La Odisea en cuatro patas
Libro de arena trae a la memoria una obra literaria a menudo catalogada como infantil, pero que sabe representar conflictos sociales y pasiones de adultos: La colina de Watership. Esta novela de Richard Adams, muy reconocida en Inglaterra y en Estados Unidos, no lo es suficientemente aquí, por lo que Milagros Corcuera nos comparte su experiencia con esta lectura.
Por Milagros Corcuera
Me
encontré obsesionada en el verano con la idea de convencer a la gente de que La colina de Watership no es sólo un
libro sobre conejos. Es verdad, los protagonistas son animalitos suaves de
nombres tan simpáticos como Avellano, Margaritón, o Frutillo, pero por más
tiernos que suenen, no dudan en desgarrarse brutalmente las orejas peludas a zarpazos y
mordiscos, cuando se trata de
defenderse. Desde afuera, parecería algo
tierno y simple, con conejitos en la tapa. Dentro, se descubre un tono oscuro,
problemas complejos, y una buena cuota de violencia -entre personajes, no lo
niego- entrañables y esponjosos.
El
drama de esta novela inglesa es, ni más ni menos, la búsqueda del hogar. Se une
así a una de las grandes temáticas de la literatura mundial. Un grupo de
conejos se ve obligado a escapar de su madriguera, cuando Quinto, el conejo más
pequeño y menospreciado, tiene una visión en la que su hogar será destruido
irremediablemente. Siguiendo la mística visión del conejo, el grupo de
rechazados dirigidos por el joven Avellano, se embarca en la búsqueda de unas
colinas misteriosas donde establecer su nueva colonia y vivir en paz.
Esta epopeya de los conejos, tan accidentada
como La Odisea, reflexiona sobre la
grandeza y pequeñez del mundo de los hombres, de manera tan fascinante que es
casi imposible dejar de leer. Orgullosa confieso que se lo presté a mi abuela,
dudando que lo leyera por la cantidad de personajes y la complejidad del viaje, sólo para enterarme
recientemente que se quedó pegada al libro hasta las tres de la mañana.
Quizás
lo más atractivo de La colina de
Watership sea que sus personajes animales resultan más que humanos a la
hora de actuar. Al leer la novela, entramos en una dinámica donde nuestro mundo
conocido, la granja y sus espacios, se observa al ras del suelo, y las
distancias se miden en días de saltos, o vuelos de pájaros. Desde esta óptica
del mundo, los cigarrillos son contemplados extrañamente como “esos palitos
blancos que se queman en la boca”, un zorro es lo más peligroso que te podrías
encontrar, pero también un gato supone cierto riesgo, y los tractores son llamados jrudrudú por el sonido de su motor. Sin
embargo, los conejos actúan como cualquier persona lo haría. Tienen
discusiones, aprenden a confiar unos en otros, a escapar del peligro y a poner
planes tácticos en marcha. Las luchas
por el poder y el territorio, los gobiernos autoritarios y democráticos, la
discriminación racial, y la dinámica de un grupo formado por un rejunte de
personalidades disparejas: son temáticas que sorprenden en las patas peludas en
las que se encuentran.
La
novela conjuga perfectamente sintaxis y
estilo, así como diferentes registros, en constante vaivén entre tensión y
acción. Está formada por cuatro grandes partes, a su vez, integradas por varios
capítulos encabezados con un epígrafe científico, literario o cultural. A los
animalitos parece sentarles tan bien el científico estudio La vida privada de los conejos, de R. M. Lockley; como la poesía de
W. H. Auden, los versos de Shakespeare o las citas bíblicas de los Hechos de
los Apóstoles. Intercalados a modo de
leyendas que cuentan los conejos para entretenerse, las historias sobre el mítico líder de los
conejos El-Arairal y sus astutas soluciones chocan con el vertiginoso ritmo de los constantes
conflictos que atraviesan. Adams también coloca al pie notas que explican el
comportamiento, manera de contar y un glosario al final del particular lenguaje
de sus conejos.
Este
best-seller inglés que trascendió la literatura infantil para convertirse en
una de las novelas más leídas en Inglaterra y los Estados Unidos, fue escrito,
como los mejores del género, para entretener a niños inquietos. La novela de
Adams se gestó como un cuento para narrar en los largos viajes en auto hacia Stratford-upon-Avon
a sus hijas, pero terminó llegando muchísimo más lejos que eso. No sólo se extendió más allá de su público
infantil, sino que superó a las letras, y fue llevada a la pantalla animada, en
lo resultó en un film que calificaría como una de las 5 películas animadas más
bizarras, oscuras y terroríficas del mundo –especialmente si es considerada como
película infantil, cosa que definitivamente no es- con un soundtrack que incluye la canción Bright Eyes de Art Garfunkel, inspirada
en la novela.
La colina de Watership es tanto una novela sobre conejos
como una profunda reflexión sobre lo que es intrínsecamente humano, un libro de
apariencia contradictoria, que recomiendo como una lectura en la cual perderse
irremediablemente.
La colina de Watership
Richard Adams
Barcelona: Seix Barral, 2009
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