Alejandra Erbiti: “Soy una militante en contra de la solemnidad”

En esta segunda parte de la entrevista que le realizamos a Alejandra en diciembre de 2019, hablamos de muchas cosas, sus influencias, sus primeros trabajos, nuevamente su niñez en Luján y sus búsquedas literarias. Como correspondía al cierre de un ciclo dedicado al humor, nos reímos mucho. ¡Y empezamos con Edgar Alan Poe y “El pozo y el péndulo”, nada menos! 



Alejandra Erbiti: Estuve años tratando de descifrar el jeroglífico de "El escarabajo de oro",  el cuento de Poe, y resulta que páginas más adelante ya estaba descifrado. (Risas). A mí no me salía, faltaban signos, siempre me quedaba incompleto, así que el libro está escrito con lápiz por mí, con todos mis intentos por descifrar el jeroglífico.

Mario Méndez: ¿Lo guardaste?

AE: Sí, lo tengo. Un poco maltrecho, con las tapas pegadas con cinta scotch, pero está en mi biblioteca. Es una obra de arte ese libro, ilustrado con pinturas de Soldi.

MM: ¿Y qué escritores de humor te influenciaron? 

AE: Quino, con Mafalda, fundamentalmente, porque fue mi primer contacto con la lectura. Incluso, el Pato Donald, que tenía una cosa más neurótica. En general, era el humor cotidiano de esta abuela que te digo. Tanto el de la que no cazaba los chistes como el de la que los hacía.

MM: Más que los libros.

AE: Sí, en mis primeros años sí, más que los libros que descubrí un poco después y ya mencioné, como Wimpi, César Bruto, Scholem Aleijem y las tiras de Fontanarrosa, Caloi, que eran mis favoritas del diario. Pero desde muy chica  el humor era más por transmisión oral, por haber crecido en una familia muy narradora. Me sé las historias de mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos… Tanto en las mesas grandes de las Fiestas de fin de año, o de los casamientos, como en la mesa chica del mate, siempre se narraba algo, era lo normal, a todos les gustaba contar, algunos lo hacían mejor que otros y yo prestaba mucha atención. No tenía que ser algo importante, a veces era lo que había pasado ese día, chusmeríos… Muchos. No hace tantos años, mi papá estaba recién operado de una pavada, y el cirujano que lo había operado, era un amigote con quien jugaban al fútbol cuando eran chicos. Cuando entra a la habitación a ver cómo estaban sus pacientes, este cirujano empieza a hacer chistes, lo carga a mi papá y cuenta, con mucho humor, anécdotas desopilantes de sus pacientes.  El compañero de habitación de mi papá se reía y lloraba, porque le dolía la herida y le pedía al cirujano que basta, que por favor no hiciera reír más porque se le iban a salir los puntos. Y el cirujano le decía que no pasaba nada, que él lo había suturado muy bien. Y siguió con su repertorio de anécdotas y yo me reía por lo que contaba y por cómo se agarraban sus respectivas heridas los recién operados que no aguantaban la risa. Esas cosas se me graban a fuego. Otro ejemplo de esas escenas tontas pero con mucho humor es el relato del velorio de otro médico, uno que vivía bastante cerca de la casa de una de mis abuelos. Todo el mundo  en el pueblo sabía que tenía amantes, y cuál era su preferida. Sabían nombres y el apellidos, pero todos hacían como si nada, inclusive su esposa. Seguramente, ella también tendría sus historias… Pero la anécdota que yo conozco y lo que de veras me importa la contó una enfermera muy graciosa, muy histriónica, que decía muchas palabrotas. Me encantan las palabrotas y las personas que saben ubicarlas en el lugar que más gracia puedan causar. Contó que la viuda se esforzaba por llorar junto al cajón de su difunto marido, el doctor. Eso ya provocaba risitas maliciosas entre los presentes en el velorio. El clímax fue la llegada de la amante, la preferida del doctor, que sí lloraba a mares y se lamentaba en voz bien alta. Se acercó al cajón, abrazó a la viuda y le dijo,
 entre llantos y a voz en cuello:
-¡Ay, querida, no sabés cuánto te entiendo! (Risas).
Obviamente, tengo que transformar estas historias a la hora de escribir para chicos. No me dejan usar palabrotas, pero cuando visito escuelas puedo jugar con alguna. A veces y con el permiso de las docentes y los adultos presentes, he dicho “culito”. Los chicos se mueren de risa y la charla sigue tranquilamente. ¿Pero por qué? Como no tengo hijos, me puede pasar dar por sentados algunos saberes en personas mucho más jóvenes que yo.  Y hay maestras que podrían ser mis hijas. La brecha generacional que tengo con los docentes es cada vez mayor. Entonces, me encuentro con que no saben que “tener cuiqui” es tener miedo. Y no saben de dónde viene el gesto de juntar los dedos de la mano para indicar que algo te da miedo, te asusta, te da cuiqui. En ese momento, pido permiso para explicar que ese gesto significa que algo se frunce cuando te dan un gran susto ¿Y qué es lo que se frunce? Les pido a los chicos que se concentren y piensen que están distraídos y, de pronto, suena un trueno de tormenta muy fuerte ¿Qué pasa? Y se empiezan a reír, porque se dan cuenta de que el susto hace que el cuerpo se contraiga por un instante y aprietan el culito. Eso tuve que explicarlo muchas veces y lo fuimos descifrando entre todos, algunas docentes incluidas. Siempre provoca muchas risas y todo el mundo se relaja, se aflojan las tensiones y entramos bien en confianza. No sucede nada grave, los chicos no se desbandan ni se descontrolan y la charla se pone cada vez mejor. Si hay algo que odio es la solemnidad. La solemnidad es el refugio de la angustia. Soy una militante en contra de la solemnidad. Mi error fue dar por sentado que cualquiera sabía qué significaba “cuiqui” y le puse ese nombre, Cuiqui, a un ogrito que está terriblemente ansioso por salir a dar sustos. Cuando descubro que muchos no lo saben, siento que es mi deber corregir ese error con una explicación que los chicos tengan ganas de escuchar y no con una definición    aburrida, de diccionario.     
En "Cuiqui se enamora que da miedo" también se me ocurrió el nombre del personaje y después la historia. Otras fuentes de inspiración tienen que ver con mi infancia semi rural, una  infancia en la que hubo muchos animales, muchos gallineros. Era un barrio nuevo, de pocos vecinos, pero todos tenían gallinas, pavos, palomas y patos, entre otros bichos. Por eso tengo montones cuentos, rimas y adivinanzas en los que los protagonistas son pollos, gallinas, gallos. Por ejemplo, en el cuento “Los pollos espiritistas”, hay un gallo que se murió de pronto y sin decirle a su señora gallina dónde había enterrado un enorme tesoro de semillas. Las aves están sorprendidas por semejante descuido y la viuda explica que el marido nunca le confió dónde estaba el tesoro porque decía que ella no sabía guardar secretos. Cuando le preguntan si es verdad que no sabe guardar secretos, la gallina, ofendidísima, se defiende: 
-¡Para nada! ¿Acaso les conté alguna vez que el pato Torcuato tenía un romance con la prometida del tero? ¿Y del Búho y la paloma mensajera les dije algo? ¿Y del pavo real y la hija del cisne? (Risas). 
MM.  ¿Cómo llegaste  a las editoriales?

AE: ¿Cómo llegué a las editoriales? A Abran Cancha, fue casi una persecución sistemática a Adela Basch, que culminó en 2005, cuando por fin nos encontramos. Yo no había leído nada de Adela. La había escuchado nombrar pero no la conocía. Y en ese momento, ella y yo estábamos haciendo cada una nuestras respectivas páginas Web. Por azar, resultó que teníamos el mismo web master. Cada vez que él me llamaba para preguntarme qué poner en la página, charlábamos un rato largo, yo le hacía chistes, lo hacía reír. Un día me preguntó si conocía a Adela Basch. Le dije que sólo de nombre, pero que no la conocía personalmente ni había leído nada de ella. Me dijo que era imposible, que nos teníamos que conocer urgente. "¿Por qué?" le pregunté y él me dijo: "Porque dicen las mismas boludeces". (Risas). Entonces le pedí que le mandara un mail, como inquietud suya, porque yo no sabía si ella iba a poder, si iba a tener ganas o tiempo de que nos conociéramos. Y así estuvimos un año mandándonos mails, sin poder concretar un encuentro, cuando ella podía, yo no podía y viceversa, hasta que un día, re podridas de payasear por mail, me propuso que nos encontráramos en la Feria del Libro Infantil, donde ella iba a estar firmando ejemplares. Le llevé parte de lo que había publicado durante once años para una editorial en la que tenía que usar el castellano neutro, porque los libros iban hacia todos los países de habla hispana (yo hacía que los personajes se trataran de “usted”, para evitar el “tú”, que me resultaba tan ajeno) y también le llevé algunos originales que imprimé y anillé. Al contrario de lo divertida y zarpada que era por mail, ese día fue muy seria y escueta y con esa voz de trueno que tiene me preguntó qué quería que ella hiciera con ese material. Le dije que quería que lo leyera y fuera lapidaria en su crítica. Que me dijera si le parecía que era una porquería, si algunas cosas le gustaban más que otras, cuando tuviera ganas y tiempo. Me dijo que si era así estaba bien, porque estaba con mucho trabajo, viajes y poco tiempo. "Puedo tardar un año en responderte" me advirtió. Yo le dije que no me importaba.  Me llamó ese mismo día, casi a las doce de la noche. Me dijo que le gustaba mucho cómo escribía,  que se había reído mucho, que se daba cuenta de qué cosas había escrito para la editorial y qué había escrito por mi cuenta, sin directivas. Y me dijo que creía que tenía que entrar en otro circuito. En esa editorial nunca me iba a encontrar con Mario y Mercedes (Pérez Sabbi, que estaba presente, N del E.), por ejemplo. Era de esas editoriales que venden libros muy caros, en cuotas, y los promotores van por todo el continente americano, incluso, venden en España. Yo jamás iba a tener contacto con los lectores ni con mis colegas. Porque además, la editorial no quería. Me pagaban muy bien y me daban muchísimo trabajo. Yo estaba feliz, escribiendo mucho, libros de quinientas páginas. Cuando iba por la página ciento cincuenta ya tenía cuatro pedidos más. 

MM: ¿Eran cuentos?

AE: Cuentos, leyendas, fábulas, libros para estimular a los bebés, que incluían jueguitos o canciones para darles de comer, versos graciosos para jugar con el piecito, los dedos, la naricita… Para que se lleven bien con las mascotas y no las estrangulen… Cosas que se me iban ocurriendo…  Como desde siempre me apasiona el psicoanálisis, lo del operador Fort-Da, que para los que no lo conocen, es muy importante en la conformación del aparato psíquico. Freud, observando a su nieto de dieciocho meses, ve esto tan común de arrojar cosas lejos, el nieto de Freud arrojaba un carretel, se lo daban y lo volvía arrojar, así cayó en la cuenta de que el juego consistía en "jugar a que se iba", luego (perdón por no tener presente la cita) recordó algo que había leído en Goethe, y que está en “Poesía y verdad”. Goethe era también muy chiquito y se había enterado de que iba a tener una hermanito. Una tarde, empezó a tirar sus juguetes por la ventana, un juego de té de porcelana que se hizo polvo en el piso. Vio que unos vecinos lo observaban y se reían. El niñito Goethe se entusiasmó y empezó a tirar por la ventana todo lo que encontró a mano: adornos, platos, todo. Estaba jugando a que se fuera ese intruso de su hermanito. Ese operador Foro-Da (palabras que Freud descifró en el balbuceo de su nieto y que significan "se fue" y "acá está") es el primer juego que inventan los bebés, su primera creación y tiene mucho humor, es un juego para aprender a separarse, alejarse de los seres amados o aquello que desean, soportar la espera, no llorar porque la satisfacción de su deseo no es inmediata. Es un gran paso en su evolución y es un juego inteligentísimo. Amo a Freud, si empiezo a hablar de él, me cuesta parar. Fue un médico, un  gran científico de inmensa honestidad intelectual y un lector voraz. Además, como si fuera poco, tenía una pluma exquisita. Sus Obras Completas están repletas de citas de infinidad de escritores, poetas y dramaturgos, él encontró las bases del psicoanálisis en los poetas, en los mitos y leyendas de la antigüedad, en los cuentos clásicos, sin ir más lejos, él encuentra la piedra angular su teoría, o sea el complejo de Edipo, en la obra Edipo Rey, de Sófocles. No siento que los escritores estemos lejos del psicoanálisis, todo lo contrario. Nuestros libros son sueños que soñamos despiertos. Los mitos, son los sueños de pueblos enteros. Sueños de vivir mejor, de libertad, de justicia, de que nadie sea esclavo y también sueños mezquinos, sueños de conquista y de dominación. Tanto me apasiona el psicoanálisis que me colé en algunos cursos, por ejemplo, un sobre los dibujos infantiles, que me interesan muchísimo.
Y en los dibujos también se ve la evolución de los chicos.  Hay un primer dibujo que se llama magma, esos garabatos que lo podés mirar desde cualquier ángulo,  porque no hay ningún elemento que te indique cuál es la base, donde está el arriba y el abajo. Es cuando los chicos aún no están del todo separados de la madre, aún se sienten una extensión de ella.  Eso va evolucionando y aparecen el piso y el personaje transparente. El nene te dice, que está parado, esperando el colectivo, o está acostado durmiendo.  Y lo que empieza a aparecer cuando más se empieza a separar de la madre es el contorno, cada vez más remarcado. 
¡Bueno, de estas cosas también me nutro para escribir! Otras vinieron conmigo desde el principio, el hecho de crecer en un lugar con tanto verde, tanto horizonte, tantos árboles, pastizales, maizales interminables, una calle de tierra que se iba angostando hasta desaparecer en el pasto aplastado por la que llegábamos caminando al río. Me sentía como en las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Desaparecíamos con mis amigos todo el día. En un momento determinado, salían las madres a llamarnos a los gritos: "¡Fulana!" "¡Mengano!" o simplemente: "¡Chicos!" para tomar la leche. Para la merienda, casi siempre, nos íbamos turnando de casa. Tengo una novela casi escrita que me cuesta mucho soltar, en la que cuento todas estas cosas que pasaron realmente. A lo mejor les doy una vuelta, pero pasaron de verdad. Hay un capítulo, Los insoportables, que es sobre unos hermanitos caprichosos y mandones. Había que jugar a lo que ellos querían. Éramos muy chicos, los mayores teníamos cinco años y jugábamos todos juntos. Estaba todo bien hasta que llegaban estos hermanos y se pudría todo. Si les decías que no, se enculaban y se iban. Al rato, volvían con la madre furiosa, que nos gritaba y nos decía de todo porque no dejábamos jugar a sus criaturitas. 

MM: Otro tema. Mencionaste un par de veces a Adela Basch. Yo acá tengo cuatro títulos que escribieron juntas, pero tenés más. ¿Cómo es escribir a cuatro manos?  Además de lo que tenés con Adela, ¿trabajaste con alguien más?

AE: A cuatro manos, no.

MM: ¿Cómo ha sido esa experiencia?

AE: Hay una pequeña trampita. No son a cuatro manos. Leyendas de humor y terror, fue el primero y el más importante para mí. Se lo regalé a mi analista con una dedicatoria que dice que yo nací por primera vez en 1963 y por segunda vez en su consultorio. Y que ese libro es la prueba y el agradecimiento de haber podido parirme a mí misma en una vida mejor. Esa medianoche en la que Adela me dijo que le habían encantado mis textos, me preguntó si al día siguiente a eso de las cuatro podía pasar por su casa. Le dije que sí, por supuesto. Ella estaba haciendo una selección de textos  para Puerto de Palos. Yo desconocía la dinámica de ese tipo de editoriales, las texteras. Adela me explicó que te pedían uno o más textos, te decían la cantidad de caracteres con espacios,  que a veces te daban el tema y otras era tema libre. Me dijo que pedían distintos géneros, y que como yo tenía un sentido del humor con el que ella se identificaba, me había elegido para escribir varios textos para tal fecha. Tenían que gustarle primero a ella, después, a dos chicas que eran las editoras, y después tenían que gustarle al dueño de la editorial. Eran tres instancias. Le dije que eran cuatro, porque primero tenían que gustarme  a mí. A las cinco de la tarde del día siguiente ya le había escrito todo. La ansiedad que sentí fue un motor maravilloso. A ella le gustó todo lo que le mandé, lo envió a la editorial, que en general tardaba en responder (me dijo que tuviera paciencia, que llevaba tiempo). A la hora me mandó un mail para decirme que les había encantado a todos. Y así todo el año para una editorial, y para otra. Me pedían, yo escribía, y salían con fritas. Se iban sumando más editoriales rápidamente. Trabajé muchísimo con Puerto de Palos. Y en el medio de todo ese trabajo, aparece este libro de Leyendas de terror con humor. Me dijo Adela que ella estaba con mucho trabajo y muchos viajes, iba a tener que estar como dos meses en Boston y ese libro tendría que haberlo entregado hace rato.
Asistente: ¿En qué año fue?

MM: Dice que en 2007…

AE: Creo que la primera tirada fue antes, en el 2006. Le fue muy bien cuando salió. Tan bien que nos pidieron una secuela. Y el tema fue así: ella tenía ya varias leyendas escritas, no me acuerdo exactamente cuántas. Algunas de personajes de leyendas argentinas que están en la “teogonía” de nuestro país, por llamarla de alguna manera. 

MM: Mitología…

AE: Claro. Los diosecitos, los asustadores, los cucos de la Argentina. Pero también hay otros que inventamos. Ella inventó los suyos y yo los míos. Además nos pidieron que hiciéramos misceláneas que son estos textos breves de aquí abajo, que cuentan pavadas en distintos géneros lingüísticos. Hay algo de periodismo, de poesía, hay alguna adivinanza, algún chiste que tiene que ver con la trama de la leyenda o con el persona, pero en otro registro. Yo escribí la mayor parte de este libro, pero era totalmente desconocida. Y Adela Basch era Adela Basch. ¿Cómo íbamos a firmar? Entonces le propuse lo siguiente: para que la editora no tuviera un tremendo prejuicio conmigo, que ni me conocía, no dijéramos qué había escrito cada uno; que era mejor decir que lo habíamos escrito a cuatro manos. Por supuesto, Adela leyó todo, le gustó, me hizo sugerencias, pero básicamente no tocó nada. Y a la editora le gustó muchísimo, no tocó nada ni tuvo ninguna objeción con ningún texto. Cuando nos pidió el segundo libro, Adela me dijo que hiciéramos lo mismo que con el primero. 

MM: ¿Quién era? ¿Beatriz Actis?

AE: Sí, en los dos casos ella fue la editora. Pero fue así. No es que estuvimos las dos sentadas, escribiendo a cuatro manos. De  hecho, lo hemos querido hacer y no nos sale. Me acuerdo de uno de los chistes que tuve que mandar a Puerto de Palos, porque fue algo que me pasó con Adela. Tenían que ser noticias graciosas.  Me dijo que necesitaba cinco o seis noticias divertidas cortitas. Se me ocurrió que las noticias estuvieran en un registro como el de la revista Nacional Geographic… Y puse que unos científicos británicos, después de mucho investigar, intentando envasar las monerías que hacían lo monos, se dieron por vencidos, porque se dieron cuenta de que una vez envasadas no tenían ninguna gracia. Y en la tapa de la revista, como, se ve a un periodista entrevistando a uno de los monos, y el mono le dice: “Nosotros lo sabíamos desde un principio”. Cuando nosotras charlamos nos morimos de risa; somos una ametralladora, nos retroalimentamos. Y cuando queremos escribirlo pierde completamente la gracia. Salvo en los libros con pictogramas, para los más chiquitos. Ahí sí podemos escribir a cuatro manos. No sé por qué. 

MM: ¿También era de Homo Sapiens?

AE: No, los de pictogramas son de Abran Cancha. El segundo libro de leyendas con humor y terror sí, fue para Homo Sapiens. No está acá. Se llama "De Luces y sirenas, de embrujos y quenas".  Eran leyendas de toda América, desde México hacia abajo. Ahí nos repartimos los personajes que nos inspiraban y cada una escribió lo que quiso. No tenía misceláneas. Y acá (toma el libro de la mesa) escribimos algo juntas por mail, que son nuestras autobiografías. Porque estamos (y lo estarán los que escriben para texteras), un poco hartas de escribir mini autobiografías. Ningún editor te busca en Google para armar una biografía. Vos tenés que mandarle tu mini autobiografía, y para mí es un embole escribir eso. Esta la hicimos así, en broma, es una autobiografía dialogada, epistolar. El libro es una selección de obras de teatro. Unas son de Adela y otras son mías. A la editora le gustó…

MM: ¿Cuál es el título del libro?

AE: "Divinas adivinaciones". Son historias de magia, de brujas, de pitonisas y también hay un cuento juglaresco que es mío, “Cocinero estás bien frito”, que es la típica historia del aprendiz de mago pero versión aprendiz de cocinero. Va respetando todas las etapas del cuento de hadas, y está escrito en verso. 

MM: Les leo una parte de la biografía epistolar: “Querida Adela Basch: me pidieron que escriba sobre mí. No, no me malentiendas, no se trata de escribir sobre la superficie de mi piel, sino sobre mí, sobre mi vida, una biografía, que le dicen, y la verdad ¿cómo decirlo? mi vida está tan pletórica de aventuras y emociones fuertes que no sé por dónde empezar”. 
“Querida Alejandra Erbiti: comprendo tus dudas. Cuando se tiene una vida tan rica es difícil saber por dónde empezar. Sin embargo, yo empezaría por el principio… por el principio de realidad”. (Risas).

AE: Y así sigue. Delirando. No dice nada, en realidad. 



MM: Bueno, una última pregunta y dejo que te hagan las preguntas que quieran. Para trabajar los pictogramas… son como seis manos, porque está el ilustrador también…

AE: Sí, tal como te conté, estos libros sí fueron escritos de verdad a cuatro manos. Pero no sentadas una frente a la otra, porque nos tentamos de la risa y no podemos trabajar. Nos ponemos de acuerdo, nos vamos a nuestros respectivos hogares y trabajamos por mail.

MM: Nunca trabajé esto. ¿Cómo deciden qué es lo que se va a ilustrar?

AE: Hay menos misterio de lo que pudiera parecer. Si te fijás, son todos los sustantivos. Le lección más fácil para hacer pictogramas es pensar una trama en la que abunden los sustantivos, pero no porque la docente o la madre le enseñen al niño los sustantivos, sino porque se pueden dibujar de manera que no haya error al descifrarlo. No es lo mismo que dibujar una emoción. Entonces, por ejemplo, éste del cocinero, que tenía un restaurante y estaba aburrido de la monotonía,  de los platos redondos, la mesas cuadradas, decide hacer innovaciones. Este cocinero tiene un gato y una gata, Rita y Benito, que también hacen sugerencias. Entonces piden platos con forma de pescadito. Además está escrito en rima. A Adela le encanta la rima y a mí me resulta muy fácil, desde chica rimaba con facilidad, me sale, no lo aprendí en ningún lado. De hecho con Adela muchas veces hablamos y rimamos lo que dice la otra. Nos podemos poner bastante insoportables. Les contestamos con rima a los que nos preguntan cosas. O hablamos en rima, o a veces hablamos con acento gallego, otras veces hablamos con acento idish, entonces no podemos trabajar. Pero todo ese juego, después, nos sirve para escribir. Y estos coleccción con pictogramas está muy buena como primer contacto con los libros, porque son muy coloridos, y la verdad es que hasta los bebés se enganchan. Y como no saben leer, el mediador de lectura va leyendo la letra de imprenta mayúscula, que para primeros lectores es más fácil, y completan con el sustantivo que está dibujado. A veces le pegan en el palo, por ahí no dicen “pantalón”, dicen “jean”, pero el sentido no cambia. Además, si pasa eso, la rima ayuda a encontrar la palabra correcta. 
MM: Pero está bueno porque juegan…
AE: Juegan. Si después hay una palabra que rima con "caballo", se dan cuenta de que hay que leer el dibujo como “zapallo” y no como "calabaza", porque no rima con caballo. Hay todo un juego que se va armando, que está mal que yo lo diga, pero es muy lindo verlo en acción. Y es muy divertido hacerlo. Y la ilustración es fundamental, obviamente. Son libros a seis manos. Estos que hicimos que Adela están ilustrados por Delius, que además está a cargo de toda la estética de Abran Cancha.

MM: Y para los chicos ha de ser muy divertido también leerlo. 

AE: Claro. Los que están aprendiendo se sorprenden de cómo pueden avanzar. 

MM: Bueno, los dejo preguntar a ustedes… Álvar…


Álvar Torales: ¿Escribiste algún cuento con gatos de protagonistas?

AE: Muchísimos. Siempre hay gatos. En Edgar Allan Pollo, Orson, que tiene la  cara de Orson Welles (yo no se lo dije al ilustrador, Mariano Martín, pero no es ningún bobo y lo cazó enseguida). Este es un vampirito sordo, que quedó solo y no sabe vivir sin la bandada. Es un murcielaguito común y corriente, de esos que viven en las iglesias, en los edificios altos, debajo de las autopistas. Como es un poco sordo, le dan la indicación de que doble, no lo hace y se lleva puesta la torre de una de esas casas con buhardilla. Cae al piso desmayado y cuando se despierta se da cuenta de que ha perdido su bandada para siempre. Entonces está triste, y anda recorriendo lugares, buscando desesperadamente un lugar oscuro. Se mete en un lugar oscurísimo donde ve a alguien muy parecido a él, que vuela de noche y que vive solo… Es una película de Drácula y el lugar oscuro es un cine. Entonces él se identifica, piensa que es un vampiro, y que tiene que conseguirse un castillo y vivir solo. Se va del cine, y de paso por un restaurante escucha que piden una ensalada de rúcula, entonces asocia Drácula con Rúcula y decide que, de ahora en más, él va a ser el conde Rúcula. (Risas). Es uno de los amigos que tiene Edgar Allan Pollo, que es un ex gallo de riña. Siendo muy niñita, vi cómo entrenaban gallos de riña. Y me pareció un horror. El cuento lo escribí como para adultos. Estaba pensado para chicos, pero yo me tenía que sacar de encima esa escena de la infancia, cuando vi cómo entrenaban a los gallos, las cosas que les hacían para que pelearan, porque no tienen la menor idea de lo que están haciendo. No pelean por el territorio, ni porque el otro lo miró feo, no pelean por ninguna otra razón que no sea porque el dueño, literalmente, los marean, los hipnotiza. En una veterinaria donde trabajé hace décadas, me enseñaron a hipnotizar gallinas. Es muy fácil. Cuando se los cuento a los chicos en las escuelas no me creen, pero no puedo llevar una gallina para hacer la demostración. Hay que hacer que apoyen el pico en el piso, podés ayudarte tomando suavemente a la gallina y hacer que apoye el pico en el suelo. A partir de donde tiene el pico apoyado comenzás a trazar una línea recta con una tiza hasta que se queda quita, la soltás y se queda ahí, mirando la línea, completamente quieta. Parece magia. 

MM: ¿Y con los gallos hacen cosas así para que peleen?

AE: A los gallos les hacen de todo, cosas horribles. Para empezar, los mutilan, les cortan la cresta, de todo. Lo primero que hacen es elegir un gallo de buen porte. Les sacan las plumas, casi desde la pechuga para abajo, así que les quedan los muslos pelados hasta las patas. Les sacan sus espolones naturales. Les duele muchísimo cuando se los cortan. Cuando la herida cicatriza, les ponen un espolón de acero, bien filoso y puntiagudo, cosa que cuando esté en plena riña y se tire encima del gallo adversario, tenga más chances de matarlo. Los espolones naturales son los que tiene el gallo para que la gallina se quede quieta cuando la pisa. 

MM: Porque no sabe lo de la línea. (Risas).

AE: Este gallo es mi héroe. Estaban todas las gallinas muertas de amor, porque era un galán. Hasta que tiene edad de pelear. A los gallos los marean, los hacen rebotar y están tan perdidos que cuando tiran el picotazo y hay respuesta, ahí se arma la pelea. Pero insisto: No existe el gallo de riña, es el resultado de la crueldad de algunos humanos que gustan de estas cosas.

Asistente: ¿Es ilegal?

AE: Sí, en este país es ilegal. Igual que las carreras de galgos. Pero, lamentablemente, siempre hay un terreno baldío, un corralón, en algún lugar secreto. Hay riñas clandestinas. Cuando yo era chica, veía en las calles de tierra más apartadas las marcas que quedaban. Estaban las pistas  para las carreras de galgos y los reñideros de gallos. Se hace por dinero, hay apuestas, todo clandestino, pero el sufrimiento de los animales no les importa a ese tipo de personas.

AT: Como en el cuento de Zuhair Jury, el hermano de Favio.
MM: “El romance del Aniceto y la Francisca” (o “El cenizo, originalmente). Eran gallos de riña, claro. 

AE: El papá de “los insoportables” de mi novela que todavía no terminé, era el que entrenaba gallos de riña. Ellos me invitaron para que viera cómo se hacía, y de es recuerdo espantoso nace esta historia divertida del valiente Edgar Alan Pollo.

Asistente: Sería interesante ver qué les pasó a esos pibes, porque ver tanta violencia desde tan chico te puede volver loco…

AE: Yo me vine para acá a los veintiún años. Y cuando volvía de visita, lo que veía en la chica, era la misma dinámica de la madre, solo que ya era una mujercita, al varón no lo vi más. A veces yo llegaba a la casa de mis viejos y me las encontraba en la esquina, madre e hija insultándose a los gritos, completamente sacadas. El mismo nivel de violencia con el que nos trataba la madre cuando no queríamos jugar con estos dos hermanos, sus hijos. Bueno, volviendo a lo de los gatos, que era lo que me preguntaba Álvar, el primer amigo de este gallo es un gato que se llama Orson. Casi no hay libro mío en el que no haya un gato que tiene un papel importante. A mis lectores les gusta "El gato que inventó la modorra"; "Tres gatos y un paraguas"; "La sombra del ladrón de merluza"; "Cecilio no concilia el sueño" y un montón que en este momento se me escapan. Ahora, estamos pergeñando con una ilustradora un libro con mucho gato. Y termino, porque quiero cerrar con esto. Este gallo no sabe cómo escaparse de esta vida que no eligió. Entonces toma una decisión muy importante. El dueño ganaba fortunas con él porque ganaba todas las riñas. Era un tremendo gallo. Un día decide que no va a pelear más, se queda quieto y se deja casi matar a picotazos por el contrincante. El dueño está furioso, porque le hizo perder un montón de dinero. Entonces, de camino a la granja, lo tira en una zanja. Como hacen los dueños de gallos y los dueños de galgos cuando las hembras se embarazan. Simplemente, los abandonan a su suerte. Ahí, en la zanja, las ranas  consuelan al gallo,  lo mantienen despierto toda la noche con sus silbidos, porque si se duerme se muere. Al día siguiente, él les agradece, les dice que se tiene que ir porque no puede hacer vida de rana, y emprende su gran aventura, en la que se cruza con el resto de los personajes. Le empiezan a crecer de nuevo las plumas, y decide que su misión en la vida es ayudar a otros animales que estén en situación de abuso o de peligro, como estuvo él.

MM: Muy bien. No sé si tienen alguna otra pregunta.



Asistente: Yo quería preguntarte si en el libro de la maga, que tenés una segunda parte, si tenés algún personaje que sea un dragón, por lo que vi en la tapa. 

AE: Sí. Te voy a contar dos cosas de la maga. Ya que hablé hasta por las orejas. En el primer tomo, se reencuentra con esta bruja que son como hermanas. Cuando terminé de escribirla, le envié el original a una amiga que es lingüista, docente, investigadora del CONICET, un lujo total de correctora, para que lo revisara y así evitar que no me lo toquetearan en la editorial. Puedo estar todo el día con un párrafo si quiero evitar comas. Me encanta eso en Faulkner y lo probé, salvando las distancias. Faulkner te escribe un capítulo sin poner una coma o un punto aparte. Yo llegué a cinco renglones. Todo fue inútil. Me lo re toquetearon, además de llenarlo de comas, puntos y etc.  Me cambiaron la palabra “viditas” por “viuditas”, por lo tanto, el párrafo no perdió por completo el sentido, no se entiende, me lo hicieron pelota. Además, en las primeras páginas, “arco iris” está escrito de tres maneras diferentes.

Asistente: ¿Qué editorial?

AE: Estación Mandioca. Me quejé. Me dijeron que cuando fuera a reimpresión lo iban a corregir, pero jamás lo corrigieron. A pesar de esto, como el libro anduvo bien, me pidieron una secuela. Ese es el que vos me decís, la que tiene un dragón en la tapa y se llama  "La Maga de Arannar y los secretos de Taropé". Taropé es una isla, inventada, por supuesto, donde los magos van a hacer una especie de maestría. Se encuentran los principiantes con los que ya tienen muchos años, mucha experiencia. Es un lugar de perfeccionamiento, menos académico que en Harry Potter, que era una suerte de colegio secundario especializado. A Taropé llegan magos con distintas formaciones. Algunos vienen de estudiar con otro mago, otros no estudiaron nunca. O sea la bruja amiga de la maga de Aranna también podía entrar a esta isla de Taropé a perfeccionar sus artes. Es como un templo, semejante a un templo budista, por ejemplo, al que uno va a hacer un camino de aprendizaje que dura lo que cada uno necesite. Puede ser un año o toda una vida.  Hay un dragón, y está en la tapa porque hay un lazo muy importante entre él y la maga, si te digo cuál es el lazo, casi que te cuento toda la historia. También tuve gran discusión con la correctora. ¡En fin!

MM: Dos cosas. Muchísimas gracias, y no abro ninguna otra pregunta porque tenemos que brindar por fin de año. 

AE: ¡Muchísimas gracias a ustedes y brindemos!

APLAUSO FINAL

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

La lectura del tiempo

"El libro", un cuento breve de Sylvia Iparraguirre