Alejandra Pizarnik - Diarios

Este mes se celebra el centenario de la publicación de dos obras centrales de la poesía del Siglo XX: Trilce, de César Vallejo, y La tierra baldía, de T.S. Eliot. Se conmemoran, además, noventa años del nacimiento de Silvia Plath. El tema del mes de octubre en Libro de arena es la Poesía, el género lírico, sin restricciones. Comenzamos este mes con un fragmento de los Diarios, de Alejandra Pizarnik, en el que la gran poeta argentina reflexiona sobre sus lecturas y escrituras, a comienzos de 1957.


Alejandra Pizarnik - Diarios

Miércoles, 23 de octubre

La poesía, no como sustitución, sino como creación de unarealidad independiente —dentro de lo posible— de la realidad a que estoy acostumbrada. Las imágenes solas no emocionan, debenir referidas a nuestra herida: la vida, la muerte, el amor, el deseo, laangustia. Nombrar nuestra herida sin arrastrarla a un proceso de alquimia en virtud del cual consigue alas es vulgar. No es lo mismo decir: «No hay solución» que

 

No saldrás nunca sin embargo

de tu gran prisión de alcatraces.

Creo que estos dos versos son más naturales y más espontáneosque el ejemplo anterior. Hay mucho más convencionalismo en  nombrar las cosas con palabras avejentadas que hacerlo con palabras que nos surgen de algún lado, como pájaros que huyen denuestro interior, porque algo los ha amenazado. La mayor parte de los poemas surrealistas son mucho menos convencionales y cerebrales y literarios que los poemas sencillos y beatos a que nos acostumbró la literatura española.

Poemas de John Donne. Huelen a sol viejo, a muro derruido y rajado pero cuyas grietas dejan escapar palabras de distintos colores, frescas, calientes, y, sobre todo, reveladoras.

Se puede objetar esa intromisión del espíritu pedestre que le acontece después de un verso colmado de lirismo, ej[emplo]:

 

Enséñame a oír el canto de las sirenas,

o a guardarme del aguijón de la envidia.

A veces estremece. Es hondo, irónico:

Y ahora buenos días a nuestras despiertas almas,

que se vigilan entre sí con miedo.

Aunque llegara a definir la poesía —aspiración estúpida, por otra parte—, aunque descubriera su esencia, aunque desvelara su origen más profundo, aunque la poesía toda y todos los poetas me fueran tan conocidos como mi propio nombre, llegado el instante de escribir un poema, no soy más que una humilde muchacha desnuda que espera que lo Otro le dicte palabras bellas y significativas, con suficiente poder como para izar sus pobres tribulaciones y para dar validez a lo que de otra manera serían desvaríos.

Escribí dos poemas: «El desencuentro» y «Ella está muerta debajo de sus alas y sonríe». No me conforman mucho.

 

Jueves, 24 de octubre

Los estados de angustia impiden sentir la poesía. Me refiero a la angustia que produce el fracasar en los intentos de comunicación con los otros. Una queda reducida a una espera. No. Espera, no.

O tal vez sí. Una espera la llamada de afuera. Sólo es posible vivir si en la casa del corazón hay un buen fuego. Dentro de mi pecho tiene que estar la morada del consuelo, quiero decir, de la certeza. Sólo entonces se vive la poesía, que parece estar reñida con la enajenación.

Tengo miedo de fracasar por culpa de mi angustia.

Es necesario olvidarse de todos.

 

Viernes, 25 de octubre

Es necesario olvidarse de todos.

 

Sábado, 26 de octubre

Escribí un poema. No tiene ninguna importancia.

Soy una enorme herida. Es la soledad absoluta. No quiero preguntar por qué.

 

Domingo, 27 de octubre

Quiero llegar a ser lo que ya soy.

Empecé a leer a Neruda «en serio». Neruda es un verdadero poeta, un auténtico vidente. Sus pies están muy adheridos a esta tierra pero algo lo lleva a una patria mucho más original y cierta

(hablo de las Residencias). Es curioso que a veces se obliga a detener su vuelo poético, como si tuviera miedo de caer en la realidad de la fantasía pura. Su insistencia en los objetos trizados,

en los fragmentos que más que dispersión impresionan como una unidad terrible, romántica, no deja de desalentar. A pesar de su grandeza no suscita en el lector esa admiración mezclada de amor que sucede con Rilke, con Hölderlin. Es que Rilke me toma la mano y me habla suave, hondamente, y su voz recuerda algo que jamás fue en verdad, su voz es reminiscente de algo que viví sin haberlo vivido, como si fuera un acontecimiento que me sobrevino en otra vida, muy antigua, inmemorial, pero más verdadera que ésta, o como si hubiera degenerado en ésta.

Descubro que mis poemas son balbuceos. Necesito leer más poesías, averiguar la forma, la construcción.



Diarios
Alejandra Pizarnik
Lumen, 2010.

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