Obsesión y escritura, Waslala
La escritura, los libros, los proyectos, los sueños, la idea de belleza, pueblan la mente y la vida de escritores que persiguen una expresión, una palabra. Libro de arena publica un fragmento de la novela Waslala, de Gioconda Belli que encierra la ficción en la escritura y la lectura.
“Salieron
de la despensa. Melisandra echó una mirada a su alrededor. El ambiente central
de la casa, de techo alto y con tejas
estaba rodeado de habitaciones. Frente al río, abriéndose hacia el corredor, se
encontraba la suya, el estudio y la habitación de su abuelo. El piso de
ladrillos de barro rojos relucía. Olía a limpio. Mercedes había hecho bien su
trabajo. Se encaminó Al estudio. A diario sacudía los papeles del abuelo,
procurando no alterar el desorden que él repetía sistemáticamente. Pasó el
plumero por el escritorio y acomodó en nítidas
pilas los papeles emborronados de notas de sus numerosos proyectos. Dejó que
sus ojos se detuvieran aquí o allá. Su mirada se posó sobre el libro de tapas
negras que él publicara quién sabe cuánto tiempo atrás, abierto sobre un atril
en un pasaje subrayado: “La soledad es cada vez mayor y más bella en el río.
Tal vez el río se pueble un día como pensaba Squier; naveguen barcos y
gasolinas, pasten caballos y ganados de raza en sus llanos y en los gramales de
las lomas; se miren en sus orillas hermosas casas tropicales y en muchas de
ellas libros y retratos de poetas. Tal vez la soledad y la belleza primitivas
queden sólo en los libros. Tal vez la selva vuelva a cubrirlo todos. Todo
depende”. Sintió un escalofrío de belleza y compasión. Leyendo el texto era
imposible saber si él deseaba o no que el río se poblara. No se comprometía ni
con una posibilidad ni con la otra. La duda era el tema constante
de la vida de su abuelo. Creía firmemente, y con la misma firmeza describía.
Soñaba pero temía los sueños. Empezaba los proyectos y a medio camino loa
abandonaba. Acomodó los legajos. Cuánta investigación, cuántos planes de
poemas, cuentos, novelas, ensayos descubría sobre su mesa. El sólo hecho de
concebirlos, de verlos ya realizados en esquemas, sinopsis y anotaciones
infinitas, parecía serle suficiente. Hablaba de ellos. Se entusiasmaba
imaginando aportes, rupturas, innovaciones. Jugaba. Luego pasaba a otra cosa.
La curiosidad insaciable era su mayor encanto. Quizá no le hacía falta culminar
lo propio. Encontraba, al parecer, igual gozo en el trabajo bien logrado de
otros. O quizás temía enfrentarse a su talento; enfrentarse a la posibilidad de
que la obra terminada no alcanzara a ser lo que potencialmente podría haber
sido. Era lo que, a juicio de ella, debió sucederle con Waslala. Él mismo
admitía que sus dudas fueron quizá las responsables de que nunca pudiera
volver, de que su engendro se le evadiera de puntillas, yéndose a vivir su
propia, autónoma, oculta realidad. Nunca pudo encontrar el camino de regreso. Waslala se le transformó en una
obsesión. Tanta energía dedicó a la recreación de la quimera que toda aquella
casa estuvo a punto de naufragar en la nostalgia por un lugar que sólo él
conociera. Era un maestro de la palabra y sus vívidas evocaciones producían un
anhelo tan intenso que al fin ella llegó a comprender, y quizá hasta a
perdonar, el abandono de sus padres desaparecidos en la búsqueda. Con suerte,
esta vez ella también se iría. Emprendería el viaje. Desde la muerte de su
abuela lo estaba planeando. Cada año se lo proponía, sólo para que a última
hora le flaqueara la voluntad y el valor para enfrentar el rostro del abuelo.
La sola idea de tener que decírselo le provocaba malestar físico. Su soledad la
desgarraba, aun cuando él hiciera lo posible por convencerla de cuán bien la
toleraba. Se encerraba horas y horas en el estudio. A ratos tomaba notas
frenético, a ratos, simplemente se quedaba absorto,quieto, sosteniendo un
libro entre las manos como si le bastara
el contacto silencioso para volver a experimentar el apretujamiento de las
palabras en la página.”
Fragmento de Waslala
Gioconda Belli.
Barcelona, Seix Barral, 2006
Fragmento de Waslala
Gioconda Belli.
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