Hasta la transparencia.

Policial, negro o no negro, de enigma o thriller. El policial es un género que apasiona. A veces, híbrido entre el relato y el ensayo, en medio de la ficción y la teoría. El policial de la narrativa de Piglia nos lleva a pensar en el género, en su organización, en el mundo que propone, en la verdad que pretende construir el discurso. Libro de arena comparte las reflexiones sobre regularidades discursivas que son las lecturas favoritas de nuestros lectores.



Por Florencia Rodriguez*

Después de un fin de semana de haber estado ordenando papeles, descartando esas cosas que se acumulan en los muebles y que guardamos sin saber por qué, y reorganizando libros ,volver a encontrarse con Piglia es una suerte de recompensa esperada. Junto con una amiga que estudiaba Letras lo conocí en persona cuando asistí a uno de los seminarios sobre el género policial que cada tanto dictaba en la facultad de Filo y que cursé como materia optativa de mi carrera en Sociales. Uno nunca olvida la lección del maestro y a Piglia es a uno de esos profesores que uno recuerda con cariño. Ahora que lo vuelvo a leer pienso que el cuento “El fluir de la vida” que tanto me había gustado expresa mucho de la teoría de la ficción con la que entramos en un texto como lectores, de la expectativa que nos formamos al meternos en una historia y de cómo muchas veces esta resulta deceptiva si lo que pensamos es que vamos a descubrir alguna cosa como la verdad. Este cuento trata acerca de esta circunstancia, sin importar los crímenes en que se funda  en principio la historia, o las historias, que querrían ser el centro de lo contado, y que en realidad no se encuentra disponible, porque no es posible determinar cuál sería. Lo más simpático que ocurre de todo lo que se cuenta en el “Fluir de la vida” es más bien un evento de orden discursivo, o mental, de la memoria o la experiencia de la memoria basada en la aparente vedad del relato, es el evento de narrar. No hay nada menos fiable que un narrador.  Embaucadores, falsificadores, criminales de un crimen nunca cometido del que somos cómplices de inmediato, eso son los narradores. ¿O acaso no es el crimen perfecto aquel que se comete sin ser descubierto, sin ser revelado, sin ser dicho? Todos ya hemos aprendido la lección de la transparencia, no hay tal cosa como un lente pulido que se disuelve hasta hacerse imperceptible en el aire y nos deja ver la realidad; en el lenguaje de un narrador todo es opaco hasta el hartazgo. A excepción del efecto que un relato bien construido provoca en nuestra mente. Si hay algo prístino es eso y solo eso. Sabemos que cuando esto pasa lo que nos sucede es lo que el Pájaro, el personaje que cuenta su historia al narrador, experimenta: el asombro. No puede haber nada más extraordinario que el asombro de haberse dejado llevar por un relato, de haberse dejado engañar por un narrador que astutamente organizó una estrategia para la verosimilitud, que hizo, como a títeres, hablar a otros a los que atribuyó la calidad de narradores sin serlo quizá jamás, y sin que esto pueda ser de ninguna manera determinable. ¿Cuál sería el crimen en este caso, más allá del engaño perpetrado? “Como si lo viera a través de una lente pulida hasta la transparencia, un objeto de cristal, invisible de tan puro, parecido al que puede usar un na­rrador cuando quiere fijar en el recuerdo un detalle y detiene por un instante el fluir de la vida para apresar en ese instante fugaz, toda la verdad.” Así que como lector, al igual que el lector que es el Pájaro también, en la ficción de Piglia, uno agradece el juego de imbricaciones que hace a esta breve historia con una sonrisa en respuesta al guiño con el que el relato estuvo pensado de entrada. Como la serie infinita de eventos de lenguaje que es narrar e inventar situaciones que creemos posibles. Después de todo, un buen narrador, dice el Pájaro, lo hace uno que cuenta las historias que uno quiere oír.


Florencia Rodriguez: trabaja mitad del tiempo en Buenos Aires y mitad en el exterior, es ávida lectora de literatura y de teoría literaria como parte su formación en el ámbito de las ciencias sociales.

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