Alicia Barberis: “Cuando presentamos Cruzar la noche, en Rincón, la persona que me llevó recibió una amenaza anónima de muerte”

Compartimos la primera parte de una excelente charla con Alicia Barberis, pionera, con su exitosa novela Cruzar la noche, de la exploración de la identidad y la memoria en la literatura para niños y jóvenes. Hablamos de sus primeros tiempos como escritora, de la llegada a Colihue a través de un premio nacional, del camino que recorrió Cruzar la noche, tras veintitrés reediciones.



Mario Méndez: Es un gusto, Alicia, tenerte por primera vez como invitada en el Programa Bibliotecas para armar. Dentro de los inconvenientes que implica esta pandemia, y el aislamiento, la pequeña ventajita está en que nos permite conectarnos con autores y autoras del interior del país, o incluso del extranjero. El año pasado entrevistamos a dos escritores del Uruguay, por ejemplo. ¡Y acá te tenemos! Alicia Barberis, santafesina que vive todavía en Santa Fe. ¿No es verdad, Alicia? 

Alicia Barberis: Sí, así es. ¿Cómo les va? Vivo en San José del Rincón, que es una ciudad pequeñita, que está a quince kilómetros de la capital, de Santa Fe. 

MM; Y naciste en Felicia… muy pequeño también…

AB: Exactamente. Es un localidad de un departamento que está muy cercano, y es un pueblo pequeño, sí.

MM: Como solemos hacer, voy a leer una biografía muy sucinta. Lo dijimos, Alicia es nacida en Santa Fe, en Felicia. Es escritora, con muchísima obra publicada, con muchos premios en su haber y, además, narradora, que eso acá va a interesar bastante, porque tenemos dos o tres compañeras de las que vienen hace años ya, que son narradoras orales. Debby, por ejemplo, y seguramente va a venir Cecilia en un rato, y alguna otra compañera que suele sumarse. La que te mandó saludos y si le da el tiempo quizá venga, es Diana Tarnofky, compañera de Bibliotecas para armar. Esto me lo tendrás que corroborar, porque a veces las biografías no están actualizadas: ¿Sos la coordinadora argentina de la Red Internacional de Cuentacuentos aún? ¿O no? 

AB: Sí. En este momento eso está como más tranquilo. Lo fui, lo sigo siendo, pero es más un título honorífico, en realidad. Cada vez que alguien me pregunta algo me muevo de esa manera, para responder o colaborar. Pero justo estábamos hablando con unas amigas que están armando una red acá, en Santa Fe. La red está desde abajo hacia arriba, que es muy interesante, porque es una manera de tejer más colectivamente. 

MM: En este momento, en el que estamos con este modo particular de conexión, ¿seguís dando talleres y espectáculos?

AB: El año pasado di algunos espectáculos, sobre todo en escuelas, pero de manera virtual, lógicamente. Desde hace un tiempo estoy uniendo la narración oral con la lectura en voz alta. De libro álbum, sobre todo.También tenemos un proyecto que se llama LectoBus, lectura en movimiento, que existe desde el año 2012, acá en la Provincia de Santa Fe, para promocionar lectura y oralidad. Las dos cosas. Y justo este año, vamos a arrancar en abril con una capacitación que se llama Travesía Literaria. Yo voy a tomar la parte de mediación, lectura en voz alta y libro álbum, otra compañera narración oral y otra compañera, poesía. 

MM: Qué bueno esto de combinar la narración con la lectura. Porque es parecido, pero no es igual. Y además señalaste lo del libro álbum, que implica compartir la ilustración mientras vas leyendo, ¿verdad? 

AB: Claro. Yo fui explorando mucho eso, porque una cosa es leer en libro álbum con un grupo pequeñito de chicos, y otra cuando lo hacés en un espectáculo con quinientos chicos y chicas. Entonces empecé a explorar distintas maneras de hacerlo, usando gigantografías del libro, por ejemplo, para que tenga un tamaño adecuado. Porque en el libro álbum es importante que puedan leerse las imágenes. Voy mixturando también, dependiendo del libro, un poco la narración oral de algunos fragmentos con la lectura de otros. 

MM: Realmente es interesante, porque es un mundo que necesita exploración. Tiene muchos lectores el libro álbum, y no es solo para niños. También el libro álbum para adultos está en bastante auge, ¿verdad? 

AB: Sí, realmente. Lo notás en cada espectáculo. Lo notás en los niños y niñas tanto como en los adultos.  

MM: ¿Y has podido dar espectáculos virtuales en este año y pico que llevamos de pandemia? 

AB: Sí. Di espectáculos virtuales a algunas poblaciones que ya me conocían. Eso estuvo bueno para aprender un poco, digo, para sacar algo positivo de la pandemia. Un espectáculo a distancia en el que uno no tiene que moverse ni viajar puede ser bueno, pero también implica más tiempo, porque grabar los videos me llevó muchísimo más tiempo que lo que me hubieran llevado los espectáculos en vivo. También permite poder hacerlo con el exterior. Pude  dar charlas con chicos de Ecuador y de Bolivia, en donde también tengo obra publicada,… eso lo posibilitó esta nueva modalidad. 

MM: ¿Vos fuiste maestra de grado o docente de secundario o de universidad? 

AB: Yo fui maestra de nivel inicial. De preescolar y jardín de infantes. 

MM: Ahí llegó Diana.

Diana Tarnofky: Hola Alicia. ¿Cómo te va? Buenas tardes a todas y todos.

AB: ¡Hola Diana!

MM: Acá Diana tiene varias alumnas, compañeras del Programa que van a sus capacitaciones en narración, y otras que ya venían narrando de antes. Bueno, vamos a enfocarnos en la literatura. Vos has publicado muchísimos libros. ¿Cuántos? ¿Tenés idea? 

AB: Son más de treinta. Tendría que ponerme a contarlos para decir la cantidad exacta. 

MM: Muchos, y desde hace bastante tiempo. Una autora que está publicada, según lo que yo investigué, desde el año ’89. ¿Puede ser?

AB: En realidad, el primer libro de obra propia, que no estuvo en una antología fue del año ’93. Antes publiqué en antologías. Algún cuento… Pero el primer libro de obra propia fue en el ’93. 

MM: Una máquina para hacer llover

AB: Exacto. Con ese libro había sido finalista, bajo otro título, en Cuba, en el premio Casa de las Américas. 

MM: Te lo publicaron en una editorial santafesina…

AB: Era como una auto publicación. Porque éramos un grupo de escritoras y escritores que hicimos toda una movida, y publicamos ocho obras. Pero era auto publicación: ADEIS, Asociación de Escritores Independientes Santafesinos. 

MM: Y de ahí, a través de un concurso, en el que fuiste segundo premio, diste el gran salto y llegaste a Colihue, una editorial importantísima de la Argentina, con el libro que es un poco el eje de esta charla, porque este mes, el Laboratorio de análisis y producción de LIJ estuvo dedicado a la literatura que toma el tema de la memoria, la identidad y la historia reciente. Hablo de Cruzar la noche, novela de la que Ana Vergara hizo una reseña, publicada hoy en nuestro blog y en nuestras redes, y que obtuvo este segundo premio en Colihue. ¿Cómo fue recibir esa noticia? Eras segundo premio en un concurso nacional (creo que el primer premio lo ganó Eduardo Muslip), y te enteraste de que te iban a publicar. Contanos ese momento del comienzo de tu carrera. 

AB: Fue muy emotivo. Yo estaba muy ansiosa por publicarla. Había terminado la novela, había hecho un trabajo de clínica con Ricardo Mariño, y él me aconsejó primero que la presentara en Alfaguara o Sudamericana. Sudamericana nunca me respondió. Alfaguara me dijo que el informe de los lectores era muy bueno, pero que iban a publicar una novela de la misma temática. Fue así, porque publicaron una novela de Liliana Heker. Y entonces la mandé a concurso. Como estaba tan ansiosa la mandé a dos concursos. A Colihue (mi sueño era publicar ahí, por el compromiso que tenía la editorial), y la mandé a Colombia al concurso de Fundalectura. En las bases de los concursos, en aquel entonces, no decía que no podías presentar obra en más de un concurso en forma simultánea. Mandé a los dos lugares, además, porque Colihue se expedía en una fecha y Colombia muchos meses después. Podría retirar la obra. Pero me acuerdo de que Colihue se retrasó, y a los poquitos días me llama Ricardo Mariño y me dice que tenía una noticia buena y una mala para darme. La buena era que había salido finalista en Colombia, y la mala era que era finalista en Colombia y me iban a matar. Estaba Antonio Santa Ana en ese momento, que me dijo que no importaba, que ellos querían publicarla igual. Pero Narvaja no aceptó, y finalmente se publicó solo en Colihue. Esa fue un poco la historia. De haber tenido solo un libro auto publicado me encontraba con dos editoriales, para mí eran las dos muy importantes, así que la emoción fue doble. 

MM: Dos editoriales que disputaban tu obra.

AB: Después me encontré con Silvia Castrillón, que en ese momento estaba dirigiendo Fundalectura, y me dijo que a partir de ese caso cambiaron las bases, para que no se pueda partipar en forma simultánea en dos concursos. Esa es la historia de Cruzar la noche

MM: Así comienza la historia de Cruzar la noche, que es un libro que sigue haciendo historia, de alguna manera. Si uno lee las páginas de Legales del libro, se encuentra con que tiene ya veintitrés reediciones. Veintitrés veces se editó este libro. Desde el ’96 a la fecha, o sea, prácticamente una vez por año. ¿Por qué creés vos que es tan exitosa esta novela? 

AB: Yo recuerdo que cuando la escribía, en la soledad de la casa donde vivía en ese entonces, me decía que me bastaría con que uno solo de los adolescentes que estaban siendo restituidos pudiera acercarse a la verdad como yo la veía. Y fue muy fuerte ver que pasaron tantos años, y no solo se sigue leyendo, sino que quienes la leyeron siendo adolescentes y se transformaron en docentes, se la dan a sus alumnas y alumnos. Yo creo que hay una mixtura ahí, porque de alguna manera logré reflejar por lo menos lo que ocurría con los adolescentes en esa época. Pero parece que no cambió demasiado porque se siguen sintiendo identificados. Mis hijos eran adolescentes y podía meterme en ese mundo que tenía ahí, tan visible: cómo hablaban, cuáles eran sus intereses, los amores, las amistades, los grupos. La novela, por un lado, aborda la temática de la dictadura, de la memoria, de la identidad, y por otro lado, como la historia era tan dura, necesitaba hablar de la amistad y del amor. No quería que leyéndola les pasara como a mí con el Nunca más, que leía un rato y tenía que cerrarlo porque me resultaba muy doloroso. Quería darle un poco de aire, un suspiro de alivio a tanto horror. Quizá esa mixtura hizo que los adolescentes se vieran reflejados en sus historias de amor, en los vínculos de amistad… Y también en lo de buscar una verdad, porque los adolescentes tienen un sentido muy fuerte de la justicia y de la verdad. Y algo que en esa época todavía estaba oculto, en el año ’94, cuando la escribí, tuvo esa fuerza, ese impacto. 

MM: Además de que obviamente toma la temática de los niños apropiados y de la búsqueda de la identidad, es fundamentalmente una historia de amor, Cruzar la noche. La historia de los dos adolescentes protagonistas, que empiezan, clásicamente, detestándose, para después convertir ese rechazo inicial en el amor que les cambia la vida. Con Paula Bombara hicimos una investigación, a la que se puede acceder en la página de Abuelas de Plaza de Mayo, https://www.abuelas.org.ar/archivos/archivoGaleria/LIJ_porNivel.pdf, un trabajo que está en progreso todavía porque seguimos investigando, y encontramos que Cruzar la noche es pionera, es la primera novela juvenil, por lo menos de las que cronológicamente hemos descubierto, que toca esta temática. Y además lo hace claramente, sin ningún subterfugio. Acá se dice claramente que esta nena, Mariana, ha sido apropiada y que los padres le ocultaron la apropiación e hicieron lo que sabemos que ha ocurrido. ¿Cómo hiciste vos, que todavía eras una escritora en formación, que tenías algunas publicaciones en antologías y un solo libro auto editado para construir esta novela? ¿Qué investigaciones hiciste? ¿Qué leíste? 

AB: En principio, armé el proyecto y lo presenté para una beca en el Fondo Nacional de las Artes. Mis amigas y amigos escritores me decían que si había un jurado menemista nunca me iban a aprobar el proyecto. La prueba de que el jurado pasaba por una vía y el menemismo pasaba por otra fue que gané la beca con la propuesta de la novela. Yo no había escrito ninguna novela. Solo cuentos. Y, además de la novela, la propuesta era hacer un trabajo de investigación, que obviamente necesitaba. Investigué con muchas fuentes. Tengo todos los Diario del Juicio, que habían salido editados, tengo los videos que también veía, el Nunca más, el libro El terrorismo de estado en la Argentina, de Duhalde, el que estaba en derechos humanos, obviamente, Eduardo Luis Duhalde. Pero quizá lo que más me sirvió fue entrevistar, por ejemplo, a Estela Carlotto, a las Madres de Plaza de Mayo, a las Madres de acá, de Santa Fe, también. A mí me decía un amigo que nadie iba a querer darme un testimonio. Y fue exactamente lo contrario. Todo el mundo quería hablar. Había tantas personas que querían darme su testimonio que tuve que acotar a lo que yo quería escribir. Y fue mágico, porque por ejemplo apareció una persona que había atendido un parto en la ESMA, que fue la que me contó lo del hilito azul que está en la novela. Y me dijo que me pedía que lo pusiera como quien lanza una botellita al mar, porque a lo mejor la chica a la que le había pasado eso me preguntaba a mí, y yo podía ponerla en contacto con ella que podía hablarle de su mamá. Con los años esa chica apareció, es Victoria Donda, que se puso en contacto con Lidia, que es la que me lo contó, que ahora se mudó a España otra vez, pero en ese entonces vivía acá, muy cerca de mi casa. Fue fuerte todo eso, porque seguramente, a mí, lo que más me sirvió, fue ese testimonio, esas entrevistas cara a cara en las que me contaban cosas que no estaban en las investigaciones. Como yo transito también la oralidad, cuando se hace una entrevista está todo lo gestual que te da información, y que te transmite, sobre todo, las emociones. Porque quizá, lo que uno después vuelca en la escritura es eso, las emociones. O por lo menos intenta hacerlo. Lo que yo intentaba reflejar o sintetizar era eso. La emoción que a mí me provocaba ese testimonio, que quería compartir para emocionar a quien leyera. 

MM: Todas estas investigaciones y toda la obra que narra esta historia siempre es muy fuerte. Además de haber escrito por lo menos dos novelas, ¿has leído literatura que toma el tema? ¿Te interesa? ¿Y en LIJ qué te gusta? 

AB: Sí. El mar y la serpiente, por ejemplo, me encanta. El libro en el que ustedes trabajaron con los cuentos sobre la identidad, Quien soy. No sé si te acordás de que estuvimos en una mesa sobre Memoria. Me acuerdo del cuento de esta chica de Rosario, ahora no me va a salir el nombre, pero seguro que vos te lo acordás. Lo que fue el primer caso de restitución en Rosario.

MM: Sí, lo que cuenta Iris Rivera. Ximena Vicario.

AB: Ximena Vicario, sí. Yo a ella la había entrevistado cuando tenía diecinueve años. Leer esa historia contada por Iris, ver ese entrecruce que se fue haciendo con tantas cosas transitadas, por supuesto que me emociona. Creo que cada obra tiene sus particularidades y me parece buenísimo que estos temas sigan atravesando la literatura. Me emociona mucho por la historia de cada una, además, como en el caso de Paula: su propia historia y la manera de contarlo. 

MM: En las charlas que a veces damos al respecto con este grupo, siempre considero que, si bien la tuya es una de las pioneras, la de Paula, El mar y la serpiente, fue como un momento de inflexión, una novela mojón de la temática. A partir de ahí hubo un gran crecimiento, acompañado por el clima de época. A vos, en cambio, te dieron la beca en pleno menemismo. La novela salió en el ’96, cuando todavía teníamos menemismo en el poder. En cambio, la de Paula salió en 2005.

AB: Yo te agregaría algo, si me permitís. En el ’94, cuando empecé a escribir la novela, no solo no se hablaba del tema, sino que me apareció un tipo de los servicios en Paraná, donde yo estaba trabajando, dando talleres. Supuestamente venía a ofrecerme su testimonio, y me decía que los servicios no estaban desmantelados, y que cuando yo iba a Madres o a Abuelas me estaban filmando, que sabían que yo iba. Me decía que tuviera cuidado, que pusiera las grabaciones en una caja de seguridad… Me vino a intimidar. Ahora parece muy lejano, pero en el mismo pueblo de Rincón en ese entonces, el que estaba como presidente de la comuna era uno de los represores más feroces de Santa Fe, Facino. Después le dieron cuarenta años en el juicio de lesa humanidad. Ya murió. Pero cuando presentamos la novela con un grupo de gente de una asociación cultural en Rincón, la persona que me llevó recibió una amenaza anónima de muerte, hecho con recortes de diarios. Cosas que ahora son imposibles de pensar, pero que en ese momento resultaban muy frecuentes, y muy fuertes, claro. La novela, por ejemplo, había sido prohibida en el colegio secundario de Rincón, por este hombre. Y las profesoras (por eso a veces los docentes son tan claves en esto) igual la pedían. Como no nos permitían hacer la charla en la escuela, nos juntábamos en algún otro lado. En un bar que estaba abandonado, por ejemplo, o en la plaza… Eran los lugares en los que, después de la lectura y fuera del horario escolar, nos juntábamos a hacer la charla. Parece muy raro contar esto…

MM: ¡Y ya habían pasado once años de democracia formal! Es fuerte a veces, cuando los que ya tenemos unos añitos hablamos con los adolescentes y no lo pueden entender. Otro mundo. Y cuando tuviste encuentros en colegios, con adolescentes, a veces con padres, ¿tuviste algún encontronazo? Paula, por ejemplo, cuenta que alguna vez le tiraron la teoría de los dos demonios, todo eso que hemos tenido que combatir durante años. ¿Te ha pasado?

AB: Lo más fuerte que me pasó, fue una vez en un colegio de acá, de Santa Fe, en un pueblo llamado San Agustín. Habíamos ido a dar una charla con una chica de HIJOS y una de las Madres de Santa Fe. Un adolescente dijo algo, muy agresivamente, y entre todos pudimos conversarlo. Pasó algo muy fuerte también en Santa Rosa, La Pampa. Había un profesor que tomó Cruzar la noche, convocó a alumnas y alumnos de cuatro colegios diferentes para hacer una obra de teatro con el texto y me invitaron para que fuera a verla. Yo no podía ir en la fecha en la que la hacían, así que me dijo que la harían igual, pero que me invitaban para cuando yo pudiera ir, y la repondrían, un mes después. Cuando llegué, me mostró el diario, con la foto en la que estaba en primer plano el chico que hacía de Mauricio, que había usado el uniforme de su propio padre, ex militar, para hacer la obra. Y me contó que habían pasado dos cosas muy fuertes. Una, que como era un ex militar retirado, sus ex superiores lo habían llamado al orden, por haber prestado su uniforme. Lo habían reconocido por las medallas que tenía, las condecoraciones. Por Malvinas las tenía. “¡Qué cómo podía ser que hubiera prestado el uniforme para hacer algo que estaba en contra de los militares!”, le dijeron. Pero ese no fue el motivo del enojo de este hombre, sino que cuando estrenaron la obra una de las profesoras le dijo al chico que le daba asco verlo con ese uniforme. Y el padre, que justo la escuchó, le dijo que no le prestaría más el uniforme, y que no iba a volver a trabajar en esa obra. Cuando yo llegué el profesor vino a decirme esto y me dijo que si quería íbamos a tomar unos mates con los chicos así los conocía. Estaba este chico, el hijo de este ex militar, y me dijo que lo acompañara a comprar una gaseosa. Le dije que sí, y me contó todo esto que yo ya sabía, y me dijo que él quería saber qué pensaba yo. Le dije que pensaba que su papá había hecho una reflexión muy profunda para prestarle el uniforme, y que no estaba bien que le hubieran dicho que les daba asco, porque así no íbamos a poder construir absolutamente nada. Creo que hay que salir también de ese lugar. Y estoy absolutamente en contra de la teoría de los dos demonios. Lo aclaro. Pero simplemente, si hay un ex militar que prestó el uniforme es que se está moviendo de lugar. Finalmente le dijo que sí, que fuera. Y esa noche cuando terminó la representación, una mujer me tocó el hombro, y me dijo que era la mamá de Branco, este chico, y que quería agradecerme, porque por lo que yo le había dicho al hijo el esposo había aceptado prestar el uniforme e ir a ver la obra. Y que él quería saludarme. La verdad es que yo nunca pensé que iba a darme un beso con un exmilitar. Y lo saludé. En un momento me dijo que ahora tendría que escribir la historia del otro lado. Y yo le dije que no. Que la historia para mí era esta. Que no había dos historias. “Sí, tiene razón”, me dijo. Para mí fue sanador que me dijera eso. Esas cosas…

MM: Qué fuerte… qué momento…

AB: Muy fuerte. Sí.

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