“PARA PENSAR EN SITUACIONES DE LECTURA, TIENE QUE ESTAR ESE OPTIMISMO DE LA VOLUNTAD”

Libro de arena publica la segunda parte de la conversación tenida en la Biblioteca Nacional sobre promoción de la lectura la directora del Museo de la Lengua, María Pía López, la directora del Plan Nacional de Lectura, Margarita Eggers Lan, y la reconocida editora Teresita Valdettaro. La primera parte puede encontrarse aquí. En esta porción de la charla, conversan sobre la estrategia del contagio cuando se trata de lectura, el rol de las instituciones públicas y privadas y, ya cerca del final, del necesario valor del pesimismo y del optimismo. La charla estuvo coordinada por el escritor y editor Mario Méndez, y forma parte del ciclo de Encuentros con autores de la Literatura Infantil y Juvenil, organizado por el Programa Bibliotecas para armar del GCBA y el Programa de Acciones Comunitarias del la BN.

Mario Méndez:
Una cuestión interesante para cuando hablamos de lectura es el del contagio. Eso  justamente que no se puede poner adentro de un aula. ¿Cómo hacés para que el docente contagie el entusiasmo por el libro? Me acuerdo de cuando trabajábamos en el Programa de Lectura con vos, Margarita, de una charla que dio Graciela Bialet en el Ministerio de Educación. Dijo una frase que yo la repito cuando puedo, que hay que convencerse, parece de perogrullo pero por ahí no estamos todos convencidos, de que el oficio del docente es un oficio de lectores. Que realmente no se puede ser docente sin ser lector. Poder se puede pero no se debería. Ahora, ¿cómo contagiar? Mi pregunta para todos hoy va en ese sentido, ¿cómo hacer desde el lado de las empresas editoriales que apuntan a los maestros y desde el lado del Plan Nacional de Lectura, del Estado, del Museo?, ¿cómo lograr ese contagio, primero a los docentes, para que después lo trasladen a los chicos? Y antes de que me contesten, una de las “grandes contagiadoras” está  acá presente, que es Adela Ratner, que es estrecha colaboradora de Mempo Giardinelli en su Fundación y que dirige un programa premiado internacionalmente. Las abuelas que cuentan cuentos y andan contagiando lecturas (Aplausos) y ahora están leyendo en la secundaria. ¿Cuál es tu respuesta Margarita?


Margarita Eggers Lan:
El mes pasado estuve en Cuba de los leedores, en las fábricas de habanos. En mil ochocientos cincuenta y pico, en la fábrica Partagás, se pensó en cómo entretener a los obreros de los habanos, leyéndoles de vez en cuando unos minutos para que tuvieran un incentivo. La cuestión es que un día cae la novela Montecristo y se arma un tole tole porque los habaneros no quieren dejar de escuchar la novela. Llegan al punto de hacer una huelga por tiempo indeterminado y a partir de ahí se crea el papel del “leedor”. Y bueno, ustedes saben que en Cuba las fábricas de habanos se llaman “Montecristo”,” Romeo y Julieta”. Y de ahí, justamente, salió Martí. Era leedor en una fábrica de habanos. Eso de leer en todos los ámbitos es lo que nosotros estamos trabajando desde hace tantos años, lo que decía Mario recién, la frase que decía Graciela Bialet, sólo les pedimos a los docentes desde Inicial hasta la Universidad, que, por favor, antes de empezar la clase, les lean, en diez minutos, un texto a sus alumnos. Diez minutos. Cuando nos dicen justamente: “Yo no sé leer”, le decimos: “Sos docente” ¿Podés ir a una sala de emergencias y que el médico te diga: “No, mirá, me da asco la sangre”? No podés. Entonces un docente no puede negar este camino amoroso que hay hacia la pasión por los pibes. El docente es la clave. Tiene que poder leerle todos los días un texto a los chicos, un texto que los enamore.

Asistente:
Yo no soy docente. Pero querría saber… ¿se puede incorporar a la Literatura en el currículum de los docentes?

MM:
Muy buena pregunta.

MEL:
La literatura infantil y juvenil hace muy poco tiempo que volvió a la currícula de  los planes de estudio. Por eso nosotros estamos tratando de profundizar y trabajar tanto en esto. Porque justamente, a partir de eso que les mostré de los libros recomendados para leer, resulta necesario preguntarse: “¿Quién es quién para armar un canon?”. Bueno, los cánones se arman igual, nos guste o no nos guste, cuando el Estado compra libros, arma cánones.
Entonces no seamos hipócritas y empecemos a ser más democráticos, y abrir un poco el abanico y mostrar qué se puede leer.

Asistente:
¿Qué pasa con los docentes? Porque yo soy lectora de cuentos en escuelas. Estoy con un grupo que vamos a leer y a contar cuentos, y me he encontrado con maestras que he constatado que eran semi analfabetas. Entonces digo, ¿qué pasa con el currículum? Porque yo no creo que al chico tengamos que obligarlo a leer. Quizá habría que tal vez poner un poco de mano dura y obligarlo a leer al docente…

MEL:
Sin poner mano dura… sin poner mano dura. (Risas) Por ejemplo, si el docente tiene que elegir todos los días un texto para leer, está obligado a leer, está obligado a ir a buscar en la biblioteca, a la propia, a la del vecino, a la de la escuela. Está obligado a buscar textos y leer. Está obligado a leerlo y releerlo para poder leerlo después. La lectura en voz alta es algo tan simple, y tan sencillo, y es un camino, como dice Mempo Giardinelli, el primer camino para formar lectores.

Asistente:
Mi pregunta es, ¿hoy el docente dispone de tiempo para ir a bibliotecas? Ya sea de grado o un docente secundario.

María Pía López:
Sí, yo fui docente de primaria, fui docente de secundaria, tenés muchas horas libres, podés  leer con los chicos, podés leerle a los chicos,  podés hacer que los chicos te lean a vos. Yo creo que el tiempo para leer no nos alcanza nunca. Que levante la mano acá el que le alcance el tiempo para leer. El tiempo en realidad no nos alcanza nunca.

Asistente:
Yo hablaba de la búsqueda. Vos hablabas de un tiempo de lectura clandestina, yo pensaba en el tiempo robado a la lectura. Yo fui docente. Estuve trabajando con chicos pero desde mi pasión por la lectura. Pero si no trabajo tanta cantidad de horas, no puedo comprar libros y tampoco puedo leer. Pero también me ha pasado llegar a una escuela con un libro, leer un párrafo. Los chicos ya se interesan a ver qué libro es ese.

MEL:
Mempo Giardinelli dice: “¿Cuánto lleva el poema ese de Neruda, para que vos vayas ahora a la noche y antes de poner la mesa le digas a tu marido: ‘Escuchá esto’. Dos minutos te lleva. Dos minutos.”

MPL:
Hubo hace muchos años en la ciudad de Buenos Aires, una capacitación a nivel de postítulo docente que dirigía Gustavo Bombini, sobre literatura infantil y juvenil, y lo cerraron. Y esto dejó un bache muy grande a nivel de postitulación. Hace dos años dejó de existir, lo cual generó un bache en la formación más importante todavía. Yo vi bastante de cerca el trabajo que hacían los docentes de ese postítulo, y los efectos eran muy tangibles. Puede parecer chiquito por la cantidad de personas que lo  cursaban por año. Pero el nivel de impacto es muy alto porque cada profesor  y cada maestro cuando vuelve a la escuela, hace algo con eso.

MEL:
Nosotros hicimos un seminario  internacional sobre LIJ, que vino Pedro Carrillo,  de Castilla, La Mancha, que es el que tiene la maestría en lengua española más importante sobre LIJ.  Vino gente que trabaja en la única cátedra que trabaja literatura infantil en México. Vinieron expertos de todo el país y los llevamos a recorrer todas las provincias. Y era impresionante porque estaba Fernando Hernán Díaz hablando del libro álbum y había quinientas personas. Y nosotros habíamos preparado un Seminario para un número de entre setenta y cien personas, y tuvimos que empezar a pedir otros lugares. Y eso es también por una necesidad enorme que hay, porque hay una demanda en este momento.

MPL:
Una cosita, porque él  preguntaba qué se puede hacer desde la institución… Nosotros, en realidad, desde el Museo del Libro lo que hacemos es tratar de frecuentar las obras (ahora estamos con la muestra de la bibliografía  sobre Roberto Arlt).El viernes va a estar Ana Padovani narrando, una gran narradora, y va a estar narrando la bibliografía de Arlt y leyendo textos. Es una narradora muy potente. Es muy interesante lo que hace, y está en el marco de esta muestra sobre Los siete locos y Los Lanzallamas. Nosotros trabajamos mucho con visitas escolares. Desde fines de abril empiezan estas visitas. Entonces pensamos en una muestra que sea muy escenográfica, como una puesta en escena,  y muy lúdica. Y en la que se pueda interactuar con el relato de la novela, casi como si fuera una novela de aventuras que les pasan a los personajes y ver qué pasa con eso. Con el interés de los niños que se acercan en una visita guiada, entrando de ese modo a una cosa que es casi teatral y de juego. Ver si les despierta las ganas de ver qué dice la novela.

MEL:
Una sola cosa más sobre el rol de las instituciones. Nosotros estamos trabajando muy fuertemente con los adolescentes. Y puedo dar testimonio de eso porque en el Chaco ya hay más de seiscientas escuelas secundarias donde los alumnos leen. Empezaron con un docente que lee, pero ellos traen textos para leer y realmente hemos visto un trabajo muy intenso, y que tiene que ver también con buscar, con que ellos mismos traigan sus textos para leer y compartir. Tienen muros de recomendaciones de libros, Facebook, tienen sus blogs…



Asistente:
 Yo pensaba, con esto que decías vos de los docentes… No soy docente. Lo fui en algún momento. Soy narradora, y estoy en contacto con los docentes, y sus problemáticas  y pienso que se les tiran demasiadas fichas a los docentes. “Lo que deberían ser”,” lo que tendrían que hacer”… me gustó esto del contagio, la transmisión. Lo que se transmite con palabras hace que se hable del tema de la lectura. Yo lo pensaba en relación a la exigencia que tiene un docente hoy. Tal vez, la chance sea la de redescubrir  junto con ellos, acompañarlos, esta escena del propio lector. No sé si para esto hay capacitación.

Asistente:
Los talleres de lectura para los docentes…


Asistente:
Encontrar algo más informal. Ver la finalidad. Si es para enriquecer el bagaje literario es buenísimo. Pero para reencontrarse con esa escena de lectura clandestina…

MEL:
Y a veces ni siquiera es reencontrarse. A veces es encontrarse. Porque, por ejemplo, nosotros, en este momento, estamos teniendo grupos de lectores en universidades. Empezamos con un grupo de la Facultad de Derecho, del área de investigación de la Facultad de la UBA. Me vinieron a entrevistar y yo les dije: “¿Por qué no se animan a hacer una cátedra para la formación de lectores en la Facultad?”. Y ahí empezaron. Tienen una suerte de cátedra libre a la que asisten desde jueces hasta alumnos de la Facultad. Y sí les cambió la historia cuando, por ejemplo, Ana Padovani les traía un universo de libros para leer. Era increíble ver la cara de esos jueces abriendo los libros álbum, y pidiendo que se los dejaran un ratito más. Esa escena amorosa con los libros hay que tener la continuidad de armarla en todos los lugares donde se pueda. Pero hay que armarlas. Porque solas no salen. Esos jueces nunca se habían encontrado con un libro así. Ahora están, en este momento, trabajando con nosotros en la Estación de Lectura de Retiro (tenemos una estación de lectura libre en Retiro) y para la gente que va a dormir a los paradores del Gobierno de la Ciudad, se armaron ahora bibliotecas en los paradores. Entonces los jueces y los alumnos, ahora van a leerles a los hombres y mujeres que van a dormir ahí a la noche.

Asistente:
La Asociación de Pediatría también. Con la creación de bibliotecas  y de salas de lectura, por ejemplo en el Hospital Tornú.

Asistente:
Yo soy docente en la universidad, y hace tiempo que me vengo interiorizando en la lectura porque veo los beneficios que tiene en los alumnos universitarios. Que se metan en los textos. Y que no sean lectores por ejemplo, sólo de libros de Medicina y de Biología. Y creo que para promover la lectura estamos errando el foco. En lugar de ir a los chicos, tratar de fomentar a lectura en los docentes, en los padres. Ir a los chicos es absolutamente necesario. Pero también es absolutamente necesario facilitarle el acceso al libro al docente que quizá no encuentra tiempo para la lectura, se pierde, entre tantos títulos, entre tantos autores, que no sabe cómo acercarle a sus alumnos. Entonces creo que los que queremos facilitar la lectura tenemos que empezar con docentes que trabajan con nosotros en la universidad y en otros ámbitos  y con los padres de los chicos. Hacer todo un trabajo de uno a uno que se multiplica. Aparte de trabajar con los chicos.

MEL:
En la facultad de derecho ahora hay doce cátedras que tienen incorporada la literatura en su currícula. Empiezan a buscar textos donde aparecen las problemáticas de la justicia. Los mismos docentes con los que trabajamos ahora se asombran porque ellos mismos empiezan a buscar, y hoy tienen una página web, “Lectores para la Justicia” donde  pueden explicar desde Drácula hasta algunas obras de Borges, las que se te ocurran. Cuáles son las vinculaciones que tienen con la Justicia y ellos nos cuentan cómo los alumnos se entusiasman por la materia, entrando por la literatura. Y ahora estamos con un desafío mayor que es en la Facultad de Ingeniería. Vamos a ver…

Teresita Valdettaro:
Yo valoro de todo corazón esos encuentros. Yo coordino congresos de promoción de la lectura, soy editora, vivo de los libros, vivo con los libros y soy muy feminista. Mi experiencia es que me estoy encontrando con amigos que no veía hace mucho, que creí que eran excelentes lectores y me dicen:  “Ya no leo”. Son colegas. Gente de Letras, gente que trabaja en investigación y que te dicen: “Leo para trabajar, nada más”. Entonces me parece que estamos en un problema. Es un problema. Nos reunimos para hablar de libros, para intercambiar datos de eventos, páginas, autores. Nosotros. Cincuenta, sesenta personas. Cuando sos editor, esta posibilidad no la tenés. Todo lo que yo tengo que decirte tiene que estar acá: en esta tapa, en este color, en esta contratapa, en la solapa. Como editor tenés menos recursos. Tenés mucha más llegada, por supuesto, porque los libros son tres mil, cinco mil… pero hay muchos menos recursos. Entonces, uno de los grandes desafíos, que tuve, y que tengo, es unir esos dos polos. Esos elementos que hacen atractivo al libro, acá estoy hablando del comprador directo. No estoy hablando de los libros que van al canal escolar. Estoy hablando de los libros que yo quiero que el chico vea en la librería, si va, que le recomiende a sus padres por Internet, que es prácticamente el único modo de que un chico pueda comprar un libro, sacando los de prescripción escolar. Honestamente, los grandes canales de venta de libros son supermercados, kioscos, y grandes cadenas…

MEL:
En la Encuesta Nacional de Lectura me sorprendió lo bajo que era el índice de compra en  supermercados, por suerte, y en shoppings…

TV:
Yo estoy hablando de una empresa a cuyos números tenía acceso y la mayor parte de las ventas era material que se distribuye en los supermercados. Lo cual indica una gran popularización en la compra de los libros. Ahí los libros están al alcance de todos. Porque no todos entran a la librería. Es mucha más la gente que va al supermercado que la que va a la librería. De modo que yo no lo interpreto como algo negativo. Lo tomo como un gran desafío. Hacer que este libro, que habitualmente se compra por el color, la tapa, los brillitos, tenga una universalidad que acompañe esa presentación.

MEL:
Pero no hay mediadores en los supermercados. Nosotros tenemos a los libreros que saben montones de cosas…

TV:
Lo que pasa es que también, la mediación…si estamos hablando de chicos y de los adolescentes, el mediador, que no es el par, es, en general, bastante poco aceptado. Hay casos de profesores de Literatura privilegiados. Hay muchísimos escritores que empezaron a escribir por los profesores de Lengua que tuvieron en el secundario. Jorge Accame entre ellos. Uno de los próximos invitados de este ciclo. Esto yo no lo desconozco para nada, pero no sé si es la mayoría. A mí me preocupa justamente esa otra franja. La de la lectura por placer, la lectura porque está prohibido, la lectura en lugar de jugar con la computadora, leer en lugar de ver series… Estoy hablando de las alternativas de entretenimiento. Ver cuántas les llegan a los chicos, a los adolescentes específicamente, y que no es por recomendación nuestra. No es por recomendación de los alumnos. Es generalmente por recomendación de los pares porque el libro va pasando, porque “mirá”, “fijate”… Y bueno… ganan Crepúsculo, y las grandes sagas y cada tanto cae El Señor de los Anillos y nos sentimos muy felices de que caiga Tolkien también… Creo que es un gran desafío como editores. Mío, personal, que el libro que se vende  sea bueno, que esté bien escrito,  que la temática sea interesante, que sea de un autor que tenga un lugar en la literatura infantil y juvenil… Y el gran desafío de los editores en este momento es generar e-books y libros que tengan nuevos contenidos para que a los chicos la lectura les resulte tan tentadora como nos resultaba a nosotros cuando teníamos la edad de ellos. Más allá de la escuela. No estoy hablando de textos para nada. Son dos canales. Ustedes están hablando desde lo institucional, y yo te digo lo que me pasaba a mí como editora.

MEL:

Recuerdo que para la escuela, en el año 2004, 2005,  me reunía con Pedro Barcia, el Presidente de la Academia Argentina de Letras por ese entonces, porque Filmus quería comprar una colección de libros y  en ese momento estaba todo auditado por Poder Ciudadano, tenía que hacerse una licitación, entonces le dije a Pedro Barcia: “¿Por qué no elegís los cien libros que todo joven debería leer?”. Y bueno, me llama Daniel Filmus y me dice: “Bueno si vos me decís que acá hay uno que está vivo… (Risas)… No hay uno”…Bueno, y así entró Fontanarrosa, entró Osvaldo Soriano, entró Oesterheld, El eternauta, Quino,
Todo Mafalda, para los chicos… Y era una fiesta. Yo tengo mails de bibliotecarios que me escribían y yo me ponía a llorar cuando leía eso.  Me decían: “Hoy llegaron los libros”. Y desparramaban los libros, y se habían encontrado con algo más cercano a su universo…



TV:
Y esa situación que fue gloriosa, después de los cien títulos, culturalmente fue de gran impacto. Lo viví como editora.

MEL:
Además, en los clásicos  se eligieron las mejores traducciones dentro de lo que eran las llamadas que estaban dentro de los libros, aquellas que tuvieran más que ver con el contexto histórico social.

TV:
Es muy difícil dar para leer un Gulliver o Canción de Navidad sin tener cierto contexto. Esto también es un mérito de las ediciones pensadas para las escuelas.

MEL:
Yo, por ejemplo, tenía cinco ediciones para evaluar de El color que cayó del cielo, de Lovecraft. Tenía cinco libros, me acuerdo porque me fui de vacaciones  a San Martín de los Andes con mi marido y me llevé una valija llena de libros. Y él estaba a la noche prendiendo el fuego y yo le leía cinco párrafos, todos diferentes. Y le decía: “¿Cómo se puede traducir tan diferente?”. Y me acuerdo, porque lo peleé a muerte, que el de Elvio Gandolfo era el mejor, lejos. Y me decían: “Es el más caro”. Y yo decía: “No importa. Es el mejor”.

TV:
Es que también son ediciones muy cuidadas. Las que se hacen pensando en escuelas. Se pone mucho cuidado en la traducción, en las notas, en el contexto. Mucho más que si lo comprás en una edición o una traducción que quién sabe de cuándo es, española o mexicana. También eso tiene su mérito. Ahí el señor quiere decir algo…

Asistente:

Yo soy maestro de Lengua y profesor de Media, además. Yo pasé por el postítulo. Y lo que tenía como mérito, vinculado a esto que decís de las traducciones, más para docentes como yo, ávidos de la lectura  era la posibilidad de redescubrir clásicos a los cuales habíamos dejado de lado por cliché más que por alguna otra cuestión. Me hacía recordar a Pinocchio, un libro del cual todos habían  visto algún tipo de versión. Y que jamás hubiéramos llevado al aula por esa cuestión de prejuicio. También  por la versión de Walt Disney, que es la que tenemos más en la cabeza, por otras cuestiones. Y en el postítulo ese, había gente de cualquier lugar del sistema. Entonces uno podía encontrarse con un profesor de Lengua, un licenciado en Literatura, un maestro de Inicial, y todos teníamos visiones distintas de las cosas. Todos apostábamos a un nuevo lenguaje sobre eso. Los docentes no tenemos mucho tiempo, tal vez, pero podemos hacer lectura clandestina dentro del aula. (Risas). Podemos, cuando nuestros alumnos están haciendo lectura silenciosa, tener algún texto nuestro para leer un poquito, un ratito. No hay mucho tiempo, tampoco. Poder leer algo propio. También estamos los que nos creamos la responsabilidad de traer textos más atractivos, más actuales, y que no sea solamente la parte deportiva del diario. Pero sí leerles o contarles la historia de un club. O la historia del fútbol. Yo, por ejemplo, soy docente en la villa de Retiro. En la escuela pública que está más cerca de la villa. Y a los chicos les atrae que nosotros les llevemos algún texto vinculado al fútbol. Y después contarles que ese autor es Osvaldo Soriano.

MEL:
Nosotros estuvimos en 2003 con cuentos en las canchas…

Asistente:
Muy útiles.

MEL:
Una idea que se me ocurrió a mí, y que me acuerdo que  cuando la tiramos nos decían que los iban a agarrar los barrabravas, que los iban a romper, que los iban a hacer papelitos, y la verdad es que mucha gente nos dijo que los adolescentes empezaron a agarrar más libros a partir de los cuentos de la cancha. Porque tenían un “algo” con lo que se identificaban.

Asistente:
Lo que sí también es real, es que hay muchos compañeros (no hablo de los docentes en general) que a veces no tocan un libro ni por casualidad. Pero ese ya es un problema de responsabilidad personal.

Asistente:
Yo vengo de una familia en la que éramos tres hermanos. Había pocos libros. De los tres, a mí me  gusta mucho leer y a mis hermanos no. Los tres nacimos del mismo lugar. Con los mismos padres, la misma biblioteca… Creo que, de alguna manera, a uno le entusiasma leer si hay libros.  Si no, necesita mediador. La escuela, vecinos… Muchas de mis lecturas tenían que ver son las familias de mis amigos, que eran más intelectuales que la mía. Entonces algunos somos más visuales, otros más táctiles. Y también la literatura que llega por otros canales,  por el cine. Sabemos toda la historia de una novela sin leerla porque vimos una película que nos la cuenta… por ahí vamos al libro…hay distintas maneras de ingresar. Todas son válidas y todas son sumatorias. Cuando yo entré a la docencia, fui primero maestra de Matemáticas… No dábamos Literatura…

MEL:
Ahí trajimos para que después se lleven todos, de los ejemplares chiquititos con los que empezamos a trabajar en el 2003, hay de Literatura y Memoria, y hay también de Literatura y Matemática.

Asistente:
Yo trataba de recordar el Profesorado… yo me recibí de profesora en el Mariano Acosta y tuve excelentes profesores de Literatura que los recuerdo hasta hoy, sin embargo estaba tratando de acordarme si leíamos literatura… No. Hacíamos análisis de la estructura, pero no me acuerdo de que me dijeran: “Leé esta novelita”. Y eso en el Profesorado, que me parece un lugar fundamental… Si no te forman en ese lugar, como lectora… el entusiasmo lo tenés que buscar en otro lado.

Asistente:
Hay poco tiempo de Literatura. Y eso es una cosa que en la formación docente habría que tener en cuenta. Que es en el único lugar institucional en el que la Literatura tiene que tener un lugar privilegiado. Yo, por ejemplo, que soy directora de escuela, en La Pampa, al principio estaba bastante en contra de eso, pero después lo amaba. En La Pampa hay muchas bibliotecas y muy bien equipadas. Y la bibliotecaria se toma la tarea con bastante devoción. Y es increíble como entra la literatura en los chicos. Yo, actualmente, estoy en la biblioteca popular. Cada vez mandan más libros. Pero antes, mandaban libros que iban a los estantes y no le interesaban a nadie. Para qué teníamos tantos títulos para la universidad, cuando en realidad eran muy pocos los que estudiaban. Ahora sí están llegando libros que son más atractivos. Todo el esfuerzo, todo el trabajo, se ve recompensado en el buen material. Pero luego es tan difícil mantenerlo. Soy un poco pesimista…

MEL:
Si yo fuera pesimista no podría estar en el lugar donde estoy…

MPL:
Yo quiero decir algo sobre el optimismo y el pesimismo. Antonio Gramsci, uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX, que estuvo preso muchos años, porque fue capturado durante el fascismo, tenía una frase que a mí siempre me gusta recordar en estos casos: ”Hay que tener el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”. El pesimismo es necesario, porque sabemos que las condiciones a veces son muy difíciles. A veces las situaciones en las que uno está narrando exigen unos esfuerzos enormes con resultados que son microscópicos, pequeños, y aun así nos alegran. Pero hablaba de ese pesimismo de la razón, que es muy necesario, porque si no,  no tendríamos la potencia crítica para ver contra qué estamos combatiendo. Pero para pensar en las situaciones de lectura, tiene que estar ese optimismo de la voluntad. Aunque las situaciones sean difíciles, aunque el resultado sea microscópico, aunque de cien alumnos que tengamos haya cuatro que se conviertan en lectores, igual tenemos que hacer el máximo esfuerzo para que esos cuatro lo sean y para que los libros sean lindísimos y den ganas de comprarlos aunque sea en el supermercado, y que en la cancha alguien se distraiga un rato para leer. Es el optimismo de la voluntad. No me parece que sea contradictorio con el pesimismo, aunque esta respuesta parezca conciliadora. (Risas).

Asistente:
Lo que yo quiero agregar es que en un mundo tan atravesado por la rapidez de lo virtual, la lectura requiere un esfuerzo mayor que prender la tele…

MM:
Bueno, está buenísima toda la participación de la concurrencia. Generalmente es así. Debe ser porque la mayoría somos docentes, y entonces nos gusta participar y hablar y opinar y tenemos mucho para decir. Pero, lamentablemente, ya es hora de irnos. Yo quiero agradecerles mucho a nuestras invitadas, que, me parece, se merecen un gran aplauso. (Aplausos). Muchas gracias.

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