Emma, ficción y verdad

En la letra o en el celuloide, las ficciones de Borges y Bioy siempre despiertan inquietud y renuevan el interés. Libro de arena comparte un comentario acerca del cuento policial de Jorge Luis Borges “Emma Zunz”, a manera de anticipo respecto del Ciclo Borges y Bioy, cine y literatura, que da inicio mañana en la Biblioteca Gerchunoff de la Sociedad Hebraica, y que abordará las formas de representación que los discursos literario y cinematográfico proponen al lector-espectador de sus obras.



Por Alvar Torales


Emma Zunz decide asesinar al dueño de la fábrica en la que trabaja porque lo sabe responsable del suicidio de su padre. Para ello urde un plan tortuoso, cruel, repugnante, pero tremendamente eficaz. No es una mera venganza, el hecho tiene características épicas porque se trata de reivindicar la honra y la memoria de su padre. Para ello no escatima esfuerzos, entrega su propio honor; se hace pasar por delatora; se enfrenta al horror de convertirse en homicida y todo en aras de la justicia, porque ese es el verdadero motivo que la impulsa, la justicia, y como es así, el plan cierra evitando ser castigada. "Ella sirvió para el goce y él para la justicia" dice Borges.

El cuento tiene elementos del policial clásico y del policial negro y como el asesinato es explícito, es el propio lector quien se convierte en investigador siguiendo paso a paso el recorrido de Emma. Hay alguna descripción de barrios y calles porteños y algunos otros elementos propios del autor, pero, en general, se puede decir que es bastante atípico respecto a la estructura borgeana (el sexo, por ejemplo). El crimen se justifica, no tanto por la perversidad de la víctima, sino por el espíritu de la victimaria. Huelgan las palabras en este sentido porque el párrafo final es más que elocuente:
"La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios."

Seguramente con la tecnología actual se hubiese derrumbado el plan de Emma Zunz, pero afortunadamente, hace seis décadas, cuando Borges escribió el cuento ni se hablaba del ADN, por lo que la verosimilitud sigue intacta.

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