca que auxiliaba la tarea militante con apoyo escolar en los barrios populares. Los estantes, arqueados por el peso de enciclopedias y libros todo terreno producto de donaciones de todo pelaje, enrostraban el orgullo de la formación política.

-Agarrá cualquier libro de la biblioteca- provocaba el viejo.

Ante la sorpresa de los presentes citaba con memoria y precisión de autista títulos, ejes temáticos, biografías de autores y cuanto detalle acrecentara el desafío. Apenas había terminado los estudios primarios y jamás asomó siquiera la nariz por el recreo del colegio secundario. De impronta macedoniana, doblaba en edad a los militantes de la unidad básica.

Manzi y Discépolo, Bretón y Martín Fierro, Borges y Lautremont, Rimbaud y Juan Pueblo, desfilaban en las citas. Ningún libro se resistió a su prodigiosa memoria.

El poeta y el erudito tienen mucho en común. Conviven naturalmente donde es fácil transformar en un gran misterio el punto en que ambos se separan. La perfección es el peligro del erudito, el dragado hasta llegar al sedimento. El instinto del poeta es esquivar o verter más conocimientos con el estilete de la palabra justa de los que puede controlar o cambiar.  

Alcohólico empedernido, la historia del viejo Aragón estuvo unida a otro compañero de militancia: Antonio Prieto, del barrio San Alberto en Isidro Casanova. Fueron colaboradores en Montoneros, sin niveles altos de mando o decisión y en plena dictadura perdieron el lazo con las estructuras que quedaban en el país. Armaron ranchadas y se fueron a vivir como crotos debajo de los puentes de la avenida General Paz.

-¿Quién va a pensar que somos montoneros si andamos todos sucios, con el pelo y la barba crecida, comiendo en una lata de batata oxidada, mendigando y abrigándonos con unos trapos? -

Una reflexión disparatada en medio del terror generalizado.

Esta situación, involuntariamente surrealista, le salvó la vida: la patota nunca circuló por el territorio expropiado para otorgarle un paseo de ida por la ESMA, pero la realidad lo sumió en la marginalidad del alcohol, de la cual jamás se pudo recuperar.

La calle no es un lugar para dormir, como señaló el memorioso Funes en esa larga metáfora del insomnio, porque dormir es “distraerse del mundo”. A la intemperie, sin catre y sin cobijas, la mente prefigura cada sombra, cada fantasma, cada espectro que invade la noche. El viejo Valle atrapó instantáneas de metáforas y sueños para sobrevivir a la pesadilla. La perspicacia de la vida por la supervivencia.

Unos años después Del Valle Aragón tomó por asalto los escenarios que se armaban en la calle Bermúdez, frente al pórtico principal de la cárcel de Devoto, para pedir por la liberación de los últimos presos políticos de la dictadura. Allí dejó correr los versos y poemas de su autoría, entre el clamor de los bombos, los cánticos y las consignas.

“Dotor, a usté no lo voto

Aunque me pague un asado.

Tantas veces lo he votao

Dotor, y con qué ganancia….

Usté tiene más estancias

Y yo siempre pisoteao.

 

Dotor, no es que lo cuestione

En nombre de otro dotor,

Sino más bien del rigor

Que a diario el mundo me ofrece

Y que usté no lo padece,

Dotor, por ser un dotor.”


Lo único que queda del viejo es un libro de poemas y una foto encabezando la marcha de antorchas por Evita, en un año incierto de la década.

-La verdadera poesía no tiene dueño - retrucaba, mientras sobrevivía al período ominoso del menemato, esos tiempos crapulientos de pánico al anonimato y con nulidad de identidades poéticas sobre las vivencias colectivas.

El viejo tenía una hija que vivía en Rafael Castillo; cada tanto lo recibía para meterse una ducha, porque su segundo hogar pasada la dictadura, siempre fue la unidad básica.

Con el cuerpo desvencijado y el alma chispera, Del Valle Coronel Aragón murió, a causa de una cirrosis, en el Hospital Santojanni de Mataderos en 1991.

El pueblo lo guardará en su memoria porque ninguna tumba se llevará su canto. 


Texto: Marcelo Iconomidis

Fuente oral: José Rey

 

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