El Congreso del mundo
Empresas que se proponen los hombres hay
muchas. Pero algunas aparte de ciclópeas pueden llegar a parecer absurdas
cuando la mano de un narrador desvela el intrincado juego de argumentos
finalmente vacuos que al servicio de un interés mueven el tablero. Libro de arena
presenta los libros predilectos de los infatigables lectores que contagian incesantemente
el entusiasmo por leer.
*Por
Lisandro Quiroga
Mi
cuento favorito es uno de Borges. Lleva por título “El Congreso” y en su
desarrollo se encuentra una crítica a la idea de representación en política,
piedra basal del sistema democrático. Esto me impactó cuando por primera vez me
topé hace mucho tiempo con este relato; y lo pensé así porque en un momento los
personajes que son el congreso del
mundo deben juntarse para sentar cuáles serán las bases de su organización y es
en ese momento en que se destruye el sustento del liberalismo político al
demostrar que la representación no es sino un ilusión. Es el resultado de un
juego en el que las cosas se estipulan y se convienen. La pregunta central que
se eleva es a quién representa determinado sujeto. El delirio estalla cuando uno de los personajes llamado Twirl observó que "el Congreso presuponía
un problema de índole filosófica. Planear una asamblea que representara a todos
los hombres era como fijar el número exacto des arquetipos platónicos, enigma
que ha atareado durante siglos la perplejidad de los pensadores. Sugirió que,
sin ir más lejos, don Alejandro Glencoe podía representar a los hacendados,
pero también a los orientales y también a los grandes precursores y también a
los hombres de barba roja y a los que están sentados en un sillón. Nora Ejford
era noruega. ¿Representaría a las secretarias, a las noruegas o simplemente a
todas las mujeres hermosas?¿Bastaba un ingeniero para representar a todos los
ingenieros, incluso los de Nueva Zelanda?”
El
cuento es espectacular, esa fue mi primera sensación, porque logra dar forma a
esta idea tan compleja de transmitir y lo hace desde mi punto de vista muy
exitosamente. Una de las cuestiones más interesantes, que llamó más mi atención es
cómo el narrador consigue la descripción de la esencia de la dominación, y es
que: no importa si la dominación es efectiva o no. El congreso del mundo se
dispone a dominar un mundo que nunca se va a dar por enterado de la dominación
a la que está sometido. La necesidad del hombre es dominar, y estos personajes
que bien vistos aparecen como un grupo de perfectos lunáticos, tienen asumido
su papel, casi como si se hubieran asumido rectores del destino de la humanidad.
Ni hablar de la financiación que tal emprendimiento se propone. La estancia
llamada “La Caledonia” será la fuente de sustento material del Congreso; ahí lo que salta a la vista es
el concepto de democracia tutelada, es decir, que el sueño democrático depende
de un buen financista, de un privado, difícilmente desprovisto de interés. Sospecho
con la lectura de este cuento que Borges entendía mucho más acerca del funcionamiento de la política de lo que sus detractores se encargaron pérfidamente de difundir.
El libro de arena
Jorge Luis Borges
Buenos Aires, Alianza, 2005
*Lisandro Quiroga: Estudió en la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, desde joven gusta de la lectura y la
escritura, en sus épocas de estudiante ha editado revistas universitarias y es
amante del cine de autor.
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