Salir de cacería o las peripecias del librero mediador de lectura

Unas "pastillitas" sobre literatura infantil y juvenil nunca están de más. Libro de arena publica el relato que apareció como columna radial emitida el lunes 3 de octubre en “La fábrica de cuentos”. Una recomendación, una huella personal de la relación con los libros y las lecturas, a través de una mirada que habla de la actividad cultural y literaria de Buenos Aires.


Por Silvina Rodríguez


Lo que son las cosas, vea. El sábado estuvimos parte de los que formamos Tierra de Libros en el Filba, en el auditorio del Malba. Escuchamos, entre otros, a Silvina Marsimian, Ivonne Bordelois, Federico Jeanmaire y la española Martha Sanz, todos hablando de experiencias lectoras, la lectura como un cuerpo presente, leer con todos los sentidos, nos contaron sobre el pibe Gumbrecht y el concepto de “stimmung” (estado de ánimo, predisposición y también clima, ambiente), que ya viene de Goethe, Schiller y más tarde, con Heidegger. Y pensaba yo, en estos rulos que me hago en el bocho relacionados con la mediación, en esta metáfora que uso al buscar un libro que no aparece, “salir de cacería”, justo y tan luego yo, que sería incapaz de cazar nada, tal aversión le tengo a lo violento, me explico? Y en que habría una relación bien corporal en esta acción, y en los efectos que nos produce, la adrenalina, el desasosiego, la pasión, como siempre en definitiva. Y es que, me pregunto, ¿podría ser distinto?
Cuando se trata de recomendar un libro (es lo que hacemos buena parte del año cuando las bibliotecarias o docentes y también madres así lo solicitan), nunca pensamos (y esto es posta, no hay ningún grupo, quiero decir, la pura verdad) en la conveniencia del libro a mano, sino que tratamos de ir a fondo en lo que nos piden y a renglón seguido, nos metemos en camisa de once varas. Por qué, se preguntarán, ustedes, y con razón. Cuál sería el problema de recomendar un texto que se publicó por primera vez, digamos, hace cuatro años. Bueno, les recomiendo que hagan el ejercicio, en la mayoría de los casos si uno tiene que comprar dos ó tres ejemplares, no va a haber mayores problemas. Ahora, si una como librera se quiere meter a redentora y se compromete a conseguir, por decir una cifra, cuarenta ejemplares, ¿de qué nos deberemos disfrazar? La Diana cazadora podría ser perfectamente la metáfora que da cuenta de cómo deberemos iniciar peregrinaciones varias por las otras librerías de la zona, de las aledañas y hasta Mercado Libre, si fuera necesario.  Necesario para qué, se volverán a preguntar ustedes. Pues para que nuestro cliente-lector de marras quede satisfecho. No podemos, si nos pidieron treinta y tres libros, entregar treinta. Ni siquiera treinta y dos sería un número admisible. Cuando realmente no se puede, y se llega a algún tipo de acuerdo con el colegio, la frustración que sentimos es enorme.
Pienso que tal vez otros no se manejan de este modo, y tratan de llevar sus recomendaciones y sugerencias por un lado más real y práctico, que no les complique la vida, o quizás no, y haya otras almas gemelas del ramo que sufren igual. Mientras tanto, fieles a lo que creemos, seguiremos asesorando por lo que nos late (y poniendo el cuerpo, ya que estamos), y cruzaremos los dedos para que no tengamos que salir de cacería, una vez más.


Silvina Rodríguez
Tierra de Libros en El Living de Olivos 

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