Cría cuervos

De la mano del comentario de María Pía Chiesino Libro de arena comparte uno de los relatos enmarcados del  Libro de los exemplos del conde Lucanor o libro de Patronio para conmemorar el día de la muerte del Infante Don Juan Manuel y aprovechar para reflexionar acerca de las relaciones de poder.




Cuento XIX
Lo que sucedió a los cuervos con los búhos 
Hablaba otro día el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo:
-Patronio, estoy en lucha con un enemigo muy poderoso, que tenía en su casa a un pariente que se había criado con él y a quien había favorecido muchas veces. Una vez,  por una disputa entre ellos, mi enemigo causó graves daños y deshonró a su pariente  que, aunque le estaba muy obligado, pensando en aquellas ofensas y buscando la forma  de vengarse, desea aliarse conmigo. Creo que me sería hombre muy útil, pues podría aconsejarme el mejor modo de hacerle daño a mi enemigo, ya que lo conoce muy bien.  Por la gran confianza que me merecéis y  por vuestro buen sentido, os ruego que me aconsejéis el modo de solucionar esta duda. 
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-,  lo primero que debo deciros es que  ciertamente este hombre ha venido a vos para engañaros, y, para que sepáis cómo lo  intentará conseguir, me gustaría que supierais lo que sucedió a los cuervos con los búhos. 
El conde le preguntó lo que había sucedido en este caso. 
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, los cuervos y los búhos estaban en guerra  entre sí, pero los cuervos llevaban la peor parte porque los búhos, que sólo salen de  noche y de día permanecen escondidos en lugares muy ocultos, volaban al amparo de la  oscuridad hasta los árboles donde se cobijaban los cuervos, golpeando o matando a  cuantos podían. Como los cuervos sufrían tanto, uno de ellos muy experimentado, al ver  el grave daño que recibían los suyos, habló con sus parientes los cuervos y encontró un  medio para vengarse de sus enemigos los búhos. 
Este era el medio que pensó y puso en práctica: los cuervos le arrancaron las  plumas, excepto alguna de las alas, por lo que volaba muy poco y mal. Así, lleno de  heridas, se fue con los búhos, a los que contó el mal y el daño que le habían causado los  cuervos porque él no quería la guerra contra los búhos, por lo cual, si ellos lo aceptaban  como compañero, estaba dispuesto a decirles las mejores maneras para vengarse de los  cuervos y hacerles mucho daño. 
Los búhos, al oírlo, se pusieron contentos porque pensaban que con  este  aliado podrían derrotar a sus enemigos los  cuervos, con lo cual empezaron a tratarlo  muy bien y le hicieron partícipe de sus planes secretos y de sus proyectos para la lucha.
Sin embargo, había entre los búhos uno que era muy viejo y que tenía mucha  experiencia que, cuando se enteró de lo del cuervo, descubrió el engaño que les  preparaba y fue a explicárselo al cabecilla de los búhos, diciéndole que, con toda  seguridad, aquel cuervo se les había unido para conocer sus planes y preparar su derrota,  por lo que debía alejarlo de allí inmediatamente. Pero este experimentado búho no  consiguió que sus hermanos le hicieran caso, por lo cual, al ver que no lo creían, se alejó  de ellos y se fue a vivir a un lugar donde los cuervos no pudieran encontrarlo. 
Los búhos, no obstante, siguieron confiando en el cuervo. Cuando le crecieron  otra vez las plumas, dijo a los búhos que,  pues ya podía volar, iría en busca de los  cuervos para decirles dónde estaban y,  de esta manera, reunidos todos los búhos,  podrían acabar con sus enemigos los cuervos, cosa que les agradó mucho. 
Al llegar el cuervo donde estaban sus hermanos, se juntaron todos y, como sabían  los planes de los búhos, los atacaron de día, cuando ellos no vuelan y están tranquilos y  sin recelo, y destrozaron y mataron a tantos búhos que los cuervos quedaron como  únicos vencedores. 
 Así les sucedió a los búhos, por fiarse del cuervo que es, por naturaleza enemigo  suyo. 
Vos, señor Conde Lucanor, pues sabéis que este hombre que quiere aliarse con  vos debe vasallaje a vuestro enemigo, por lo cual él y toda su familia son vuestros  enemigos también, os aconsejo que lo apartéis de vuestra compañía porque es seguro  que pretende engañaros y busca vuestro mal. Pero si él os quiere servir desde fuera de  vuestras tierras, de modo que nunca conozca vuestros planes ni pueda perjudicaros y  verdaderamente hiciera tanto daño a aquel enemigo vuestro que nunca pudiera hacer las  paces con él, entonces podréis confiar en ese pariente despechado, haciéndolo siempre  con cautela para que no os pueda resultar peligroso. 
El conde pensó que este era un buen  consejo, obró según él y le fue muy  provechoso. 
Y como don Juan comprendió que se trataba de un cuento muy bueno, lo mandó  escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: 
  
Al que antes tu enemigo solía ser
ni en nada ni nunca le debes creer



 Por María Pía Chiesino
El Infante Don Juan Manuel, además de ser sobrino de Alfonso el Sabio, ocupar cargos en el gobierno y luchar contra los moros, se hizo tiempo para sentarse a escribir su Libro de los Exemplos del Conde Lucanor o Libro de Patronio, en que reunió cincuenta y un relatos enmarcados.
Lo que siempre me gustó de estos cuentos, fue que el conde le cediera la voz a Patronio, para que le enseñara cómo comportarse frente a las distintas situaciones que se le presentaban en la vida cotidiana. Podría no hacerlo. De hecho, el Conde es noble y Patronio no, y esto podría bastarle para no pedir ni aceptar consejo alguno. Pero no es así, felizmente, para la historia de la literatura.
Si bien el Conde se reserva los dos últimos versos, en ellos expresa lo que aprendió, gracias a Patronio. Esos versos son quizá una devolución, un agradecimiento. En el caso del relato de los cuervos y los búhos (tomado por el Infante del Pantchatantra de la literatura hindú), le agradece, nada menos, el haber aprendido cómo comportarse frente a un posible enemigo. El Conde confía en este hombre, porque padece los males que le hace un viejo enemigo. Lo que olvida, al plantearle el problema a su consejero, es que además de ser pariente, le debe vasallaje. Deja de lado, nada menos que la cuestión del poder, que felizmente Patronio le recuerda, por medio de este hermoso relato.



Don Juan manuel

 Libro de los exemplos del conde Lucanor.                                                                               

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