Al reventar el alba del día que me quieras


En el mes dedicado a las más diversas manifestaciones literarias del amor,  Libro de Arena no soslaya una de las más recurrentes: el amor romántico. En este caso, se reconoce a algunos de los más grandes poetas hispanomericanos que han escrito en este registro. Y se advierte la notable relación de Amado Nervo, con uno de los tangos más líricos interpretados por Carlos Gardel: "El día que me quieras". 




Por Álvar Torales

Si hablamos de poetas del amor la lista sería interminable en todos los idiomas, pero en lengua española no podemos dejar de mencionar a los andaluces Federico García Lorca (Fuentevaqueros 1898 - Viznar 1936) y a Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla 1836 - 1871). Vaya una muestra de las logradas rimas del sevillano:

"Por una mirada un cielo / por una sonrisa un sol / por un beso yo no sé/ que te diera por un beso" u "Hoy los cielos y la tierra me sonríen / hoy brilla en el fondo de mi alma el sol / hoy la he visto, la he visto y me ha mirado / ¡Hoy creo en Dios!"

Pero me voy a permitir elegir a un tercero, latinoamericano: me refiero al mejicano Amado Nervo (Tepic 1870 - Montevideo 1919) a quien considero el poeta del amor casi por antonomasia; poeta, periodista, diplomático (cumplió funciones en Buenos Aires). En 1900 conoce en París a Rubén Darío y junto con Leopoldo Lugones integra el movimiento modernista latinoamericano. Por ese tiempo conoce a Ana Cecilia Luisa Dailliez, el gran amor de su vida, muerta prematuramente y que le inspirara su poema más logrado: “La amada inmóvil”.

Estando en Buenos Aires, no logra encontrarse con su gran amigo el compositor Ernesto Drangosch (1882-11925) quien musicalizó sus poemas “En paz”, “Amemos”, “Ofertorio” y “Un signo”. Esto es sugerente y hasta premonitorio ya que anticipa lo que hará tiempo después otro compositor argentino, Alfredo Le Pera (San Pablo 1900-Medellín 1935) con su poema “El día que me quieras”. Gardel y Le Pera gestionaron ante los descendientes de Nervo la debida autorización, que consiguieron, aunque después se decidieron por realizar una paráfrasis, probablemente por una cuestión de cancionística. Veamos ambos poemas:

El día que me quieras tendra más luz que junio,
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
Cogidas de las manos cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa: cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noche"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos,
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

Y ahora la paráfrasis que escribió Le Pera y musicalizó Gardel:

Acaricia mi ensueño
el suave murmullo de tu suspirar,
¡como ríe la vida
si tus ojos negros me quieren mirar!
Y si es mío el amparo
de tu risa leve que es como un cantar,
ella aquieta mi herida,
¡todo, todo se olvida...!
El día que me quieras
la rosa que engalana
se vestirá de fiesta
con su mejor color.
Al viento las campanas
dirán que ya eres mía
y locas las fontanas
me contarán tu amor.
La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos mirarán pasar
y un rayo misterioso
hará nido en tu pelo,
luciérnaga curiosa
que verá...¡que eres mi consuelo...!
El día que me quieras
no habrá más que armonías,
será clara la aurora
y alegre el manantial.
Traerá quieta la brisa
rumor de melodías
y nos darán las fuentes
su canto de cristal.
El día que me quieras
endulzará sus cuerdas
el pájaro cantor,
florecerá la vida,
no existirá el dolor...


Ante tanta belleza huelgan los comentarios, solo podríamos agregar que también Gardel sintió influencia mejicana ya que a su más célebre canción (tiene más de ciento veinte grabaciones, con los más diversos cantantes) no la tituló como tango sino como canción seguramente debido a la creciente popularidad del por entonces incipiente bolero.

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