Cornelia frente al espejo (fragmento)
"Cornelia frente al espejo" es el cuento que da nombre
al último libro publicado por Silvina Ocampo, en el que se alternan relatos
con poemas más o menos extensos. Este cuento será analizado en el próximo
encuentro del ciclo en los que se entrelazan el cine y la literatura. En él, la
narradora le habla a su reflejo como si se tratara de otra persona, y pone en
contacto a los lectores con sus angustias más profundas. Compartimos el
comienzo de este gran relato.
“De
todo el mundo me despido por carta, salvo de vos. La casa está sola. A las ocho
Claudio cerró con llave la puerta de la calle. ¡Cornelia! Mi nombre me hace
reír. Qué quieres, en los momentos más trágicos me río o enciendo un cigarrillo
y me echo al suelo y te miro como si nada malo tuviera que suceder. Ciertas
posturas nos hacen creer en la felicidad. A veces estar acostada me hizo creer
en el amor.
—Soy
espejo, soy tuyo. Desde que cumpliste seis años, por mi culpa quisiste ser
actriz; tu padre, con su cara de prócer, tu madre, con su cara de república, se
opusieron. Qué absurdas son las personas respetables. Cuando guardas las pieles
y los fieltros en alcanfor renace tu desconsuelo; en realidad la gente se opone
a nuestra vocación, es como la polilla, hay que combatirla día tras día, año
tras año.
—¡Es
cierto! Pero no menciones las polillas ni el alcanfor ni las pieles ni a mi
familia, ni siquiera mi nombre. Qué ridículo me parece. Podría llamarme
Cornisa, sería lo mismo. Lo he escrito en las paredes del cuarto de baño
mientras me desnudaba para bañarme antes de salir para el colegio; lo he
escrito en la glorieta del jardín de San Fernando cuando aprendí a escribir; lo
he escrito sobre mi brazo izquierdo con un alfiler de oro. Vivimos como si
fuésemos a vivir mil años, cepillándonos el pelo, tomando vitaminas,
cuidándonos las uñas y las pestañas, eligiendo y eligiendo como en las
liquidaciones de Gath y Chávez.
Hace
mucho que te conozco, desde los primeros meses, no, tal vez después cuando
usaba un flequillo mal cortado y cintas en el pelo del color de mis vestidos.
Desde hace unos días, en cuanto te veo aparecer, como si te viera por primera o
por última vez, mi corazón acelera sus latidos. Eres un compendio de las
personas a quienes he amado. Estás rodeado de una atmósfera líquida, estás como
en el interior del agua, en la luz donde nadan los peces de las grandes
profundidades del mar o en la superficie de un lago tranquilo. Sólo tu voz me
hace quererte. Vivo en un mundo opaco, material, sin aire, un mundo de
talleres; comprenderás que en lugar de sueños tenga a veces pesadillas.
—La
avaricia, con su cara filosófica...
—¡Nunca
fui avara!
—Lo
fuiste de un modo original. El orgullo, con sus esmeraldas llenas
de jardines.
—¡Mi
madre es orgullosa! Yo, nunca.
—La
lujuria, con su recua de alumnos más sagaces que sus maestros. ¡La lujuria!
Cuántas veces buscaste esa palabra en el diccionario; manchaste la página con
dulce. Eras precoz, tenías ocho años y veinte orgasmos diarios.
-Yo
fui más precoz al descubrir tu ombligo. La pereza con su resignación soñadora.
Soy perezosa.
La
gula, con sus dorados libros de recetas.
—¡El
más horrible de los pecados!
—Te
parece horrible porque te hace engordar. La envidia, con oscuros terciopelos,
con predilecciones inexplicables.
—¿Soy
o no soy envidiosa? ¡No sé! Celos y envidia se confunden.
—La
ira...
—¿La
ira? ¿Cuándo?
—El
día en que tiraste las alhajas de tu madre al suelo; el día en que rompiste
aquel vestido de fiesta. La ira, con sus ojos vidriosos de hiena y sus
encantamientos se ha encarnado en ti.
—¿Ahora
quieres que haga mi examen de conciencia? Me ayudaste a disfrazarme para pedir
perdón. ¿Para pedir perdón a quién? A Dios y no a mis antepasados. Hay personas
que confunden a Dios con sus antepasados. Siempre jugué a ser lo que no soy.
Naturalmente te conmoví. Tus defectos, tus conflictos son míos."
Silvina Ocampo
Tusquets, 2009.
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