Ruth Kaufman y Raquel Franco: “Pensamos la editorial como una usina de ideas y de creación que convoca nuevas ideas”
En esta primera parte de la charla con Ruth y Raquel, editoras de Pequeño editor conversamos acerca de los orígenes de la editorial, de su calidad de pioneras en el trabajo con el libro álbum en la Argentina, de los trabajos colaborativos y las performances con escritores e ilustradores que fueron replicadas en muchos países. Charlamos acerca de la idea de que, a Pequeño editor y a sus editoras, les interesa el libro, desde luego, pero también sus alrededores. Y en esta idea se han hecho fuertes desde sus orígenes, en plena pandemia y en la actualidad.
Mario Méndez: Vamos a hacer la presentación formal de Ruth Kaufman y Raquel Franco, las editoras de Pequeño Editor, una de nuestras pequeñas o medianas editoriales, que tiene dos décadas, que se atrevieron a salir en una de las épocas ásperas de nuestra economía.
Raquel Franco: En realidad la descripción es: “de las que se atreven a continuar en esta economía”.
Ruth Kaufman: Un minuto, Mario. Quiero saludar a la colega Raquel Franco, que tiene una larga trayectoria como editora. Ella empezó a trabajar en Aique, ¿no, Raquel?
RF: Sí, a los dieciséis años. Antes de tener edad legal para trabajar. Edité los cuadernos para el aula del Ministerio de Educación. Hice esa colección de cincuenta y cuatro cuadernos para el Ministerio, durante la gestión de Filmus.
RK: Eso es más difícil que dirigir una editorial. Imaginate un ministerio, la cantidad de gente que opina, que escribe… Y son hermosos esos cuadernos. Y siguen estando, porque son de referencia. Se hicieron en un momento de la Educación pero siguen vigentes. Y hace ¿doce años Raquel? en Pequeño Editor.
RF: No, catorce. Mi hijo mayor…
RK: Nosotros empezamos Pequeño Editor con Diego Bianchi, con una editorial. Por eso está Patricia Hazan en el texto fundacional, con la editorial LatinGráfica, teniendo en principio los medios de producción y las ideas. Después, continuamos un tiempo Diego Bianchi y yo, después se unió Raquel, y ese es el equipo actual de la editorial. Cuando empezamos con Pequeño Editor había poco libro ilustrado, en Argentina no se conseguían por un tema de importación, era el 2000 cuando empezamos a pensar. Diego es ilustrador, yo escribo, así que se puede decir que éramos un matrimonio editorial. Y lo empezamos para hacer los géneros que en ese momento no se estaban haciendo y que a nosotros nos gustaban mucho, como la poesía y la historieta. Empezó como un proyecto muy autoral. Creo que había un deseo en el ambiente, de que se hiciera en Argentina un proyecto así. Que tuviera lugar para los sueños, se podría decir, para las cosas que más se deseaban, dibujar y escribir. La fiesta de apertura fue en el MALBA, y hubo un grupo de teatro de objetos de Rosario, en el que estaba Silvia Lenardón, que es una gran ilustradora también. Hicieron un espectáculo muy diferente a los títeres más convencionales, hermoso, especialmente para esa ocasión, y vino muchísima gente del ambiente, por decirlo de alguna forma. Elenio Pico estaba haciendo en ese momento el espacio de cómic y de ilustración del Centro Cultural Recoleta, y ahí también se nucleaba bastante gente. Yo siento que fue un nacimiento muy acompañado, éramos muchos que estábamos teniendo ganas de hacer esto.
RF: Quiero agregar algo que tiene que ver con una perspectiva más histórica, del nacimiento de Pequeño Editor. Que así como nació nucleando a una pequeña comunidad artística, que encontraba ahí un camino para expresarse, lo cierto es que había muy poco libro ilustrado en América Latina. Esas influencias, esos géneros que estaban en la fundación inicial de Pequeño Editor, circulaban mucho en Francia, en Europa, pero había muy poco en América Latina. Yo diría que la única colección fuerte e interesante que existía era A la orilla del viento, recién nacida también, del FCE. La aparición de Pequeño Editor es un momento de aparición de nuevos proyectos ilustrado en la región. Y bajo ese paraguas de sentido que implicó el libro álbum, toda la región desarrolló sus colecciones. Fue un momento muy productivo a nivel regional. Para darles lugar a esos géneros y a esa nueva manera de leer.
RK: También la presencia de Diego Bianchi que fue fundador y que era ilustrador, tiene que ver con ese deseo de los ilustradores. Que fuera un ilustrador el que funda la editorial era algo que ya no se discutía en Pequeño Editor, pero se seguía discutiendo fuertemente en otras editoriales, y había proyectos en los que la ilustración y el texto tenían la misma importancia, pero no cobraban igual. No siempre es un cincuenta y cincuenta; a veces es más importante la ilustración y a veces el texto. Ahora estás más instalado ese compartir derechos, a partes iguales cuando justifica.
RF: Lo interesante de esto, es que no solo fue una transformación y fue un gran cambio en el sector editorial como industria y como modo de trabajo, sino que lo fue en términos discursivos. Porque esa validación de la ilustración en los libros, también abrió un lenguaje, que es el del álbum. Un lenguaje que después fue muy productivo, muy retomado, entre las bibliotecas, los especialistas y los estados, como un discurso facilitador del acceso a la lectura, del acceso a la cultura escrita. Siempre que pienso en esos primeros años en que surgió Pequeño Editor, y surgieron tantas otras editoriales, pienso también que fue una transformación en los modos de leer de la región, y de percibir la importancia del libro, para la infancia en la región. Y que vino de la mano de esa transformación de la industria también. Para mí fue un momento súper interesante en ese sentido.
MM: En muchos aspectos, como un cambio de paradigma. Esta cuestión de la llegada de un nuevo lenguaje y de la aceptación por parte de los escritores y de los editores en general, de la importancia del trabajo del ilustrador. ¿no?
RF: Está el antecedente de Beatriz Ferro haciendo El Quillet de los Niños, el de Oski ilustrando los libros del Chiribitil, María Elena Walsh con Vilar… hay antecedentes. Pero el género con su nombre y apellido y con su lugar en las librerías, sobre todo, y un público que lo requiere, creo que sí. No por nada, Isol quiere reeditar esos libros de la década del setenta. Porque son un gran antecedente. Nosotros, en Argentina, teniendo como prócer a una María Elena Walsh, es como que empezamos arriba. Porque en otros lugares de Latinoamérica, sus escritoras o escritores fundantes son más clásicos. Ese me parece un fenómeno muy impresionante de la Argentina. Beatriz Ferro… hay una cantidad de gente que hoy está súper vigente.
MM: Sí, somos bastante particulares, comparados con el resto de Latinoamérica. Por otro lado, en este momento del surgimiento, en 2002, ustedes están muy acompañadas, incluso trabajando colaborativamente con otras editoriales parecidas. Si mal no recuerdo, no muy lejos de esos años, tuvieron un stand maravilloso en la Feria del Libro donde estaban tres o cuatro editoriales. Creo que estaba Ojoreja, no sé si Calibro…recuérdenmelo ustedes…
RF: Primero teníamos con Arte a babor, un stand que se llamaba Libros para atesorar. Entre los años 2014, 2015 y 2016.
MM: Los recuerdos se mezclan… Más los dos años de pandemia… pensé que era bastante antes.
RF: Igual, Ruth mencionaba que en el año 2010, el evento El arte desarma tu cabeza. Nosotras siempre decimos que fue como un hito. Creo que fue la primera experiencia participativa que creamos y que también es un acto muy fundante de la editorial. Hay otras cosas que nos interesan, y que no son solo el libro como formato. Para nosotros fue una marca de identidad. El evento era la construcción de un rompecabezas gigante en vivo, en la mano de los autores de la editorial. Hay un video precioso en nuestro canal de YouTube que muestra lo que fue esa tarde. Lo hicimos en el Centro Cultural Recoleta, a lo largo de una tarde entera. Se pintaron gigantescas cajas de cartón de un metro por un metro, y se construyeron en un rompecabezas gigante que al final de la tarde se pudo armar y desarmar.
RK: Gente de la editorial y gente que todavía no había dibujado en la editorial. Era una convocatoria abierta, había poetas…La idea era que estuviéramos juntos los que escribimos en cada una de las caras de las cajas. Imaginate que cada cubo tiene seis caras. ¿Se pintaban las seis o se pintaban cuatro?
RF: Se pintaban las seis.
EK: Después se daban vuelta y era como un cubo mágico y como un rompecabezas. Se filmó el video y creo que son veinte las ciudades del mundo que lo replicaron. En Nicaragua, en España, en Brasil, no me acuerdo de las veinte pero es impresionante. Para Fiestas del Libro, para Ferias… A algunas iba invitado Diego y acompañaba. Junta muchas cosas del sello eso. Después hicimos un libro en vivo en la Feria del Libro, con la gente que escribía, los ilustradores que ilustraban en el momento, una imprenta que hacía el papel y una súper máquina. Ahí salía el libro, y se cosía en la entrada de la Feria del Libro. También está el video. Ahora está la Colonia… Como cosas que hacemos por alrededor del libro.
RF: Son experiencias participativas que facilitan el acceso a la cultura escrita, y a hablar de esa cultura de otras maneras. Me había olvidado del libro en vivo. Creo que fue en el año ¿2011? ¿2012? Hicimos una gigantesca cadena de montaje en la larga explanada de la entrada de la calle Sarmiento. Y efectivamente, vos podías ver todo el trabajo. Nosotras estábamos en un extremo, con un grupo de público en general. Era un día de abril y hacía como 35 grados. Se generaba texto en el momento, a partir de palabras, tomadas un poco al azar, un poco pre pensadas, le pasábamos esa definición que ilustraba en vivo, esa producción pasaba por un diseñador que la montaba en una página y tenías al lado a la gente de la Papelera Palermo haciendo el papel de algodón, a mano. En esos papeles pequeños se imprimían con una pequeña impresora láser, y al final de la tarde teníamos nuestro primer ejemplar, cosido a mano en ese momento. El proceso empezó a las dos de la tarde y el libro lo sacamos a las nueve de la noche. Nos quedaron muchos ahí, firmados a mano. Era una manera de contar también ese mismo proceso un poco artesanal, un poco pre industrial. Y ahora lo que decía Ruth de la Colonia. Lo que hicimos durante la pandemia, fue generar una especie de canal de comunicación entre las familias y la editorial. Generamos un newsletter que fue enviado absolutamente todos los días del año 2020, por WhatsApp y por mail, a todas las familias que se habían suscripto. Empezamos con doscientas y ahora son diez mil, más o menos. Un mail cotidiano con uno de nuestros libros, narrado en vivo con un video, o animado con las ilustraciones, es decir, accesible digitalmente. Y una serie de actividades y contenidos que acompañaban la lectura, para hacer en familia. ¿Por qué lo menciono? Porque fue darse un poco el gusto de poner en escena cómo soñamos nosotros la lectura. Trayendo un montón de otros contenidos, información, conversaciones… una escena de lectura imaginada por nosotros, que nos dimos el gusto de construir en un mail que escribíamos todos los días. Esa también fue una manera de expresar cómo nos pensábamos a nosotros mismos como editorial. Qué creemos que hay alrededor del acto de leer. Y hoy todas esas actividades, están en nuestra página en una pestaña especial, para que todo el mundo pueda acceder y volver a verlas. Y la Colonia la estamos terminando ahora, en septiembre 2022. Está en pie desde el 20 de marzo de 2020. Lo que lleva es esta identidad, esta mirada sobre la lectura.
MM: ¿Por qué decidieron terminar? ¿Por qué se acabó?
RF: No diría que se acabó, pero es cierto que hay mucha menos necesidad de ese contenido. Cuando el espacio de lectura desapareció de las escuelas y entró a las casas, que a mi juicio es algo súper festejable y muy interesante como movimiento de la cultura de la sociedad, realmente requería un acompañamiento, porque la lectura no es una actividad doméstica tan frecuente como uno podría desear. Y la verdad es que en el nivel de apertura, demanda e interés por ese material fue altísimo. Era y sigue siendo totalmente gratuito, fue un enorme gusto que nos dimos, el de construir esto. Pero llevamos dos años y medio haciéndolo, es una gran inversión de tiempo y trabajo para nosotros, y hay mucha menos demanda, quizá menos interés y es comprensible. Nuestro plan es dar por cerrado este ciclo de mandar los mails, reemplazarlo por nuestra comunicación en redes, y empezar a generar estos encuentros más en vivo y presenciales, para dar lugar a estas actividades, con los chicos y las familias ahí presentes. Ya no tan mediado por la virtualidad.
MM: Qué buena idea. Esto de la participación es permanente. El libro Con la cabeza en las nubes es ideal para que la gente participe. Es una maravilla.
RK: Acá lo tengo.
MM: Contá un poquito, porque alguno habrá que no lo recuerde, o no lo conozca.
RF: Sigue existiendo, y hay gente que sube sus fotos.
RK: Esta edición que tengo es de 2015…
RF: La primera es de 2011, o sea que en la que vos tenés revisamos los textos científicos.
RK: En 2011 no sé si había tanto Facebook, pero había una idea de participación, porque los niños, y los adultos, sacaban la foto de la nube, la intervenían y la mandaban Y también había fotos que mandábamos nosotros, para que el que quisiera se la bajara, la dibujara y la subiera de nuevo.
MM: ¿Y esos talleres dónde los hacían?
RK: No, eso era un trabajo de capacitación mío, en el que hacía ese cierre que era una fiesta.
RF: Voy a hacer el epígrafe del relato de Ruth. Esto que cuenta Ruth, es identitario de la editorial, que es partir de un juego o generar un juego. A partir de ese juego de mirar las nubes e imaginar qué vemos en ellas, convertirlo en un libro y volver a un nuevo juego. Esa vuelta que tanto nos gusta y que cuando Ruth y yo analizamos textos que nos llegan y que queremos compartir en libros, está presente todo el tiempo en nuestro trabajo de editoras. Las cosas que salen de ese texto, lo que ese texto es capaz de evocar. Y en esas evocaciones está también el contenido audiovisual. Dos series animadas hicimos, nuestro trabajo está lleno de producción audiovisual. En la colección de Los Duraznos, ¿Cuántos videos hemos hecho ya acompañando las canciones? Los hemos desarrollado desde nuestra propia perspectiva creativa. Como si la editorial fuese una usina de ideas y de creación que convoca nuevas ideas.
MM: Qué bueno. Antes de pasar a Los Duraznos, acá Sebas dice que no ve un tiburón. Dice que parece un pancho. Lili dice que le apasiona sacar fotos a las nubes. Siempre tienen esta cosa juguetona y que surja de la participación. Me acuerdo de una vez, que hicieron un concurso y después del concurso salió un libro.
RF: Un libro que amamos… increíble…
MM: No.
RF: Fue idea de Iván, un compañero que trabajaba con nosotros.
RK: Hicimos un concurso en el que la gente contara algo sobre un juguete de infancia, Mario leyó todos los relatos, y eligió el que más le gustó. Y el que ganó se llevó de regalo el libro de Mario. ¿Pero qué pasó con la gente, Mario?
MM: Bueno, fue un relato hermoso, porque era una cuestión folklórica, de su propia infancia, desde la tradición santiagueña, aparte Suniyay recupera toda esta cuestión del quechua, si mal no recuerdo, ¿no? Y estuvo buenísimo que ustedes eligieran el relato que a mí más me gustó, para publicarlo. Es un premio extra.
RK: Pero la gente se enojó, ¿no, Raquel?
RF: Para los que no conocen la historia, ella vivía en el monte de Santiago del Estero, y era usual entre la gente que vivía en el monte bastante dispersa, compartir un mismo hueso para hacer la sopa cuando se carneaba un animal en la zona. Y cuando el hueso había agotado su sustancia y nadie podía sacar nada para hacer una sopa, el hueso se convertía en la taba, para jugar al blanco y al negro, y los chicos lo usaban para jugar. Este juguete de infancia de ella, era al mismo tiempo, lo que había resultado para el alimento de un montón de personas. Y algunas personas comentaron que el relato estaba muy bien escrito, era muy conmovedor, y era muy inusual dentro de todos los relatos que llegaron. Entonces algunas personas dijeron que no era cierto, que no era verdadero, que era un invento y que no podía ser.
RK: Entonces le hicimos un reportaje filmado a Elisa, donde ella volvió a contar la historia. Como diciendo: “Acá estoy yo”. Cuando la vi en ese video, dijo: “¡Qué bien narra esta mujer, es una escritora y la historia es hermosa!”. Pero aparte, hay historias hermosas, pero hay que poder narrarlas, ¿no? Entonces la invitamos a que escribiera el libro. Ella no estaba pensando en hacerlo. Pero tiene el don de la narración. De un libro salió otro libro. Ahora lo publicaron en Canadá, tiene muy buenas reseñas en los Estados Unidos, tiene ilustraciones de Mariana Chiesa, y es una historia que no es común. Porque hay muchas historias parecidas en la literatura infantil, muchos juguetes parecidos, muchos escenarios parecidos. Hay una gran preponderancia de clase media urbana en las locaciones y en las preocupaciones. Entonces este libro, contado por una narradora como es Suniyay, que tiene este arte de narrar, abre puertas, abre ventanas. Está esa frase de que en los libros tiene que haber espejos y ventanas. Con los libros espejo tenés que poder identificarte, y libros ventana que te abran a otra realidades. No todos los niños y las niñas tienen espejos en los libros. En ese sentido, me parece que este libro aporta espejos para algunos y ventanas para otros. Es uno de nuestros orgullos grandes.
MM: Una alegría para mí, que el relato que más me gustó haya llegado a ser un libro que ya cruzó las fronteras.
RK: ¿Viste? No sabías que estaba traducido.
MM: ahora voy a querer que traduzcan Prohibido ordenar, que estuvo a punto, pero quedó en el camino.RF: Sí.
MM: Lo que sí recuerdo, para cerrar con lo del cuento de Suniyay Moreno, es que algunos se habían enojado, más que nada, porque decían que era un cuento folklórico que ella había tomado. ¿Qué problema había? Si lo contaba de una manera preciosa, y a mí me había encantado. En ninguna otra parte del reglamento de participación decía que no pudiera ser…
RK: Pero no era folklórico, era su propia historia. No era un mito. Era un juguete de la infancia de ella.
MM: Y una infancia diferente. Que es también coherente con el Prohibido ordenar, porque también es una infancia diferente. Padres que trabajan, que no ven casi a los chicos… Así que cerró lindo. Recién ustedes mencionaron a Los Duraznos, una de sus colecciones más exitosas, más lindas. El nombre es buenísimo. Obviamente es una fruta, pero que sea una referencia a las tapas duras, es una cuestión casi de lenguaje popular, de argot: “esto está durazno”. Cuéntennos un poquito cómo surge la colección, y si hay proyectos de ampliarla. ¿Cómo va la colección Los Duraznos?
RF: Quiero contar algo de la génesis de esta colección. Teníamos muchas ganas de trabajar cartoné, porque lo que llegaba a la Argentina en el momento en que creamos la colección era muy pobre. Sobre todo, eran libros basados en el vocabulario. Tenías el dibujito de una manzana, y la palabra “manzana”. Y a veces eran bilingües. Yo no me imaginaba qué niño podía tener interés, y que adulto puede sentir que está atravesando algo placentero con semejante cosa. Pero la verdad es que no se podía hacer cartoné en la Argentina, porque no había una imprenta que lo hiciera, no había cartulina, etcétera. Todo lo que llagaba era importado y de muy baja calidad. Eso habrá sido en el año 2015. Me acuerdo de haber ido a un cumpleaños, en una quinta, con mucha gente, muchos niños también. Y aparece una pila de rompecabezas de esos des-encastrables, en cartón. Pregunté quién había llevado todo eso, y alguien muy tímido levantó la mano y dijo: “Yo, Facundo”. Era el marido de una amiga. Le pregunté de dónde los había sacado y me dijo que los hacía en su fábrica. Le pregunté de qué era la fábrica, y me dijo que hacían carpetas de cartón, trabajaban con máquinas. Le pregunté si podía ir a su fábrica el lunes siguiente a ver la máquina con la que había hecho esos rompecabezas. Me dijo que sí. Muchos meses después me confesó que había llevado los rompecabezas a propósito, porque sabía que yo iba a ese cumpleaños. Facundo es ingeniero. Fui a ver la máquina y le pregunté qué era lo que se podía hace con ella. Me dijo que se podían poner unos pliegos, y troquelar. “Veamos si podemos hacer libros con esto”. Y nos pusimos a trabajar, en una máquina que acababan de comprar para troquelar, y hacer carpetas troqueladas, rompecabezas, juegos des-encastrables y eso. Y lo que hicimos fue asociarnos en ese año 2015, para hacer una primera colección de libros. En la máquina entraba un pliego de un tamaño tal que nos permitía hacer cinco motivos, por eso el formato que tienen hoy Los Duraznos. Nosotros, desde Pequeño Editor generamos todo el contenido, el diseño, etcétera, y ellos pusieron la producción para esa primera colección. Y distribuíamos las ganancias que obtuviéramos.
RK: Como el primer comienzo con LatinGráfica.
RF: Absolutamente. Un comienzo cooperativo. Compartamos este esfuerzo y veamos qué podemos hacer con él. Imagínense lo que nos costó explicarle a un imprentero, que el negocio del libro se cobra como a ciento veinte días, que uno hace veinte mil y va vendiendo de a uno, que el rédito final es de un seis por ciento, con suerte… Fue un aprendizaje entre los dos, muy interesante y muy productivo. La anécdota es muy interesante porque muestra lo que une el mundo del libro. Uno tiene unas grandes dificultades de producción, o sea, de convertir eso en un objeto físico, que circule, etcétera, y pensar un contenido que acompañe una idea general sobre ese lector, que uno hipotetiza que es un niño de cero a tres años. Y para ese contenido también había que estudiar y había que saber qué y por qué literatura para esa edad, y por qué música, y por qué la diversidad estética, y cómo se vinculaba un niño tan pequeño con un objeto libro, etcétera. Yo siempre pienso que esa colección para nosotros reúne un gran trabajo editorial: de investigación, de búsqueda de autores, de búsqueda de recurso productivo, A la primera serie que hicimos le fue más o menos, a la segunda le fue mejor, y después, realmente se convirtió en una gran tendencia de mercado. Creo que ahí, con modestia pero con cierta razón, pienso que la colección abrió un mercado que acá no estaba; todo un campo de acceso a la lectura en niños pequeños, que no estaba tan desarrollado acá en la Argentina. Y la colección ya tiene como veinticuatro títulos. Creció un montón, y han crecido también muchísimo las librerías. No solo nuestros textos, sino muchas editoriales con libros de gran calidad también.
RK: Para mí, no era parte del sentido común de ese momento, que para un bebé le ibas a dar un texto completo, le ibas a dar un poema, una canción… Los Canticuentos no eran para bebés. Nosotros empezamos con el Dúo Karma; ellos también llegaban muy bien a los bebés y a los niños muy pequeños. En las primeras Ferias, los bebés señalaban el libro. ¡Bebés! Hablaban re poco y decían “Ése”. Ya lo conocían. Por el video también, porque ellos hacen su propia gráfica, que iba en el libro. Ahora parece que sí, un libro para bebés, tiene que tener texto completo. Pero cuando empezamos no era el sentido común. Aunque no te entienda el bebé, vos le ponés mucha más onda si le vas a leer una canción o si vas a leer un poema, que si vas a leer palabras sueltas. No es leer eso. Si la idea es empezar a leer que sea lectura desde el primer momento, Ahora funciona un montón, hay libros bastante delirantes, incluso en el texto. Hay uno de Oche Califa, que puede ser para bebés o para gente grande. Si al final el mediador va a ser un adulto, le va a poner todo eso- El bebé hay cosas que entiende, otras que entiende menos, pero es todo el acto completo. Porque siempre nos pasó en Pequeño Editor. Por ejemplo, queríamos hacer libros para colorear. Y terminamos haciendo el libro de las nubes. Y queríamos hacer cartoné, pero no queríamos hacer un cartoné con una palabra que dijera “rojo” y el color fuera rojo. Al final, cuando sale, está bueno.
MM: Esta muy bueno. Antes de hacer la próxima pregunta quiero comentar un poco lo que pasa en los márgenes. Laura Leibiker, editora de Norma, dice: “Me parece tan interesante que piensen los libros como un proyecto amplio, que permita que las ideas salgan de las páginas, que se proyecten al mundo real”. Y Debby, que es especialista en pequeños lectores, dice de Los Duraznos, que “es una colección que permite que los mediadores dimensionen la importancia de ofrecer buenos libros a los bebés”. Gaby, que tiene un bebé que suele venir acá, hace que “sí”, con la cabeza. Y Sebastián dice: “Totalmente, entender al bebé como lector de literatura, lector de imágenes, de narraciones”. Realmente, una colección que marca una tendencia y salió de la estrategia de ese ingeniero en el cumpleaños.
RF: Totalmente.
MM: ¿Siguen trabajando con ellos?
RF: Absolutamente. Y de hecho acá son los únicos que hacen cartoné.
RK: Y ahora les venden cartoné a todas las demás editoriales.
RF: Les fue increíble.
MM: Exitazo. ¡Hay que ir a los cumpleaños con este muchacho!
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