Diez años de la muerte de Leopoldo María Panero
El 5 de marzo pasado se cumplieron diez años de la muerte del poeta, narrador traductor y ensayista español Leopoldo María Panero, que pertenecía al grupo conocido como los “Novísimos”. Hijo de una familia franquista, desde muy joven se sumó a la izquierda española. Viajó a la India, a Marruecos y a Tánger, que eran, en los sesenta y setenta, los sitios preferidos del hippismo. En los años setenta se le diagnosticó esquizofrenia, y fue internado en un hospital psiquiátrico. En los ochenta él mismo decidió vivir en la clínica Las Palmas de la Gran Canaria, donde se le permitía salir. Esto le hizo posible un contacto con el ambiente académico de la facultad de Humanidades, de la Universidad de Las Palmas, que se mantuvo hasta su muerte. Lo recordamos con cinco de sus poemas.
Ars Magna
Qué es la magia, preguntas
en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas,
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación.
Un loco tocado de la maldición del cielo
Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una princesa.
Haiku
Si no es ahora ¿cuándo moriré?
Si no es ahora que me he perdido en medio
del camino de mi vida, y voy
preguntando a los hombres quién soy, y
para qué mi nombre, si no es ahora
¿cuándo moriré?
Si no es ahora que aúllan los lobos a mi puerta
si no es ahora que aúllan los lobos de la muerte
si no es ahora que está como caído
mi nombre al pie de mí, y boquea, y pregunta
a Dios por qué nací: si no es ahora
¿cuándo moriré?
Thomas Muntzer, teólogo de la revolución
Quemaban a los ricos con antorchas
y tal que hierba seca ardían sus cuerpos.
Que el clero, con sus falsas oraciones
te consuele de desaparecer.
Todos los hombres se creían dios.
Mataban y luego eran despedazados.
Lutero maneja con mayor elegancia los libros:
su mano que no trabajó nunca sabe
mover las páginas y engañar a los hombres.
Muntzer tiene la pasión y no la idea:
sin duda morirá despedazado.
El noi del sucre
Tengo un idiota dentro de mí, que llora,
que llora y que no sabe, y mira
sólo la luz, la luz que no sabe.
Tengo al niño, al niño bobo, como parado
en Dios, en un dios que no sabe
sino amar y llorar, llorar por las noches
por los niños, por los niños de falo
dulce, y suave de tocar, como la noche.
Tengo a un idiota de pie sobre una plaza
mirando y dejándose mirar, dejándose
violar por el alud de las miradas de otros, y
llorando, llorando frágilmente por la luz.
Tengo a un niño solo entre muchos, as
a beaten dog beneath the hail, bajo la lluvia, bajo
el terror de la lluvia que llora, y llora,
hoy por todos, mientras
el sol se oculta para dejar matar, y viene
a la noche de todos el niño asesino
a llorar de no se sabe por qué, de no saber hacerlo
de no saber sino tan sólo ahora
por qué y cómo matar, bajo la lluvia entera,
con el rostro perdido y el cabello demente
hambrientos, llenos de sed, de ganas
de aire, de soplar globos como antes era, fue
la vida un día antes
de que allí en la alcoba de
los padres perdiéramos la luz.
En Poesía Completa (1970-2000), Visor, Madrid, 2001.
Leopoldo María Panero
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