La historia de la chica de 14 años que repartía libros en Auschwitz

Cuando los libros son refugio ante una situación de opresión, de conflicto o lisa y llanamente de terror rescatan lo humano. Libro de arena recupera un artículo publicado por Clarín del 28 de octubre, en el que se cuenta la experiencia de una biblioteca clandestina que disponía de apenas ocho libros a través de una entrevista a Antonio Iturbe, autor de la novela La bibliotecaria de Auschwitz.





Por Bárbara Álvarez Plá


Una novela se basa en cómo Dita Kraus, de forma clandestina, administraba ocho ejemplares entre 500 niños.
Durante la Segunda Guerra Mundial, y dentro del campo de exterminio de Auschwitz, existió lo que dio en llamarse el “barracón familiar” que, por un tiempo, funcionó a modo de escuela para los cerca de 500 chicos que había en el campo en ese momento. Allí, y con solo ocho libros, entre ellos un Atlas Universal, Nueve caminos de la terapia psicoanalítica, de Sigmund Freud y Breve Historia del Mundo, de H. G. Wells, se creó una biblioteca clandestina que fue custodiada por una de las pequeñas, Dita Kraus, llegada al campo desde el gueto de Terezin, en lo que hoy es la República Checa. Para ella, su labor de bibliotecaria se convirtió en algo de vital importancia en el empeño de salir viva del que fue el mayor de los genocidios registrados en el Siglo XX.
En la vida en ese barracón se centra el argumento de La bibliotecaria de Auschwitz (Planeta), del escritor y periodista español Anotino G. Iturbe, que se vale de los recursos propios de la ficción para narrar la gesta de Dita, que con solo 14 años, se vio obligada a dejar de ser una niña para ocuparse de una importante labor, sin saber aún, que formaría parte de la Historia.

-¿Cómo llegaste a la historia del barracón y su bibliotecaria?
-Leyendo La Biblioteca de noche, de Alberto Manguel. En un capítulo, comentaba que en un barracón de Auschwitz existió una pequeña biblioteca clandestina formada por tan solo ocho volúmenes. Entonces quise saber cómo había sido posible.
-¿Y por qué novelar la historia en lugar de hacer un reportaje?
-Intenté escribir un libro de no ficción, pero después de un año de recopilar información, solo conseguí tener papeles llenos de fechas, cifras, nombres, lugares… y me faltaba lo fundamental: transmitir la emoción que me embargaba al pensar que en medio de la negrura humana más absoluta, alguien hubiera tenido el coraje de poner en marcha una biblioteca clandestina.
-¿Hasta dónde describes la realidad y hasta dónde entra en juego la ficción?
-Es una novela, no una biografía de Dita Kraus. Los personajes son reales y su trayectoria fue, en líneas generales, la que se relata, pero hay situaciones que son ficción, diálogos que me gusta pensar que pudieron darse o que me sirven para poder ilustrar asuntos importantes.
-¿Qué fue lo que más te impactó al conocer esa vivencia?
-Que alguien considere que vale la pena jugarse la vida para poner en marcha una escuela me resulta extraordinario. Que en medio del horror de un lugar como Auschwitz se abra un libro y se encienda una pequeña luz, me emociona profundamente.
-¿Qué suponen los libros en medio de tanto horror?
-En medio del terror paralizante de unos niños indefensos que sienten cada día el aliento de la muerte en su nuca, de pronto alguien abre un libro y enseguida abre una ventana a otro lugar, a otro momento.
Los libros no pudieron borrar a los nazis, pero pudieron hacer que unos niños fueran felices durante un instante.
-¿Conociste a Dita?
- Sí, en el proceso de documentación me encontré con que la muchacha de catorce años que manejaba los libros en el barracón había sobrevivido y estaba viviendo en Israel.
-¿Leyó el libro? ¿Qué dijo al respecto?
-Se acaba de traducir al checo, así que lo está leyendo. Me reta porque meto la pata con algunos detalles y porque el personaje inspirado en ella la hace parecer una heroína, y no quiere que la vean así. Dice que a ella le dijeron que se ocupara de los libros, pero que si le hubieran dado una escoba se habría puesto a barrer.
-La Historia, ¿se repite siempre?
-Por desgracia, nos cuesta mucho aprender y muy poco olvidar. La historia de la mezquindad humana se repite, por eso no hemos de olvidar lo que pasó durante el Holocausto.
Ninguna grandeza se puede construir sobre la humillación y la matanza.



Extraído de: aquí


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