Las otras islas

Abrimos la nueva etapa del Laboratorio de Lectura y Producción, este año dedicado a la Democracia, la Memoria y la Identidad, con una excelente reseña de Valeria Rogé, que recorre uno a uno los cuentos de la antología Las otras islas, ese gran libro ya varias veces recomendado en El libro de arena.


Por Valeria Rogé*



Las otras islas es una antología de nueve cuentos que se publicó en 2012, en ocasión del trigésimo aniversario de la Guerra de Malvinas. Algunas de las historias fueron escritas especialmente para el libro, como la de Inés Garlard, que da título a la obra. Otras formaron parte de publicaciones anteriores, como las de Eduardo Sacheri, Marcelo Birmajer y Esteban Valentino. Al final de cada cuento encontramos la data de la publicación original, cuando se trata de relatos que vienen contando sus historias desde antes de encontrarse en esta antología que reúne autoras y autores argentinos contemporáneos. Tras cada cuento aparece una breve biografía de quien lo escribió, al menos en la edición de Loqueleo del año 2016, que es con la que cuento, para la cual Liliana Bodoc y Juan Forn aun no habían partido.


Hablar de la guerra es hablar de la muerte, entre tanto para decir. Y por eso pensar en las personas que escribieron y cuyas palabras permanecen, vitales, a pesar de su muerte, es una invitación a reflexionar también sobre la potencia  de la palabra literaria en diálogo con los hechos históricos. Las palabras que abren el libro no son ficción: Edgardo Esteban, periodista y ex combatiente de Malvinas, comparte parte de su experiencia, dedica una mirada a la juventud argentina a través de las distintas décadas, e invita a la lectura de las narraciones, donde la literatura pone palabra uno de los hechos más dolorosos de la historia argentina.


Este libro, ubicado dentro de la denominación literatura infantil y juvenil, reúne escritores de gran recorrido en dicho campo con otros que “escriben para adultos”, por decirlo de alguna manera. Esta mixtura se vincula con algo que se pone en juego en varios relatos: cambios, crecimiento, conciencia de la transformación que se da, en muchos casos, de forma traumática. La guerra como cosa de grandes… a la que mandaron a pelear a los chicos…


Crecer de golpe  (o morir, o perder a alguien), implica una transformación en la cual algo se conserva de ese pasado infantil o juvenil, sea que alguien haya sido testigo o sobreviviente y lo pueda contar, sea que alguien pueda contar sobre los que murieron. Esas son  algunas de las voces que narran los cuentos: adultos que recuperan de su memoria las experiencias de aquellos años.


Después de los 30, tres años más, tres años menos, no cambia mucho la perspectiva, pero en La Penitencia, el cuento de Marcelo Birmajer, el narrador recuerda que él y su amigo Rafael tenían 15, y Lucas, el hermano de Rafael, con sus 18, fue a la guerra. La mirada está puesta en la incertidumbre de esa familia, en el vínculo entre ese hijo que está en la casa pero quiere irse a las islas a averiguar sobre su hermano, y esos padres que están y no están en la casa, en más de un sentido.


Inés Garland construye una narradora que para contar la historia quisiera volver a tener trece años. La autora nos lleva hasta ese espacio y tiempo, donde el mundo, para esa chica, es la isla del delta en la que pasa los veranos, los trece son un punto de inflexión, y las Malvinas, son Las otras islas. La familia cede su centralidad a la experiencia de nuevos vínculos, que cambiarán la vida para siempre.


Los relatos hacen escuchar voces de pibas y pibes que viven la incertidumbre por el destino de alguien conocido, querido; a quienes el reencuentro con sobrevivientes les deja una marca imborrable, que casi siempre está acompañada por la otra marca, la de haber perdido a alguien.


Gabriel, en El alimento del futuro, de Pablo Ramos, cuenta la historia de un vecino del barrio, apenas más grande que él y sus amigos, que estuvo en el General Belgrano cuando lo hundieron.  


En Clase 63, de Pablo de Santis, la historia comienza cuando el protagonista va a raparse porque tiene que presentarse al servicio militar, donde conocerá a Aguirre y a Lanes, cuyo destino, tras el estallido de la Guerra, estará marcado por el deseo más inocente.


También aparecen quienes no pueden conectar con lo que está pasando, ni en su familia, con la reciente muerte de su abuelo, ni a nivel nacional, con el estallido de la guerra, como en el relato de Patricia Suarez, La guerra de Malvinas.


Me van a tener que disculpar, de Eduardo Sacheri y Memorándum Almazán, de Juan Forn, ofrecen voces de hombres adultos, relatando sucesos vividos tiempo después de la Guerra de Malvinas. Sacheri  propone un narrador que no puede medir con la misma vara a Maradona y a las demás personas, entiende el absurdo, pero tiene motivos: los dos goles del ’86 a los ingleses tienen algo que ver con Malvinas, por ilógico que sea. Por su parte, Forn nos sumerge en la embajada Argentina en Chile, para convidarnos las huellas de la Guerra  mediante el silencio de un misterioso chico, que se presenta como excombatiente.


El cuento de Sacheri, un monólogo con apelaciones a una segunda persona, y el de Forn, donde la historia se arma hilvanando recuerdos de dos momentos distintos, exponen interesantes y diversas formas de construcción de los relatos, que marcan fuerte la heterogeneidad y amplitud de las obras seleccionadas para esta antología.


En un registro más cercano a lo poético encontramos El puente de arena, de Liliana Bodoc y No dejes que una bomba dañe el clavel de la bandeja, de Esteban Valentino. El primero de ellos, en tono casi onírico, cuenta del encuentro entre un soldado que es tomado prisionero y el soldado rival, que lo custodia. El escenario es una playa, y la construcción de castillos de arena una metáfora de la competencia y la posibilidad del lazo. El cuento de Valentino relata dos momentos de la vida de Ernesto: una fiesta, a sus 15, en la que conoce a Mercedes; y  la trinchera en Malvinas, a sus 18, cuando queda a cargo y recuerda aquel encuentro de tres años atrás. La estructura entabla un diálogo entre las escenas, un encadenado que juega con la sonoridad de las palabras y enlaza un tiempo con el otro, como si no se tratara sólo de un recuerdo que ayuda a sobrevivir, si no de la misma clave de esa supervivencia.


Las historias de los nueve cuentos son pequeñas, casi íntimas. Los tonos, estructuras y personajes varían, prima la variedad. Las Malvinas, la Guerra de Malvinas, aparece muy cerca de algunos personajes, les cambia o arranca la vida, mientras que para otros está más distante, como una sombra o un enigma. Las referencias a la dimensión política son escasas: suelen ser los padres de los adolescentes quienes emiten alguna opinión acerca del gobierno militar dictatorial y su aventura bélica. Ninguno de los cuentos ahonda en detalles históricos, más allá del valor de algunas fechas claves, o la referencia a lugares puntuales. No buscan hablar de héroes, ni de víctimas, tampoco se detienen demasiado en determinar responsabilidades. Parecieran ni siquiera pedir justicia o memoria, tal vez porque no es necesario: la literatura funciona por sí misma, es voz ficcional que mantiene ardiente la llama de lo vivido, y esa voz, que sigue diciendo a través del tiempo, a través de la ficción incluso, es una suerte de pequeña justicia ante la crueldad de la Guerra.


*Valeria Rogé es una indisciplinada profesional, como una receta que se va transformando en los espacios de formación y trabajo, con ingredientes como Ciencias de la Educación, Psicopedagogía, Educación Sexual Integral y el mundo de los libros, las lecturas y escrituras. Hoy trabaja en el Equipo de Orientación de una escuela primaria y cursa la Especialización en Escritura y Alfabetización (UNLP).


Las otras islas
Marcelo Birmajer, Pablo De Santis, Inés Garland, Patricia Suárez, Esteban Valentino, Liliana Bodoc, Juan Forn, Eduardo Sacheri, Pablo Ramos.
Loqueleo, 2021.

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