Para ser un buen cocinero hay que leer muchos cuentos
La
antropóloga Laura Piaggio, junto con las nutricionistas Marina Rolón, Silvina
Dupraz, y la pediatra Beatriz Schloss,
forman parte del equipo del Programa Nutricional que tiene su sede en un
rinconcito del viejo edificio de Cardiología de la ex Casa Cuna, y que depende
de la Dirección General de Planificación Operativa del Ministerio de Salud. Un Programa
que se ocupa hace más de 10 años de tres líneas de acción fundamentales: el
trabajo con los equipos de los Centros de Salud, en lo que es la atención y el
seguimiento de los niños, adolescentes y embarazadas con algún problema
nutricional; la realización de monitoreos a través de encuestas periódicas para
conocer la situación epidemiológica; y una línea que está relacionada con la
educación alimentaria, con la promoción de la salud y la prevención de los
problemas nutricionales. Con ella estuvimos conversando sobre el apoyo que el
equipo encontró en la literatura para trabajar temáticas por fuera de las
estructuras que a veces imponen las disciplinas médicas y de que finalmente el
bienestar de nuestra vida se sostiene gracias al poder de la palabra que da
sentido a todo lo que somos.
Por María
Laura Migliarino
MLM: ¿Cómo es
esto de vincular la lectura con la alimentación saludable?
LP: Dentro de
la educación alimentaria exploramos distintas estrategias, y así nos acercamos
a la promoción de la lectura. Quisimos ver cómo podíamos hacer un enlace, promover
la lectura, la alimentación saludable y la cocina. Un poco, exploratoriamente,
empezamos a trabajar en instituciones que requieren acompañamiento. Por
ejemplo, cuando nos acercamos a una escuela les proponemos hacer un trabajo
continuado en el año que vaya teniendo diversos acercamientos con distintos
actores de la comunidad educativa. Nos interesa tener siempre un espacio de
capacitación docente, trabajo con los niños, con las familias.
MLM: ¿Y cómo
llega la escuela a ustedes?
LP: En el año
2009 hicimos un trabajo de investigación que tuvo financiamiento del Ministerio
de Salud de la Nación para hacer un relevamiento de los consumos alimentarios
que llamamos “informales” durante los recreos en la escuela primaria.
Relacionándolos también con las comidas que la escuela ofrece y las actividades
de los chicos durante los recreos. Con ese material, nosotras ya teníamos
contacto con el área de Nutrición del Ministerio de Educación, comenzamos a
hacer actividades conjuntas de educación alimentaria y nos contactamos con el
Programa de Huertas Escolares. Empezamos el intercambio y muchas de las escuelas
que pedían trabajar con huerta después tenían el interés de seguir trabajando
en alimentación saludable. Entonces, desde Huertas Escolares, nos fueron
contactando y fuimos relacionándonos, desde el 2010 al 2014, con distintos jardines
o escuelas primarias que nos iban demandando. Las escuelas secundarias fueron
menos.
En el 2014
nos planteamos circunscribirnos territorialmente y en la actualidad estamos
acotadas a un barrio que es la Villa 21-24. Ahí trabajamos con distintas
instituciones escolares y comunitarias. En un principio, incorporamos cuentos
para el trabajo con los niños, en el trabajo con los talleres. Y fuimos sumando
también algunos en la capacitación docente. Al comienzo los usábamos como
disparadores de la temática. Por ejemplo, empezamos a usar un cuento de Laura
Esquivel, “En torno al fuego”, para compartirlo con las docentes y conversar
sobre la complejidad que tiene la alimentación y sus múltiples dimensiones. La
relación entre alimentación y salud no tiene que ver solamente con lo
nutricional, sino también con otros
aspectos, como lo social, con lo vincular, con la historia familiar.
Nosotras
estamos como en una búsqueda, para hacer confluir la alimentación y la
promoción de la lectura. Nos parece que la interrelación tiene mucha
potencialidad. Nos interesa hacer un trabajo durante el año en una o dos
instituciones para luego cerrar con la Semana de la Alimentación, en el mes de octubre.
Este año en
el Jardín Nº 10 estaban haciendo una capacitación con la narradora Lorena
Orellana. Nos pusimos en contacto con ella y la propuesta fue la de hacer en el
mes de octubre un cierre conjunto convocando a las familias. Que se trabajara
con narración y que la alimentación estuviera presente. Que se trabajaran
adivinanzas, poesías, cuentos, que tuvieran que ver con los alimentos. La idea
le pareció buena ya que las dos estábamos trabajando en la misma institución escolar.
Y se hizo una invitación conjunta para no estar llamando muchas veces a las
familias, por diversas actividades del jardín. Hicimos una Jornada en la que
las docentes habían preparado distintas postas. La propuesta era que al
comienzo los niñitos y las familias se organizaran en distintos grupos mezclando
las salas. Cada uno de estos grupos iba recorriendo las postas, durante un
ratito acotado de siete minutos. Había una posta en la que había adivinanzas
que estaban en el hall de entrada del jardín, colgadas del techo, como
guirnaldas. Y en esa posta había que ir leyendo las adivinanzas, y tratar de
descubrirlas entre los nenes y los papás. Otra posta la habían armado en la
biblioteca, y eran cuentos de brujas que armaban distintos hechizos con
alimentos y con asquerosidades. Recrearon un ambiente oscuro, con las docentes
muy bien caracterizadas. Otra posta contaba la leyenda del algarrobo, y otra
era una manta, en la que estaban dispuestos libros de la valija, para que
hubiera un rato en el que los papás y los nenitos curiosearan. Otra posta la
atendíamos nosotras y era un bar literario. Hacíamos jugos de frutas y en la
mesa había poesías y adivinanzas para que se sirvieran, ensaladas de frutas y
brochettes saludables. La idea era poder convidar algunos de los alimentos que
queremos promover, que estén presentes en una situación de festejo. Esa es una idea que venimos
planteando en las escuelas y en los jardines. A veces, hay cosas de la alimentación
en las escuelas en las que no hay mucho margen de modificación. Pero hay otros
momentos vinculados con la alimentación que los organiza la propia institución:
los festejos del Día de la Primavera, del Día de la Familia, del Día del Niño,
las excursiones… Esas pueden ser oportunidades educativas, porque nos parece
que el hecho de que el niño aprenda a gustar de los alimentos está
estrechamente ligado a que la situación sea placentera. Está esa relación íntima
con el momento festivo. Y en ese momento, proponemos engancharlo con uno de los
alimentos que queremos promover. Aprovecharlos a partir del ofrecimiento, la
disponibilidad. Uno no está haciendo una
bajada de línea, en la que dice que hay que comer cinco porciones de
frutas al día. Hacemos un festejo y hacemos preparaciones frutales. Lo pensamos
con esa intención. Entonces, ese momento de compartir con la familia, en el que
va a haber además una circulación de palabras, lo pensamos como una oportunidad
para ofrecer los alimentos. Y que lo que se comparta sea algo saludable, que
sean alimentos que se quieren promover. Por eso fue el bar literario, que era
un bar de frutas. Fue una linda experiencia. Un poco, ese es el camino que
vamos intentando recorrer. Leyendo el libro de Michèle Petit, Leer el mundo, me gustó mucho cómo ella
plantea que la literatura sirve para hacer más habitable el mundo. Debate mucho
con esa cuestión utilitaria que se le quiere dar a la literatura. Cuestiones
como “¿Para qué sirven los espacios de promoción de lectura?”, y va dando
distintos ejemplos de experiencias en las que la literatura va haciendo que los
espacios cotidianos y los significados tengan otra densidad.
MLM: Pensar
la literatura para resignificar espacios.
LP:
Exactamente. Hay algo que nos comentan mucho las familias de sectores
populares, pero de otros sectores sociales también, por otras razones. Que la
cocina ha pasado a ser un lugar no muy habitado en la casa. O porque no tenés
los alimentos para cocinar, y vas a
comer al comedor comunitario o retirás la vianda con la preparación ya hecha. Muchas veces surge de parte de los
equipos de salud que se han perdido muchos “saberes hacer culinarios”. Y estamos pensando en cómo la
literatura puede ayudar a re-habitar ese lugar. Trabajar con grupos de mujeres
(también sería interesante con grupos de hombres, para que las tareas de la
alimentación se repartan) a partir de la literatura para hacer que este espacio
de la cocina empiece a tener otra densidad.
MLM: Es interesante. Porque la alimentación de los niños pequeños, en general, recae sobre las madres. Y a veces, también, las madres no pueden correrse de ese lugar de poder, en tanto posibilidad y fortaleza, de alimentar a sus niños.
LP: Algo que
nos parece importante es que las actividades de promoción alimentaria sean
prácticas. Que pongamos las manos en la masa con la gente con la que tenemos
espacios de encuentro. Porque la cocina y la alimentación tiene algo muy
sensorial. No es solo hablar de los alimentos y de los nutrientes que,
abstractamente, te aportan. Si pasás por la experiencia de la vivencia de
hacerlo, después genera un entusiasmo. Me acuerdo de una capacitación que se
dio a promotores de salud, que son personas de los barrios. Hicimos una capacitación en nutrición.
Y vino una nutricionista de Pro Huerta, que es
muy canchera en hacer talleres de cocina. Ahí hay un Hogar de Día para
adultos mayores, y nos prestaron la cocina. Fuimos directamente a hacer
talleres. Propuso hacer ñoquis de
verdura, un soufflé tricolor, ensaladita de frutas que terminamos
compartiendo con los abuelos… Eso generó un entusiasmo que no habían generado
los encuentros previos.
MLM: Recuerdo
haber leído que con la experiencia se
puede aprender mucho más rápido que con sólo el estudio de la teoría. El
filósofo Henri Bergson afirmaba que una persona podía saberse de memoria el
plano de París pero que caminar la ciudad le brindaría una vivencia más
concreta.
MLM: Aquí
sobre la mesa veo una valija repleta de libros… Una valijita que ya nombraste.
LP: Esta
valija se fue conformando un poco con libros que fuimos comprando tanto Marina
como yo, porque nos gusta la literatura infantil. Empezamos a usarlos en
distintas actividades y se transformaron en un recurso muy valioso para las
actividades de educación alimentaria del Programa. La valija era del suegro de Marina, que la
pintó, la decoró con unas macetas de las que salen libros, en la tapa, y así el
recurso fue tomando entidad. En unos de los encuentros de capacitación que
estamos haciendo en escuelas, con docentes, propusimos directamente que una de
las actividades fuera trabajar con la valija, con la idea de alentarlas para
que ellas también trabajen con cuentos, con los chicos, pensando en un proyecto
integrador de educación alimentaria. Ese taller lo armamos como una degustación
literaria. Servimos un “primer plato”, que es una sopa de poemas. Después, el “plato
principal” donde se puede elegir a gusto entre los libros que hay en la valija, para
leer y hacer una puesta en común. Y de
postre, un cuento de un escritor argentino
que vive en España, Jorge Zentner, que se llama “Yo de pequeño quería ser
cocinero”. Cuenta que su abuelo era un cocinero muy ducho, al que le gustaba
mucho cocinar. Él le pregunta, qué tiene que hacer para poder ser cocinero
igual que él. El abuelo se queda un rato pensando. Él piensa que va a decirle
que tiene que tener mucha práctica pelando kilos y kilos de papas, cortando
chicas las verduritas… Y el abuelo le dice que para ser un buen cocinero tiene
que leer muchos cuentos. Él se queda asombrado, y el abuelo le explica que a
través de los cuentos se conocen mundos, se conocen distintas costumbres,
distintas formas de alimentarse en distintos lugares. Lo que significa la
alimentación para personas lejanas o cercanas. Los cuentos nutren al cocinero
de distintas posibilidades que después
puede recrear en sus recetas. El nene se queda pensando, y el cuento termina
diciendo que, ya grande, el autor, es cocinero y es cuentero.
MLM: ¡Qué
cuento más bello! La literatura nos atraviesa en los lugares más insospechados…
Veo muchos libros aquí, ¿cuántos hay?
LP: La valija
tiene unos 35 o 40 libros que son para trabajar con los chicos de primaria y de
inicial. Tenemos algunos otros que nos parece que son para más grandecitos,
porque tienen mucho texto y ya no son tan ilustrados. Y algunas novelas como
para grandes.
MLM: ¿Y cómo
llegan esos libros a ustedes?
LP: Muchos
los hemos comprado. En 2014 hice un curso de promoción de lectura que da el Área de Pediatría del Hospital Tornú
junto con la Residencia de Educación
para la Salud. En ese momento lo llamaron “No velar historias”. Jugaban con la
idea de “novelar” y de “no velar”, en el sentido de no tapar. Ellos nos donaron algunos ejemplares de Casiperro del hambre, de Graciela Montes,
pero la mayoría los compramos nosotras.
MLM: Hace un
rato nombraste una historia de Laura Esquivel. Para terminar, ¿podrías contarla?
LP: ¡Por
supuesto! Este cuento de Laura Esquivel acontece en una cocina en México. La
voz que cuenta es la de una niñita que dice que en su casa la comida era muy
importante, que ahí estaba su mamá charlando con las tías, también una señora
que trabajaba en la casa. Y ese fogón es un lugar en el que ella aprendió
muchas historias de la familia. Cuenta que una vez había un maíz caído en el
piso, y que la señora que ayudaba, le pide que no lo pise, porque ahí está
contenido el Dios del Maíz, y no se le puede faltar el respeto. Después ella
cuenta que crece, va a la universidad, se aleja de la cocina, piensa que los
cambios en el mundo la reclaman para distintas movidas, pero fuera de la casa,
en el espacio público. Luego tiene una hijita y quiere reencontrarse con sus
recetas, porque quiere darle de comer lo mismo que ella comía de pequeña, pero
no se acuerda de nada. Primero, llama a la madre, que le va contando algunas
cosas, y después, estando en la cocina, empieza a reencontrarse con las
historias, con las “voces” que escucha ahí, la de su abuela dando una receta…
Termina cuando se descubre diciéndole a la hija que no pise un grano de maíz,
porque ahí está contenido el Dios del Maíz.
MLM:
Muchísimas gracias, Laura. ¡Me voy a cocinar!
Programa
Nutricional (DGRyPS - MS - GCBA)
Hospital
General de Niños "Pedro de Elizalde"
Email:
programanutricional@buenosaires.gob.ar
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