Escenas lectoras

Anabel Ciciliano trabaja en el Hospital Penna desde el año 2010, sus inicios van a la par de la incorporación a la Residencia del Servicio Social en Salud de la Ciudad de Buenos Aires. Con ella estuvimos conversando sobre su rol de trabajadora social interesada en un aspecto que, en general, no forma parte de la formación en su profesión pero que es relevante al repensar el concepto de salud.


Por María Laura Migliarino

Ser parte del Servicio Social de un hospital público implica cubrir áreas vinculadas con la atención de demanda espontánea de pacientes, con la intervención en sala por interconsulta  y con la participación en programas de prevención de enfermedades.Cuando Anabel ingresó a la planta permanente, a comienzos del año 2014, se interesó por implementar un proyecto de biblioteca que había estado elaborando a lo largo de sus últimos meses de Residencia.
Pensar en un proyecto de animación a la lectura la acercaba íntimamente al mundo de los libros,  un camino que ella ya había elegido mucho antes de decidir cuál iba a ser su futura profesión. Pero también la elección tenía que ver con algunas cuestiones que en el devenir de su propia práctica se estaban vislumbrando: “Mis primeras intervenciones fueron en la sala de internación de traumatología. Allí veía algunas cuestiones particulares: compartían una televisión y no tenían ninguna actividad recreativa por fuera de lo médico y la intervención del cuerpo. Me pareció entonces muy interesante armar un espacio para los adultos que amalgamara algo de lo privado de la lectura, algo de ocio (más allá de la tele) y algo que los vinculara con el resto, que les permitiera recuperar la palabra perdida en el laberinto de los síntomas y las dolencias.”
Con estas premisas Anabel pensó el proyecto de biblioteca para el hospital. Y si bien había un trabajo previo los libros estaban en muy mal estado y se habían transformado en estanterías muertas. La idea entonces fue reflotar esa biblioteca en la sala de internación de traumatología. Primero se ocupó de las donaciones de libros de literatura para adultos y luego se organizó el taller de los días jueves: encuentros puntuales en un lapso breve para una población heterogénea que cambia semanalmente. El objetivo era compartir lecturas, impresiones, que le permitieran a ella ir descubriendo esta población, conocer sus intereses, qué actividades les gustaban. Planificaba algo para los hombres y algo para las mujeres. Hombres interesados en cuentos cortos e historietas. Mujeres… las mujeres siempre han sido un gran misterio.
Anabel muestra su satisfacción, a pesar de que hoy en día los talleres se han interrumpido por cuestiones hospitalarias en relación a la sala, y nos cuenta: “Surgieron cosas muy lindas en relación a los talleres porque la actividad estaba instalada en su deseo, ellos esperaban los jueves o iban promocionando el espacio entre los compañeros de sala; esa es la de los libros, le podés pedir uno a ella”. También era muy reconfortante entrar a la sala y encontrarse con un paciente súper compenetrado,ver que el libro comienza a circular es muy conmovedor”. Pero estas escenas de lectura tienen una contracara, porque como si estuviéramos hablando del Dios Jano, “es difícil que otros actores del hospital se quieran sumar y vean a esta actividad como promoción de la salud y no como algo que se hace si sobra tiempo”. La lógica y la dinámica hospitalaria en general no permiten llevar adelante este tipo de actividades. Se hace foco en la intervención de los cuerpos y la cuestión de la promoción que excede el tema de las enfermedades queda relegada.
La Ley Básica de Salud Nº 153 de la Ciudad de Buenos Aires, en su artículo 3º, define a la salud vinculada con la satisfacción de necesidades de alimentación, vivienda, trabajo, educación, vestido, cultura y ambiente. En lo concreto estas bases no forman parte del imaginario de muchos profesionales que aún siguen pensando en la salud como una ausencia de enfermedad, centrándose por sobre todo en el plano biológico e individual.
Por suerte Jano puede nuevamente mostrarnos otra cara y muchos profesionales piensan en proyectos que abordan al paciente como sujetos temporalmente condicionados pero no determinados por su realidad. Donde las personas son vistas como subjetividades, y no como meros cuerpos, capaces de crear y recrearse aún en situaciones tan adversas.
El préstamo de libros en traumatología sigue vigente y en la actualidad se amplió a las salas de clínica de hombres y mujeres. Anabel sabe que ese es un pequeño paso pero muy significativo: “Esta bueno que los libros sigan circulando y que no dependan únicamente de mi intervención. Queremos empezar a retomar los talleres, sobre todo en clínica porque allí la internación es mucho más larga. Es sólo una cuestión de tiempo y de organizarnos, porque no sólo está el apoyo del Servicio Social, hay muchos profesionales interesados que se acercan a conocer este proyecto”.
La biblioteca del Penna no tiene un nombre propio pero aun así, tiene su lugar, un territorio, y un armario que no es para guardar historias clínicas, es para los libros.

Hospital General de Agudos "José A. Penna"
Servicio Social
Pedro Chutro 3380

Parque Patricios

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cincuenta años sin J.R.R. Tolkien: cómo lo cuidó un sacerdote español y qué tiene que ver la Patagonia con “El señor de los anillos”

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

La lectura del tiempo