Héroe
En el comienzo del ciclo de "Cine y literatura históricos" coordinado por Mario Méndez, que se lleva a cabo los días miércoles en la Biblioteca Gerchunoff de la asociación Hebraica, se leyó y analizó la novela Espartaco, de Howard Fast, y se proyectó la célebre película que, basada en la novela, realizó Stanley Kubrick en 1960, con Kirk Douglas en el papel del heroico esclavo rebelde. Viene muy a cuento, entonces, este trabajo de una de las más fieles seguidoras de los ciclos, Dora Kogan, que hoy Libro de arena comparte.
Por Dora Kogan
Por Dora Kogan
Estimulada por
mi familia, me acerqué a la lectura cuando cursaba los primeros años escolares. Las fábulas de
Esopo e Iriarte fueron mi iniciación en
este maravilloso recorrido a través de la literatura, que nunca cesó. Siguieron en el
tiempo, La Cabaña del Tío Tom, Mujercitas, y antes de llegar a Herman
Hesse descubrí a Howard Fast.
De ninguna
manera deseo hacer un análisis del valor literario de este recorrido. Fue,
sencillamente, el comienzo de un camino que aún recorro con deleite. Y también, mi encuentro con "El Héroe",
cuando me sumergí en la lectura de Espartaco. Recuerdo que no
lograba dejarlo. Fingía dormir hasta que la casa quedaba en silencio y volvía
a leer hasta que el sueño me vencía. Terminado el
libro siguieron todos los que hallé del mismo autor. Pero nada ni
nadie pudo reemplazar al gladiador.
Por supuesto que
luego comenzó mi investigación en libros de historia. Su esclavitud,
su condición de gladiador y luego el comienzo de la revuelta que se transformó
en un guerra que minó las bases del Imperio Romano. En el año 71
A.C. se libró la última batalla. Como si
presintiera el fin, mató a su caballo y combatió de pie
con todos los demás. Herido en una pierna, relatan, llegó a luchar de
rodillas.
Terminada la
lucha no fue posible hallar el cuerpo del gladiador. Tampoco estaba
entre los seis mil prisioneros, que
luego fueron crucificados a
lo largo de la Via Appia entre Capua y Roma, para dar un ejemplo al mundo.
No fueron sus triunfos
ni la increíble
epopeya de convertir a sus primeros setenta y cuatro gladiadores
en un ejército de ochenta mil esclavos, lo que sigue alimentado mi admiración.
Su amor por la
libertad y el consiguiente repudio a la esclavitud, el sistema de reparto
equitativo del botín entre sus hombres para evitar el pillaje, hacen de Espartaco un ejemplo en la
lucha por una sociedad más justa.
Howard Fast
Espartaco
Madrid, Edhasa, 1952.
Espartaco
Madrid, Edhasa, 1952.
Ojalá algún día encuentre el tiempo para sentarme con este libro...
ResponderBorrarMientras tanto, gracias por esta breve pero muy interesante introducción, me despertó la curiosidad.