El árbol de palabras, de Mirta Rosenberg
A cinco años de la muerte de la poeta Mirta Rosenberg, en Libro de arena la recordamos con tres poemas de El árbol de palabras, su Poesía reunida, editada por Bajo la Luna.
en su vaso de vidrio verde, pasa a llamarse Jaime
en cuanto traspone la puerta de mi casa.
Jaime me recuerda eso que se pierde
y se quiere celebrar brindando por la vida.
Aun desnuda, enjuta y nervuda,
nerviosa, la rama de cerezo exuda
esa cosa de perenne capullo
que evoca el manto real. Y de hecho es suyo.
El rey no está desnudo, tan sólo lo parece
por pura terquedad. Esa rama despojada
y flaca aloja todas sus flaquezas,
que le permiten alardes y generosidad.
Dará un capullo más, su forma de amistad,
hasta que la reemplace otra rama de cerezo ornamental,
con apariencia más joven y casi igual,
que pasa a llamarse Jaime en cuanto traspone
la puerta de mi casa, se zambulle en el vaso
de vidrio verde y me recuerda eso que se pierde.
De “El arte de perder”
Gato en retrato
Se pierde el momento
de empezar
se empieza
en cualquier lado: aunque
se pierda
el gato
está ganado. Y no se espera.
Ni siquiera
el gato espera al gato.
El gato es solo
y eso le permite
inventarse
sus pasiones. Su riesgo
es saber
y de antemano
que nadie lo querrá
como querría.
Y ésta:
"Gato en el mundo,
poco profundo",
su sentencia.
Siendo leve,
el gato es. Se sueña
con gatos cuando uno
se sale de sí mismo. El gato
rara vez
cabe en el gato.
Está
autorizado al equilibrio
y condenado
por lo mismo
a sitios relativos:
sube
y no asciende, baja
y no se hunde.
El único lugar del gato
es donde
el gato estuvo.
Según
mi amiga,
en Roma
hay siempre el mismo
gato.
Se renuevan
sin embargo
los gatos de París. Y hay
más de uno siempre a un tris
de ser feliz
aquí.
El aquí
es el conflicto del gato.
De donde mira
ve
que el mundo gira
y se marea. Gato mareado,
gato agotado. Lo pierde
lo relativo
y ni lo salva
saber que está ganado
aunque perdido.
De “Bestiario íntimo”
Domingo 28
¿Qué debo escuchar,
Oídos?
¿El viento en las palmeras,
el mareo del mar, el estruendo mental
del movimiento de estrellas inaudibles
o tu voz diciendo
"me das miedo"?
A veces me das miedo.
Soy una ruta secreta
y quería ser un atajo
para el corazón.
A veces me das miedo cuando escucho
"no sé si debo correr la carrera
o la vocación".
¿Cambiaste tus convicciones?
¿Cambió mi vocación?
A veces, Oídos, hace falta cierto tacto
con una misma, con ésta o con aquélla,
el vaivén de la metáfora y del mareo del mar,
y quedarse allí sentada, tranquila
como alguien satisfecha con la muerte,
como alguien satisfecha.
Escuchame, Oídos,
como lo que debo escuchar.
Tenés que seguir tu vocación,
convicción, corazón.
Soy una cabeza de alfiler repleta
de estruendo mental, prendida
a esa metáfora como a una cofia.
De “El arte de perder”
Mirta Rosenberg
BAJOLALUNA, 2018.
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