Sartre y el Mayo Francés


Uno de los intelectuales franceses que participó activamente en las jornadas del Mayo Francés fue Jean Paul Sartre. Años después, dedicó el libro 8 de sus Situaciones, a diferentes sucesos que tuvieron lugar ese año. Por supuesto, se refirió al movimiento juvenil. Libro de Arena comparte con sus lectores, algunas de las opiniones del gran filósofo francés sobre el tema. Las mismas pertenecen a los capítulos “Las bastillas de Raymond Aron”, y “La idea nueva de Mayo del 68”, (que transcriben dos entrevistas hechas por Le Nouvel Observateur).


“Desde el principio del mes de mayo, todas las manifestaciones autorizadas se desarrollaron en calma; no hubo violencias en ellas sino cuando la policía trató de impedir a los estudiantes desfilar o quiso dispersar sus agrupamientos. El diez de junio, un liceísta de la Unión de Juventudes Comunistas marxistas-leninistas, que había venido a manifestar su solidaridad con los obreros en huelga de Flins, fue ahogado en el Sena, en Mureaux, por la policía. Digo bien: por la policía. Poco importa —como los testimonios parecen indicarlo— que no haya sido directamente arrojado al agua. Cuando unos quince jóvenes deciden zambullirse en elSena, eligiendo la huida más peligrosa, porque están cercados por las fuerzas de la policía y algunos de sus camaradas se dejan ya castigar salvajemente bajo sus ojos, se debe decir, si uno de ellos muere, que la responsabilidad de la policía es total. La prensa, evidentemente, no lo ha admitido y "el estudiante ahogado"de las primeras horas se convirtió rápidamente, en las ediciones siguientes, en un estudiante "que se ahogó".

“Los manifestantes no han hecho sino responder por una contra-violencia a la violencia anterior que se les hizo. Contrariamente a lo que se nos quiere hacer creer, además, los estudiantes, aunque cuestionen radicalmente la sociedad, no son en absoluto perturbadores que sueñan con reducir todo a migajas. Por empezar, es notable que su violencia no se haya ejercidos ino contra la policía. Ha habido comisarías saqueadas, coches policiales incendiados, agentes heridos. Ha habido también, claro, automóviles policiales y diferentes equipos públicos utilizados para construir barricadas defensivas. Pero la prensa no ha podido prácticamente señalar —y sin embargo hubiera sido muy feliz haciéndolo— ningún caso de pillaje, de robo, de brutalidades con respecto a los "opositores", de violencia gratuita.”

“A Cohn-Bendit le importa un rábano Nietzsche y no estoy seguro de que haya leído a Carlyle. De todos modos, las teoríasdel héroe no le interesan. Lo que él trata de comprender, escuál puede y debe ser el papel de una minoría activista. Hasta aquí, ha habido tres grandes concepciones del movimiento insurreccional: la de Blanqui, la de Lenin, la de Rosa Luxemburgo. (…) Está claro que la concepción de Cohn-Bendit —aunque él tenga horror de que se la asocie a una "escuela" cualquiera—está más próxima a la de Rosa Luxemburgo que a las otras dos. No piensa ni un instante en hombres superiores o en superhombres que conducirían a la masa. Piensa que la masa engendra, de tiempo en tiempo, pequeños grupos de hombres que jamás son "jefes" pero que pueden desencadenar —en ciertos momentos privilegiados en los que su acción corresponde a una exigencia popular profunda— un movimiento de masa que los sobrepasa y los envuelve enseguida

“En la cúspide, pues, está la política de la cobardía. Pero, al mismo tiempo, se lanza a la base un llamado al crimen. Porque el llamado de De Gaulle a la creación de comités de acción cívica es exactamente eso. Es una manera de decir a la gente: agrúpense en sus barrios para moler a golpes a aquellos que, en su opinión, expresan opiniones subversivas o tienen una conducta peligrosa para con el gobierno. Eso ya se ha producido...” (...) Este llamado al crimen lanzado por el presidente de la República no ha sido por otra parte, una respuesta a la violencia de los estudiantes. El viejo recién se enojó cuando Mitterrand y Mendés-France pusieron, políticamente, su poder en juego. Hasta allí, él era vagamente bendecidor, sin comprender nada, esperando que las cosas se calmaran, persuadido de que volvería a tomarlas en sus manos.”

“Tomemos el caso de los estudiantes, puesto que son ellos quienes han desencadenado el movimiento. ¿Qué es lo que quieren? Se responde: "un poder estudiantil". Eso es lo mismo que no decir nada, en tanto no se intente definir su posición en la Universidad y en la sociedad. Esa posición no es en absoluto la que fue nuestra, hace treinta o cuarenta años. Cuando yo tenía veinte años ya protestábamos contra el sistema de los cursos ex cathedra. Pero éramos pocos y nos tomábamos, lamentablemente, como una élite. (…) Se podía discutir con los profesores de la escuela y había rebeldías perpetuas, pero todo eso pasaba en una atmósfera de ocio aristocrático. Hoy las cosas son completamente diferentes. Los estudiantes son tan numerosos que no pueden tener más, con los profesores, las relaciones directas —ya difíciles— que nosotros teníamos antaño. Hay muchos estudiantes que ni siquiera ven al profesor. Oyen solamente, por intermedio de un altoparlante, a un personaje totalmente inhumano e inaccesible que les da un curso del cual no comprenden qué interés pueda tener para ellos. El profesor de facultad es casi siempre —lo era también en mis tiempos—un señor que ha hecho una tesis y que la recita todo el resto de su vida.”

“Ahora bien, nosotros tenemos aún hoy, en la Universidad, esos islotes ridículos que son los cursos ex cathedra, hechos por señores que no se discuten jamás. Pongo mi mano en el fuego: Raymond Aron no se ha. discutido nunca a sí mismo y es por eso que a mis ojos es indigno de ser profesor. No es el único, evidentemente, pero estoy obligado a hablar de él porque él ha escrito mucho en estos últimos días. Especialmente esto: "Es inconcebible que los estudiantes participen de un modo u otro en la elección del docente". ¿Por qué? Porque el poder fundado sobre el saber debe, según Aron, trasmitirse de docente a docente, de adulto a adulto.”

“Aron dice además: "Es inconcebible que los estudiantes ejerzan de una manera o de otra la función de examinador". ¿En nombre de qué? ¿Por qué los estudiantes superiores no serían admitidos, llegado el caso, para juzgar a los de cursos inferiores? Es tan concebible, al contrario, que a menudo ha sucedido en Europa, en períodos de guerra o de revolución, que estudiantes reemplacen a profesores que habían sido muertos o que habían debido huir.”

“Unos decían: "Los estudiantes van a ponerse al servicio de los trabajadores para enseñarles los conocimientos que les permitirán «reactualizarse» o acceder a una calificación profesional superior". Otros: "Los estudiantes no tienen nada que enseñar a los trabajadores, tienen todo que aprender de ellos". En los hechos, es un error formular un esquema previo y decidir quién enseñará qué a quién. Como siempre, todo el mundo tiene cosas que aprender de todo el mundo.”

“El estudiante, hoy, es alguien a quién se ceba, como se ceba a los gansos, con un saber bien orientado que debe darles capacidades bien determinadas. Y esta falsa cultura ni siquiera la recibe en el lujo y el ocio—muchos estudiantes llevan una vida muy difícil— sino en la angustia, porque nunca sabe si será implacablemente eliminado, al cabo de algunos años, por un proceso de selección destinado a no desprender de la masa nada más que una pequeña élite de ejecutivos.”

“Lo que reprocho a todos aquellos que han insultado a los estudiantes, es no haber visto que ellos expresaban una reivindicación nueva: la de la soberanía. En la democracia, todos los hombres deben ser soberanos, es decir poder decidir…”

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