Stoner

Quién inspira a quién en la literatura, cuál será el misterio de la invención poética y la relación entre las influencias. Cuando las lecturas son protagonistas dentro de las ficciones concentran un poder que les es propio . Libro de arena publica un fragmento de Stoner, de John Williams


Charles Walker ordenó los papeles que tenía en el escritorio y dejó que su rostro adoptara de nuevo una expresión distante. Tamborileó con el índice de la mano derecha sobre el manuscrito y dirigió la vista hacia un rincón de la sala, en dirección opuesta a Stoner y Katherine Driscoll, como en espera de algo. Luego, echando ojeadas al fajo de papeles, comenzó.
-De cara al misterio de la literatura y a su inenarrable poder, es nuestra responsabilidad descubrir la fuente del poder y del misterio. Pero, en definitiva, ¿hasta dónde podemos llegar? La obra literaria se oculta tras un grueso velo que no podemos trasponer. Y ante su influjo solo somos devotos indefensos. ¿Quién osaría apartar ese velo, explorar lo inexplorable, alcanzar lo inalcanzable? Aún los más fuertes flaqueamos como pobres debiluchos y ante el eterno misterio solo somos como metal que resuena o címbalo que retiñe.
Subía y bajaba la voz, extendía la mano derecha curvando los dedos en una súplica y mecía el cuerpo al compás de sus palabras, revolvía ligeramente los ojos, como si hiciera una invocación. Había algo grotescamente familiar en lo que hacía y decía. De pronto Stoner supo de qué se trataba. Este era Hollis Lomax, o, mejor dicho, una caricatura burda de él, una caricatura involuntaria, un gesto que no era de desprecio ni repudio, sino de respeto y amor.
Walker rebajó el tono a un modo coloquial y se dirigió a la pared del fondo con voz calma y razonable.
-Hace poco escuchamos un trabajo que la mentalidad académica consideraba excelente. Las observaciones que haré a continuación no son personales. Quiero usarlo para dar un ejemplo. Escuchamos, en esta ponencia, una versión que se propone explicar el misterio y el sublime lirismo del arte de Shakespeare. Pues bien, yo afirmo…-Dirigió el índice hacia los alumnos, como si deseara empalarlos-. Yo afirmo que esto no es verdad. – Se reclinó y consultó sus papeles-. Nos piden que creamos que un tal Donato, un oscuro gramático romano del siglo cuatro de nuestra era…, nos piden que creamos que semejante individuo, un pedante, tuvo poder suficiente para incidir en la obra de uno de los mayores genios de toda la historia del arte. ¿Acaso no conviene sospechar de semejante teoría? Más aún, ¿no es nuestro deber sospechar de ella?
Stoner sintió que lo invadía una furia simple y rutinaria que se impuso sobre los sentimientos complejos que había experimentado al principio de la exposición. Tuvo el impulso de levantarse e interrumpir la farsa que estaba teniendo lugar, supo que si no detenía a Walker de inmediato, tendría que dejarlo hablar todo el tiempo que quisiera. (…)
-…el monumental edificio que es la literatura renacentista, ese edificio que es la piedra basal de la gran poesía decimonónica. Y ni siquiera se aportan esas pruebas que tanto obsesionan a la obtusa erudición, en contraste con la crítica. ¿Qué prueba se ofrece de que Shakespeare siquiera leyó a este oscuro gramático romano? Debemos recordar que fue Ben Jonson…-vaciló un instante-. Fue el propio Ben Jonson, amigo y contemporáneo de Shakespeare, quien dijo que el poeta sabía poco latín y menos griego. Y ciertamente Jonson, que adoraba a Shakespeare al extremo de la idolatría, ni imputaba ninguna carencia a su amigo. Al contrario, deseaban sugerir, tal como yo, que el elevado lirismo de Shakespeare no se podía atribuir al paciente estudio, sino a un genio natural que trascendía las reglas y las trivialidades de la normativa. A diferencia de los poetas menores, Shakespeare no nació para resplandecer oculto y derrochar su dulzura en el aire del desierto. Bebiendo de esa fuente misteriosa de la que se nutren todos los poetas, ¿qué necesidad tenía el bardo inmortal de esas leyes paralizantes que se encuentran en una simple gramática? ¿Qué sería Donato para él, aún si lo hubiera leído? El genio singular, que es una ley en sí mismo, no necesita el respaldo de la tradición que nos han descrito, llámese latina, donatiana o lo que fuere. El genio vertiginoso y libre debe…
Una vez que se acostumbró a su furia, Stoner descubrió que lo embargaba una renuente y perversa admiración. Aunque su exposición fuera florida e imprecisa, ese joven tenía una impresionante capacidad retórica e inventiva, y aunque fuera grotesca su presencia era real. Había un destello frío, calculador y vigilante en sus ojos, algo innecesariamente impetuoso pero al mismo tiempo cauto de un modo casi desesperado. Stoner comprendió que estaba en presencia de una farsa tan colosal y tan temeraria que no supo cómo habría de encararlo.
Pues era evidente, aún para los alumnos menos atentos, que Walker se había embarcado en una actuación del todo improvisada. Stoner pensó que era posible que ni siquiera hubiera sabido con certeza qué iba a decir hasta que se sentó al escritorio ante la clase y miró a los alumnos de manera fría e imperiosa. Se hizo evidente que el fajo de papeles que tenía en el escritorio era solo un fajo de papeles; al cobrar coraje ni siquiera se detuvo a mirarlos para fingir, y hacia el final de la exposición los apartó con la mano en medio de la  vehemencia y la excitación.


Fragmento de:
Stoner
John Williams
Baile del sol, 2011


Comentarios

Entradas más populares de este blog

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

“Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, por Ricardo Piglia

"El libro", un cuento breve de Sylvia Iparraguirre