Otro homenaje a Abelardo Castillo, en la forma de un recuerdo

Hernán Carbonel es un periodista y escritor de Salto, provincia de Buenos Aires. Allí, en su pequeña ciudad, conduce un programa de Radio en FM La Pura, llamado Hotel Margaritas (que antes se llamó Margaritas a los chanchos). Habla de cine, de literatura, de cine, de música, a veces también de fútbol. Comparte charla, comparte buena música. Y entrevista  a escritores, actores, músicos, gente de la cultura. Hace unos años, en su programa, entrevistó al gran Abelardo Castillo, y así lo recuerda, como un homenaje.


Por Hernán Carbonel

Entrevisté a Abelardo Castillo la noche del 22 de marzo de 2012. Imposible olvidarlo. Fue en mi programa de radio, el primero de esa temporada, en vivo, vía telefónica. Su compañera, Sylvia Iparraguirre, fue quien me permitió acceder a él. Al momento de la entrevista, Castillo estaba con los alumnos de su taller, los que, dijo con humor, “están muy contentos con el reportaje, porque aprovechan para no hacer nada”. Incluso, hacia el final de la charla, pasó el teléfono y pude dialogar con algunos de ellos. El clima entonces se volvió allí ameno y distendido.
Antes, todo lo contrario. En los días previos, cuando la entrevista estuvo confirmada, mi cabeza vivió dentro de una bolsa llena de pánico: iba a hablar con el que considero el mejor cuentista argentino vivo, y uno de los mejores escritores argentinos de todos los tiempos.
El peor momento de la charla fue cuando lo interrogué sobre El otro judas, El Evangelio según Van Hutten y Sobre las piedras de Jericó, y su tema en común: los rastros de la religión cristiana. “¿Qué hay en usted que lo lleva a abordar este tema?” pregunté. “¿Leíste los tres libros?”, repreguntó Castillo.
Silencio. Tres segundos de silencio en radio son una centuria. “El Evangelio según Van Hutten, solamente”, respondí con voz de enano disminuido. El mundo se vino abajo. Y eso que yo ya era enano desde antes.
“Entonces es una pregunta que, si hubieras leído los tres libros, te tendría que hacer yo –comenzó Castillo, y continuó:- Un escritor no sabe de qué está hecho ni por qué recurre permanentemente a ciertos temas. Se le puede preguntar a un crítico o a un lector. ¿Qué te parece a vos que me pasa a mí que siempre aparecen estos temas en mi literatura? Porque, al contestar yo esa pregunta, me tengo que poner fuera de mí. Mirarme como si fuera otro. Estar analizando mis libros como si no fuera el autor sino un crítico”.
Sostuve lo que siguió como pude. Pude haberle retrucado la paradoja: su jactancia de ser anarco-comunista con formación cristiana, pero hubiese sido como abrir la tapa de la fosa donde dormitan los cocodrilos hambrientos, empezar a pagar con lento dolor el precio de la condena.
Año y medio después compré sus Diarios. Vencí el impulso frenético, lo leí con la misma lentitud con que el Capitán Nemo sostenía en sus manos las gemas sagradas de las ostras del fondo del mar antes de devolverlas a la fauna marina originaria.
Aquella noche, luego de terminado el programa, sentí el cuerpo como si hubiera corrido un pentatlón. Había tenido, durante poco más de 20 minutos, una clase de lógica, de retórica, de literatura, de respeto. Con altura. Y eso que yo ya era enano desde antes.

FM La Pura (http://radiopura.blogspot.com.ar/2014/12/hotel-margaritas-ultimo-programa-del-ano.html)

Comentarios

  1. Sublime. Tengo el dominio de Abelardo en facebook: Los Castillos (grupo abierto). Te espero. Hoy, ya que tiene que ver y mucho, subiré con tu permiso tu entrevista.
    ¡Felices Pascuas! El evangelio según Van Hutten lo leí de una sentada, no lo podía soltar. Sylvia es una gran compañera. Qué bien supo elegir Abelardo.

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