El tema propio

El sábado 4 de mayo murió Javier Martínez, poeta y baterista de Manal, una de las bandas pioneras del rock argentino. En Libro de Arena lo recordamos con esta nota de María Pía Chiesino.


El tema propio 


Mi balcón tiene un tema propio.  

Hace diecisiete años que vivo en la misma casa. 

Cuando llegué por primera vez, estaba medio justa con la guita. Y aunque el panorama era mucho más estable que el del delirio que estamos viviendo, no sabía si me iban a cerrar los números para vivir acá.  

Entré detrás de la persona de la inmobiliaria que iba a mostrarme el departamento. Estaba en penumbras.  

Cuando se subió la persiana, en mi cabeza empezó a sonar, a todo volumen, “Avellaneda Blues”, de Manal.  

Desde que me enteré de la muerte de Javier Martínez, acá estoy… mirando por la ventana. Es un día nublado de otoño. Me cuelgo mirando el paisaje de mi lugar en el mundo, que él me mostró de otra manera, en ese poema al que le puso música. 

Las grúas que se ven desde casa inclinan “su lágrima de carga” sobre el Dock Sud.

Escucho su voz inconfundible y rota cantando, ahora, No pibe”. Eso mismo hacía a mis quince años, en otra casa, a pocas cuadras, en esta misma ciudad.  

Alguna madrugada del horrible y solitario 2020, desde los micrófonos de Radio Nacional, (no recuerdo si hablando de Fontova o de Tom Lupo), Daniel Amiano me contestó un mensaje y me decía “Pía, se apaga nuestro mundo”.  

Y sí, es algo así.  

Me enteré de la muerte de Javier Martínez, ayer, cerca de las ocho de la noche, a punto de salir para el teatro Roma.  

Cuando volví ya era domingo. Lo único que pude hacer, fue que en los parlantes sonara el doble de Manal, servirme una copa de vino, levantarla hacia la oscuridad del Dock a esa hora de la madrugada, y pensar en él, en la potencia de lo que escribía, y en mi adolescencia en Avellaneda.  

Fue uno de los poetas más grandes del rock argentino. Lejos.  

Escribió un mapa urbano de sus caminatas por la ciudad, ese lugar del que decía que había que irse, buscando en otra parte, el remanso de “Una casa con diez pinos”. Desde Avellaneda pasando por la “Avenida Rivadavia” que lo llevaba hasta su casa “allá en Flores”, del “Blues de la amenaza nocturna”. Ahí se sentía más seguro "detrás de la puerta".  

Escribió sobre la ciudad en la que vivía, con una mezcla de amor y de rechazo, hablando de un paisaje que lo aburría:  

 

                                      “No miro el techo para ver más que techo 

                                      y la ventana me sirve para mirar 

                                      un edificio con gente que desayuna 

                                     se peina o fuma, en la rutina de continuar”.  

(Informe de un día) 

 

Gracias y aplausos de pie para Javier Martínez. Me voy a subir el volumen de los parlantes y a escuchar otra vez, “Avellaneda Blues”. Y voy a mirar, de nuevo, por la ventana, mi paisaje. Su paisaje.  

    

                                                               María Pía Chiesino 

                                                               Avellaneda, Domingo 5 de mayo, 2024. 

 

Comentarios

  1. Pía. Hola de nuevo. Gracias por el recuerdo. Nos estamos quedando solos. Hoy pensaba que no sé si somos (o fuimos) concientes de la poesía de aquellos discos de Manal, de la profundidad de sus versos. No sé cuántas canciones alcanzan la altura de Avellaneda Blues. Y pensaba también que tal vez fuimos injustos. Era el filósofo que una vez me dijo: "Fuimos unos boludos". Y todavía tiene razón.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

“Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, por Ricardo Piglia

"El libro", un cuento breve de Sylvia Iparraguirre