Una mirada sobre la felicidad
¿Cuál es la forma o la fórmula exacta de la felicidad? ¿En qué consiste el éxito o la ruina de una vida? Desespera el paso del tiempo y la sensación de que este se escurre de las manos. Acaso el problema es pensar demasiado sin resolver estos interrogantes. O quizá, justamente lo contrario. Con los ojos puestos en Una felicidad repulsiva, la última compilación de Guillermo Martínez, Silvina Rodríguez, feriante que conduce la feria-librería de Tierra de Libros, presenta para Libro de arena un comentario acerca de que será la felicidad.
Por Silvina Rodríguez
Pues bien, con el libro en mis manos decidí encarar
ahora sí el contacto directo con el cuento que da título a la compilación
última de Martínez, quien presenta su libro la semana próxima en Palermo
Hollywood.
En el juego continuo de causas y azares que tiene mi
vida con la literatura, ayer escuché por primera vez el cuento “Sobre la falda”
de Elsa Bornemann, el cual forma parte de “Un elefante ocupa mucho espacio”. La
historia de esta familia, feliz de estar sentada siempre uno sobre otro, la
madre sobre el padre, el hijo sobre ella, los mellizos sobre el hijo, me
resuena en algún lugar cuando empiezo a leer esta historia. Que en todo caso,
es la historia de dos familias. Los M (nunca sabremos el apellido completo) y
la del narrador, en rigurosa primera persona, y también innominado, trucos a
las cuales Martínez ya nos tiene acostumbrados. Los M, decía, una familia
sempiternamente feliz, al menos, a los ojos de los que “ven” desde afuera. Y me
doy cuenta de que mi pregunta sobre qué sería “Una felicidad repulsiva” a unos
chicos de secundaria, para ver si podían predecir sin leer, había tenido una
respuesta correcta: “La felicidad de otros”, me dijo uno de los alumnos.
El protagonista se obsesiona con esos jugadores de
tenis que siempre triunfan, con los adolescentes que se le parecen y a la vez
no, que tienen un estilo de vida tan diferente. Y en esa obsesión, de la que no
se despega siquiera yéndose del país a estudiar primero y a trabajar después,
vemos desfilar años de su vida y de su propia familia, que va desmoronándose
poco a poco, como la metáfora de su casa, literalmente “meada por los perros de
los vecinos” del piso de arriba, a quienes tuvieron que alquilar por falta de
dinero, y por la mala suerte, o vibra, o energía, como se prefiera llamarla.
“La ruina de la casa Usher”, le cuenta su hermana y confidente, en una carta y
la sombra de Poe asoma, así como la de Wilde en “El retrato de Dorian Gray”
para ilustrar a los que nunca envejecen, y siguen siendo felices, reencarnados
en nuevas familias, en cualquier parte, que no son las nuestras. También pienso
en “Casa tomada”, de Cortázar, para remedar a la que va perdiendo lenta pero
inexorablemente a manos de sus inquilinos, la de la familia del narrador.
El cuento tiene un efecto hipnótico y queremos saber,
en forma perentoria, cuál es la receta para la felicidad perfecta y sin fisuras
de la familia M. Citaremos como el narrador, al catalán Joaquín Bartrina, quien
aconseja
“SI quieres ser feliz, como me dices, no analices,
muchacho, no analices”.
Una trampa (la de no analizar) que el narrador no
puede soslayar, y en la búsqueda de una respuesta satisfactoria se le va la
vida.
Guillermo Martinez
Una felicidad repulsiva
Buenos Aires, Planeta, 2013
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