Obra abierta

Atentos como pocos los lectores de Libro de arena son fieles y puntillosos; y como todo gran lector encierra siempre en germen los artilugios de la escritura, hoy se publica la continuación del inicio del relato de El extranjero de Albert Camus que comenzara la serie semanal dedicada a este autor. A partir de la propuesta, Miguel Angel Kreimer, participante de los ciclos y seminarios de narración y crítica organizados por el Programa Bibliotecas para armar, coordinados por Mario Méndez en la Asociación Hebraica, escribió el siguiente texto para Libro de arena.



Por Miguel Ángel Kreimer


No sé los horarios de trenes, si saliera esta noche, llegaría en la mañana. Pero podría ser tarde de todos modos. Si llego a tiempo, podría echar una pala de tierra sobre su cajón, la primera y recordar ese ruido el resto de mi vida. O, si llego tarde, solamente poner una flor sobre el montículo, tan en soledad como ella y olvidarlo al día siguiente.
Seguro que hay que firmar unos papeles, pagar alguna deuda, retirar algunos objetos personales. Mamá me dijo que sus cosas no las retire, que las seguirían usando otros internos. De hecho no le recordaba como propio el saco tejido que tenía puesto aquella vez. Quizá fuera de algún difunto. También me pareció ver a otra anciana con una prenda de mamá. Caminaba con un bastón, con dificultad, parecía ansiosa, no esperó la muerte de mamá, mientras esperaba la suya.
Para pagar, no fue tarde. Junto con el recibo me dieron una bolsita. No quise abrirla en el momento. La tuve en mi mano durante lo que duró el viaje en tren, parecía tener algo metálico en su interior. Un reloj, pensé. Algo ovalado también ocupaba lugar, pero no era lo que pesaba.

Abrí la bolsa en la pensión. Un portarretrato con una foto mía de niño, una dentadura postiza a la que le habían arrancado los dientes de oro, no parecían recién arrancados. 

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