Hugo Mitoire: “Hay veces en que escribir es como hacer un exorcismo, sacar afuera eso que te da vueltas en la cabeza”

En esta segunda parte de la entrevista hablamos con Hugo Mitoire acerca de los cruces de su literatura con su formación como médico. Tal el caso de su novela Los ojos de Mariel, que se sale del registro del terror y la leyenda para dar un fuerte testimonio sobre el aborto clandestino y los estragos que, como bien dice Hugo, produce en los sectores más pobres. Además, nos contó de su proyecto de escribir acerca de casos de mala praxis en la medicina y recordamos muchos de sus relatos en los que la medicina se transforma, junto a los relatos de sus mayores, en una fuente de su escritura.


Mario Méndez: Hugo, vos no solamente te has dedicado al terror, también has escrito una novela con un testimonio muy fuerte, que se llama Los ojos de Mariel, publicada por Librería la paz. Ahí salís del tema del terror fantástico o maravilloso, para meterte en otros tipos de terrores, realistas y testimoniales. Contanos un poco de esa novela. 

Hugo Mitoire: El título parece muy romántico, pero ya van a ver que es muy expresivo, y no tiene nada de romántico. Ojalá puedan leerla alguna vez. Esta historia la viví muy de cerca, tanto que podría decir de adentro, porque yo metí mano dentro de la panza de esa chica en su primera operación. Tuvo muchas. En mi novela la chica tiene diecisiete años, pero en realidad, lo que ocurrió en la guardia del hospital donde yo era cirujano de urgencias, la chica tenía veintiún años y estudiaba para ser de maestra jardinera. Llegó una noche muy descompuesta y descompensada. Y en la guardia hay una circunstancia que uno aprende siendo estudiante y después médico, y es que las mujeres, generalmente, niegan el aborto. Por miedo, o por las amenazas que les hacen otras personas, pero siempre niegan o son reticentes a brindar datos. En este caso ocurrió lo mismo, pero el diagnóstico salta en seguida. Bueno, esta chica tuvo una evolución terrible, y eso fue lo que más me conmovió. Toda la evolución que tuvo y todas las complicaciones que sobrevinieron fueron de lo más raras e infrecuentes. Y esta historia, que sucedió allá en los años ochenta, a mí me quedó para siempre en la cabeza, dando vueltas. Y en cada reunión (yo ni tenía idea de que iba a ser escritor alguna vez), siempre la contaba como una anécdota trágica, sórdida. Y cuando me convertí en escritor, decidí escribirla. La novela no es que marca una posición a favor o en contra del aborto, porque es una crónica muy realista, y sobre un hecho real, nada más que un poco ficcionado. Pero la persona que lee esta novela, después va a tener muy claro lo que es el aborto clandestino, y por la terrible odisea que tiene que atravesar una chica (y acá está lo importante), pobre. Una chica pobre. Porque yo cuento paralelamente, en la misma novela, la historia de otra chica relacionada con ella, pero que es rica. Y también se hace un aborto. Y también es un aborto clandestino; no importa la calidad de la prestación. Se haga en la mejor clínica de Buenos Aires o se haga en un ranchito en el interior de Corrientes, los dos abortos, en esa época, eran clandestinos. Ahí, a propósito, conté el otro caso, para marcar cómo a esta chica rica, que también era de Corrientes, los padres la llevan a Buenos Aires a una clínica de altísimo nivel, entra, le hacen el legrado, y a las dos horas está en la casa tomando un té, y al otro día se vuelve a Corrientes a hacer su vida normal. Algo absolutamente diferente le pasa a la chica pobre que se va a hacerse un aborto con una curandera. Incluso yo hago una clasificación muy rústica y muy mía nada más, de tres niveles de abortos (o niveles de atención) que grosso modo uno puede ver. El más bajo es el que hacen las curanderas (o comadronas, o exenfermeras), con elementos muy rústicos, y, por supuesto, sin ningún tipo de control de esterilización, ni de asepsia o antisepsia. Después, en un segundo nivel un poquito más elevado, están los llamados médicos aborteros, que lo hacen en sus consultorios. Ya hay un mayor nivel de sofisticación, porque está atendida por un médico, pero las condiciones no se parecen, ni remotamente, a las que deben ser normatizadas por todo el servicio sanitario. Se realiza en la propia camilla del consultorio, con la inyección de un anestésico muy fuerte como el pentotal, que es de acción muy corta. De hecho, el aborto tiene que hacerse rápido. Y la mujer se despierta rápidamente, también. Por supuesto, el aborto en esos lugares es más caro que el de la curandera. Y después está el último nivel, el más elevado, que son las clínicas, donde atiende un ginecólogo. De hecho, también pueden hacerse en los hospitales, lo que pasa es que es más difícil, porque hay más controles. La excusa que tiene el médico para hacer un aborto es “está con metrorragia”. O sea, un sangrado uterino que a cualquier mujer le puede ocurrir en cualquier momento. Y a veces, cuando con la medicación eso no se calma (no remite la metrorragia), o no desaparece, se llega a un punto donde el único procedimiento posible resulta ser el legrado terapéutico. Con esa excusa, muchas mujeres son internadas y se hacen un aborto clandestino, que de hecho está solapado. Por supuesto, tanto en la clínica como en el hospital, las condiciones que tiene esa chica que va a someterse a un aborto, son las óptimas. Porque está en un ambiente quirúrgico, como si tuviera que operarse de una apendicitis, la vesícula o de lo que sea. Tiene todas las condiciones y garantías de que se ponen los mejores medios a su disposición. Por supuesto, una chica pobre nunca accede a eso, porque un aborto en una clínica es algo carísimo. Esa novela me costó mucho escribirla, porque entreveraba la historia con mis conocimientos médicos. Y era un enredo, un chanchullo, que ni yo sabía lo que estaba escribiendo. Entonces, después de varios intentos, decidí dividirla en capítulos. Y están mechados los capítulos de la historia de la chica, la protagonista, con capítulos médicos, podríamos decir. Por ejemplo, qué es un legrado, cómo se hace, qué elementos se necesitan, las complicaciones que puede haber, cómo se esterilizan las cosas, para ir comparando una cosa con la otra. Y así quedó más “limpia” y ordenadita. Un médico que lea esa novela, puede saltearse todos los capítulos “médicos”. Porque ya lo sabe. En cambio, un lego en medicina, con eso tiene un poco más de información sobre aquello inherente a ámbitos quirúrgicos, asepsia, antisepsia, y todo eso. 

MM: Qué bueno, qué interesante y qué oportuno hace poco me imagino, ¿no? Acá Claudia, que es de Formosa, dice “Muy, muy interesante Los ojos de Mariel”. Y quiere preguntarte cómo surgió tu necesidad de escribir acerca de este tema. 

HM: Bueno, como te decía, esa historia me quedó repicando en la cabeza desde los años ochenta, cuando ocurrió realmente. Es como hacer un exorcismo, sacar afuera esa cosa que tenés en la cabeza, que te da vueltas. Y aparte se merecía escribir esa historia, por toda la trama y por el sufrimiento de esa chica. Y que a su vez sirva como testimonio de las cosas terribles que tiene que atravesar y enfrentar una chica pobre. Eso hay que señalarlo siempre. No es lo mismo el aborto de una chica pobre que el de una chica rica. Porque una chica rica, como decía Favaloro, va y lo hace en una clínica de alto nivel. A las dos horas está en la casa y acá no pasó nada. Yo fui muchos años cirujano de urgencias. Y puedo decir que todos los abortos complicados, venían de las casas de las curanderas. Nunca vino un aborto complicado originado en un consultorio o en una clínica. ¿Por qué? Porque el médico, aunque lo haga en condiciones poco recomendables, tiene más conocimiento que una curandera, y pone cierta delicadeza, cierto orden y asepsia en su procedimiento. No así la curandera, que no sabe nada, que hierve las cosas con agua, cuando se sabe que las bacterias que infectan el útero cuando se hace un legrado, mueren a ciento ochenta grados, y a lo sumo (con el agua en ebullición) puede llegar a cien, así que entran todos vivitos y coleando en el instrumental, a la cavidad uterina. Así que todo este tipo de cosas las explico en los capítulos médicos de esta novela. Esta era una cosa que me venía empujando en la cabeza hasta que la escribí y me quedé tranquilo. 

MM: ¿Cuándo se publicó, Hugo?

HM: Esta se publicó en el 2018. 

MM: Y cuando surge el proyecto de Ley que primero no se consigue y después sí, ¿hubo repercusiones con tu novela? ¿Hubo idas y vueltas con los lectores? ¿Tenés alguna experiencia relacionada? 

HM: Como sabes, nosotros, los escritores del interior, tenemos un circuito acotado. El interior no es Planeta, que anda por todas partes. Pero a todos los lugares que llegó y donde yo estuve presentando la novela, se generaba algo muy interesante. Porque yo sabía que, en algún momento, después de terminar la charla, cuando empiezan las preguntas, iba a venir la pregunta crucial: “¿Usted está a favor o en contra del aborto?” Esa era la pregunta que no faltaba jamás, en ninguna de las presentaciones. Y yo, que ya estaba preparado para esa pregunta, le preguntaba al preguntador, de qué aborto me hablaba. Si del legal o del ilegal. Y yo le decía que estaba a favor del aborto legal. Y el único aborto legal que puede ofrecerse es el que se aprobó con la ley. El otro es ilegal, y nadie lo va a parar, y nadie lo va a disminuir, y es imposible taparlo. Así que, de hecho, en algunos casos se originaba alguna pequeña discusión, pero la mayoría de los presentes, y muchos chicos del secundario, estaban mayoritariamente a favor de la aprobación de la ley, y afortunadamente así fue. De hecho, muchas chicas de cuarto, quinto año de la secundaria, iban con sus pañuelitos verdes. Y generalmente era alguna de ellas la que me preguntaba, y no sabés la cara de felicidad cuando yo les decía que estaba a favor del aborto legal. Hasta aplaudían y todo. No era para hacer una competencia, pero, te digo, el fervor que había en ese momento, en chicos tan conscientes como los del secundario. 

MM: Qué bueno, qué experiencia fuerte como escritor y como médico. Cruzando tus dos formaciones. 

HM: Claro, porque generalmente, cuando se habla de eso te quieren correr por el lado de la biología. Y yo también sé de biología, y de medicina, y de ámbitos quirúrgicos. Digamos que yo tenía las herramientas para responder desde lo literario, y desde lo médico y lo biológico, así que le daba una respuesta integral al asunto. 

MM: Miriam pregunta si se te preguntó algún problema para publicarla, dado el tema y la especificidad que vos manejás o si no fue así.

HM: No, con mi editor yo puedo escribir una novela sobre cohetes aunque no sea astronauta. Esa es la facilidad que tengo con él. Me publica todo lo que yo escribo y no me censura ni una palabra, nada. De hecho, tenemos correctores literarios para la parte puramente técnica, pero no en lo conceptual. Y con éste, lejos de haber alguna oposición estaba muy contento con esa novela. La había terminado de escribir hacía un tiempito, y en el año 2018 se dedicó a publicarla, con todo el respaldo. Contestando la pregunta, no tuve absolutamente ningún inconveniente. 

MM: Qué bueno. ¿Hubo algún otro cruce de la medicina con la literatura, en tus otros libros?

HM: Bueno, después de que me asenté, y de escribir cuentos de terror y de aventuras, y de ciencia ficción, empecé a escribir, tengo dos títulos ya, Mundo Médico l y Mundo Médico ll. Son colecciones de relatos de casos de mala praxis; esa es la parte fuerte. Casos que yo vi de cerca, muy de cerca, incluso a veces, con mis propios ojos, de cosas terribles que tiene el mundo médico, y de las que la gente se entera cada tanto, cuando algún caso sale en la tele. Por ejemplo, lo de Maradona, que es livianito al lado de otras cosas. Lo “único” que se hizo fue abandono de paciente, abandono de persona, no lo trataron ni nada. Pero hay casos, en la mala praxis, en los que se mezcla lo grotesco con lo irónico. Hay una historia terrible. Nosotros estamos acostumbrados al humor negro, pero es terrible. En una ciudad de acá, de Misiones, un hombre se estaba atendiendo con un gastroenterólogo japonés, que estaba hacía poco tiempo en la ciudad y en el país. Hablaba más o menos el castellano, pero se hacía entender. Y no sé por qué, ya estaba habilitado, y trabajaba. Y un día le hace a su paciente una endoscopía baja (es una endoscopía por el ano), y encuentra un tumor. Y en su limitado lenguaje habla con el patólogo, a quien le manda la muestra para que la analice. Y le dice a qué altura del colon encontró el tumor, para que el patólogo se oriente. Después, el patólogo manda el informe, y el gastroenterólogo se lo da al cirujano. El cirujano lo opera y le hace una hemicolectomía derecha. O sea, le saca la mitad del colon. La parte derecha. Y le manda de nuevo al patólogo, que revisa toda la pieza ahora, y no había ningún tumor. Entonces llama al gastroenterólogo, intentan entenderse… y había habido una mala interpretación: era el colon izquierdo. Entonces el cirujano tuvo que mentirle al paciente que estaba ramificado, y que según la biopsia había alcanzado el colon izquierdo. Terminaron haciéndole una colectomía total, le sacaron todo el colon por un error de lenguaje. No vamos a entrar en detalles, pero este tipo de cosas grotescas y cuasi criminales, ocurren en la medicina. La gente a veces está a merced de unos imprevistos que son terribles. Una de las cosas más comunes que hay, y ahora hay muchos procedimientos de seguridad en ese sentido, con planilla y todo, es llevar a un paciente a operar del riñón izquierdo y sacarle el derecho que estaba sano. Tienen que sacarle también el izquierdo porque estaba enfermo y se queda sin riñones. O la más común de todas, amputar la pierna sana en vez de la enferma que estaba con gangrena. Yo trabajé en el Hospital Vidal de Corrientes, muchos años. En esa época, ni se hablaba de mala praxis, esa palabra ni existía. Nadie tenía miedo de nada. Y no había mucha preocupación si las cosas salían mal, o si el paciente se moría. Cosas que realmente son fuertes, y ocurren. U ocurrieron, por lo menos. Y la gente tiene que estar preparada para este tipo de cosas. Por lo menos tener una cierta recomendación del médico que la va a atender. Porque la verdad es que somos un peligro los médicos. 

MM: Acá María Susana menciona el extraño caso de Elpidio. ¿A qué se refiere? 

HM: Ah, esta sí que se las sabe todas… De hecho, conozco casos de mala praxis como el de Elpidio Fleitas, pero “El caso de Elpidio Fleitas” está basado en un hecho… Cuando yo vine a vivir a Oberá, empecé a trabajar de cirujano, una vez traen a un muchacho de veinticinco, veintiséis, años, con un terrible retraso mental, flaquito, con sus miembros como un escarbadientes y con una panza enorme, como un tambor de doscientos litros. Lo reviso. El chico ya estaba, para decirlo en pocas palabras, boqueando. Moribundo. Con una brutal obstrucción intestinal (como la de Elpidio).  Empezamos a hacer de todo y no podíamos compensarlo. Lo ve el anestesista, lo ve el terapista y concluimos en que no iba a aguantar la operación. Porque estaba anémico, estaba hecho un desastre. Entonces, la única manera de intentar solucionar ese problema es descomprimir. Abrir el intestino para que salga todo lo que hay ahí. Eso le descomprime, porque el ocluido tiene un problema terrible, que es que cuando se va hinchando, se va ocluyendo y aumenta la masa intestinal, le va empujando el diafragma para arriba y no puede respirar. Y se muere de insuficiencia respiratoria. Yo les dije a los familiares que no podíamos operarlo, porque se iba a morir en la operación. Aparte, el anestesista no quería. Lo único que podíamos hacer era, que en la pieza y con anestesia local, yo le abriera la panza y le sacara un segmento del intestino. Para drenarlo, descomprimirlo. De hecho, no tuve necesidad ni de darle anestesia local, porque el chico no sentía nada. Y con un pequeño tajito al costado el intestino salió casi volando, porque la pancita de él era una telita de celofán, de tan desnutrido que estaba. Se descomprimió y se murió a los quince minutos. Este muchacho era de la colonia. A los cinco o seis días viene otra persona de esa colonia, habla con el director de la clínica, y le dice que ese era un chico con un retraso mental y en el campo eso da mucha vergüenza. A ese chico lo tenían en un galponcito, atado con una cadena al tobillo, y le tiraban la comida en una palangana como si fuera un perro. El chico comía ahí, y dormía arriba de unas bolsas de arpillera. Y le daban muchas cosas (cualquier cosa en realidad), entre otras, muchas semillas. De zapallo, de lo que sea. Y eso obstruye. Ni se dieron cuenta de que estaba obstruido. Recién lo advirtieron cuando vieron que estaba tirado, y que no se movía más, por la brutal panza y las patitas que parecían dos escarbadientes. A raíz de eso se hizo una denuncia, y fueron presos los padres. Hubo una investigación, tuvimos que ir a declarar y todo. En ese caso está basado lo de Elpidio Fleitas, que está en el volumen dos o tres de mis cuentos de terror. Estas cosas de la medicina te estimulan también al terror. 

MM: Claudia menciona “Juegos peligrosos” …

HM: Eso no fue una mala praxis ni nada parecido, pero un imprevisto de los más imprevistos que se te puedan ocurrir y que nadie puede llegar a imaginar, siendo que es algo tan sencillo una vez que uno lo conoce. Tan sencillo y tan fácil de que pueda ocurrir. No quiero adelantar la trama ni el final, porque seguramente hay gente acá que no leyó ese cuento. Es una historia tan tremenda como real, Yo la describo como que ocurrió en el Chaco, pero en realidad a mí me la contaron y ocurrió en el interior de Formosa, así que el crédito es para Susana, digamos. Porque es su provincia. 

MM: Acá Lilian dice: “Muchas de sus historias relatan temas cercanos a la medicina. Se podría decir que es su musa inspiradora a la que conoce mucho”. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación? 

HM: Si, yo tengo muchos cruces de la literatura con la medicina. Y otros que no tienen nada que ver, mis primeros cuentos, sobre todo. Pero sí, eso me dio no solo materia y sustrato, sino también el hecho de que a cualquier persona que llega a estudios superiores se le abre la cabeza, piensa más, estudia más, comprende más, y puede asociar mejor las ideas para un determinado fin, como escribir un cuento. Por supuesto, muchos de estos relatos que también aparecen, tienen que ver en forma directa con la medicina. Como otro cuento, “Viento norte” que es el cuento más corto de los que tengo. Es una historia que ocurrió en Corrientes, y es terrible. Parece un cuento fantástico, pero en realidad es muy fácil que eso pueda ocurrir en un ámbito campestre. La medicina, sin dudas, contribuyó en mí tanto como contribuyeron las cosas de mi infancia y adolescencia. 

MM: Acá, Laura Gutman te pregunta si conocés al escritor Oliver Sacks, que escribe a partir de historias clínicas neuropsiquiátricas. 

HM: No, no lo conozco. He leído mucho de este que no me sale el nombre, que escribió Médicos, que escribió Coma, un best seller… un yanqui… no me viene ahora el nombre. Leí mucho de él cuando me recibí, porque estaba muy identificado con las tramas y los protagonistas. Últimamente casi no leo cosas actuales o contemporáneas, sino que le dedico más tiempo a los clásicos, porque la verdad es que tengo poco tiempo. Borges aconsejaba eso, además, empezar por los clásicos, así que yo le hago caso a él. Y si lo agoto algún día seguiré leyendo otras cosas. 

MM: No sé si alguien quiere decir algo…

Susana: Yo. Me parece genial lo que hace Hugo, de relatar estas cosas que pasan cotidianamente en nuestra región, que se caracteriza por los curanderos, por las historias de terror míticas, Él incluso lo dice en un encuentro con los chicos. Les dice: “A nosotros el terror nos sucede a la siesta, y a veces es patrimonio de la ignorancia”. Yo recuerdo perfectamente que él dijo eso en una charla con chicos a la que lo acompañé. Y es así. Todo esto que está contando Hugo en sus historias, es lo que pasa cotidianamente acá y él lo puso en textos literarios. Esos textos, además, no fueron validados por nadie más que por los lectores. No pasó primero por la academia o por ningún premio, sino que los lectores, masivamente, empezaron a comprar sus textos. En las escuelas es un fenómeno increíble cómo se leen los textos de Hugo. Lo sé porque he trabajado en el Plan de Lecturas mucho tiempo, y los chicos, incluso de sectores muy carenciados compraban los libros. En sectores en los que no había hábito de comprar libros, los chicos compraban todos los volúmenes que tenían como atesorados. Creo que eso es magnífico, y que ponga en palabras lo que sucede cotidianamente en nuestra región. Así, que gracias, Hugo. Hace mucho que no te veo, me encanta escucharte.

HM: Gracias, Susana. Ojalá nos veamos pronto. 

Susana: ¡Ojalá!

MM: ¡Ojalá nos veamos los tres, yo quiero ir también! 

Laura: Le nombraba a Oliver Sacks, porque me parece que es un hombre que logra humanizar la medicina, a partir del trabajo literario que hace con las historias clínicas. Hace poco leí también La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes, que también es la historia de un médico durante la Guerra Civil Española. Esta cosa de humanizar la medicina que parece ser una ciencia que tiene que deshumanizarse para poder operar sobre el cuerpo. Y por ahí, justamente por eso es la ciencia más humana. Entre todas las cosas que pasan, también hay muy buenos médicos, y acá, en la Argentina.

HM: Seguro. 

Laura: Muchas gracias, muy lindo escucharlo. 

MM: No sé si llegaste a ver el mail, Hugo. Te envié la reseña que publicamos hoy, que es de Laura. Sobre tu primer cuento de Franco.

HM: Sí, sí. 

Claudia: Quiero agradecerle a Hugo. Quiero que sepa que le debo mucho, porque los libros de Hugo, los cuentos de Hugo, son una garantía de éxito con los chicos. Yo tengo un tallercito, que primero era de apoyo, para chicos de doce años, de un colegio, pero que se fue transformando más bien en una comunidad de lectura. Todos los años pensaba en que iba a probar con el nuevo grupo, a ver si funciona como el año pasado, a ver si los chicos reaccionaban igual con estos cuentos. Y reaccionaban igual. Se quedaban embelesados con la lectura. Creo que, por lo que dijo Susana, en primer lugar, porque cuenta, justamente cosa que nos pasan acá, en la región. Y también por el lenguaje tan cercano a los chicos que usa en sus cuentos. Y además de quedar embelesados, lo que pasa después de leer los cuentos de Hugo. Como nos hablan de cosas que nos pasan, los chicos no paran de hablar después, y de contar ellos también sus anécdotas sobre cosas parecidas a las que narra Hugo en sus cuentos. “A mí me pasó, a mi abuela le pasó, a mi tía le pasó, en mi casa pasó” … Es algo fantástico, y todos los años me pasó lo mismo. Llegó un punto en el que tenían tanto para decir, que quiero contarle a Hugo que escribieron un libro de cuentos, muy parecidos, de ese estilo, inspirados en sus cuentos, que logramos editar, está en la página de la Subsecretaría de Cultura y todo gracias a la lectura de sus cuentos. 

HM: Muchas gracias.

MM: Formando lectores y construyendo escritores. 

Claudia: Exactamente eso ocurrió, así que muchísimas gracias. 

HM: Me alegro mucho. 

Lilian:  Yo conocí la historia del Pombero y otras que mencionaba a través de mi mamá, así que me llamó la atención la forma de retratar, algunos términos que utiliza también, me hacen acordar de la forma en que hablaba ella. Me llaman la atención la cantidad de historias relacionadas con la medicina, la de los hermanos en la que uno se muere a raíz de un juego con la manguera, la forma en que lo relata es muy específica y me impactó bastante. 

MM: Muy bien, gracias. A mí me queda una pregunta, a raíz de este proyecto que está en veremos, que son estas historias médicas. Todavía no salieron, ¿verdad?

HM: Todavía no. 

MM: ¿No tenés algún resquemor de que tus colegas, o ex colegas, te hagan alguna historia por andar contando malas praxis?

HM: No, la verdad que no. De hecho no los voy a nombrar ni a decir el número de matrícula. Esos son delitos de acción privada. Deberían promoverlos los dañados. ¿No? Las víctimas. Si no lo hicieron, por el motivo que sea, quedarán ahí, en el olvido. De hecho las historias están escritas de una manera, ficcionadas. No se dice que ocurrió en tal hospital a tal hora. No. Ahora, si alguno se siente aludido, que vaya a estudiar y a mejorar su técnica, porque le está errando feo. Eso ya es y un problema de cada uno y de su formación. Así como en la política, en la economía, en la docencia, en lo que sea, en la medicina hay médicos muy buenos, hay médicos buenos, médicos mediocres, malos y criminales. Todos recuerdan el caso del anestesista de una cirugía en la que murió una chica joven, y el tipo salió en las cámaras de televisión y estaba borracho o drogado. No caminaba, apenas se sostenía. Ese tipo de cosas ya pasan cualquier límite. De ahí para abajo, uno puede encontrar lo que sea. 

MM: Cecilia dice: “Me impacta la sencillez de Hugo. En tanto médico, ser capaz de escribir una novela sobre errores de mala praxis. Tomar la literatura para hacer la denuncia desde el arte”. Lo conozco personalmente y es así de sencillo. Yo creo que sus orígenes rurales están ahí. En esa franqueza. Bueno, Hugo, simplemente, quiero agradecerte una vez más la presencia. Espero que me llegue el libro. Te mando un abrazo grande, Hugo querido, y el agradecimiento de todos. 

HM: Bueno, gracias a ustedes, y, por supuesto, siempre a disposición para cualquier encuentro de este tipo. Gracias.

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