Prestame tus ojos Saramago. Bifurcaciones sobre “Historia del cerco de Lisboa”

Hoy se cumplen cien años del nacimiento de José Saramago. Libro de arena lo celebra con esta nota de Mariana Baranchuk, que se refiere a la relación entre la lectura de una de sus novelas, y el viaje a la patria del gran escritor portugués.



Por Mariana Baranchuk*


Hace un año, para estas fechas, estaba organizando un viaje a Portugal. Además de armar un circuito coherente, chequear que lugares no deben dejar de visitarse y reservar el mejor alojamiento que se adapte a las expectativas y bolsillo de los viajantes, suelo buscar a escritores que narren y den color y sentido a su tierra.

Portugal tiene dos grandes íconos literarios Fernando Pessoa y José Saramago.

Como asidua lectora de Pessoa y sus heterónimos (Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis) tenía colores y aromas de Portugal. Necesitaba más. Entrar a la historia, olfatear sus gentes y fue así, en esa búsqueda, que me topé con Historia del cerco de Lisboa del gigante José Saramago, la mejor promesa de recorrer Lisboa antes del viaje para luego redescubrirla in situ.

El protagonista es Raimundo Silva corrector de pruebas que trabaja para una editorial y que debe corregir los textos de un autor que ha escrito la historia del cerco de Lisboa. Hunde sus raíces en el nacimiento de Portugal, Ciudad cercada que debía librarse de los moros. Y la subvierte. Hace lo que no debe hacer un corrector, cambiar el sentido. Deberá escribir su propia historia del cerco ¿qué pasaría si los cruzados se hubiesen negado a ayudar a los portugueses y hubiesen seguido su camino a Tierra Santa?

La novela, de 426 páginas,  transcurre en dos tiempos: el presente de Raimundo caminando una ciudad enmarañada de calles que suben y bajan, con escaleras por doquier,  y la del pasado en tiempos del cerco, cuando el hambre y las ratas correteaban y se metían por cada hueco posible. También trabaja sobre historias superpuestas: El pasado de construcción de lo nacional; la historia de amor de Raimundo Silva y las reflexiones sobre la construcción de la historia y sus verdades. Esto último merece una cita: 


…lo malo de las fuentes, aunque veraces de intención, es la imprecisión de los datos, la propagación alucinada de las noticias, ahora nos referíamos a una especie de facultad interna de germinación contradictoria que opera en el interior de los hechos o de la versión que de ellos se ofrece, propone o vende, y, convertida ésta en una especie de multiplicación de esporas, se da la proliferación de las propias fuentes, segundas y terceras, las que copiaron, las que lo hicieron mal, las que repitieron porque lo habían oído decir, las alteradas de buena fe, las que de mala fe se alteraron (…) y también las que se proclamaron únicas, eterna e insustituible verdad… (1999:151)1


Saramago es difícil, se dice. Diálogos sin guiones, cambio de personaje relatando en primera persona sin previo aviso, sobredosis de puntos seguido o de comas, amarretismo de puntos y aparte. Enmarañada escritura al igual que las calles de Lisboa. Encontrarle el hilo a Saramago facilita luego el perderse y encontrarse en Portugal. Doy fe.

Saramago tiene un humor delicioso, sutil e irónico; no sé si se dice pero me animo a afirmarlo. Con él y su Historia del cerco de Lisboa se comprende la frase que suele decirse de querusa: “Andá a ver que no haya moros en la costa”. Porque Portugal para ser Portugal necesitaba que se vigilaran sus costas y estar preparado frente a la siempre amenazante llegada de los moros.

La sola idea de que los cruzados no hubiesen ayudado a los portugueses se convierte en una opción disparatada y fantástica al recorrer Portugal. No hay tienda de suvenires donde no haya pequeñas figuras de cruzados. En carnaval nos tocó ver niños pequeños disfrazados, que en lugar de optar por tradicionales batmans u hombres arañas iban muy felices con atuendo de cruzados. Los cruzados son omnipresentes en esa historia a cielo abierto que son los palacios de Sintra tanto como los moros, por supuesto, y los reyes, y la nobleza. Rastros de un antiguo esplendor que perdura en, quizá, la más latina de las tierras europeas.

Saramago es desbordado y preciso como Portugal. Se puede ir y volver cien veces de y a sus libros; lo mismo haría con Portugal.

Portugal honra a sus íconos literarios. Está el café donde escribía Pessoa, con su estatua en la puerta, punto obligado para la fotografía de turistas, incluidos los que no lo leyeron. De Pessoa hay tacitas, pequeñas esculturas, alguna frase en un plato y hasta pines para heladeras (tengo uno).

Saramago tiene una habitación exclusiva para su obra en la maravillosa librería Lello de estilo neogótico ubicada en la ciudad de Oporto, famosa por haber servido de inspiración para las películas de la saga de Harry Potter. Y en una casa ya había pin de heladera con su rostro; era una tienda muy exclusiva, ya se popularizará, va en camino.

Separar a Portugal de Saramago es un sin sentido, una limitación de la capacidad de comprensión de una tierra y su gente.

Recomiendo su lectura si están por viajar, pídanle prestados sus ojos, y si no, también. Que la imaginación es un viaje de ida. Y la buena lectura también.


1 Saramago; José (1999); Historia del Cerco de Lisboa; Alfaguara; Argentina



*Mariana Baranchuk
es Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Doctora en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata, y Magister en Comunicación y Cultura por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Es además, periodista, docente universitaria (UBA, UNQUI, UNPAZ) y poeta. Es autora, junto con Vivian Elem de la biografía Stella Calloni. Periodismo, literatura y militancia. Cosas de mujeres.


Historia del cerco de Lisboa
José Saramago
Alfaguara, 1999.

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