Clarice Lispector o la poética del sentir

Una vez más nuestra colaboradora la profesora Ana Emilia Silva nos aporta un trabajo excelente sobre Clarice Lispector, de cuyo nacimiento hoy se celebra su centenario. Un trabajo que invita a recorrer la obra de una escritora singular, indispensable.



“Lo que estoy escribiendo no es para leer, es para ser”. C. L.

Por Ana Emilia Silva

Entrar en la narrativa de Clarice Lispector es una experiencia transformadora. Ella definió su obra como un no-estilo tenaz e indagador. En una oportunidad expresó: “Escribo muy simple y muy desnudo. Por eso hiere.” 

Definió el proceso creativo como el acto de “apresar en la palabra humana un gran misterio”. 

Su prosa nos sumerge en un mundo minucioso, en que el pensar y los sentidos cobran tal dimensión que la lectura se puebla de colores, sonidos, percepciones sutiles. Todo pasa por la piel y puede palparse hasta el viento entre las hojas, el calor que emana de la tierra, el agua filtrándose por las hendijas. Si habla de la lluvia nos mojamos y cuando relata un caluroso día, el sol pareciera emanar su intensidad a través de las páginas: “En la calle vacía, las piedras vibraban de calor: la cabeza de la chiquilla llameaba. Sentada en los escalones de su casa, lo soportaba. Nadie en la calle, solo una persona esperando inútilmente en la parada del tranvía.” (Tentación, La legión extranjera). Sus personajes meditan sobre el ser de las pequeñas cosas o sobre el abismo humano.

El deleite de leerla nos hace detenernos en una frase, en una imagen donde la poesía habita y talla la palabra. Es una poesía que busca la verdad, el porqué del ser, las cosas vistas, sentidas y pensadas desde una identidad femenina. Orfebre del decir, se abre en abanico vital. Narra, describe, analiza, filósofa, construye ambientes, personajes, circunstancias. A través del fluir de la conciencia, nos asomamos al interior de los personajes, a sus vivencias y pensamientos. Lo que sienten es más importante que los hechos: “Se quedó de pie, escuchando con tranquila dulzura los zapatos de ellos en fuga. La acera era hueca o los zapatos eran huecos o ella misma era hueca. En el hueco de los zapatos de ellos oía atenta el miedo de los dos:” (Preciosidad, Lazos de familia).

Uno de los procedimientos utilizados por Lispector es el extrañamiento y a través de él desautomatiza lo cotidiano y así accede  al interior de las cosas, en un intento por captar su dimensión simbólica.

La escritura de Clarice Lispector, verdadera poética de la experiencia, profundiza en lo que se es o lo que no se es. Plasma la identidad como toma de conciencia, descubrimiento que surge con la práctica del pensar y los lectores entramos en la esencia íntima, donde las cuestiones fundamentales de la existencia, cuestionan y sacuden. Clarice pone en palabras el mundo interior y trasciende lo meramente psicológico hasta alcanzar lo metafísico: “Lo que estoy escribiendo no es para leer, es para ser”.

Su obra presenta tópicos recurrentes: lo femenino, la inmigración, la persecución política, la identidad personal y la otredad, sus orígenes judíos, la modernidad de las ciudades y su vínculo con el aburrimiento, el tedio y la náusea. 

Los callejones de la rutina y el tedio logran quebrarse con el ejercicio de la observación. La mirada propia es un instrumento que permite observar la interioridad personal y ajena con atención minuciosa, inquiriendo hasta en los más ocultos recovecos.

Esta literatura, llamada “de la introspección”, construye mediante la asociación libre, un descenso al inconsciente al que va desnudando, pero va más allá de lo psicológico porque indaga en la esencia del ser y su estar en el mundo como un acontecimiento único e irreparable.

En los textos de Lispector desfilan mujeres encerradas en sus casas, presas de la rutina y las convenciones, en las que el deseo o las ganas de desear las sumergen en la angustia y el aburrimiento. Frustraciones, recuerdos y fantasías crean un mundo subterráneo, universo interno que aflora gracias a los monólogos interiores. En esa dimensión, la vida se despliega como pura potencia.

Clarice pone en marcha recursos y procedimientos con una naturalidad inigualable, pero sus palabras revelan el enorme trabajo artesanal de su escritura:  “No se equivoquen: la sencillez solo se logra a través del trabajo duro”.

Su obra abarca novelas, reflexiones, cuentos para adultos y niños; producción  signada por la magia y el misterio. Es una autora para paladear. No se la puede leer de prisa, nos pide detención. Un concepto de Barthes ayuda a definir este encuentro, en muchos instantes debemos levantar la cabeza del texto para sentir y reflexionar o para volver al pasado porque  un recuerdo apareció enredado en la trama de alguna historia.

Clarice Lispector nació en Chechelnik (Ucrania), el 10 de diciembre de 1920 y murió en Río de Janeiro, el 9 de diciembre de 1977. 

Con tan solo dos meses, llegó a Brasil con su familia, en busca de futuro y paz. Los tiempos en Europa eran difíciles y peligrosos.

Hermosa e inteligente, elegante y sutil, después de recibirse de abogada en Río de Janeiro, se casó con un compañero, que eligió la carrera diplomática. El matrimonio viajó por varios países europeos. Separada de su marido, Clarice regresó con sus dos hijos a Brasil. Allí se dedicó al periodismo en diversas revistas y a la escritura ficcional.

Se vinculó con los grupos de vanguardia, al movimiento cultural de la Antropofagia, liderado por Oswald de Andrade, que buscaba devorar los movimientos europeos para internalizarlos y unirlos a las tendencias brasileñas, pero ella avanzó mucho más, no solo por el trabajo artesanal con la palabra, sino por su dimensión filosófica, por la intrepidez de hurgar las zonas más silenciadas y llegar hasta las raíces. Así lo explicaba: “Para escribir tengo que instalarme en el vacío donde existo intuitivamente”.

Escrita a los 19 años, en 1944 aparece su primera novela: Cerca del corazón salvaje, que recibió el Premio Fundación Graca Aranha al mejor libro del año. Esta obra se destaca por la indagación psicológica a partir del monólogo interior de una mujer de la ciudad, que intenta encontrar su verdad. Juana va hilando sus pensamientos cotidianos a partir de los sucesos del día a día y mediante este recorrido íntimo, se interroga sobre el sentido de su vida. En el silencio del transcurrir interior, Juana, sedienta de comunicación, replantea su lugar en una sociedad machista y por medio de sus indagaciones, descubre el mundo a partir de la palabra: “…tengo un cuerpo y todo lo que haga es continuación de mi principio…”.

El eje de la novela es la vida de Juana y su devenir. Las vivencias son el elemento que le posibilitan pensar, en la soledad de su mundo. El recurso de un yo introspectivo está presente en toda la obra de Lispector.

En 1946, publica O lustre o La araña, novela ponderada por la crítica, situada dos escenarios: la zona rural, en la Granja Quieta y la ciudad. Acordamos con  Raúl Antelo “… el lugar natal de Daniel y Virginia remite a un mundo rural decadente, cuyos valores se refieren a un tiempo perdido…, la autora los recupera en ese espacio mítico…”

El título posee una doble significación. Por un lado se refiere a la imponente araña colgada del techo de la sala de la vieja casona, donde Virginia, la protagonista, vive su infancia, junto a sus padres y dos hermanos: Esmeralda, la mayor y Daniel, el hermano amado y compañero de juegos y aventuras.  La segunda referencia se relaciona con la caja de arañas negras coleccionadas por Daniel. Ambos significados cobran dimensión ante los ojos de la niña. La enorme araña, con sus luces, le provoca una extraña inquietud, como si la iluminara por dentro, afilando su percepción del mundo. En cambio, al asomarse a la caja donde están las arañas, el veneno le daña un ojo, produciéndole un ligero estrabismo, que también gravitará en su mirada. “Él poseía una colección de arañas peludas y grisáceas apresadas en el monte”. La luz y la sombra se entretejen en la vida de Virginia, como un delgado hilo que la define. Para ella ver es pensar. Las formas, al igual que las figuras de barro que modela, la posicionan en la realidad que día a día construye, en el intento de atrapar el instante con deseo de materializar presente y pasado.

La ciudad sitiada (1949). En esta novela, la protagonista, Lucrecia Neves, mujer apasionada, siente la opresión que la ciudad y su gente ejercen sobre ella. Valiente y rebelde emprende la búsqueda intensa de  la plenitud, que le será inalcanzable. 

Relatos: Algunos contos salen al público en 1952.

Cerca del corazón salvaje es traducida al francés en 1954 y Henri Matisse ilustró la portada.

Lazos de familia, segundo libro de cuentos, aparece en 1960.

En 1961, edita otra novela: La manzana en la oscuridad, que transcurre durante el verano brasilero y el calor asfixiante se imbrica con una trama densa. Narra la historia de Martim y la certeza de haber asesinado a su esposa. La culpa y el terror lo invaden de tal manera, que termina huyendo al desierto más árido de Brasil, en una especie de vía crucis expiatorio. 

En 1963 aparece La pasión según GH,  considerada por la crítica como su obra maestra,  centrada en GH – nunca el lector sabrá el nombre de la protagonista, se la nombra por sus iniciales-. El personaje es una mujer llena de miedos e inseguridades, y a partir del encuentro con una cucaracha en el cuarto de la empleada doméstica, que acaba de despedir, logra enfrentarse a sus demonios. El monólogo interior permite asistir al desborde de fuerzas interiores, a la pasión de GH que logra ver la vida de manera insospechada, cuando aplasta al insecto y luego, venciendo la repulsión, lo come. 

La hora de la estrella, novela de 1977, poco antes de su muerte, cuenta la historia de una muchacha del nordeste que emigra a Río en busca de la felicidad, del sueño de una vida mejor. En la gran ciudad, este sueño será sacudido al sufrir la desigualdad social, el sexismo y la impronta de la sociedad patriarcal. Al igual que en La araña, ambas protagonistas son muchachas campesinas, pobres, delgadas, que irradian abandono y las dos mueren atropelladas por un auto: “… cruzó la pálida calle y el coche dobló la esquina, ella retrocedió un paso, el coche vaciló, ella avanzó y el coche vino en luz, ella lo advirtió con un choque de calor en el cuerpo y una caída sin dolor mientras el corazón miraba sorprendido hacia cualquier lugar…”.

Un soplo de vida, es su última novela, publicada en 1978, después de su muerte y relata el diálogo entre Ángela y el Autor. Retoma uno  de sus temas esenciales: la soledad de un yo que tiene miedo de escribir, porque este acto representa “…el hurgar en lo que está más oculto”. Es una escritura nacida de la desesperación y el cansancio y estas palabras lo ratifican: “Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto, pues el mundo no está en la superficie, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que instalarme en el vacío… Escribir es una piedra lanzada en lo hondo del pozo”. 

Felicidad clandestina, cuentos publicados en 1971. 

Después de su muerte, uno de sus hijos publica en 1979, La bella y la bestia, compendio que reúne relatos de la primera y última época.

Otra de las facetas de Clarice es su producción de cuentos para niños. Cuentos que inventó para sus hijos Pedro y Pablo. Haremos referencia a dos de ellos.

“El misterio del conejo que sabía pensar” fue su primer cuento para chicos, se publicó en 1967 y obtuvo el premio de la Campaña Nacional del Niño. Sobre él, la autora nos dice que “Este cuento sirve solamente para un chico al que le gusten los conejos. Fue escrito por pedido-orden de Pablo  cuando era menor y todavía no había descubierto simpatías más fuertes… es también mi discreto homenaje a dos conejos… Dos conejos que nos dieron muchos dolores de cabeza y muchas encantadoras sorpresas”.

El cuento está ilustrado por Juan Marchesi, quien logra plasmar un personaje querible y lleno de expresividad.

El texto comienza con la fórmula de apertura de los cuentos maravillosos. El “había una vez” introduce al lector en un mundo donde todo es posible y en una clara invocación al lector, la narradora continúa: “No, mirá, no te podés imaginar lo que pasó con ese conejo”.  Seguidamente desgranará las peripecias del personaje, que pensaba con su nariz y la multitud de pensamientos la agitaba en frunces y desfrunces. Cuando, Juancito, que así se llamaba el conejo, encontró la idea maestra y fundamental para su vida, se dedicó a perfeccionarla. Ansiaba “huir de la jaula cada vez que en la jaula no había comida”. A pesar de la seguridad de la jaula, logró descubrir la forma de escaparse y apareció en el medio de la calle, para revuelo y zozobra de sus dueños. 

Lo interesante del relato es que el misterio queda sin resolver. Un verdadero misterio misterioso como la vida, con tantas puertas enigmáticas que miran nuestros esfuerzos por alcanzar algún fragmento de la verdad. 

“Casi de verdad”, ilustrado por Raquel Cané, que transmite en un juego de naranjas y amarillos, el ambiente y el clima del texto.

Al igual que “El misterio del conejo que sabía pensar”, el cuento comienza con otra de las fórmulas de apertura del cuento tradicional maravilloso:  “Érase una vez…”, pero, y aquí comienza el asombro de los lectores, el vago e indefinido “érase una vez” adquiere voz propia y nos encontramos con Ulises, que nos conducirá por los caminos de la fábula: “Soy un perro que se llama Ulises y mi dueña se llama Clarice. Ahora le estoy ladrando a Clarice y ella –que entiende el significado de mi ladrido- escribe lo que te quiero contar”.

Otro recurso interesante es el juego propuesto por la autora, quien se corre de ese rol y cede el peso de la narración a su perro y solo oficiará de mera intérprete. Ulises  se dirige abiertamente al lector, lo interpela, le comenta los avatares del relato: “Pero, ¿no te dije que iba a ladrar una historia que parece de mentira y parece de verdad? Solo es verdad en el mundo de aquellos que gustan de inventar, como tú y yo”. La cita nos muestra el juego entre verdad y ficción y la verdad de lo ficcional.

En una casa en la que los personajes tienen nombres que comienzan con O, en homenaje a lo oval, a la forma de los huevos, con los que la señora Oniria realiza sus ricos postres, reina la paz. El tiempo transcurre en calma, hasta que un día, la higuera, que no daba frutos, tiene un mal pensamiento y la envidia se adueña de su corazón. Pensamos que la referencia a este árbol no es gratuita puesto que se le atribuyen diversos atributos en distintas mitologías. Para los egipcios, símbolo de fertilidad; junto con la vid representaba la exuberancia de Dionisios, fue uno de los árboles del Edén y la loba amamantó a Rómulo y Remo bajo su sombra. El Evangelio de Marcos relata que Jesús se dirigió hacia una higuera en busca de frutos y al no hallar ninguno, la maldijo, condenándola a la esterilidad.

Sumida en el descontento y la rabia, la higuera de la historia se confabula con una nube negra, llamada Oxelia, que es nube y bruja, le pide ser dueña de los huevos para ser rica y poderosa. A partir de esta alianza, la vida feliz se transforma en un círculo de opresión y explotación, que será quebrado cuando todo el gallinero lucha a favor de sus derechos y su dignidad. 

Clarice Lispector encierra un universo, que nos lleva a zonas desconocidas y nos atrapa en el hilo de sus tramas. Leerla es una aventura, una definición de la libertad porque su conceptualización del mundo va más allá de las palabras.


* Ana Emilia Silva es profesora (USAL) y licenciada en letras, egresada de la Universidad Nacional de San Martín. Se ha diplomado en Lectura y Escritura por FLACSO y por la Universidad Nacional de San Martín en las Diplomaturas en Literatura Infantil y Juvenil y obtuvo el Postítulo en Literatura Infantil y Juvenil: CEPA.

Es narradora oral, discípula del profesor Juan Moreno. Integra la Comisión Directiva de ALIJA y es miembro de la Academia Argentina de Literatura Infantil y de la Academia Alas.

Escribe poesía y narrativa, varios de sus textos integran diversas antologías.

Coautora de libros de texto en Lengua y Literatura para Editorial SM y Editorial Kapelusz y autora de Prácticas de Lengua y Literatura. Pasar la Posta.


Comentarios

  1. Con esa descripción tan detallada me invitó a leer un texto completo de Clarice Lispector

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