Todas las voces

A cuarenta años de la elección que terminaba con siete años de dictadura atroz, en Bibliotecas para Armar compartimos un fragmento del libro Todas las voces, de Federico Lorenz y Mario Méndez.


—Buenos días, familias —saludó muy sonriente. Los invitados parecían tan contentos que a la seño Martina se le habían ido los nervios—. Estamos muy felices de recibirlos. Hemos trabajado mucho con los dos grados, y con los aportes que nos llegaron de cada casa. Ya vieron parte de la muestra y, cuando terminemos las intervenciones, pueden seguir mirándola. Va a estar acá durante un par de meses. Pero ahora quisiera que comenzáramos, como se debe, por el principio. 

”Como ustedes saben, dedicaremos todo el año al tema de la democracia. Al aniversario, al cumpleaños número cuarenta de la recuperación democrática. Todos sabemos, y con los chicos y las chicas lo estamos estudiando desde marzo, que en 1983 los argentinos recuperamos la libertad plena, y nuestros derechos como ciudadanos. Veníamos de siete años de dictadura, de una dictadura feroz, que dejó miles de muertos y desaparecidos, una guerra en Malvinas, desatinada y perdida; miles de exiliados, la economía destruida: muchísimo dolor. Hacia fines de 1983, hace casi cuarenta años, los argentinos recuperábamos la democracia. Una democracia que desgraciadamente siempre fue frágil, amenazada desde aquel primer golpe de Estado contra el presidente Hipólito Irigoyen, en 1930. 

“En 1983, cuando fueron las elecciones que restablecerían la democracia, el papá de Lucho Smith, Fernando, todavía no había cumplido los 13, terminaba la escuela primaria. Él nos mandó esa foto grande, tomada de una revista, que encabeza la muestra. 


Foto en blanco y negro de un edificio

Descripción generada automáticamente 


”Fernando está de viaje, así que su hijo Lucho nos va a leer lo que nos escribió”. Lucho Smith se levantó de su silla, con el cuaderno en la mano. Era pelirrojo, y estaba más colorado que nunca. Miró a la maestra, que le hizo una sonrisa, a las familias, donde estaba su mamá, y empezó a leer las palabras que había escrito su papá, primero un poquito temblón, después cada vez más seguro. 

—A veces voy por la calle, o estoy en un asado familiar, y escucho que alguien dice: “¿Para qué habrá tantas elecciones? Son un gastadero de plata”; “No elegimos a uno que ya estamos votando de nuevo”. Aunque entonces yo todavía no podía votar, todavía me acuerdo de la primera vez que viví una elección. Fue el 30 de octubre de 1983. Hacía meses que el país en el que vivía no se parecía nada al de un año, qué digo, al de seis meses atrás. Había carteles, marchas, la gente cantaba. En las reuniones familiares, de golpe se oían palabras nuevas: “radicales”, “peronistas”. Eran “partidos políticos”, otra novedad. En esa época era muy raro estudiar historia, porque no es que te hablaran solamente de cosas del pasado, sino también de cosas que se suponía eran normales… pero que habían dejado de funcionar. Por ejemplo: yo había aprendido en la escuela que había presidente, Congreso y Justicia, pero no sabía bien para qué servían los “diputados” y los “senadores” y el Congreso estaba cerrado.  

”Y de repente todo el mundo empezó a hablar de “candidatos”, de historia, de “política”… Esa era la palabra mágica: cuando hay democracia, se puede hacer política. Lo que significa que se puede pensar de una manera, proyectar, unir esfuerzos con otras personas que piensan parecido y, presentarse a elecciones para llevar esas ideas adelante. 

”Claro que por política también se discute, ¡cómo no! Está claro que no todos pensamos lo mismo. Por suerte, digo yo, porque si no, ¡qué aburrido sería todo! Eso, si sos chistoso, porque si lo pensás al revés, qué terrible, ¿verdad? Un mundo donde todos tengamos que hacer lo mismo y pensar lo mismo. 

”La democracia, entonces, es la libertad. 

”DesdeImagen en blanco y negro de un hombre con un texto en blanco

Descripción generada automáticamente con confianza media chiquito, porque salíamos de la dictadura, yo aprendí a asociar la democracia a la alegría. Ahora ya hay generaciones que están acostumbradas a votar, que nacieron en democracia, pero algunos de nosotros, no. Será por eso que, para mí por lo menos, el día de las elecciones sigue siendo una fiesta. 

”El 30 de octubre de 1983, después de siete años de dictadura, ganó las elecciones el candidato de los radicales, Raúl Alfonsín. Recuerdo una consigna, entre otras. Dijo: “Somos la vida”. Hoy pienso que es probable que haya ganado por eso, porque también queríamos dejar tanta muerte atrás. 

Resulta que la democracia, entonces, también tiene que ser eso: la seguridad de que es la garantía para vivir en libertad, y a la vez, para que podamos renovar el compromiso con esa certeza. 



Todas las voces
Federico Lorenz y Mario Méndez
Norma, 2023.



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