Mario Méndez: “Muchos escritores y escritoras del mundo de la LIJ andamos con la mochila al hombro”



En el cierre de la segunda Feria Infantil del Libro y la Tecnología “T-Leo Veo”, realizada por la Biblioteca del Congreso, Marcela Weiss y Verónica Dematey entrevistaron a nuestro compañero Mario Méndez. Un grato momento de charla, casi de café, que se hizo precisamente en el café de la Biblioteca, frente a una treintena de oyentes y la simpática mirada de mural de Ricardo Piglia, nada menos.


Marcela Weiss: Buenas tardes, cómo están. Queríamos agradecerle a Mario Méndez que está cerrando la segunda Feria del Libro de la Biblioteca del Congreso en la que hemos tenido un montón de actividades, en muchas de las cuales estuvo Mario, así que lo aprovechamos un montón, nos leyó unas cosas muy lindas, y tenemos muchas ganas de preguntarle muchas cosas para lo cual vamos a charlar un rato con él. Así que bueno, bienvenido a la Biblioteca.

MM: Muchas gracias.

MW: Bueno, Mario es docente, escritor, editor, estudió cine, es hincha de River…

MM: Sí, eso sobre todo.

MW: Pero también Mario hace mucha difusión, de lo que sabe y nosotros queremos hacer mucha promoción y difusión de la lectura, entonces queríamos compartir con vos, no solo lo que hacés en Bibliotecas para Arma, sino un poquito más. Estuve leyendo que hiciste promoción en lago Puelo en una escuela hace mucho tiempo.

MM: Sí, con el Plan Nacional de Lectura, que casi ya no existe, lamentablemente. Hicimos varios viajes al interior del país y uno de los más agradables y fuertes, si se quiere, fue en la escuela hogar que funciona en el Parque Nacional Puelo, que es cruzando el lago. Los chicos están una semana y después tienen una semana en la casa. Tienen que ir caminando cruzando el bosque, en vehículos preparados para ese terreno, en moto, o a caballo o en sulky. Fue muy bueno porque en ese momento mi hermano Víctor trabajaba en el Plan Provincial de Lectura de Chubut, así que me acompañó y ayudó a que se generara todo un proyecto.

MW: En ese Plan estuviste en Toay también. Son lugares que quedan muy lejos, a veces nosotros vamos con el Bibliomóvil, y vienen de las escuelas cercanas.

MM: Yo no me acuerdo exactamente cómo era Toay, pero cerca de Toay, en La Pampa, en ese mismo proyecto, me acuerdo de que escribí un cuento. Hay un pueblo que se llama Trebolares, que está cerca de General Pico. Es un pueblo que deben ser tres manzanas o cuatro. Y muchos de los chicos de esa escuela, que eran “chicos problema”, de la ciudad de General Pico, que iban todos los viernes a esa especie de escuela de aislamiento que era la de Trebolares. Y ahí era muy fuerte el trabajo de la biblioteca popular. A la tarde, a contra turno, los pibes iban a tomar la merienda y se leía… estaba buenísimo. La presencia de las bibliotecas en todos esos pueblos tan aislados es muy importante, y cuando reciben a un escritor, un narrador, o un especialista está muy bueno.

MW: En una actividad que se hizo ayer, los chicos estaban en primera fila con el libro de Mario, y cuando dijo que ya no era más maestro dijeron: “Uh”. ¿Se registra de este lado lo que era para el público?

MM: Sí. Yo empecé en la literatura infantil, básicamente porque era maestro. Yo escribía para grandes, porque era un muchacho de veintipocos años, y la verdad es que casi no tenía contacto con chicos. No tenía hijos, mis hermanas ya eran grandes… Hasta que no empecé a ejercer como docente yo no tenía contacto con el posible lector que eran los chicos. Y cuando empecé a trabajar en grado, y a leerles y a conocer la literatura infantil, que desgraciadamente en el profesorado ni se veía, ahí empecé a escribir para chicos y no me fui más.  Si bien de vez en cuando escribo algo para grandes, lo mío es escribir para niños y jóvenes.

MW: Decías que empezaste escribiendo para grandes. Uno de tus cuentos, que no pude leer tuvo una nominación…

MM: Es cierto, lo que pasa es que no era un cuento para chicos. Era un cuento “con chicos”, como decía Álvaro Yunque. Lo que él escribía era bastante oscuro, bastante duro; y este cuento mío, que se llama “Notas”, que no era para chicos ni de cerca, era un cuento en el que un pibe se suicidaba. El cuento se publicó en una revista universitaria, y ganó un premio en un concurso universitario en Mar del Plata. Yo era muy chico, tenía dieciocho o diecinueve años. Era un cuento bastante trágico, escrito por ese pibe que yo era a esa edad. Y tenía un nene que terminaba ahorcándose.

MW: Aparte de hacer todo lo que dije, Mario codirige la editorial Amauta y una colección de la editorial Crecer Creando. También hace entrevistas a escritores, que salieron publicadas en un libro que se llama Entrelíneas.

MM: Sí. Tendría que haberlo traído. Entrelíneas fue un proyecto que sacamos con Bibliotecas para armar y editamos entre Cabiria y Amauta. Conseguimos un subsidio del gobierno de la ciudad, y lo editamos entre esas dos editoriales muy pequeñas. Son las primeras veinte entrevistas que hicimos en este ciclo. Queríamos editar más, pero no pudimos volver a hacerlo. Tenemos el material, que son por lo menos cuarenta o cincuenta entrevistas más. Todas esas entrevistas se desgraban, arduo trabajo que realiza María Pía Chiesino, y las subimos a la publicación digital de Bibliotecas para armar, que se llama Libro de arena. Así que todo puede encontrarse en la Web.

MW: Las hacen en un espacio muy lindo, La Nube…

MM: Es muy lindo, sí. Fuimos pasando por distintos lugares. Empezamos, si mal no recuerdo, el la Casa de la provincia de Chubut… No, empezamos acá pero no era acá, era en la esquina de Yrigoyen, en el Museo del Senado. La primera entrevistada fue Adela Basch, en el año 2006.

MW: Que además fue tu primera editora…

MM: Sí. En 2006 me acuerdo de que hicimos un encuentro, con los seis más amigos de ese momento. Cinco escritores y una editora: Adela Basch, Fernando Sorrentino, Carlos Schlaen, Andrea Ferrari y Susana Aime que era la directora de SM. Los entrevisté a ellos seis. Al año siguiente creo que volvimos a ese museo, después paseamos por varios lugares, y ahora estamos muy instalados en La Nube. Es un lugar que si no lo conocen se los súper recomiendo; es la biblioteca especializada en literatura infantil más importante del país.

MW: Ya que vos tuviste la suerte de hacerles tantas entrevistas a escritores cercanos a la literatura infantil y juvenil, en ese ámbito, ¿hay algo que notes que deje de marcar a la literatura infantil y juvenil como género, tal vez?

MM: Ese es un tema con el que se viene peleando desde hace años, desde que se creó como género editorial la literatura infantil y juvenil. Incluso desde la teoría, Para una literatura sin adjetivos. Muchas especialistas, escritoras importantes como Graciela Montes o María Teresa Andruetto, que vienen bregando para que se la considere una literatura mayor, una literatura como cualquiera. Lo que pasa es que es un género editorial fundamentalmente, y hay una especialización de las editoriales para publicar libros destinados a chicos o a jóvenes. El origen común es el de toda literatura, son los cuentos tradicionales que se contaban frente al fuego y que recopilaron los Grimm o Perrault, o Andersen. O los cuentos folklóricos. Y los cuentos juveniles son apropiaciones.  Dumas, Verne o Salgari, escribían para adultos. Después se los apropió el público joven. Salinger, que es el fundador de la literatura juvenil con El guardián entre el centeno, escribe una novela para adultos, que después se la apropiaron los jóvenes, y se transformó en un ícono de la literatura juvenil.


VD: Yo quiero preguntarte a vos que te gusta tanto el cine y escribís tan bien, ¿hay algún libro tuyo que pienses que puede ser parte de una película?

MM: A mí me gustaría cualquiera, no tendría ningún inconveniente en firmar la cesión de derechos, para que se filmara cualquiera. Estuve cerca con El tesoro subterráneo. Un productor y un director visitaron la editorial SM, pidieron autorización y los mandaron a hablar conmigo, charlamos, y por supuesto les dije que sí. Les pedí como condición amistosa que me permitieran colaborar en el guión. Porque yo estudié cine, y me encantaba participar. Y llegamos hasta las semifinales pero no más allá, porque no nos dieron el crédito. Sin un crédito del INCAA se hace muy difícil continuar.

VD: ¿Actores o animación?

MM: Cualquiera de las dos cosas, en corto o medio metraje, me encantaría verme en el cine. Ahora tengo una pequeña esperanza pero no la quiero quemar. Un amigo cineasta me pidió una novela para leerla, quizás quiera ver la posibilidad de adaptarla.

Asistente: Yo estaba escuchando atentamente, y me encantó la expresión “apropiarse de la literatura”. Sé que sos un gran lector. ¿Qué libro no escritos por vos considerás que te apropiaste?

MM: Uno del que me apropié y tomé el personaje y lo usé sin ningún prurito, es Sherlock Holmes. Justo ahora en Bibliotecas para armar estamos con un ciclo de versiones, al que le pusimos “perversiones” también; y yo tomé a Holmes porque es un personaje que vengo leyendo desde que tenía diez años, y cuando me propusieron clásicos contemporáneos, pensé en usar a Holmes pero no en esta época. Lo que hice fue trasladarlo a la Argentina, en la época en la que vivió, en 1905, o por ahí. Que “vivió”, así, entre comillas. Yo había entendido que entre lo clásico y lo contemporáneo era casi una obligación de la colección, que una parte transcurriera en el presente.  Dos chicos actuales que encontraban un manuscrito sobre Holmes en Buenos Aires escrito a comienzos del siglo XX, y lo comentaban, y lo leían además; una aventura en paralelo. Y después las editoras me dijeron que esa parte les ralentizaba la lectura. Los libros terminan siempre en la edición, y suelen mejorar, por cierto. Me propusieron seguir solamente con Sherlock Holmes en 1905 en Buenos Aires. Así que tan contemporáneo no es; lo que hice fue traerlo a estas tierra. Después me enteré de que no fui original, de que ya estuvo Holmes en Brasil, y en otros lugares, pero yo no lo sabía. La apropiación está a la orden del día, uno se apropia de géneros, se apropia de personajes… El detective del policial negro, ya que estamos con Holmes, el de la otra cara del policial, tipo Philip Marlowe o Sam Spade… yo escribí un par de policiales negros con el prototipo de ese detective.

MW: Y vos que sos un escritor tan versátil, ¿en cuál género te sentís más cómodo a la hora de escribir? ¿O te da exactamente igual?

MM: Es difícil esa pregunta, porque decir exactamente igual sería como decir que yo escribo cualquier cosa sin problemas. “Escribo cualquier cosa” podría ser el título. “Mario Méndez escribe cualquier cosa” (Risas). Te diría que el policial de deducción (que tengo un solo libro de cuentos), es el más difícil para mí, porque incluso en esta adaptación de Holmes, lo más difícil, lo que me generó más dudas, es si se resuelve bien, porque es un mecanismo casi de relojería. Porque no tenés que trampear al lector, no tiene que pensar que lo resolvés fácil. Lo hice poco porque es el más difícil. Creo que donde más cómodo me muevo es en ficciones contemporáneas e incluso con lo histórico. Muchas de ellas tienen como saltos al pasado. Historias de aventuras que muchas veces tienen protagonistas adolescentes, temáticas actuales y con referencias al pasado. Cabo Fantasma, El viejo de la biblioteca, Ana y las olas… historias que ocurren ahora, pero tienen una referencia en el pasado histórico.


MW: Si lo leen a Mario van a ver ese manejo del tiempo a los saltos, va y viene, regresa, vuelve al pasado, tiene esa versatilidad que no es fácil.

MM: Creo que es un legado de la idea de montaje, de cuando estudié cine. Muchas veces lo que hago es cambiar el orden de los capítulos que en una primera escritura están de otra forma. Los cambio de lugar, los reescribo; esta idea de que el montaje final es lo que queda en la novela me parece que viene de cuando estudiaba cine.

MW: Mario además es docente en la carrera de Edición. Y no sé si en esa carrera o en la escuela primaria o secundaria ¿llegó a tus manos algo que no hubiera llegado por elección? Viste que a veces hay cosas que se leen por placer y a veces nos lleva un trabajo arduo, que se complica, y tal vez algunos textos nunca hubieran llegado a nuestras manos si no hubiera sido por la mediación escolar o de la universidad. Ahí, a veces por prejuicio uno no toma cierto material. ¿Hay algo que  vos no hayas elegido y llegó a tus manos?

MM: Y sí. Leer es un placer la mayoría de las veces, pero otras veces, y sobre todo cuando trabajás como editor, hay cosas que te llegan y te das cuenta de que les falta, o de que ni empezaron. Y muchas veces, así como mis libros terminan en la edición, yo he ayudado el trabajo de algunos colegas terminen con mi trabajo como editor; un trabajo que no se ve y que ayuda a que el libro florezca. Tuve la suerte de recibir proyectos que pude ayudar a que terminaran mejor. Y a veces yo he escrito a pedido, cosas que nunca se me hubieran ocurrido. A Conan Doyle lo leo desde chiquito, y no se me había ocurrido tomar el personaje de Sherlock. Lo hice porque estaba el marco de la colección de Clásicos contemporáneos…

MW: ¿A pedido fue también lo de Quién soy?

MM: Sí.

MW: Era un proyecto que estaban armando nietos recuperados, con escritores e ilustradores de Calibroscopio. Y faltaba una historia, como para seguir buscando las identidades…  Lo llevaron a Abuelas… contalo vos…

MM: Sí, ese es el libro, quizás, del que estoy más orgulloso. Cuando los chicos me hacen entrevistas, la pregunta clásica es cuál es de mis libros el que más me gusta. Incluso, generalmente, esperan que sea el que ellos están leyendo. Yo por lo general les digo que no puedo elegir, que los libros son un poco como los hijos. Uno no elije, sabe que son diferentes pero los quiere igual. Pero sin dudas, haber participado de un libro como ¿Quién soy? es algo que me enorgullece. No sé si es el mejor, pero sí me parece que es un libro necesario. Hay muchos libros publicados, unos cuantos de ellos por mí,  que pueden gustar o no gustar, y no pasa nada. El ¿Quién soy? sí me parece que debe estar. Porque me parece que tomar la historia de los nietos reencontrados, las cuatro historias que se eligieron para que formen parte del libro, y llevarlo a las escuelas, sí mueve la aguja. A mí me tocó entrar en el libro cuando había empezado. María Teresa Andruetto había escrito sobre los hermanos Marcelo y Victoria Ruiz Dameri, Paula Bombara había escrito sobre Manuel Goncalvez, un chico que sobrevivió a una masacre escondido en un placard, y el tercer caso fue uno de los primeros, el de Jimena Vicario, de la que se supo la identidad a los ocho años, y a la que un juez, “salomónicamente”, la hizo vivir con la doble identidad: durante una semana se llamaba Jimena Vicario, y vivía en Rosario con su familia de sangre, y durante otra semana estaba con su “mamá de adopción”, que la había rescatado del hospital de niños, con el otro nombre, con otra familia y en otra escuela. Ese fue de Iris Rivera, con ilustraciones de María Wernicke. Y ahí pasó lo que mencionabas vos, llevaron el libro a Abuelas, y faltaba una historia que no estuviera cerrada, en la que los nietos no hubieran aparecido. Y apareció el caso de Sabrina Gullino, cuyos padres son famosos porque están en la película Operación México y en el libro de Dri. Es una historia dolorosísima, ella se enteró a los treinta años quienes eran sus verdaderos padres, y se enteró de que junto con ella su mamá, Raquel Negro, había tenido un mellizo varón del que todavía no hay noticias. Para mí, haber participado de ese libro es un enorme orgullo por dos cosas: no solamente por las compañeras escritoras que estuvieron ahí, sino porque cuando lo leyó (a mí me daba mucho miedo, no me estaba metiendo con Sherlock Holmes, era una persona de carne y hueso), Sabrina me dijo que esa era la carta que ella hubiera querido escribirle a su hermano. Ya está. La medalla es esa. Y la otra cosa importante es que el libro está en la caja que todos los nietos recuperados tienen, esperando en la casa de Abuelas. Para cada chico que se está buscando hay una caja que tiene un medallón, o un pañal, o algo que se ha recuperado y en la caja del hermano de Sabrina está el libro, esperando el día en que pueda leerlo.

MW: Nosotros en el Bibliomóvil lo leemos un montón. Algunas historias alguna vez, otras otras. Es un muy buen material para trabajar.

MM: Sí, la verdad es que con ese libro estoy muy orgulloso y muy contento de haber hecho algo que creo que es muy importante.

VD: Tengo una imagen de Mario, y es que cada vez que lo veo tiene una mochila colgada. Si tuviera que definir a Mario Méndez…

MM: El hombre de la bolsa. (Risas).

E: No, vos te calzás la mochila al hombro y vas. Y me parece que esto que decía Marce de las escuelas y del Plan Nacional de Lectura y de las distintas escuelas de la Argentina, eso es Mario Méndez. Y está buenísimo. Y llegás con tu literatura a lugares difíciles, y eso hace referencia a lo que te quería preguntar, ¿qué pensás de las políticas educativas en cuanto a la literatura? El Plan Nacional de Lectura ya no está…

MM: Por un lado gracias por lo que me decís, la imagen está buena, me gusta y la tomo. Por suerte no somos pocos. Habemos unos cuantos, muchos, escritores y escritoras del mundo de la LIJ que andamos con la mochila al hombro por las escuelas, por el interior, por las provincias. Adela Basch, que anda por acá en este mismo momento, es un buen ejemplo. Franco Vaccarini también anduvo por todos lados, y tantos. El Plan Nacional de Lectura nos hacía un puente para andar por todos lados. Yo conocí Puelo y tantos otros lugares a los que quizá no hubiera llegado nunca gracias a este Plan. Porque las editoriales son una industria, y no te van a mandar adonde hay veinte libros por grado, porque no les dan los números. Como el Estado no está para ganar plata sino para llegar a todos, nos mandaba a Villa Italia, a Toay, a Trebolares, o a un pueblito del Chaco o de Formosa, aunque hubiera quince chicos. Y además hubo noventa millones de libros comprados, que se distribuyeron por todo el país y que sirvieron para mover toda la industria. Hasta la del transporte. Así que la pérdida de proyectos como ese, a mí me duele muchísimo.  Me parece un error. La educación es una inversión. No es un gasto. Y es un derecho. Así que ojala vuelva. Ahí estamos.

VD: ¿Esto pueden ponerlo en debate dentro del colectivo LIJ?

MM: Sí, una de las primeras cosas que hizo el colectivo cuando se fundó, fue convocar a una especie de asamblea acá cerca, en la sede de UTE, y convocamos a la gente de la CONABIP, a la que en ese momento era la directora del Plan de Lectura que todavía existía, a escritores, ilustradores, a preguntarles qué pasaba. Esto era en 2016, al principio de la gestión. Y pasó lo que temíamos. Nosotros como colectivo bregamos porque se vuelva a promover el libro y la lectura como antes.

MW: ¿Alguna pregunta? ¿Nadie se anima?

MM: Álvar, vos que sos un viejo hacedor de preguntas.


Álvar Torales: ¿Podrías desarrollar un poquito sobre El que no salta es un holandés?

MM: Esa que menciona Álvar es una novela que toma una época que me parece muy importante que esté en la literatura argentina porque es una de las más duras de nuestra historia reciente, que es la dictadura. Me pidieron en Atlántida, para la colección de narrativa histórica Reloj de arena algo sobre historia reciente. Yo tomé dos influencias. La influencia de lectura fue la de mi amigo Franco Vaccarini, que para esa misma colección había escrito Nunca estuve en la guerra, su historia con el tema de Malvinas. Y decidí contar algo desde mí, en la primera versión el personaje se llamaba Marito, y la influencia fue el francés Emanuel Carrere, el autor de El Reino, una novela que estaba leyendo en el verano en que empecé el borrador de El que no salta, que habla por un lado de la historia de la Iglesia, y por otro de él mismo, Carrere es súper autorreferencial. Como tenía eso en la cabeza y lo estaba leyendo y quería implicarme mucho, conté mi historia, de cuando tenía doce años, mis padres se habían separado y vine de Mar del Plata a Buenos Aires. Un par de años medio duros, y los mezclé con la historia de una familia holandesa, porque enfrente de mi casa había una familia de portugueses. Los convertí en holandeses, y conté la historia de un desaparecido, que es el hermano de un querido amigo, a quien está dedicada la novela, Rodolfo Ruggeri. Mi amigo vive en España y la novela es la historia de Tweety, a quien yo le puse Pajarito. Hice una especie de autobiografía de mi adolescencia, en la que hay mucho de la historia argentina reciente.

MW: También se puede hacer una película…

MM: Crucemos los dedos.

Asistente: Voy a hacer una pregunta muy trillada, ¿siempre pensaste en escribir?

MM: Cuando yo estaba en séptimo grado tuve una maestra suplente muy linda y muy joven, recién recibida, de la que todos estábamos medio enamorados, y nos hizo leer poesía. Solamente esa maestra podía conseguirlo. Yo llevé una poesía de Rubén Darío que se llama Buenos y malos, que termina con unos versos que dicen:
Lectores: por Dios o a palos
Os convenceréis al menos
Que son muy malos los buenos
Que son muy buenos los malos.
Esa chica me dijo: “Vos vas a ser mi poeta”. Creo que lo exagero en la novela pero ese fue el inicio. Recién al final del secundario empecé a escribir algunas poesías muy horribles, y ahí ya tenía el sueño de ser escritor.

AT: Para el cine también estaría buena la del lobo…

MM: Nicanor y la luna… No, esa ya la hizo Favio. No es la misma, pero es muy parecida. Yo lo admiro muchísimo, creo que es el mejor de los cineastas argentinos, y esa novela es un homenaje a Nazareno Cruz y el lobo.

MW: Esas apropiaciones son homenajes. Para cerrar, ya que te gusta el cine, alguna recomendación de algo que hayas visto…

MM: ¿Reciente? Como cualquier hijo de vecino estoy alucinado con Game of Thrones, esperando que llegue mañana para ver quién se va a quedar con el trono de hierro. Me parece una historia alucinante. En cine, Favio. Hay que ver Gatica, hay que ver El dependiente. Y en literatura, a fin del año pasado leí La larga noche de Francisco Sanctis, y De dioses  hombrecitos y policías, de Costantini. Es un escritor que hay que recuperar.

MW: Muchas gracias.

MM: Gracias a ustedes.



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