Alejandra Correa y Marisa Negri: “El Festival de Poesía logró que muchos poetas dejaran de leer para otros poetas y se fueran a leer a las escuelas”

En esta segunda parte de la entrevista a las poetas, especialistas y editoras Alejandra Correa y Marisa Negri, seguimos hablando de Clarice Lispector, y del Festival de Poesía en la Escuela, el gran proyecto que crearon y llevan adelante desde hace muchos años, de sus proyectos editoriales, de la difícil relación del género con librerías y distribuidoras y, por supuesto, de las y los poetas que admiran y recomiendan.   


Mario Méndez: El Festival de Poesía en la escuela es la antítesis de la burocracia. Por algo ustedes son tan poco burocráticas. ¿Hay que tener esa actitud para leer poesía? Hay gente que no lee poesía, o que lee muy poca, que encuentra que lo que lee (para decirlo brutalmente) está cortado en renglones cortitos. ¿Hay que tener una actitud previa para leer poesía? ¿Es una mirada especial?

Alejandra Correa: Nosotras sabemos que la poesía no solo está en la poesía escrita. La poesía está en la vida. Entonces, lo que tratamos de hacer, es despertar, a veces con consignas, a veces con lecturas, esa capacidad poética que tenemos todos los seres humanos. De entender la poesía más allá del libro. Más allá de lo que está escrito por un poeta. Conectar con esa función poética que tiene el lenguaje, desde alguna de las posibilidades que nos da la lectura, la escritura, el juego con la palabra. Por supuesto que hay gente que no se va a enganchar con eso, hay chicos que no se van a enganchar, hay jóvenes que van a decir que es un plomo… Sin embargo, más dormida o más despierta, pero está. Cuando nos referimos a la poesía nos referimos a esa posibilidad. Después viene lo de contar los versos, quién lo escribió, cómo lo escribió… que ya es entrar en el mundo de lo literario. Del campo del libro y de la producción intelectual. Pero hay algo previo, que a veces la escuela no fomenta. Esa es la crítica que le hacemos nosotros. La escuela no fomenta esa posibilidad poética. O no siempre. Muchas veces sí, y otras veces, no. Es tremendo porque son edades fundamentales para potenciar esta posibilidad de vivir poéticamente.


MM: ¿Será que le es más difícil al maestro o al profesor “corregir” una poesía? ¿No es mucho más difícil que corregir un cuento, donde uno sabe que falta una introducción más clara, o no hay conflicto? ¿Cómo hacés para “corregir” una poesía? ¿O no se corrige?

AC: Mirá, yo no soy de formación docente. Como decía alguien alguna vez “caí” en la docencia, en el sentido de que me fui acercando a Marisa, que sí es docente…

Marisa Negri: Me parece que hay como un prejuicio, por un lado, y hay miedo al género. Vos fíjate que en la currícula Poesía y Teatro van al final. Teatro es como un adorno para una efeméride, pero no se sabe muy bien qué hacer con la poesía en el aula. Aún hoy. Y me parece que lo revolucionario de la poesía es que permite que los pibes puedan decir qué les pasa, qué sienten, qué les duele, qué les da alegría, Y ahí hay una profunda intervención. No hay una respuesta arreglada, como cuando preparás un cuento y el chico tiene que decirte tal y tal cosa que hacen los personajes. Con la poesía pasa una cosa totalmente diferente. Y es que de pronto aparece la voz de ese niño o de ese adolescente que está ahí. Y muchas veces, es una voz que vos no querés escuchar como docente, porque te cuestiona. Yo recuerdo cuando vine a vivir acá, al Delta, estaba fascinada con la isla, y un pibe de quince me hizo un poema que decía: “La isla es muy aburrida/porque no hay un cyber en la esquina/ personas desconocidas pasean por el río/ ¿Por qué no me fui en lugar de los otros?”  Y a mí, ese poema me puso en jaque. Porque me di cuenta de que mi visión sobre el Delta era la visión del recién llegado. No era la visión de los adolescentes que viven acá. Ahí empezamos a tender un puente y empecé a sentir que entendía de verdad a mis alumnos. 

MM: Qué bueno eso de la mirada del otro y de que puedas tomarla…

AC: Yo quisiera retomar lo de la corrección. Porque la propuesta de escribir poesía, como tiene que ver con esta intención de habilitar canales para decir, para mostrar lo que uno lleva adentro, su propia experiencia y demás, no sé si va de la mano con una corrección al estilo docente, pedagógica y demás. La corrección en la poesía, siempre es con un cuidado extremo. Yo trabajo con talleres de adultos muchas veces. Y es de un cuidado extremo con adultos también. Para mí, quizá otros lo hagan de otra manera. Porque hay que dejar un espacio enorme a ese otro, otra, otre, para que vea y decida qué es lo que quiere decir. Yo le puedo sugerir “suena mejor esto”, “fíjate acá que se te cae”, “fíjate allá que no se entiende”. Pero no le puedo decir “es así”. Nunca. No podés decirle “esto es así”. Podés decirle que otra cosa queda mejor, que se fije en cómo suena, que escuche… pero es una cosa muy sutil la corrección en poesía. No sé qué piensa Marisa…

MN: Me parece que es algo que es uno a uno. Cuando hacemos un ejercicio en el aula, en el momento de escribir cada uno escribe. Y después viene un momento en el que cada uno se sienta conmigo en el escritorio. Le pido que me lea, “¿qué quisiste poner acá?”. Le pregunto si lo podemos compartir con los demás. Si me dice que sí, lo leemos. Les pregunto si entienden, que entienden. Y ahí, en ese diálogo se va haciendo una corrección, que es, como decía Ale, muy sutil. Es en otro momento, no en el momento de la escritura. Por ahí hay juegos con recursos poéticos, con campos semánticos…Eso después viene como a alimentar el texto. Pero no es en el momento de la escritura. Porque la escritura siempre está primero. Y el sentido siempre está primero. Hay muchos chicos que empiezan a jugar con el lenguaje, pero que todavía no encontraron el sentido de lo que quieren decir. Y a mí me parece que hay un pequeño alumbramiento cuando eso pasa. Cuando de pronto, entre tanto juego de palabras, entre tanto tomar versos prestados de otros poetas, encontrar una música y escribir, en ese momento, hay un alumbramiento y el chico dice “a ver… quiero ir por acá para decir esto que me pasa”. Es un proceso de maduración que se ve con muchas escrituras. 

MM: Acá Cecilia pregunta si la poesía es un espacio con mayor libertad. Yo creo que está en relación con lo de la corrección también. Eso es lo que dificulta un poquito al maestro cuando se propone dar un taller literario en el aula. Esta libertad tan grande hace que no tenga los elementos para intervenir. No sabe qué hacer.

MN: Lo que pasa es que me parece que lo primero que hay que hacer es revisar la propia historia escolar. La de ese maestro. No podemos pedirle a un pibe que haga una traducción imaginaria de un poema en francés y que invente un poema en castellano si nosotros no lo pasamos por el cuerpo. Por eso tenemos mucho interés en trabajar con los docentes para que ellos pasen por esa experiencia. Porque esa libertad no te la puede dar nadie si no se la suelta desde adentro. Es como exigirle a alguien “Sé feliz”. No es un imperativo. Lo que tenés que hacer es transitar vos esa experiencia, que a veces es sensorial, que es emotiva, que proviene a veces de la lectura de muchos poemas, por eso es tan maravillosa la colección Juan Gelman que llegó a las escuelas secundarias. Porque de eso no había nada. Cuando nosotras empezamos con Poesía en la escuela, en el Liceo 1, que era la escuela en la que yo trabajaba, había cuarenta y cuatro mil libros. Y entre ellos había cuarenta libros de poesía. Y esos cuarenta libros los habíamos llevado nosotros. Era tremendo el panorama. ¿Cuánto falta para que llegue la poesía a la escuela? Tiene que haber libros. Muchos libros, que no hay. 

MM: Qué fuerte esa diferencia numérica… Les quiero leer algo de Diana Tarnofky, que me las presentó. Dice: “Admiro muchísimo las propuestas de Poesía en la escuela. En cada club de lectura que proponen se aprende muchísimo. Mucha lectura, guías de lectura, asombros, intercambios, Muy enriquecedoras todas las propuestas. Provocadoras, creativas, un camino que hace bien conocer, recorrer. Mucho agradecimiento. Queda el eco un largo tiempo dando vueltas. Lo maravilloso es que se puede volver y volver a leer”.

AC: ¡Gracias Diana! Ya con esto tenemos una estrategia… Va a venir todo el mundo a los talleres. Los ideamos para que aquel docente que quiera transitar este camino de poesía en la escuela, o lectoras y lectores que quieren entrar en la poesía pueda llegar desde un lugar amable a la lectura, no académico, ni lejano. Este año ya terminaron. Vamos a arrancar de nuevo el año que viene. 

MN: Pensamos siempre a los talleres como una especie de banquete, donde la comida abunda y uno va por donde quiere, pero siempre hay abundancia. No se agotan en uno o dos meses. Hay guías de lectura y siempre hay mucha bibliografía, pero no desde un lugar que abruma, sino desde el lugar de convidar para leer, porque lo que hay para leer es infinito. Ese es el espíritu. Compartir.

MM: Qué linda la idea del banquete. Ustedes son editoras de poesía. Ahí no es tan amable la cosa, pero cuenten un poco cuáles son las dificultades, las experiencias y las cosas gratas de editar poesía. 

AC: En el caso de La gran Nilsson, que es la editorial de poesía independiente que hacemos con Julia Magistratti, surgió en el 2015, por una necesidad específica nuestra de editar nuestros libros y poder elegir las tapas que queríamos. Tan simple como eso. Sabíamos que, en general, cualquier editorial te cobra para editar. Y pensamos que ya que íbamos a pagar una edición era bueno pagar por la que nosotras queríamos tener, con la tapa que queremos tener… Démonos un gusto… Esa fue la idea original. Después los libros salieron tan bonitos que un montón de poetas amigos vinieron y nos dijeron que querían publicar con nosotras. Se fue dando un catálogo que está muy bueno. Tenemos un libro de Ángela Pradelli, otro de Iris Rivera que acaba de salir, Marisa Negri ha editado con nosotros dos libros. Tenemos un libro de Mercedes Calvo, que es uruguaya. Es difícil, pero ingresamos en un circuito que nos permite leer los libros, recuperar la inversión. Vuelve a ser otra vez (parece que es una constante), poner en cuestionamiento algunas premisas, de cómo hay que hacer las cosas cuando tenés una editorial. Tenemos algunas críticas graves para hacerles a algunos libreros, que toman los libros y los esconden, a las distribuidoras, que nunca te rinden las ventas. En este caso, hicimos una editorial que prescinde un poco (si bien está en algunas librerías amigas), del circuito habitual. Vendemos online, intentando otra forma para la poesía, porque las fórmulas que están inventadas no la ayudan.


MM: ¿De dónde sale La gran Nilsson? ¿Por qué ese nombre?

AC: (Se ríe). Es un poco un misterio. No lo revelamos. 

MM:  Ah, no se puede contar. Bien. Y La ballesta magnífica, la editorial que Marisa lleva adelante con Daniela Rodi y Gabriel Martino, ¿tiene una experiencia similar? 

MN: La ballesta recién arranca. Es muy nuevita. Iba a hacer su debut inaugural este año en febrero, con unos libros sobre la obra periodística de Olga Orozco, y eso quedó frustrado por la pandemia. Ahora estamos como volviendo a empezar. El objetivo es un poco el mismo. Vamos a sacar un libro de Luciana Mellado que es una poeta de la Patagonia, que nos encanta, que es amiga. Y una belleza de Amalia Berenguer, que es una poeta uruguaya de la que el año que viene se cumple el centenario. Estamos felices, porque es un libro que nunca se editó en la Argentina. Creo que hay como un interés de los tres de ir hacia aquellos libros olvidados, que quedaron perdidos por ahí. Venimos trabajando en eso, y, por otro lado, en la biblioteca Genoveva tenemos también un sello editorial, Ediciones Genoveva, que es un sello que tiene que ver con obras comunitarias, del Delta. Dónde está la voz de los que vivimos acá. Y ahí venimos trabajando. Este año sacamos un libro que es un bestiario fantástico de las islas, sacamos un libro de poemas de un vecino que se llama Los pájaros. Es muy linda la historia de ese libro, porque es un hombre que aprendió a leer y escribir de grande. Escribió esos poemas sobre los pájaros, los ilustró Gabriel Martino y editamos el libro. Y este año, María Wernicke editó la historia de ese libro y de ese encuentro de Ángel con los pájaros y con la literatura. Hermosa también esa experiencia de editar. 

MM: Gran ilustradora María. ¿Cómo hacen para llegar? ¿Es todo virtual o hacen presentaciones? Porque sé que el tema de la distribución es dificilísimo, ¿Cuál es el camino que ustedes recorren con La ballesta…? 

MN: Ahora sacamos una preventa de un libro de Alberto Muñoz. Ahí vamos juntando fondos para editar el libro. Esperamos que tenga un circuito de ferias independientes, también dejarlos a algunas personas que conocemos que recorren bastante las ferias de los Encuentros, de los Festivales de Poesía. La verdad es que es muy nuevito todo, y estamos aprendiendo un montón de cosas, pero tenemos esa misma idea de hacer todo nosotros. Pensar los libros, hacer los libros, vender los libros. Sentimos que la experiencia con las librerías nunca es muy buena, salvo las librerías especializadas en poesía, como Norte o Hernández, que por ahí te dan un lugar más destacado, en otras librerías los libros de poesía no están. Es un esfuerzo enorme hacer un libro como para que después termine debajo del mostrador de la persona que lo vende, durante años, y uno le pierda la pista. Estamos muy interesados en hacer el proceso completo. Hacer venta directa, ir a las ferias, tener contacto con los lectores, ya veremos…

MM: Está muy bien. Hay, tengo entendido, una actitud muy solidaria de los poetas que concurren a las lecturas de los colegas y compañeros, que se compran libros mutuamente… Ahora la pandemia lo habrá detenido, pero es así, ¿no?

AC: Es así. Y no lo ha detenido la pandemia porque mucha de la gente que compra poesía son poetas. Hicimos una venta en noviembre y diciembre y vendimos muchísimo a provincias. Porque los libros no llegan nunca a una librería de Plottier, Neuquén. La venta virtual y el envío por correo está andando bien. Eso hace que se pueda vender, y se pueda enviar. Hay muchos poetas que han comprado libros en este tiempo. Hay un movimiento interesante, y hay mucha gente que no escribe poesía, pero es muy lectora de poesía y está muy interesada. Nos pueden buscar en Facebook como Poesía en la escuela. Hay un blog también, poesiaenlaescuela.blogspot.com… Nosotras fuimos viendo el cambio que hubo en estos diez o quince años, en relación a la poesía, porque tanto Marisa como yo, cuando publicamos el primer libro, era otro el circuito. Las redes ayudaron muchísimo a la difusión de la poesía. Antes, los blogs. Hubo una visibilización enorme de toda la gente que escribe, de la difusión, de todo. El festival de poesía aportó su granito de arena en eso, porque los poetas dejaron de leer para otros poetas y se fueron a leer a las escuelas. Pasó que poetas muy reconocidos escribían algo pensando en el año siguiente, para ir a una escuela. O elegir qué leer en base a esa escucha, que no es la misma que la de un adulto que es poeta. Se abrió muchísimo. Y creo que las dos hemos sido testigos de esto, de cómo se ha movido. Antes era bastante más cerrado el mundo de la poesía.

MN: Sí, además creo que se formó una comunidad poética. Me parece que más allá de las estéticas, más allá de los gustos literarios de cada uno, encontrarnos en el Festival empezó a ser un ritual, y hoy nos conocemos todos y nos acompañamos en lo que podemos. Después, cada uno tendrá su estética particular, pero eso no tiene nada que ver con ir a leer para un chico. Y eso es hermoso. Se generaron muchos momentos de camaradería. Imaginate… poetas que van a leer a la isla Martín García. Te levantás a las cuatro de la mañana, te tomás un auto no sé con quién, te tomás una lancha, son tres horas, llegás a la escuela muerto de hambre. Algunos se quedan y otros se van a recorrer la isla… Bueno, es imposible no generar lazos amorosos ahí. Tendríamos que hacer un chequeo de cuántas parejas ha generado el Festival, también, hablando de lazos amorosos… (Risas).

MM: Ese es el secreto. 

MN: El amor es el secreto. Y pensaba en una pregunta que vi en el chat. Alguien preguntaba por las canciones. En Martín García, el año pasado, invitamos a Georgina Hassan, y ella armó un taller de canciones hermoso, y los chicos terminaron componiendo y cantando sus propias canciones. Como parte del Festival. Pasan esas cosas. Es un espacio maravilloso.

Laura Gutman: A mí me pasa que trabajo la canción, trabajo talleres de canto, y muchas veces hago el camino inverso. Trabajo primero la poesía, y después la canción. Los jóvenes sienten que les ayuda mucho, para poder interpretar la canción, leer poesía y escucharse leer poesía. Aunque no rime. Algo del mundo sonoro, poético, envolvente, o que queda ahí, donde uno mismo se escucha, donde no hay trama, donde una palabra va enlazando con el sentido de la otra… Hay algo ahí que se acerca mucho a la palabra cantada. Ellos me lo agradecen mucho, me lo marcan siempre. Me dicen que tendríamos que haber leído más poesía. Yo uso poco tiempo, porque son dieciséis clases en total. Por eso pregunto si a veces llegan a la canción, o si llegan a cantar algo del contenido poético que producen. 

AC: Sí, con esos talleres, a los que invitamos a una música como Georgina, que también es compositora. Partiendo de un poema ella les va dando pautas de cómo escribirlo en función de una música. No lo hacemos nosotras directamente, porque ni Marisa ni yo somos músicas. Pero sí hemos llevado gente que lo ha hecho. Por ejemplo, Roberta Ianamicco, que es poeta, viene siempre al Festival. Allá en Sierra de la Ventana, en su zona. Ella hace talleres de canción, porque tiene canciones. Y sí, la poesía es sonido. La musicalidad de la palabra en la poesía lo es todo. Nosotras hacemos hincapié todo el tiempo en que se fijen cómo está sonando. En cómo se escucha. Dónde está lo ríspido, dónde está lo que no estaría funcionando. Es muy sonoro. El poema es música.

MN: Sí, también el trabajo con los sonidos. Nosotras trabajamos muchísimo con la percepción sonora. Ampliar el oído, esa limpieza de oídos, de volver a escuchar por primera vez.

MM: Acá comentan: “Poesía es cuando las palabras cantan”, dice una niña de seis años en el libro de Murray Schaffer. Será que la poesía es la música de las palabras, el ritmo… Entramos en los últimos cinco minutos. ¿Alguna pregunta?

Juan Serafini: Yo trabajo bastante, soy maestro de primaria. Hasta marzo fui maestro de grado y ahora me cambié a un programa que se llama Clubes de ciencia y trabajo siempre con poesía. Con creación de poesías colectivas e individuales con los chicos y las chicas, y me parece que trabajar con poesía está buenísimo porque aporta a la desconstrucción del lenguaje. La repetición de palabras, el encuentro en la rima, la separación de una palabra en dos… Algo muy lindo que me pasó este año en los clubes de ciencia, fue que, en un sexto grado, en el que eran raperos, terminamos los encuentros armando un rap que era una síntesis de, por ejemplo, la presión atmosférica. Habíamos hecho un experimento de presión atmosférica. Había uno que se re copaba y yo iba escribiendo a medida que íbamos hablando en el encuentro, mientras hacíamos el experimento. Cuando hablás de presión atmosférica hablás de tu respiración, de tu cuerpo, de tus pulmones, del mundo… Termina siendo filosófica la conversación. Y el rap que se armaba con las frases que surgían, fue un descubrimiento maravilloso. Tenemos los zooms grabados. Me parece que es muy rico el laburo que están haciendo y les voy a escribir para colaborar en lo que se pueda y aprender con ustedes. Esto del rap y de la desconstrucción del lenguaje me parece que son dos perlitas que hay dentro del trabajo poético con los chicos y las chicas. 

MM: Antes de terminar les comento que hay muchos comentarios en mayúsculas, y mucha gente muy admirada con su trabajo. Un par de poetas para recomendarle a una maestra que quiere llevar poesía a la escuela… Un par cada una

MN: Uno que me encanta para la primaria y la secundaria es Luis Rogelio Nogueras, poeta cubano que no está editado en la Argentina, pero se consiguen bastantes cosas en la red. 

AC: Yo diría Arnaldo Calveyra… No voy a decir los que son de LIJ, que todo el mundo conoce. Nos gusta mucho romper esa categoría en Poesía en la escuela. Llevamos poetas que son “para adultos”, a la primaria o a la secundaria. Calveyra escribe más bien en prosa poética, pero es maravilloso. El libro de las mariposas, Juana Iguana… es un entrerriano que vivió en París muchos años. Diana Bellesi tiene algunos poemas que bien pueden trabajarse en la escuela. 

MM: Acá mencionan a Juan Carlos Bustiazo Ortiz…

AC: Es un pampeano que escribía muy raro, sí, puede ser…

MM: Bueno, fue un placer esta charla con ustedes, con la que cerramos nuestro ciclo 2020. Muchas gracias a las dos.

AC y MN: Muchas gracias a ustedes. 


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