Silvia Sirkis: “Con nuestros libros entramos con el arte a la primaria, no sólo a la hora de dibujo, sino a la hora de lectura”

En esta primera parte de la entrevista con Silvia Sirkis, fundadora y editora todo terreno de la editorial Arte a babor, conversamos sobre la relación necesaria, para llegar a la niñez lectora, entre lo informativo y lo artístico; nos contó de su llegada al mundo editorial, de las “rebeldías” que aún mantiene con ciertos usos y prácticas del mundo editorial, de los primeros pasos y los pasos que sigue dando. Una hermosa charla.

Mario Méndez: Buenas tardes, bienvenidos. Buenas tardes querida Silvia. Silvia Sirkis es una querida amiga del mundo editorial desde hace muchos años. Hemos compartido militancia en ALIJA; esto vale decirlo porque este ciclo lo auspicia también ALIJA, y privilegiamos a las editoriales que hacen el esfuerzo de asociarse, y colaborar, como Arte a Babor. Es una mujer que viene del arte. Sos arquitecta, ¿verdad?

Silvia Sirkis: Sí. Mi profesión formal es arquitecta, es lo que estudié y en la cual trabajé unos años. Después mi actividad fue en el área de diseño gráfico y de ahí desemboqué en lo editorial. Si bien siempre en profesiones creativas, digo que tuve varias vidas, todas me enriquecieron, me formaron. Uno va viviendo, va aprendiendo y a veces va derivando a otras áreas. 

MM: ¿Cuántos años hace que empezaste con esta aventura de fundar una editorial? Que es bien de nicho. Se dedica a los lectores niños y jóvenes, desde el arte y lo informativo. Una triple condición, bastante fuera de lo común. ¿Cómo es que llegaste a este proyecto?

SS: El proyecto tomó forma en 2008.  Pero salí realmente con los primeros libros a la calle en 2009. Porque sabía hacer libros, pero no conocía mucho del mundo de la venta de un libro. Esto, pienso, tanto me benefició como me dificultó en la toma de las primeras decisiones comerciales, pero sin duda hizo más lento el comienzo. Venía con la idea desde mucho antes. En los noventa, en el mundo hubo una gran tendencia a la producción de libros de arte y de destacar el patrimonio para los más pequeños y pequeñas. Era muy común que si uno viajaba, en muchos países hubiera libros sobre sus monumentos, las ciudades, los museos, los artistas. Y en la Argentina no había. Los libros que llegaban eran españoles, de la editorial Serres. que muy habitualemente eran traducciones. Eran libros caros, y de obras que acá no teníamos. Era muy difícil hacer la traslación desde el libro a la obra para un chico argentino. Esos fueron los motivos que me hicieron pensar que nos faltaban libros de artistas propios. Y, sobre todo, poder mostrar el patrimonio artístico y cultural, que tiene la Argentina, que es muy importante y que sigue siendo muy desconocido, aunque siento que Arte a Babor hizo una pequeña diferncia. 

Cuando doy charlas y cuento muchas cosas que hay acá, todo el mundo se sorprende. Viajan kilómetros a París para ver una escultura como El pensador, de Rodin, y la tienen acá en Plaza Congreso. Es una primera copia, que vale mucho dinero. Nosotros tenemos el Museo de la Cárcova, que tiene una primera copia de una escultura de Miguel Ángel. Tenemos mucho patrimonio. Y no se conoce. Esto había que publicarlo en un formato que les llegara a los chicos, así que los primeros libros fueron en un formato más de cuento. Cuentos con mucha exactitud en la información, mucho registro; pero los cuentos tienen capas. Algunos se quedan en el primer relato y después se puede ir buscando y encontrando una cantidad de información que está también en la historia. Y así empezó, por ese deseo de que lo que tenemos sea conocido. Obviamente, una vez que armás una editorial, esa ambición es una, pero hay que armar una estructura, y empezamos a publicar libros sobre obras que no necesariamente estuvieran acá. Libros para más grandes, libros para más chiquitos, ampliamos esa primera idea. Así que ése es el origen de esta editorial, que ya tiene más de diez años. 

MM: Has recorrido un largo camino. Ya vamos a ir a eso. Una primera pregunta que se me ocurre a partir de lo que contaste, la curaduría de esa información seria y estricta de las obras de arte, ¿la hacés vos o la encargás?

SS: Trabajo mucho con el tema de la información. Pero varía. En el caso del libro ¿Qué te imaginás?, de Cecilia Garavaglia, que es curadora de arte, ella se involucró en el tema. En el caso de Margarita Mainé, que escribió los libros de Leonardo da Vinci y de Emilio Pettoruti, ella se enfocó más en la parte literaria y yo en el trabajo más fino de lo informativo. Pero siempre todo se apoya en información rigurosa. 

MM: Dijiste que antes no tenías los vicios del mudo editorial. ¿Cómo empezaste? Porque viste que hay una regla que dice que no se sale con un solo libro, se sale con una colección. ¿Ustedes como empezaron?

SS: Con dos, porque para convertirnos en editorial era lo mínimo que necesitábamos. Uno es El misterio de la bailarina, y el otro A Benito le gustan los barcos. No llegamos a las librerías, sino que fuimos más a las tiendas de museos, jugueterías didácticas, a lugares donde creíamos que estaba nuestro público. Y fue buenísimo, porque son lugares de mucha más exhibición que las librerías, así que rápidamente tuvimos prensa, se vio la novedad… No era una época de redes. Todavía había que ver las cosas, y nos fue muy bien. Ni siquiera fue algo tan planeado. Simplemente, no queríamos entrar en el mundo de las librerías, que nos parecía mucho más complejo y con reglas propias, que hasta el día de hoy discuto. Así empezamos y funcionó muy bien, rápidamente nos hicimos un nombre. Hay que contar un paso previo. Yo trabajaba como diseñadora gráfica, y Arte a babor fue un proyecto que se presentó en el Centro Metropolitano de Diseño, un plan de negocios y ganó un premio que se llamaba INCUBA. Con lo cual estuvimos “incubados”, nuestra oficina fue el CMD durante varios años. Eso tuvo varias ventajas, aparte de la oficina y otras cosas. Para seguir dentro del Programa, había que mostrar resultados. Así que rápidamente tuve que pensar, junto con la gente que me ayudaba, en cómo hacer que esto, además de una idea y una hermosa misión, se convirtiera en un negocio factible. Esto ayudó un montón, porque no es que me dieron tanto, sino que me obligaban a hacer. No podía quedarme pensando, tenía que salir y encontrar una solución a cada uno de los problemas. Eso fue bueno, y el CMD era una hermosa vidriera.

MM: ¿Cómo llegó a vos lo del INCUBA?

SS: Tiene que ver con el mundo del diseño en el que estaba muy involucrada. El concurso INCUBA estaba destinado a actividades culturales y de diseño, así que a mí me llegaban todas las convocatorias. Yo tenía trabajo, pero también este proyecto y lo presenté para que lo vieran otros ojos. Mucha gente me decía que escribiera un libro. Y yo no quería hacer eso y dárselo a otra editorial, quería hacer otra cosa más importante. Y creo que eso fue, justamente, lo que funcionó. No haber dejado un libro en manos de una editorial que a lo mejor no estaba muy convencida, de eso; sino que luché para que eso tuviera sentido. Y una de las cosas más lindas, acá está Guadalupe que lo sabe bien, es que en el área de inicial el arte es algo importante y, con mayor o menor habilidad, las docentes en el Jardín trabajan con arte.  Y muchas usan nuestros libros, porque les resultan una herramienta útil. Muchas veces no tienen la formación para trabajar en arte. Lo más lindo fue que con nuestros libros entramos con el arte a la primaria, no sólo a la hora de dibujo, sino a la hora de la lectura. Eso lo pongo entre las cosas buenas que dejamos. Y que seguimos construyendo. Me parece algo precioso.

MM: Al principio hablaste de que nos sabías cómo era el tema de la venta, de la distribución en librerías, que fueron a las tiendas de los museos y demás. También, antes hablamos de las adopciones. ¿Hay adopciones de libros de arte? ¿De libros de información sobre arte?

SS: Sí, a eso me refería. El libro de Benito, que tiene doce o trece años, es adoptado por muchísimas escuelas. Vuelvo a los libros de arte que llegaban de España antes de Arte a Babor, aunque los hubieran querido adoptar, eran libros caros y discontinuos. Nuestros libros permanecen en mercado todo el tiempo, tienen muchas reimpresiones, y son libros económicos. Los libros de arte son importantes en la biblioteca de un chico y el precio y formato que propusimos inicialmente hacía que todo chico pudiera tener uno de estos libros en su biblioteca. Funcionó así, y para las adopciones funciona igual. Toda la colección Así me gusta a mí se propone en adopciones. Una de mis satisfacciones es que el de Leonardo lo usan en la escuela italiana. El de Benito lo usan en muchísimas escuelas, el de Lola Mora, también. Entraron perfectamente al primario, que era un lugar en el que el arte estaba totalmente más ajeno. O relegado a la clase de dibujo. Y es muy común, que en la parte de arte se haga algún proyecto en base a lo que leyeron los chicos en la clase. Eso, con estos libros, se facilitó, y me da mucha alegría.. 

MM: De Italia, nada menos. 

SS:: Dijeron que iban a adoptar el libro de Leonardo, que es de Margarita Mainé. Una emoción, porque, obviamente, libros sobre Leonardo en italiano hay muchos. Que hayan decidido adoptarlo en español y el nuestro, es como un mimo doble. Los adoptan bastante. El misterio de la bailarina, hace unos años, en dos o tres colegios. Nosotros no tenemos promotores en escuelas, o sea que la adopción es mérito de las maestras, no nuestro. 

MM: Recordá, para los que no lo tienen claro, a qué refiere El misterio de la bailarina

SS: El misterio de la bailarina empieza en un cuadro de Degas muy bonito, que está en el Museo de Bellas Artes, que se llama “Rosa y amarillo”, por los tutús de las bailarinas. Una de ellas desaparece, y un nene, que no se da a conocer, un poco como la protagonista principal de Dailan Kifki, la nena que al final se casa con el bombero, pero nunca sabemos su nombre. Con este chico es algo parecido. No sabemos su nombre. Nunca entró a un museo… es una aventura cortita que une el Museo de Bellas Artes con el Teatro Colón, que es donde finalmente aparece la bailarina. Y un montón de temas, que tiene que ver con cuadros del Museo Nacional de Bellas Artes. A veces van chicos con el libro y buscan esas obras. El Museo es muy grande, tiene muchas obras, y eso facilita que los más chiquitos hagan su primer recorrido. También se presenta el Colón, se cuenta lo que es la acústica, es una primera presentación muy básica de esos dos hitos patrimoniales. En un cuento con información que se puede profundizar tanto como quieran. 

MM: ¿Ese quién lo escribió, Silvia?

SS: Ay… lo escribí yo. Qué vergüenza… 

MM: ¡Bien! ¿Por qué vergüenza?

SS: Hay muchas editoriales pequeñas que empiezan con ganas de concretar una idea de libro… Pasó en Iamiqué, en Pequeño Editor, nos pasó a nosotros. Y muchas veces esos primeros libros los escriben los mismos que llevan adelante el proyecto editorial. Ahora ya hay muchos autores, pero al principio uno tiene una idea fuerte y sabe lo que quiere hacer. Después va ampliando, pero en el primer momento, esa primera identidad la tenés que construir. Obviamente no lo iba a ilustrar, pero le di toda la forma que pude. Y funcionó. 

MM: El tema de la ilustración, en una editorial que se dedica a informar, difundir y promover el arte es importantísimo. ¿Cómo elegís a tus ilustradores?

SS: Al principio fue un proyecto más pequeño, más familiar. El ilustrador era un sobrino que era y sigue siendo muy bueno, Pero estaba alejado del mundo editorial, y lo que hice fue una especie de experimento. Hoy en día tenemos el privilegio de trabajar con los maravillosos ilustradores argentinos. Tenemos una relación maravillosa con Itsvansch, con el cual hice dos libros, con Pablo Picyk, con Ana Sanfelippo, Cynthia Alonso, con Mey… Hoy aprovechamos la maravilla de ilustradores que hay, además de seguir con Tomi Hadida, pero hay una variedad de ilustradores mucho más compleja. 

MM: Tomi Hadida, lo cuento porque estamos en una charla de amigos, me contó una historia maravillosa, de cuando pintó la heladera de la casa. Que fue la base de Ruidos monstruosos, un libro de cuentos míos, que ilustró él. En una charla que tuvimos en La Nube, sobre arte y literatura infantil. Empezaron con esos dos. ¿Y cuántos libros tiene hoy Arte a Babor?

SS: Una veintena. No tenemos una gran producción. Tenemos lo que llamo longsellers; Benito sigue vendiendo hoy lo que vendía cuando salió. Reimprimimos todo, todo el tiempo, y vamos sacando de a poquito. No pretendemos ser una editorial enorme, sino hacer libros que perduren y que valgan la pena. En 2020, hicimos una colección de cartoné, y el libro siguiente fue para chicos más grandes. Estamos tratando de explorar nuestros límites. Cómo podemos llegar a los más chiquitos, a los más grandes…Nuestro target era de chicos de entre cuatro o cinco a nueve años. Jardín y primer ciclo de primaria. Y ahora estamos tratando de llegar a los más chiquititos, y a los un poquito más grandes. Sigue siendo una editorial chiquita, tratando de que cada libro ocupe su espacio, se conozca y encuentre sus lectores, que sean libros que duren en el tiempo. Yo no creo mucho en la cosa de la novedad; ahí, de nuevo, soy una rebelde del mundo editorial. Sé que el mercado se alimenta permanentemente de novedades, pero no estoy segura de querer entrar en esa carrera. Hay novedades, pero no por la obligación del mercado, sino porque el libro vale la pena. Ese sería el espíritu. Cada nuevo libro es una nueva oportunidad de contar algo. 

MM: Eso sí es contracorriente. En general hay toda una cultura de la novedad. Y más en los libros para chicos. Está buenísimo. Como decía Borges de las causas perdidas, nadar en contra de la corriente siempre tiene más nobleza. Pequeña pero osada, Arte a babor, Silvia. 

SS: Todo el tiempo aparecen los planteos de no entrar en esa cuestión de vorágine que tiene el mundo editorial. Hay un montón de libros hermosos, un montón de libros olvidables y olvidados, también. Y algunos olvidados son hermosos. Eso me da mucha pena, una cosa que se fagocita permanentemente.

MM: Sí, es como que los propios libros nuevos de una editorial se comen a los que salieron antes. 

SS: Es un poco eso y temas comerciales relacionados con eso, que no sé si le interesan a la audiencia. La enorme producción de libros hace que estos se entreguen en condiciones muy desfavorables para las editoriales. Hay tanto, que sale más barato dejarlos en la librería que tenerlos en el depósito. Creo que todo esto está profundamente equivocado, que hay que cuidar más cada libro.

MM: Decías recién que son pequeños, veinte títulos. Son jóvenes, trece años. Pero son osados, porque se atrevieron este año, saliendo de la pandemia, a tener un stand absolutamente propio en una esquina de la Feria, un espacio que no era muy pequeño, ¿Cómo fue esa experiencia?

SS: Tenemos stand propio hace muchísimos años. Creo que es el quinto o sexto año que lo tenemos.

MM: ¿Compartían lugar?

SS: En general lo compraba Arte a Babor y teníamos algún invitado. Algún año tuvimos los libros de Del Eclipse, otro año se sumó Pequeño editor… Una de las cosas que hizo Arte a Babor fue siempre tratar de generar sinergias con otras editoriales. Y muy al comienzo armamos Libros para atesorar, con Iamiqué, Arte a babor, Ediciones del Eclipse, Pequeño editor, y un solo año, Libros del Zorro Rojo. Después quedamos nosotras cuatro y estuvimos juntas cinco o seis años en total. Cuando cerró Ediciones del Eclipse, se replanteó esa sociedad entre editoriales, y Arte a Babor aprovechó para salir a su stand propio. Así estamos desde 2016. Este año decidimos no recibir a otras editoriales y nos fue muy bien. La Feria del Libro tiene un maravilloso encuentro con el público. La única acción comercial que nunca dejaría es la de la Feria. Porque ahí es donde pruebo cada libro, donde hablo con cada uno, donde veo a los chicos leyendo… Es agotadora esa feria, pero maravillosa. 

MM: En esta Feria grande las editoriales suelen esperar ansiosamente el fin de semana de la CONABIP. Pero la CONABIP vive bastante de las novedades. Si ustedes están participando hace tantos años, y son solo veinte libros… ¿Cómo es la experiencia con CONABIP?

SS: Una novedad al menos, a veces dos. Siempre hay alguna novedad. Pero las bibliotecas de CONABIP son un montón, y nosotros no somos Planeta. A nosotros nos compran una cantidad, cien, cincuenta… Siempre nos quedan muchas para venir y comprar los títulos del año anterior, Creo que el año que más trabajamos con CONABIP fue en la pandemia, porque tuvimos que encontrar a quienes nunca nos habían comprado un libro. Para que les valiera la pena comprarnos un volumen y pagar el envío. Y los encontramos y vendimos un montón. Así que hay muchos y debe haber más. Siempre hay alguien que no nos conoce, a quien le interesa, y que viene y completa. Hay de todo. Lo que tiene la Feria presencial es que CONABIP viene y te compra ese libro que le falta, o que tienen que reponer porque se les perdió… Vendemos bien para CONABIP. Por eso digo que lo de la novedad está sobrestimado. 

MM: Recién me decías que en el 2021, plena pandemia, hubo ventas a CONABIP. Es cierto, hubo virtual, y para muchas editoriales fue una manera de mantenerse vivas, no habiendo escuelas abiertas en forma presencial, sobre todo en editoriales con libros para niños, y jóvenes. En esos años se te ocurrió hacer libros de cartoné. ¿Cómo es ese proyecto?

SS: En la Argentina hay una imprenta que hace cartoné. Aunque les parezca mentira, en la venta de derechos, trabajando con alguien de Brasil que nos compró algunos libros, nos dijo que ellos no podían hacer cartoné, porque en Brasil no había ninguna imprenta que lo hiciera y tenían que mandarlo a China. La Argentina sí la tiene, y esa es una de las explicaciones de por qué tantas editoriales, hoy en día, optaron por el cartoné. Nosotros fuimos de la primera tanda. Queríamos llegar a más chiquitos con algo de arte y se nos acercó lo que en ese momento no era editorial, sino un club de lectura, Lecturita, para hacer un proyecto conjunto. La experiencia del cartoné fue excelente, fue una sorpresa, funcionó muy bien, gustó mucho. Fue en un momento de la pandemia en el que se compraban muchos libros. Lo hicimos en algún momento del 2020, en la segunda mitad del año, y se vendieron muy bien. Gustó mucho la propuesta que era, una vez más, distinta. Y la experiencia fue muy buena. En este momento nos gustaría armar otra colección, pero mirando un poco el mercado creemos que hay una cierta saturación. Estamos esperando que las otras editoriales se aburran y ahí volvemos nosotros. 

MM: Contanos cómo es esa colección. ¿Tenés algunos para mostrar?

SS: La colección de llama Había una vez un cuadro. Son cuatro libros Cada uno se inspira en un cuadro, que podemos ver en la contratapa. Cada cuadro fue ofrecido a diferentes ilustradores junto con un tema que surgía de ese cuadro. Por ejemplo, en el caso del retrato del cartero Roulin, Pablo Picyk trabajó en el tema de retratos; en el caso de Ana Sanfelippo con el cuadro El caballo azul de Franz Marc, creó un hermoso libro sobre la libertad para usar los colores. Cinthia Alonso se inspiró en una obra de Henri Rousseau y le pedimos que trabajara sobre la imaginación, y en el caso de Ivanke y Mey, les propusimos un cuadro de Malevich, y sugerimos el tema de las formas. Son cuatro libros muy distintos, pero lo que tiene de lindo la colección es que la idea de la que surge está muy clara. el concepto de la colección es muy sólido. Hay gente que los compra por el cuadro, otros por lo que cuentan y otros porque les gustan estéticamente. Hay muchos motivos. Lo que pasa después es que los chicos van recordando esas obras, se van incluyendo en su recuerdo, en su memoria afectiva. Nuevamente menciono el valor de incluir en la infancia la creación humana, como hablamos de números o de la vida de las abejas… Debería ser algo más cotidiano de lo que es. Ya habiamos propuesto un libro sobre arquitectura y ahora nos metimos con el urbanismo. Muestro el último libro que sacamos, ¿Qué hay de nuevo en la ciudad?, que es un libro sobre temas urbanos y también tuvo buena recepción.

MM: ¿Ese para qué franja etaria es?

SS: A partir de los ocho o nueve… Lo que pasa con los libros informativos es que tienen una edad orientativa. Nuestros libros los compran muchos adultos. Este libro, el libro de Frida, lo compran chicos y adultos, El libro informativo es un libro más familiar; es para el niño o la niña, pero también es para la familia, y muchas veces para los adultos. También la literatura. Istvansch dice siempre que los libros no tienen edad. Odia que le pidan una edad recomendada. Yo creo que los libros son para quien los disfruta, sin una edad. Los libros gráficos los aman los adultos y los chicos en forma equivalente. 

MM: Ahí hay un grupo que es quizá el más difícil, para todos, no solamente para los libros de arte. Que es el de los adolescentes. El sector juvenil. Son más variopintos, hay de todo, chicos que leen muchísimo, otros que no leen nada. A algunos podés ofrecerles cosas que lee un nene de primaria y otros ya están leyendo a Borges o a Cortázar. ¿Ustedes cómo encaran la conquista de ese grupo lector? 

SS: No entramos todavía en la adolescencia; nos falta el salto. De cualquier manera, creo que eso que dijiste vale para los más chiquititos. Algunos están muy estimulados y otros no tienen un libro en la casa. Hay padres que creen que formar la biblioteca de los pequeños es importante y otros que con la televisión es suficiente. Lo variopinto está en todas las edades. Por ahí la escuela tiene alguna influencia lectora… Creo que hay chicos para conquistar en todas las etapas etarias. Para los adolescentes, la parte informativa es súper importante. Creo que se enganchan mucho, que hay que encontrar el formato. Siempre es un tema de formato. Y de cómo presentar la información, y de cómo atraerlos a ese libro. Pero creo que los libros informativos y de arte para adolescentes tienen que funcionar. Lo que pasa es que, de nuevo, somos una editorial pequeña, y damos pequeños pasitos. Ahora salimos hacia chicos un poco más grandes, pero no adolescentes. Estamos tratando de captar a los de diez, once años. Y espero que después podamos ir por los adolescentes. Tengo grandes expectativas, porque me encantan las causas que parecen perdidas.


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