Silvina Rocha: “Cuando escribo siempre me aparece el concepto gráfico del libro”


Compartimos la primera parte de la entrevista a Silvina Rocha, que cerró el ciclo del Laboratorio de análisis y producción de LIJ dedicado a primeros lectores. Un encuentro en el que repasamos su llegada al mundo de la LIJ, desde el tango y la poesía del tango; su paso por distintos talleres, su fuerte relación con la ilustración (los proyectos conjuntos con ilustradores, por ejemplo) y, entre otros temas que nos dejaron pensando, el oficio de escribir, la relación con las editoriales, los textos a pedido.




Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo están? Ya los saludé a todos, pero es como en la radio, que se saludan de vuelta. Este es el cierre del primer ciclo de la temporada 2019 del Laboratorio de análisis y producción de literatura infantil y juvenil, que organizamos a partir de  lo que creemos que son géneros o similares, y en este caso fue Primeros Lectores. Como el lunes pasado hicimos un cambio en el cronograma, ya empezamos con adaptaciones, versiones, reversiones, perversiones. Para los que sigan, el lunes que viene la idea es que traigan una crítica, una reseña, una pastilla, una entrevista del tema de la adaptación. En estas entrevistas, siempre empiezo con la biografía. Porque me parece que el “prontuario” sirve para que más o menos nos ubiquemos. Por ejemplo, una de las cosas que yo no sabía, me enteré leyendo la biografía, es que Silvina Rocha es tucumana. ¿Desde cuándo vivís acá?

Silvina Rocha: Desde que tenía dos meses. (Risas).

MM: Ah, sos una tucumana apócrifa…

SR: Sí, pero cómo me gustaría haber vivido allá un tiempo. Mis viejos se fueron a vivir allá cinco años. Nosotros somos cuatro hermanos, y las dos más chicas nacimos allá. Mis hermanos más grandes vivieron la infancia en Tucumán. Y estaba buenísimo, porque vivían como en la selva. En Horco Molle, donde era toda gente de la universidad, mi viejo era universitario, así que era como un country de universitarios. 

MM: ¿Cerca de San Miguel?

SR: Horco Molle es como un barrio. Sí, está en San Miguel. No sé a cuánto de distancia. Ellos vivieron ahí. Yo no tuve la suerte de tirarme por las lianas, y todo eso.
MM: Pero de más grande lo habrás hecho…

SR: Sí, volví hace relativamente poco. Hermoso, Tucumán, pero estaba grande para tirarme de las lianas. 

MM: Además de escritora, Silvina es cantante y compositora. En Letras se forma en diferentes talleres literarios. Con Susana Pujol, Isaías Garde y Osvaldo Bassi en poesía, y en literatura infantil con Silvia Motta e Iris Rivera. Y en literatura para adultos nada menos que con Alberto Laiseca, y con José María Brindisi. Hablando de talleres, una de las concurrentes al nuestro es una librera que fue testigo del armado de Mateo y su gato rojo, en el taller de Iris Rivera: Graciela Ocampo.

SR: Sí, sí, Graciela Ocampo. Era mi compañera de taller.

MM: Claro, con Iris. Voy de a poco con la biografía, y eso me sirve para ir metiendo preguntas, ¿Cuál es tu experiencia con los talleres? Primero, ¿por qué tantos? Uno para adultos, otro de poesía, otro para literatura infantil… Evidentemente te gusta.

SR: Sí, siempre me gustó escribir. En realidad, empecé escribiendo poesía, porque como venía de la música y hacía tango y quería escribir letras, bueno… Y de hecho, el tango me entró por ahí, por la poesía del tango. Mi primer taller, entonces, fue de poesía. Me encanta la poesía, de la sigo haciendo para mí, porque me parece un lenguaje que está bastante relacionado con los libros álbum; es como lo más sustancioso, lo más resumido, lo más jugoso del lenguaje. ¿Te parece que hice tantos talleres?

MM: Yo no hice, entonces me parece interesante ver por qué.

SR: Los talleres son un mundo. Cuando empecé a interesarme por la literatura infantil no tenía ni idea. Entonces fui buscando por recomendación. El taller de Motta estaba bueno, pero era re teórico. No iba a corregirme los textos. Yo necesitaba que me ayudaran a corregir, esa cuestión más de oficio. Y ahí caí en el de Iris, una genia; ella hace bastante marco teórico también, y como yo entré a la literatura por el costado -siempre digo que soy una paracaidista- tenía que aprender un montón de cosas. De hecho, tuve que empezar a leer un  montón…

MM: ¿Eras lectora de literatura infantil?

SR: La relación con la Lij se limitaba a buscar literatura para mi hija. Después me di cuenta de que tenía como una visión ya, porque a ella le elegía los libros que me gustaban a mí y me resultaban interesantes.

MM: ¿Y ya te gustaban el libro ilustrado, el libro álbum?

SR: Sí! Por ejemplo, los de Pablo Bernasconi los compré cuando ni sabía quién era. Me acuerdo de haberlos visto y de decir “qué bueno este libro”. Cuando quise ponerme a escribir me di cuenta de que necesitaba leer mucho,  que necesitaba muchas herramientas. Y el taller de Iris, sí me dio eso, me abrió a autores. Me acuerdo de que una compañera de taller me preguntó si no había leído a Ema Wolf. Y  yo no la había leído hasta entonces…

MM: A Ema Wolf hay que leerla…

SR: La amo. 

Asistente: Como paracaidista caíste bastante bien. (Risas).

SR: ¿Vos pensás? Vamos a ver…

MM: Hiciste taller de literatura infantil y juvenil, hiciste taller para adultos con Brindisi…

SR: Porque después también quería escribir para adultos. Todo lo que leía para mí y me gustaba, me daban ganas de probar… Viste que la lectura y la escritura están muy conectadas…

MM: ¿Y escribís para adultos?

SR: Justamente el otro día estaba revisando cosas que escribí para esos talleres, y la verdad es que las leo hoy y me parecen bastante interesantes. Resistieron el tiempo, no es que las veo y me parecen una mierda. Creo que hay cosas que están buenas. Igual, creo que habría que reeditar todo eso, reescribirlo. Bueno, hice taller con Brindisi y Laiseca que era bastante particular.

MM: Acá estuvo Leo Oyola…

SR: Pero yo no me lo crucé a Leo Oyola en el taller. Me la crucé a la mujer, a Ale Zina que era mi compañera.  De hecho, mis compañeras de taller eran Alejandra Zina, Gabriela Cabezón Cámara y Selva Almada. Pero no era un taller. La gente iba ahí a leer lo que estaba escribiendo. Era como un club de lectura. Nadie opinaba mucho, más bien escuchabas. La única que se iba con consignas para escribir a la casa era yo. Pero era un placer, era inspirador solamente escuchar a Laiseca. Era un relator nato. El tipo iba relatando, iba enganchando un tema con otro y después lo retomaba… iba hilvanando historias. Solamente con eso ya te enseñaba cosas. 

MM: Te pregunto además, porque me llama la atención que habiendo hecho un taller con Laiseca y con Brindisi, que también tiene mucha obra para adultos, vos has saltado como mucho a primeros lectores, de tercer grado, una cosa así. Casi todo es literatura para pequeños lectores y no hay novela infantil/juvenil para preadolescentes…

SR: Me estaría faltando. (Risas). 

MM: ¿Por qué no hay?

SR: Qué se yo… Un día me senté y escribí Mateo y su gato rojo. Entré por ahí…  Yo tenía una alumna de canto que era ilustradora. Le dije que había escrito cuentos para chicos y le pregunté a dónde podía mandarlos. Me dijo que las mandara a Imaginaria. Yo no sabía lo que era. Después me enteré de que toda la gente que trabajaba en Imaginaria era gente re capa, que la tenía re clara y lo que armaban estaba buenísimo. En ese momento tenía un marido que era diseñador gráfico, y ese libro lo armamos entero porque lo queríamos mandar (de hecho lo mandamos y no ganamos, por supuesto) al concurso del Fondo de Cultura Económica. Entonces el libro quedó maquetado. Y cuando después Del Naranjo leyó el texto en Imaginaria me llamó para decirme que lo querían publicar. Les dije que lo tenía maquetado con ilustraciones. Y quedó prácticamente igual. Solamente se cambió la tapa…

MM: De hecho esto no estaba previsto…

SR: Uy… qué tonta, podría haber traído las maquetas. Tengo las maquetas originales para comparar los dos libros…

MM: Creo que algo hablamos en el primer encuentro. Y viene muy a cuento que no siga ningún orden. Una de las cosas más interesantes, que calculo que habrá gustado en Del Naranjo, es que está a dos colores. No hay necesidad de los cuatro colores. Es algo que es significativo.

SR: Rojo y negro garpa al infinito. 

MM: Está pensado y es muy significativo.

SR: Bueno, toda esa  cabeza, de la cuestión más gráfica salió de ese diseñador que era también director de arte. Porque en ese momento, tanto la ilustradora como yo recién empezábamos, no teníamos mucha idea, entonces el concepto gráfico del libro ya estuvo pautado. Estos cuadritos que parecen acá fueron decisión del diseñador. 

MM: ¿Figura en los créditos o lo borraste?

SR: Todavía figura, pero ya lo voy a borrar. (Risas). Mejor no hablar de ciertas cosas. (Risas). 

MM: Quedate tranquila. Esos temas acá, no. No es la mesa de Mirtha Legrand.

SR: Bueno, pero yo aprendí mucho de ese trabajo, en verdad. 

MM: Primero, es raro, y supongo que habrá sido una enorme sorpresa, que te llamen de una editorial porque leyeron algo en la Web. Para pedirte el texto…

SR: No existe más Imaginaria. Era una idea genial. Alguien que ponga la plata y continúe con eso…Eran gente de edición con un espacio para “nuevos autores”

MM: Eso lo bancaba Telefónica, me parece, acá vinieron Roberto, Eduardo…

SR: Sí ,Telefónica. Una vez, hablando con Eduardo Abel Giménez, me dijo que todo eso está subido a la nube…eso está en algún lado. 

MM: Cuando vos querés saber, por ejemplo, la biografía de un autor, la tenés, pero está hasta hace diez años. 

SR: Pero era muy interesante lo que hacían de juntar un texto con un ilustrador, porque era la forma de pensar un texto con una imagen, al menos una. Y la verdad que a mi generación, dentro de la literatura infantil nos abrió puertas. 

MM: Vos serías de la generación del siglo XXI…

SR: No sé.

MM: ¿Cuándo salió Mateo…?

SR: En 2010. Va a cumplir diez años ese libro. Y fue el primero. 

MM: O sea que sos de la primera década.

SR: En realidad, viste cómo son los tiempos editoriales… Yo había firmado un primer contrato por éste (“Pajaritos en la cabeza”), pero terminó saliendo después.

MM: Pajaritos en la cabeza. ¿En qué editorial está?

SR: En La brujita de papel.

MM: ¿Cómo llegaste a La brujita? ¿Lo llevaste directamente?

SR: Sí, María Laura Dedé, una colega, me comentó que La Brujita estaba buscando material y les mandé este texto, siempre le voy a agradecer mucho a Dedé su generosidad en compartir data, ese de ayudarnos entre todos. 

MM: Sigo con la biografía. Trabajó como redactora de contenidos para estudios de diseño y colabora asiduamente para Santillana, Tinta Fresca, Puerto de Palos y SM. Y eso me abre una serie de preguntas interesantes. Una de ellas y principal, sobre todo viniendo del taller de Iris, que tiene una posición tomada con este tema, ¿cómo es escribir a pedido? Vos además, alguna vez has sido coordinadora de manuales, has hecho pedidos. ¿Qué pensás de eso? ¿Cómo lo vivís? 

SR: Son como las dos caras de la moneda, porque honestamente, a muchos de nosotros es lo que nos da de comer, es nuestro oficio. Después, por lo menos yo, trato de hacer lo más parecido a como yo escribiría, olvidándome de que estoy escribiendo para un manual. Y siempre existe ese conflicto del que hablamos con escritores amigos, esto de que escribir para  manuales está muy encorsetado. Las cosas que no se pueden decir, las cosas que “los chicos no van a entender”…

MM: ¿De qué cosas tenés que olvidarte cuando escribís para un manual?
Asistente: ¿Cuestiones técnicas? ¿Frases? ¿Malas palabras?

SR: Malas palabras, olvidate. Eso no existe. Una vez me pidieron que escribiera una reversión de “El ruiseñor”. Y puse “abeto”. Y el editor me dijo que los chicos no iban a entender qué era un abeto, que pusiera “pino”· ¿Cómo hacen entonces los pibes para adquirir lenguaje? , le pregunté. Si vos me decís que pongo una palabra en el nudo crucial, por la que se quedan afuera de la historia, pero ni aún así. Al editor le respondí que hiciera lo que quisiera, pero que le iba a explicar cómo lo pensaba yo. Le dije que muchas veces se entiende por contexto, le expliqué cómo, todos nosotros, aún al día de hoy, entendemos significados por contexto y adquirimos vocabulario a partir de esto; y que igual  hiciera lo que quisiera. No sé cómo salió al final, honestamente. Porque después no nos dan los manuales para que veamos cómo salió impreso. 

MM: Si los pedís, te los dan…

SR: Bueno, a mí no me llegan siempre. Por otro lado, siguiendo con el tema, soy buena para escribir a pedido. Me pone en movimiento. A mí no se me hubiera ocurrido por mí misma escribir una reversión de “El Ruiseñor”- Hay muchos escritores que dicen que agarran todo lo que escribieron para los manuales, y después lo juntan y hacen un libro. A mí, todavía no me pasó, pero sirve también como un empujoncito, es una manera de producir.

MM: En general lo reescriben. 

SR: Estoy segura de que después vuelven a editarlo. Depende de también para qué editorial.

MM: Además, cuando se escribe para un manual los textos tienden a reducirse, porque te piden cantidad de caracteres…

SR: Hay una cosa que escribí que ahora estoy haciéndola con una ilustradora, con Paz Tamburrini. Porque estaba bueno el cuento, realmente me gustó, y había quedado muy corto, estaba como comprimido, después lo reescribí, sin ese corsé de tamaño o de la cantidad de caracteres… me habían pedido una historia que hablara de la familia, que tuviera un conflicto, en ochocientos caracteres…Lo mejor que se puede en esa cantidad de caracteres, y luego si la historia funciona y me gusta, la hago más larga, la tomo para mí y le doy aire.   

MM: Lo que suele ser más difícil es eso. Que en tan poco espacio puedas meter un conflicto. Sin embargo tenés mucha experiencia con primeros lectores. Vos metés, en historias cortitas, un problema. Tenés oficio.

SR: Claro, sí. Porque si no se vuelve insulso.

MM: Claro, si no pasa nada… Bien. Sigo con la biografía. Dicta talleres sobre libro álbum, libro ilustrado y libro objeto, así como también sobre los procesos de armado, idea y construcción de un libro. Es algo bastante buscado. ¿Cómo andan esos talleres?

SR: Me gustaría trabajar mucho más. Me gusta mucho dar talleres, porque a veces uno siente que no tiene nada para enseñar pero después te das cuenta de que la gente está re ávida de eso. Que no tienen idea o que le faltan muchas herramientas, ver libros, ver cómo resolvieron estructuras. Sobre todo cuando viajás al interior y notás que los libros  no llegan, no llega la información o hay poca capacitación, entonces cuando vas a dar esos talleres te lo agradecen de verdad. Les das herramientas; yo cuento procesos y sobre todo, muestro libros. Es como una guía lectora. Voy mostrando libros de autores de acá y de afuera, mostrando cómo resolvieron cosas, para poder transmitir esas herramientas. Me gusta mucho dar talleres. Yo también aprendo un montón. Una vez fui a dar uno a Morón, a una escuela de dibujo y la gente llevaba sus ideas. Algunas súper avanzadas, sobre todo de ilustradores, y otras muy verdes.  Hay que saber decir también, sin mentir, pero sin herir, porque la gente va muy entusiasmada a mostrar lo que tiene. Me acuerdo de una chica a la que le dije que lo que traía era casi como un libro personalizado. Porque era un libro para el cumpleaños del sobrino. Viene mucha gente que se acerca al libro de diferentes maneras, pero siempre creo que los talleres, el intercambio real y verdadero, es muy valioso. 

MM: Tenemos varios escritores que suelen venir. Alejandro Alonso, Laura Ávila, que hoy está en rol “fotógrafa”, está Cucho Cuño, ilustrador, y allá Diego Moscato de camarógrafo. Y está Natacha Goransky, que viene siempre. La gran mayoría de tus libros son libros ilustrados, o libros álbum, después nos vas a decir cómo ves la diferencia. ¿Cómo es tu relación y tu trabajo con los ilustradores? 

SR: Codo a codo, en la medida que puedo. Llegué a una situación en la que me siento muy privilegiada, porque en muchas editoriales me dejan trabajar libremente con ellos. Al principio presentaba los libros maquetados, pero es difícil pedirle a un ilustrador que te ilustre todo un libro con cero dinero, a futuro. Tuve suerte porque siempre me los publicaron. Entonces ahora muestro la historia con tres ilustraciones finales, en las que ya se ve el concepto gráfico, si sos un buen editor, ya te das cuenta por dónde va. De esa manera, me garantizo que el concepto gráfico del libro sea parecido a lo que yo tengo en la cabeza. Porque cuando escribo siempre me aparece eso. No me aparece un ilustrador especialmente, pero sí me imagino el tipo de ilustración. Si es algo más despojado… Yo soy amante de lo despojado, como verán, sobre todo en libros para más chicos. 

MM: Con Cucho hiciste López, ¿verdad? Los dos…

SR: Sí. Aguante López.

MM: Aguante López. ¿Llevaron el libro terminado a la editorial? 

SR: No. El caso de Cucho es bastante diferente. En el primer López trabajamos por separado. En el segundo, ya nos conocimos y lo enloquecí. Nos enloquecimos mutuamente. (Risas). Y ahí empezamos a trabajar juntos. 



MM: En el primer encuentro del Laboratorio para primeros lectores yo traje un cuento que trabajé con una editora, cortado en distintas partes que podían ser ilustradas. ¿Cuando trabajás con un ilustrador le llevás la idea de dónde van los dibujos?

SR: No, confío plenamente en ellos.  Lo que hago normalmente, es agarrar el texto y dividirlo, más o menos, en la cantidad de páginas. En un standard que es catorce dobles. Pero eso puede variar, un pedazo de texto puede agrandarse, borrarse en función de lo que me proponga el ilustrador. Yo tengo mis propias imágenes en la cabeza, voy con mis ideas, los vuelvo locos, pero muchas veces ellos proponen cosas superadoras y ese es el intercambio súper enriquecedor. 

MM: ¿Te piden cambios? ¿O agregados de texto?

SR: No, más bien quieren volar el texto y yo estoy de acuerdo, en general.

MM: Cuanto menos texto, mejor para ellos…

SR: No necesariamente, pero a veces sí. Es un ida y vuelta, muy enriquecedor. Quería mostrar este libro, que no vende nada y es un libro que amo. 

MM: Fernandito. ¿Por qué?

SR: Porque es raro, es muy cómic; es una imagen muy explotada, pero yo lo amo.
Asistente: Pero ahora que el cómic gusta tanto…

SR: Sí, pero viste que está en el medio. Tampoco es cómic, cómic. Todo esto venía a que con Verito Rivarola, que es con quien hicimos “Fernandito”, ella agregó un personaje que yo jamás lo pensé ni lo imaginé, que es este pajarito, que aparece a lo largo de todas las páginas y va opinando acerca de lo que va pasando. Yo no le dije que tenía que existir un pajarito, el pájaro no existía en mi texto, pero ella lo creó y me pareció genial que existiera ese personaje. Es como un relator en off que va opinando.

MM: ¿Y la opinión es de Verónica Rivarola o es del lorito?

SR: Es del lorito. Pero va siguiendo la trama. Todo mal con Fernandito. 

MM: Explico la pregunta. Acá, Fernandito, que está por meter el dedo en una vela dice: “No duele, no duele”. El texto dice: “O ponía su dedo en la llama, y pensaba: “No duele, no duele”. Quedaba rojo. Pero no dolía “tanto”. El texto que piensa el lorito…

SR: Eso lo puso Vero. “Una curita”.

MM: Vos no le dabas texto al loro. 

SR: No, ella lo agregó.

MM: Isol es súper exitosa y tiene un estilo parecido.

SR: Pero no soy Isol. (Risas).

MM: Pero estos ojos de loco que tiene Fernandito…

SR: El otro día hablábamos con Laura Ávila de por qué a un libro le va mejor o peor… Tal vez es la editorial, tal vez no era un libro para esa editorial. No sé decirte…

Asistente: ¿Cuándo lo sacaste? 

MM: Dice 2015. Bien. Última cosa de tu biografía, antes de hablar de cada uno de los libros. Actualmente cursa la carrera de Edición en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. ¿Seguís cursando?

SR: Sí; este cuatrimestre estuvo un poco difícil. La voy cursando muy lentamente.

MM: ¿Y para qué? diría un vecino.

SR: Porque quiero tener ese título que nunca tuve. 

MM: Para colgar el diploma…

SR: Me quedó de mi papá. Porque quería que tuviéramos un título y yo me resistí, me resistí. Un título es algo que dice que vos sabés hacer algo, que yo sé hacer, pero no tengo título que lo corrobore, por eso supongo, tengo esa pelotudez en la cabeza. Es no tener que demostrar que sabés hacer algo. Pensando bien en tu pregunta, realmente voy porque la facultad me pone la cabeza en movimiento. Concretamente. La otra vez cursé Epistemología, leí autores que de otra manera no hubiera leído. Por supuesto, había veinte pibes más jóvenes que yo. Divinos. Y de golpe éramos veinte personas hablando de política, relacionando autores sin los celulares de por medio. Es un lugar de encuentro. Amo Filo. Me encanta la facultad. Después, estoy tratando de cursar las materias interesantes, así que no sé si voy a terminar, porque voy a hacer todas las que me interesan al principio, y hay que ver si después soy capaz de cursar mil otras que no me interesan. Cursé materias muy interesantes, como Fundamentos de la Producción de Impresos, donde se ve todo el trabajo que se hace en la imprenta… ahí se abre un mundo. Me gustaría que hubiera más seminarios. Me perdí un seminario de Tipografía en verano. A mí me gusta mucho lo de la imprenta por esa cuestión del oficio.

MM: Eso te da un background interesante, porque la verdad es que la mayoría de los escritores no sabemos mucho de esto. Que tengas una idea de diseño y que además te interese la producción de imprenta…

SR: Me gusta el libro como objeto. Soy muy hinchapelotas. Me gusta comprarme un libro que me guste desde la tapa. Que la tipografía sea fácil de leer, que me gusten las ilustraciones… Ni hablar de que el texto tiene que estar y ser bueno, bancarse por sí mismo. 

MM: Por ejemplo, estos son dos. Marisa y Violeta y Casimira, no son libros ilustrados…

SR: Porque son los únicos dos que son para más grandes. 

MM: ¿Vas pidiendo igual que te manden los dibujos, que te manden bocetos?

SR: Sí, pero las editoriales no me da bola. En el de “Marisa y Violeta” me escribe por privado, por Facebook el ilustrador, “Silvina, terminé de hacer tu libro”. ¿What? Yo estaba en el colectivo. Le pedí que me mandara todo. No había visto nada. No sabía ni a quién habían elegido. Resultaron ilustraciones hermosas, pero me hubiera gustado participar, para enloquecer a algunos. … 

MM: ¿Qué hubiera pasado (eso suele pasar) si no te gustaba?

SR: Se lo hubiera dicho. Pasa que los escritores tenemos que aprender a argumentar con las editoriales. Descubrí eso. Yo soy re leche hervida. Tengo que sentarme y redactar un mail tranquila. Sé que eso funciona. Cuando vas argumentando y argumentando, muchas veces la ganás. 

MM: Ahora sí vamos a ver el montón de libros que ha publicado Silvina en poquísimo tiempo. El primero en 2010. En menos de diez años, por lo menos quince libros. Mateo y su gato rojo, de Del Naranjo, que estuvimos mirando, obtuvo el premio a las categorías Colección e Ilustración de ALIJA en 2010, y fue incluido entre los altamente recomendados de Fundalectura IBBY Colombia en el 2013. Y seleccionado como uno de los diez mejores libros álbum de la Argentina, por la Federación Internacional de Bibliotecarios en el 2012. ¿Cómo inciden los premios?

SR: Es una cucarda. Para mí, los premios son como una cucardita que siguen las editoriales y los que estamos en el medio, los lectores, para diferenciar un libro de entre la cantidad enorme de libros que salen.

MM: ¿Sentís que de alguna editorial te han llamado por eso?

SR: Cuenta. Me parece que sí. Por ahí es puro azar.

MM: Casi no hay nada al azar. 

SR: Lo que pasa es que para mí ese libro fue una carta de presentación. Porque fue el primer libro que edité, ganó esos premios, y de repente en el ambiente funcionó. La gente miraba el libro. Yo siento que me abrió  puertas. Éste en particular.

MM: Fue traducido, además. 

Asistente: ¿Cómo hicieron para trabajar las ilustraciones? Vieron que tienen como dos niveles, uno es el nivel de la realidad, y otro lo que el nene vive. ¿Esa fue una idea tuya o del ilustrador? ¿Cómo hicieron?

SR: Por ejemplo, ¿esta imagen, en la que aparece el gato adelante?

Asistente: Viste que él dibuja en una libreta para el gato. ¿Cómo hicieron para plasmar eso, para tener esas dos líneas de relato?

SE: Eso lo hizo la ilustradora. No le dijimos que dibujara un gato de cierta manera. Sí estaba como un concepto, pero el relato de la escena lo eligió la ilustradora. 

Asistente: Vos hablaste del diseño del libro. Ahora hablás de la ilustradora. Son como dos planos diferentes. 

SR: Sí, eso es algo que la gente tiene muy confundido…

Asistente: Yo. Porque hablaste de un hombre que fue tu compañero, y ahora hablas de la ilustradora…

SR: Un diseñador tiene texto e ilustraciones para meter en tanta cantidad de páginas… Corregime, Cucho… va eligiendo todo, la tipografía, el tamaño de la tipografía, todo tiene una razón de ser. Uno abre el libro y lee primero esta página, después esta… Todo tiene que ver con ese timing que se va armando en la lectura. Se manejan muchos elementos, no solamente la lectura del texto. Hay lectura de imágenes. El diseñador es el que elige cómo van a estar ordenados esos elementos, la distribución espacial. 

Cucho: Es como el que marca el ritmo, como el director de la orquesta. Vos podés tener un montón de ilustraciones, pero si no acompañan al texto, y el texto y las ilustraciones no van marcando un ritmo en el libro, se nota. Cuando el diseñador es bueno, no se nota que estuvo. 

SR: ¡Claro! Es como magia. El otro día tuve por primera vez un trabajo que me encantó hacer, que fue la lectura crítica de una colección de libros para chicos. Gente que no tenía mucha idea de cómo hacerlo. Entonces les decía que el planteo del texto estaba raro, que estaba mal cortado, y les decía que consultaran con el diseñador, porque tiene re claro qué cosas no se pueden cortar, dónde se ubican los textos, los márgenes, hay un montón de cosas a tener en cuenta. Es como dice él. Es como un director de orquesta, que si está todo bien hecho, desaparece. Nadie sabe quién hizo eso. Hace magia, pero detrás de escena. Pero sí se va a ver si está mal hecho. Si corta las ilustraciones por donde no tiene que cortarlas. Por ejemplo, una cosa que nunca corregimos al final, esto está muy abajo. ¿Qué opinás, Cucho? (refiriéndose a una imagen y texto del libro de Mateo)

Cucho: Que tengo que ponerme más aumento en los lentes. (Risas). 

SR: No lo ves. Está como un poco apretado. A veces hay una conexión entre las imágenes y el peso, y no tiene que estar apretado. Tiene que tener aire, esos son los genios de los diseñadores que saben trabajar mucho con eso. 


MM: Hay una cosa que se dice mucho, y es que los escritores, podríamos decir que los ilustradores también, no escriben libros. Escriben textos o dibujan ilustraciones. Los libros los hacen los editores, que es el otro trabajo que está detrás. No solo el del diseñador.

SR: El director de orquesta, en realidad, es el editor, cuando tenés la suerte de tenerlo...

MM: Claro. Esta fue una idea que se le ocurrió a Silvina con su compañero de ese momento. Que la trasladó a Lucía, que es la ilustradora, y que un diseñador trabajó. Muy probablemente  bajo la batuta del que sería el verdadero director, que es el editor. Si el editor es bueno. Si no, puede que desligue y que diga que lo armen ustedes tres y ya está. Pero es interesante, porque son dos oficios, tanto el del diseñador como el del editor, que no se ven. Apenas en la página de Legales, y con suerte, dice que diseñó tal persona. Y encima ahora al que diseñó lo van a borrar, pobre. (Risas). 

SR: ¿Vieron qué injusta es la vida?

MM: Por ahí se lo merece. (Risas). Y en la edición, muchas veces no dice quién es el director de colección, o quién está trabajando detrás.

Asistente: El director de colección sería el editor…

MM: A veces hay un editor general, y un director de colección en particular. A veces es la misma persona.

Asistente: Hasta hace un tiempo, el ilustrador no figuraba. 

MM: ES como “Casa Tomada”. Antes éramos solo los escritores, después vinieron los ilustradores, después va a decir que Silvina Rocha diseñó tal cosa, y que otra persona editó tal otra, y cada vez vamos a dividir más los derechos, y todos nos vamos a morir de hambre, pero democráticamente. Con Mateo y su gato rojo empezaste con todo, no solo porque tuviste varios premios sino porque en seguida fuiste traducida. Tu primer libro fue traducido al portugués. ¿Tenés esa traducción?

SR: Sí. Se lo tuve que mandar a comprar a mi hermana que viajó a Brasil, porque nunca me llegaron los ejemplares. 

MM: ¿Y cobraste algo?

SR: Ni en pedo. (Risas). Un cifra mínima. Lo que cobrás es el adelanto de regalías. Entonces, como uno sabe que las regalías después no van a aparecer, uno debería negociar ese adelanto mucho más fuerte. Decíamos el otro día con una editora, que en realidad las traducciones son chapa para el libro. La gente cree que cuando te traducen ganás un montón de dinero. No estaría siendo mi caso, no sé si no hay otra gente que sí lo gana. 

MM: Stephen King sí. 

SR: Tal cual! La versión brasilera es un formato más grande, estaba bueno. Incluso tenía un poco más de aire.

Asistente: ¿Con otra ilustración y otro diseño?

SR: No, no. Cuando lo traducen las ilustraciones siguen siendo las mismas. 

MM: Depende…

SR: ¿Hay algún caso en el que hayan cambiado?

MM: Yo te puedo contar uno. El ¿Quién soy?, por ejemplo, que es un libro de nietos reencontrados, que es un formato grande y la ilustración de tapa es de Itsvansch, se tradujo al italiano y en la edición de Italia la ilustración de tapa es de Pablo Bernasconi, la famosa de las Abuelas persiguiendo a la mariposa con el pañuelo. 

SR: ¿Pero tiene las mismas adentro?

MM: Las mismas. Pero cambiaron la tapa, no tiene el juego de la ventana, que es fundamental. Se perdió por una cuestión de costos, y porque era más pregnante el dibujo de Pablo.

SR: Sí, la importancia de las tapas. Son fundamentales.

MM: Tus libros tienen muy lindas tapas. 

SR: Sí, son fundamentales, la tapa es fundamental, te cuenta eso que vas a encontrar adentro del libro pero resumido, en un flash. 

MM: Bueno, después de Mateo y su gato rojo viene Pajaritos en la cabeza, porque habías firmado ya el contrato, ilustrado por Mey, publicado en La brujita de papel, hace un tiempo. Con una idea muy interesante, la de hacer literal la metáfora. Tiene la cabeza ocupada por los pajaritos. ¿Cómo surge esta historia? 

SR: De eso mismo que vos decís. Esto alguien me lo criticó una vez. Como que la nena no se hace cargo del rollo. Y para mí no era un rollo. En realidad la pobre pendeja está con un montón de cosas en la cabeza, que no son importantes. A mí me interesaba mostrar eso, el ruido que aparece a veces en la cabeza. Amo como trabaja Mey. “Por qué los elefantes prefieren jugar a la Mancha” está también ilustrado por ella.  Hablando de ediciones, me gustaría mucho que este libro tuviera lomo… 

MM: Igual, estos libros no suelen estar de lomo en las librerías. Son de mesa.

SR: No se me había ocurrido pensarlo así. Es como una revista…

Asistente: Está en las mesas…

SR: Ojalá…

MM: De las editoriales más grandes, Norma, Loqueleo, SM,  los libreros ponen los libros de canto. Porque conocen la serie.

SR: ¿Lo decís por el dibujo, que si no, no se ve? 

MM: Ese no es un libro de prescripción, no es un libro para la escuela, que van a adoptar los chicos de segundo grado…

SR: Sin embargo en escuelas ese libro funcionó siempre muy bien. Para Pre Lectores. Para chicos de cuatro, cinco o seis. 

Asistente: ¿Cómo se llama?

MM: Por qué los elefantes prefieren jugar a la mancha

Asistente: Es como de los campeones de venta de Pequeño Editor. Yo hablé una vez con Raquel Franco y hablaba muy bien del libro. Decía que era uno de los favoritos. De los que los chicos más buscan, como muy querido en la editorial. 

MM: El título es muy ganchero. Además, la respuesta es obvia, pero hay que ver el desarrollo.

SR: Es simple para los chicos. Tiene su trama y su conflicto, pero es para chicos bien chiquitos. 

Asistente: Ese es el que ganó los premios nacionales, ¿no?

SR: Sí. 

Asistente: Es un libro álbum, así que es más groso todavía. Es un libro hermoso. 

MM: Se vino con hinchada. (Risas).

SR: Es un libro que yo quiero horrores. Es el que le compite cuerpo a cuerpo a Mateo, es muy representativo para mí. Hablando de premios, primero cayó el White Ravens. Cuando nos dijeron que habíamos ganado ese premio, yo no sabía qué era el White Ravens y parece ser que es importantísimo…

MM: Explicá, porque no todos saben lo que es…

SR: Es un catálogo que hace una biblioteca de Alemania, que elige… como si te dijera… ochenta libros en sesenta idiomas entre un montón de países. Aparentemente es un catálogo muy visto afuera. Como si fuera el de Fundalectura. Los editores lo ven. Cuando Raquel, la editora de Pequeño Editor, me llamó para avisarme y me contó del premio, me di cuenta de su importancia.

MM: ¿Y no hubo posibilidades de traducirlo, como pasa con muchos de los que llegan a los White Ravens?

SR: Bueno, está traducido al inglés, por una editorial chiquita, en Canadá.

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