Viajar para contar

Los viajes muestran los caminos por los que andamos. Contar los recorridos permite anclar las experiencias en el tiempo y en el espacio. En julio, el mes de los viajes, Libro de arena presenta una reseña acerca del libro Larga distancia, de Martín Caparrós, que hace la crónica de los viajes por distintos puntos del planeta, de los remotos y de los próximos, con un prosa ágil que invita a leer sin importar el lugar o la circunstancia.


Por Sabrina Abolsky*

Hay libros que se pueden leer en el colectivo o en el subte, esos que siempre están en la mochila “por si pinta”. Larga distancia de Martín Caparrós, en cambio, está bueno para leer en un viaje, o por lo menos en algún lugar que no sea donde uno vive. A ver. En primer lugar, porque se trata de crónicas no muy extensas, por lo que se puede empezar y terminar una (o varias) en un tiempo “cómodo” si se está de vacaciones o de viaje, sin necesidad de seguir muy concentradamente muchos datos argumentales.
Larga distancia se trata de una serie de crónicas de viaje, mezcla de relato periodístico, entrevistas, con descripciones bastante personales de lugares remotos, y no tanto, de situaciones cotidianas de estos lugares, de sus personajes y protagonistas habituales, con sus culturas, religiones, olores y paisajes particulares. Es entretenido que los lugares sean tan variados entre sí, como lo son Hong Kong, Madrid, Lima, Haití, Moscú, etc. porque es casi lúdico pasar de un lugar a otro, haciendo comparaciones, preferencias, e ir reconociendo la mirada crítica y subjetiva, para nada neutra, del narrador.
Logrado es cómo describe Caparrós estos lugares, no desde la voz del guía turístico que vende un lugar pintoresco, sino que lo pintoresco está en las situaciones cotidianas, describiendo diálogos, entrevistas, las comidas, el calor y el frío, las cosas que extraña, las que le llaman la atención. El efecto que produce es intensificar mucho lo sensorial, y estando uno mismo de viaje, aunque sea en lugares muy diferentes a los descriptos, da lugar a agudizar los propios sentidos ante las cosas extrañas que lo rodean mientras se lee lejos de casa. Para ilustrar esta sensación, una cita de un divague del autor sobre la frase “viajar para contarlo”: “el temor de que ya no pueda viajar sin la excusa de un relato futuro. Ese relato como amenaza que obliga a una intensidad de la mirada, que me obliga a ver lo que no miraría. Y la sospecha de que cualquier viaje sin esa amenaza sería de una levedad insoportable”. Lo interesante también es que dicha mirada es siempre incisiva y nunca es neutra. Si Caparrós viaja para contarlo, lo hará desde su punto de vista, que es subjetivo y político.


Larga distancia
Marín Caparrós 
Buenos Aires, Seix barral, 2004

















*Sabrina Abolsky: estudió Ciencia política en la UBA, vive en el barrio porteño de Caballito y disfruta mucho de escribir acerca de sus lecturas, inevitablemente vinculadas a su profesión.

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