Cincuenta años de la muerte de Raúl González Tuñón

Hoy se cumplen cincuenta años de la muerte de Raúl González Tuñón uno de los poetas argentinos más grandes del Siglo XX. En Libro de arena lo recordamos con un fragmento de El hombre de la rosa blindada- Vida y poesía de Raúl González Tuñón, una hermosa biografía que escribió Pedro Orgambide.


El Regreso

En Buenos Aires, en 1936, Raúl González Tuñón publica 8 documentos de hoy, editado por la Federación Gráfica Bonaerense, que reúne parte de su trabajo solidario con la República Española. Contiene los siguientes documentos: Mensaje a los escritores españoles, Con España y contra el fascismo, Sobre las ruinas de Toledo, Carta a Jacques Maritain, El Congreso de los Pens Clubs, Los escritores en la pelea, Defensa de la Cultura, Poemas en armas para España. Es significativo que a los textos militantes, polémicos, Raúl González Tuñón agregue varios poemas, como si fueran en cierto modo su consecuencia y culminaran, desde la poesía, la mera narración de los hechos.


Por caminos del alba molinera

maduran en sus manos las granadas

que van a reventar al mediodía.

Qué extraño que la sangre no esté quieta

y el mismo Arco de la Sangre en sangre

se vaya y se desangre sobre un campo

propicio a la azucena de la sangre.

Qué extraño que la sangre no destiña

ni se solidifique ni se estanque,

oh, móvil y fecunda, oh, roja viva,

oh viva flor al filo de la tarde

que en alba acabará, recién nacida,

que todo lo que toque vuelva sangre.

¡Toro vital! ¡Paloma conmovida!

Corre la sangre al Arco de la Sangre. 


Y luego, la noticia del crimen: 


NOTICIA DE UNA MUERTE

(pero yo no lo creo)


                                                                                   “¡Qué raro que me llame Federico!”

                                                                                         - García Lorca


Dónde estará su muerte con heridas y sola.

Dónde estará, desprevenido.

Su voz desamparada bajo un arco.

Su corazón, donde le nace un río.


Entre los llamadores enlutados, 

y el alba de asesinos y de obispos

sobre la siempreviva fallecida.

¡Qué raro que se llame Federico!

  

Caído, solo, lentas destrucciones, 

afuera, adentro, en su cabeza donde

murió la poesía.


Bajo guitarras húmedas, acaso, 

rodeado de palomas y cuchillos,

con el pelo crecido con violetas

¡qué raro que se llame Federico!


Maduro, abierto, activo, reventado,

perdiendo en la vereda de la muerte

todo de hueso y soledad, dormido, 

cercado aún de enamorada muerte,

¡qué raro que se llame Federico!


Pero yo no lo creo. 



La idea de regresar a España se le transformó en un imperativo. NO podía estar lejos de esa lucha, lejos de sus amigos, de la gente de la calle y los mercados, de las mujeres y los niños de España a quienes amenazaban los mercenarios y los aviones extranjeros. Las ciudades. Las aldeas que habían conocido, eran objetivos de guerra. Toda España era un campo de batalla. En Buenos Aires uno podía ver las fotos de esa guerra que sucedía del otro lado del mar. Raúl veía el rostro de Federico en los espejos, soñaba con él. La muerte del poeta asesinado comenzaba a ser su propia muerte y la de toda España.

Caminaba por Avenida de Mayo cuando se encontró con el poeta Córdova Iturburu, a quien el diario Crítica o enviaba a España como corresponsal de guerra. Entraron en un café. Raúl le contó a Córdova Iturburu de sus días en Madrid. 

-Me acuerdo de León Felipe en la taberna Picasso, donde bebía buen vino con los arrieros. Ah, y de Federico, que no puedo creer que está muerto, de García Lorca, conversando con el poeta Robert Desnos en la taberna de Pascual, en la calle de la Luna.

-Raúl, vos estás ahí- comprobó Córdova Iturburu.

-Tengo que volver, Policho. Mi lugar está allí.


En Buenos Aires se editaba un periódico republicano, La nueva España, donde Raúl había publicado algunas de sus notas. Fue este periódico quien nombró corresponsal a Tuñón, que a comienzos de 1937, se embarcó rumbo a España. En ese barco, el Florida, viajaba también Córdova Iturburu, y el capitán Frontera, el que se alistaría en las Brigadas Internacionales. Los tres viajaban en segunda. En primera viajaba el poeta francés Jules Supervielle, nacido en Montevideo, igual que el Conde de Lautrémont. Supervielle era hombre de fortuna, además de gran poeta. Ricardo Güiraldes se lo había presentado a Tuñón en 1926. Como los pasajeros de segunda clase no podían subir a primera, Supervielle bajaba a la segunda. Una de esas noches, (la última de esos encuentros) Supervielle convidó a sus amigos con champagne. Era una noche espléndida, con el mar en calma y el cielo estrellado.

Uno podía creer que se hacía verdad ese verso de Supervielle:

Avanza entre los astros con dos mastines ciegos

Era una de esas noches en que uno se siente feliz y en que la muerte parece increíble.




EL HOMBRE DE LA ROSA BLINDADA. Vida y poesía de Raúl González Tuñón
Pedro Orgambide
Editorial Ameghino, 1998.


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