Ciento sesenta años del nacimiento de Constantino Kavafis

Mañana se cumplen, simultáneamente, ciento sesenta años del nacimiento y noventa de la muerte de Constantino Kavafis. Libro de arena recuerda al gran poeta griego con una nota de Ernesto Hollmann.




Por Ernesto Hollmann

 

Recordar a Constaninos Petro Fotiasis Kavafis en este nuevo aniversario, es adentrarnos un poco más -aunque sólo sea un esbozo en la mente de un poeta- en el alma de un ser que amaba la belleza histórica y cada rincón de la tierra maravillosa de Grecia. Desde el oriente helénico de aquella antigüedad, hasta el presente en el que vivió. Sus estudios lo llevaron a alejarse cada vez más de la historiografía clásica, para llegar a la mezcla de un helenismo asiático y bizantino, y deleitarse con el nacionalismo de la antigüedad. 

Esto lo confirman su rigidez lingüística y la forma arcaizante del uso de la lengua en la que escribe sus poemas. Elabora y reescribe cada línea, haciendo que en sus grandiosos poemas la fuerza expresiva de lo más sublime se transforme en lo simple y expresivo. Casi en una expresión artificiosa que elabora como manifiesto poético.    

Así nos habla con extrema melancolía de los días que pasan, de la luz que se evade de la mirada, de la hermosura que muere a cada instante perdiéndose en la oscuridad de nuestro corazón. La tragedia de su vida, la pérdida de lo inefable, lo convierten casi en un nihilista. Este sino trágico es el sentimiento que engloba su creación. Nacido en la inmortal Alejandría que fue un paraíso de etnias y una amalgama de culturas, (hoy desaparecida como ese conglomerado al que él había cantado), se expuso al mundo para habitarlo y conocerlo. Y con una rigurosa conciencia de su propio talento supo destruir todo aquello que, escrito, no le daba voz a su alma. 

Estudió en Inglaterra y se perfeccionó en inglés, para aprenderlo antes que su propia lengua. No amaba los viajes (como Ulises) y adquirió sus conocimientos en Grecia y en la cuna donde moriría: Alejandría. 

Tras la bancarrota familiar, acaecida por la muerte prematura de su padre, y luego de una estadía en Londres, se instaló con su familia en Alejandría donde trabajó como empleado municipal durante treinta largos años. Escribió y publicó, solo para conocidos, algunos poemas. De esta forma se extendió su talento; y su trayectoria poética la conforman doscientos escasos poemas. 

Tanto E.M. Forster como Lawrence Durrell dieron a conocer en toda Europa el universo creativo del gran Kavafis en inglés.  

Fue leído y admirado, también por gran parte de los intelectuales españoles. Puntualmente, Kavafis influyó en la creación artística de José María Álvarez (perteneciente al grupo poético NOVISIMOS). Álvarez fue quien lo tradujo por primera vez al español. Entre sus admiradores españoles está el magistral Luis Cernuda, que se le asemeja en gran medida por la desmesura amurallada en el hermetismo erótico homosexual. 

La personalidad de Kavafis se centra en un agobio existencial, una mirada fatalista del hombre y del trágico destino del ser humano. 

 
 

       Nuestras fatigas, la de los infortunados 

       nuestras fatigas como la de los troyanos. 

 
 

       Nuestros días lloran recuerdos y pasiones. 

       (fragmento de Troyanos) 

 
 

Kavafis se encierra en su torre de marfil con ancestros que lloran, como él, su propia derrota. Su arte se manifiesta como el de un pre existencialista sartriano. Para confirmar este devenir en su la poesía basta le lectura de esta obra perfecta de la lírica griega: 

 
 

Esperando a los bárbaros  

       

 
 - ¿Qué esperamos congregados en el foro? 

 
Es a los bárbaros que hoy llegan. 

 
- ¿Por qué esta inacción en el Senado? 

¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores? 

 
Porque hoy llegarán los bárbaros. 

 
¿Qué leyes van a hacer los senadores? 

 
Ya legislarán los bárbaros, cuando lleguen. 

 
 

- ¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto 
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad, 
está sentado, solemne y ciñendo su corona? 

 
Porque hoy llegarán los bárbaros. 

Y el emperador espera para dar 
a su jefe la acogida. Incluso preparó, 
para entregárselo, un pergamino. En él 
muchos títulos y dignidades hay escritos. 

 
 

- ¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron 
hoy con rojas togas bordadas; 
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas 
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes; 
por qué empuñan hoy preciosos báculos 
en plata y oro magníficamente cincelados? 

 
Porque hoy llegarán los bárbaros; 
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros. 

 
 

- ¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores 
a echar sus discursos y decir sus cosas? 

 
Porque hoy llegarán los bárbaros y 
les fastidian la elocuencia y los discursos. 

 
 

- ¿Por qué empieza de pronto este desconcierto 
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!) 
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían 
y todos vuelven a casa compungidos? 

 
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron. 

Algunos han venido de las fronteras 
y contado que los bárbaros no existen. 

 
 

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? 
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución 

 
 

¿Quién salvará al hombre cuando descubra que no hay esperanza? ¿Cómo hará cuando confirme que el espejo le devolverá una tétrica imagen de sí mismo? Estas son las preguntas básicas de la poética de Kavafis, sin dudas el mayor de los poetas griegos contemporáneos 


ERNESTO HOLLMANN. 


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