Alejandra Correa y Marisa Negri: “La mirada del mundo de Clarice Lispector es completamente poética”

Para hablar de Clarice Lispector en particular, y de la poesía en general, convocamos a dos poetas y difusoras de la poesía, cuyo trabajo es una maravilla. Nos enteramos de su obra, de sus trabajos de edición, de la animación del Festival de Poesía en la escuela, que vienen coordinando desde hace poco más de diez años, a puro pulmón... Una charla verdaderamente hermosa.


Mario Méndez: Buenas tardes a todas y todos. Hoy tenemos dos invitadas, Alejandra Correa y Marisa Negri, poetas. Esa es la definición más fuerte y principal. Alejandra Correa publicó los volúmenes de poesía Río partido, El grito, Donde olvido mi nombre, Los niños de Japón, Cuadernos de caligrafía, Si tuviera que escribirte, Maneras de ver morir a un pájaro, Cincuenta y cinco sesenta y cinco y El nombre verdadero. Se dedica a la gestión cultural, especializada en proyectos relacionados con la literatura y a la difusión de la obra de poetas y escritores argentinos. Creó y codirigió la Audiovideoteca de escritores de Buenos Aires. Fue una de las coordinadoras de la Red Federal de Poesía, y fue asesora del área de literatura del Consejo Federal de Inversiones. Junto a Marisa Negri coordina el festival de Poesía en la Escuela, desde 2010. Y desde 2017 llevan adelante clubes de lectura y talleres virtuales por los que ya han pasado quinientas personas. Además, con Julia Magistratti, otra amiga, lleva adelante la editorial de poesía independiente La Gran Nilson. También es artista visual.  

Marisa Negri publicó los libros de poesía Caballos de arena, Estuario, Las sanadoras, Nautilus, El jardín de las estrelicias, Hebra y Kasu. Es profesora en Letras especializada en Educación por el arte. Fue una de las coordinadoras de la Red Federal de Poesía, y ha participado del Programa de Cooperación Internacional de Bibliotecas por la Paz, en Colombia. Junto a Alejandra, coordina Poesía en la Escuela. Ha coordinado diversas antologías sobre la obra de Olga Orozco, Carlos Urquía, Juan José Ceselli, la antología de poetas latinoamericanos Camelia, y Mujeres que toman té, de próxima aparición. Lleva adelante, junto con Daniela Rodi y Daniel Martino, la editorial La Ballesta Magnífica. Así que además de poetas, profesoras y divulgadoras de poesía, son editoras. 

Hoy una de las motivaciones de la invitación era hablar de Clarice Lispector, poeta brasileña muy leída y muy admirada. Me gustaría empezar por ahí, entonces. Alejandra, o Marisa, o la que quiera comenzar. ¿Qué opinan? ¿Qué recomendarían? ¿Qué les parece? ¿Qué han trabajado de Clarice Lispector?

Alejandra Correa: Bueno, propusimos un club de lectura con cuatro módulos. Ya lo hicimos dos veces en lo que va del año, a partir de esta cuestión de que Clarice cumpliría cien años. Los hubiese cumplido el 10 de diciembre. Ella murió un día antes de cumplir los cincuenta y siete. Siempre nos maravilló su obra, y también es una posibilidad cuando inventamos estos clubes de lectura, de profundizar nosotras en la lectura. En este caso, dividimos los cuatro módulos en poesía, narrativa, periodismo y LIJ, porque Clarice pasó por todos esos géneros como los conocemos nosotros, aunque ella tenía la particularidad de no respetar nada de los géneros, de que todo fuera un continuo, un fluir entre un género y otro, realmente. Y fue hermoso lo que sucedió, la gente que participó, unas cincuenta personas entre los dos clubes. Han leído muchísimo todo lo propuesto. Tiene una obra muy vasta y una vida muy rica. Aunque fue corta, fue muy, muy vivida. 

MM: ¿Y vos, Marisa?

Marisa Negri: Creo que en los clubes se despertó mucha curiosidad sobre todo por la literatura menos conocida de Clarice, por ejemplo, la literatura infantil. El conejo que sabía pensar, o La mujer que mató a los peces. Y también está la Clarice recopiladora de leyendas populares de Brasil Creo que ahí hubo como una puerta que se abrió, que, por lo menos la gente que estaba en el club de lectura no conocía y que resultó novedosa. Y también sus crónicas, que, a mí personalmente, es la Clarice que más me interesa. Esa Clarice que puede hablar con el taxista o hacer una descripción minuciosa de las flores de su jardín. Y atribuirles sentimientos. Hay una sensibilidad poética que viene de toda la obra. 

MM: Y en los clubes, además de leer y hacer crítica, supongo, reseñas y demás… ¿la lectura de Clarice despierta ganas de escribir?

AC: Sí. Como nosotras estamos en el festival de Poesía en la Escuela, y estamos acostumbradas a escribir con jóvenes, con niñes, proponemos actividades de escritura y se enganchan un montón. Lo proponemos sin la intención de escribir algo, sino de que prueben. Probemos hacer de Clarice a ver qué pasa, probemos estas temáticas, busquemos en los campos semánticos en los que ella trabajó. Sobre las temáticas, sobre las ciudades, sobre distintas cuestiones. Ofrecemos propuestas de escritura y la gente se engancha un montón.

MM: Qué bueno. Y con respecto a la ruptura de los géneros ¿la gente cómo se mueve? 

AC: Viste que Clarice es presentada como poeta. Nosotras consideramos que su mirada del mundo es completamente poética. Por el trabajo con las palabras y los sentidos, los significados. Pero Clarice no tiene publicado un libro de poesía en verso. Tiene Aguaviva, que es tal vez lo más parecido, es una prosa poética muy intensa, que escribió casi al filo de su vida, porque salió publicada en el ’63 y ella murió en el ’67. Pero no tiene mucho escrito, de lo que uno consideraría “poesía” por cuestiones estilísticas. Sin embargo, en toda su obra hay poesía. Se evidencia en la literatura infantil, en las crónicas…

MN: Tiene una mirada poética del mundo que se sostiene. Vos navegás en El libro de los placeres, o en Aguaviva, y todo el texto mantiene un tono poético que no se va nunca. Vos podés extraer un párrafo, y dice un montón desde lo poético. Me parece que ese fue el lugar por el que navegamos con el club de lectura. 

AC: Pasa algo muy gracioso también con la obra de Clarice, porque para ella misma su obra es una especie de fluir. Porque hay situaciones que aparecen en un cuento pero después aparecen también en una crónica. O de golpe en el medio de una novela. Una situación que es la misma, como si fuera un hilo. Hay situaciones y escenas que rebotan. Es muy interesante su manera de vivenciar la escritura, con esta irreverencia, esa falta de respeto. De hecho, cuando escribe crónicas, los periodistas del Jornal do Brasil la critican un poco. Hay uno, Braga, que la critica. Dice que ella es buena escribiendo pero no crónica. Y ella, con mucha altura, le responde. En otra crónica le dice que se enteró de lo que él está diciendo. Y le dice que ella escribe, que la gente le escribe cartas y a ella le gusta, que ella escribe lo que ve. “Usted es el que es cronista”. Con mucha altura se lo dice, era muy diplomática en eso, muy genia. Había sido esposa de un diplomático, y había incorporado cierta cuestión de manejo de la comunicación. 

MN: Pienso en una crónica en la que ella le explica al público por qué usó un epígrafe en inglés y no lo tradujo. Hace todo un desarrollo de explicar por qué ese autor, por qué el epígrafe, de traducirlo… Y en realidad se está refiriendo a un libro que tiene publicado. Y de ahí pasamos a las flores y de ahí a una charla con el taxista. Tiene ese desparpajo que ponía un poco nerviosos a los periodistas “serios”. 

MM: Incluso con la literatura infantil tiene una cosa muy libre.  En su escritura. Esa mirada poética que decían ustedes.

MN: Sí. Además, era ella así. Por ejemplo, en La mujer que mató a los peces está toda la explicación de por qué ella se olvidó de darles de comer a los peces. Incluso dice que empezó a escribir literatura infantil porque su hijo se lo pidió. Que ella estaba escribiendo otra cosa, pero él la interrumpió y escribió como para salir del paso. No le da tanta importancia. Y, sin embargo, es muy interesante todo lo que hace desde la literatura infantil. Porque es novedoso, por ese amor que ella tiene por los bichos, que también aparece en su narrativa y en sus crónicas. La presencia de lo salvaje está ahí permanentemente. No solamente de un perro o de un gato, sino de las cucarachas, las gallinas… La gallina es como un ícono de Clarice. 

MM: Habrán tenido la experiencia de la lectura de la literatura para niños de Clarice con chicos. Seguramente. ¿Cómo es la respuesta de los chicos? ¿Cómo la reciben? 

MN: Yo trabajo además en la biblioteca popular Genoveva. Y ahí trabajamos, por ejemplo, con El conejo que no sabía pensar. A los chicos les resulta muy divertido, y sobre esta voz de ella que aparece dialogando con los chicos, se hacen cargo en seguida. Responden, y cuentan experiencias de sus peces, en sus casas, o cosas que les pasaron a ellos. Ella logra una cuestión muy familiar con los chicos.

MM: Ya vamos a volver a Clarice, pero saliendo un poquito del tema, cuenten para los que no sabemos, qué es Poesía en la Escuela. ¿Cómo surge? ¿Qué es lo que hace actualmente? ¿Cuáles son los proyectos? 

AC: Poesía en la Escuela nació en el 2010, por una iniciativa de Marisa. Ella era docente en varias escuelas secundarias y en sus horas daba talleres de poesía. A mí me llegó como una convocatoria a través de Facebook que ella les mandó a un montón de poetas. Si iríamos a leer a esas escuelas. Yo respondí que sí. Hubo como treinta y cinco poetas que respondieron que sí. Y entonces armó un festival. El primer año fue en cuatro o cinco escuelas, y al año siguiente fui como lectora y me encantó. Me largaron a un patio con trescientos adolescentes, que no se quedaban ni quietos ni callados, pero a mí me pareció fascinante lo que pasaba. Y entonces le propuse sumarme. Le pregunté qué iba a hacer con eso, me dijo que todavía no sabía. Entonces le dije que yo la acompañaba y así nació. Y se fue dando en los años siguientes.

MM: Y fue creciendo. Empezaron con cinco escuelas. ¿A cuántas llegan ahora? 

AC: Es variable, pero hemos llegado a tener cien escuelas. Es un año. Y calculamos que por el festival han pasado unos cincuenta mil niñes y jóvenes y trescientos poetas. Es una cosa muy exponencial. No sé qué quiere decir Marisa. 

MN: Cuanto hemos caminado, ¿no? Está bueno hacer el ejercicio de mirar estos diez años para atrás. Me parece que, por un lado, a los que éramos poetas y docentes nos abrió como una bocanada de aire fresco. Invitar amigos, no solo poetas sino músicos, titiriteros… Porque la propuesta de Poesía en la Escuela siempre estuvo de la mano con la educación por el arte. Entonces no solamente iban los poetas a leer y se leían a sí mismos, sino que la consigna era que leyeran a un poeta que ellos admiraran, o a un poeta que a los catorce o quince años les había cambiado la vida y llevarles esa premisa a los chicos. Además, había talleres de escritura, o de educación por el arte, o de artes combinadas. Y todas esas producciones, al final de la jornada se daban cita en el patio de la escuela, en donde poetas, chicos y profes compartíamos todo eso que había pasado en las aulas. Y me parece que con los años se fue transformando en una red. Hubo muchos docentes del país que, ni bien empieza el año nos envían su propuesta. Nos dicen en qué escuela quieren trabajar, con qué poetas. También fue algo que tenía que ver con la resistencia. Me acuerdo de que yo trabajaba en el Liceo 1, de Capital, y la escuela se transformaba en esa semana del festival. Porque se oían otras voces, salíamos del canon escolar y de los libros que se leían siempre, en una escuela que a veces era muy rígida en algunas cosas. 

AC: Las bases fundamentales de Poesía en la Escuela tienen que ver, justamente con leer poesía con les chiques, pero también una propuesta de producción de poesía, siempre llevamos talleres. No queremos que sean simplemente receptores, sino que experimenten la posibilidad de escribir un poema. Muchas docentes empiezan desde principios de año, y se preparan para cuando llegue en septiembre el Festival. Es muy variable la situación de cómo cada lugar prepara su festival. Nosotras, lo que hacemos es reunir toda la información en un cronograma conjunto, y ponerle un marco de comunicación de que ese es el Festival. A esta altura ya no vamos a todas las escuelas, porque se hace en todo el país. En la Patagonia, en el norte, en Entre Ríos, en Córdoba… Hay escuelas en todo el
país, y cada una hace lo que puede ese año. Este año, con la pandemia, encima teníamos un subsidio que habíamos ganado, para hacer talleres y para hacer un libro con los chicos y las chicas. Y tuvimos que adaptar todo al formato virtual. Lo primero que hicimos fue un cuadernillo en PDF que se difundió libremente, con actividades. La propuesta se llama
Decir el mundo. Tomamos la situación que se estaba viviendo, y propusimos, a través de la obra de un austríaco que se llama Hundertwasser, que tiene la teoría de que el ser humano tiene cinco pieles: Una es la epidermis, otra es la ropa, otra es la casa, otra es el entorno y otra es el mundo. Tomamos eso y lo atravesamos con poesía que queríamos que leyeran, y consignas. Fue un cuadernillo que lo bajaron más o menos dos mil quinientas veces, en todos lados. Y con eso hicimos una convocatoria a que escribieran y dibujaran e hicieran distintas actividades para un libro. El libro se llama Decir el mundo, Primero lo hicimos en formato digital. Hay un blog donde están todos los trabajos, porque recibimos más de mil. De ahí seleccionamos e hicimos el libro, que salió hace poquito. Termina el circuito con el envío gratuito a las docentes para que le entreguen uno a cada uno de los chicos que está en el libro. Es el testimonio de la pandemia vista por niños y jóvenes. Es maravilloso.

MM: ¿Lo editaron por alguna de las editoriales de ustedes? 

AC: No. Lo editó Poesía en la Escuela, que es un sello que cada tanto hace algunas cosas. 

MM: Además de ese subsidio que habían ganado, ¿cuál es el apoyo que tienen para sostener este proyecto? 

AC: No hay apoyo. Cada año vamos viendo, y si no hay plata se hace igual, con la solidaridad y el apoyo de esta red de gente que vaya a saber por qué, nos sigue con esta idea de que hay que llevarles la poesía a los pibes. 

MM: ¿No hay apoyo de ningún ministerio?

AC: Tuvimos una época dorada, más o menos 2012-2015 en la que el ministerio de Educación, del entonces ministro Sileoni que fue el que finalmente hizo la Colección Juan Gelman, se interesó por lo que estábamos haciendo. Y logramos hacer algunas cosas con ellos. Hicimos un libro, Poesía en la escuela. Cómo llevar la poesía al aula. Hicimos dos Jornadas, a las que invitamos gente de las provincias. Hicimos la primera en el Palacio Pizzurno y la segunda en Tecnópolis. La segunda fue en el medio del Encuentro Federal de la Palabra. En esas dos oportunidades hubo un apoyo, y fue re importante, porque nosotras teníamos mucha demanda de las provincias y no sabíamos cómo incorporar a la gente. Nos decían: “Vení a mi provincia”. No sabíamos qué hacer con eso. Estuvo bueno porque la idea fue al revés. La primera vez invitamos a cincuenta personas: docentes, poetas, mediadoras, mediadores, de las provincias. La segunda vez vinieron como cien. Y eso generó una red, que cuando cada uno volvió a su lugar, empezó a generar otras cosas. Fueron como nodos que se fueron multiplicando. Tenemos una característica que es burocracia cero. ¿Vos querés participar? Venís. No hay que llenar una planilla ni contarnos nada. ¿Qué vas a hacer? Te orientamos. La participación es sumamente accesible. Cualquier persona que dice que quiere venir a leer o que le gustaría hacer una actividad en la escuela, que la haga. Creo que ese es un poco el secreto del éxito. Que no hay burocracia. 

MM: Hay dos preguntas. Olga pregunta si es en escuelas secundarias y primarias también. Y Juan, que es maestro, pregunta si es en escuelas públicas y privadas. 

MN: Sí, a ambas cosas. Es en todos los niveles de enseñanza y en escuelas públicas o privadas. Escuelas especiales también.

MM: Justo se está cumpliendo un año del relanzamiento del Plan Nacional de Lecturas. ¿Se les ocurrió ofrecer este proyecto?

AC: Mirá, a nosotros como experiencia, nos queda que está muy bueno no pertenecer a una institución. Porque las instituciones cambian de un gobierno al otro. Y si vos quedás enganchado en tu accionar, porque necesitás recursos o por lo que sea, lo que sucedes es que corrés el riesgo de disolverte. El nuestro es un sistema de supervivencia cultural también. Y está bueno defenderlo. Trabajamos con una ONG de la que soy directora y que tengo hace un montón para distintas cosas. Pero tampoco es que aparezca mucho. Solamente cuando aparece una institución que da un subsidio. Porque piden una personería jurídica. Pero el festival puede hacerse sin nada de eso. Solamente con el apoyo de la gente. Me parece que eso lo hace único, y no queremos cambiarlo. Si alguien quiere aportar, buenísimo. Como pasó con el ministerio. Cambió el gobierno y el Festival se hizo al año siguiente como si no hubiera pasado nada. Porque se hizo por las ganas de la gente. Cuando hay plata, hacemos un libro. Si no hay plata, hacemos un festival sin el libro. O el libro va a ser virtual. 

MM: Me pregunta Débora, y es una pregunta que se me ocurrió también a mí, qué pasa con los profesorados. Porque me parece que ahí hay una pelea importante. Los futuros maestros. Ir a llevarles poesía con la idea de que luego, cuando se hayan recibido, sean ellos los que lleven poesía a sus clases. ¿Trabajan con los profesorados?

MN: Venimos trabajando bastante con algunas docentes de dos profesorados de San isidro, uno de Merlo. A algunos los conocemos de la red, o porque son poetas o porque tienen contacto con el Festival. O porque lo vivieron como profes y lo llevaron. Incluso hubo años en los que grupos enteros de práctica vinieron al Festival a susurrarles a los chicos. Y fue una muy buena experiencia. 

Débora: En los profesorados, las dos o tres docentes que se prendieron a esto ¿fue motu proprio. ¿O llegaron desde el profesorado?

AC: Una de las características del proyecto es que no llegamos a través de instituciones. Es un caso curioso de gestión el nuestro. No dependemos de ninguna institución. Entramos a las escuelas sin pasar por los engorrosos pedidos a la supervisión o a la regional… Olvidate. En los profesorados, es gente de adentro de los profesorados que se interesa y nos dice que vayamos a dar una charla, o compran el libro o participan haciendo prácticas en escuelas con el Festival. Es así. Nosotras no hacemos esos trámites, porque en general surge desde adentro de la institución la intención. No es que nosotras vamos. Nos dicen que les parece interesante lo que hacemos y nos piden que vayamos. Esa es la diferencia. Cuando hay que gestionar una invitación, salimos corriendo. Les pedimos que gestionen todo y que cuando esté llegamos. Surge de una bibliotecaria, de un docente, de gente que está adentro de los institutos de Formación, docentes que tienen un taller en un centro de detención o un instituto de menores. No es que llegamos nosotras. El Festival llegó de esta forma, no por los carriles institucionales.

MN: No vamos por ese lado, porque para nosotras ese camino es antipoético. Dejamos que sea la poesía la que nos llegue, Entonces que sea la profesora la que tiene ganas de compartir, la bibliotecaria que leyó a tal escritor o poeta y quiere compartir, alguien a quien se le ocurrió una jornada del día de no sé qué, y entonces justo cae el Festival y lo hace con poesía. Es muy variada la participación, y las ideas sobre cómo participar. 


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