Vamos fusilando mientras llega la orden

Seres asombrosos que devoran libros, salen de ellos y mueren aplastados sin dejar rastros, libros a los que se accede por medio de una pantalla que avisa sobre un espacio infinito oscuro y vacío en el que no se sabe qué habrá, libros flotantes ocupan el tiempo, el pensamiento, el sueño que desvela al lector en el relato"Los hermanos Karamazov", en Vamos fusilando mientras llega la orden, de Eduardo Belgrano Rawson. Libro de arena publica otra versión de cómo la ficción se cuela en la lectura.


Jueves
Estaba, como quien dice, enfrascado en las lecturas, cuando llegó el portero con un paquete. En un ratito lo abro, pensé, pero el tiempo vuela. Me acercaba al desenlace de Los hermanos Karamazov cuando vi que le faltaban tres páginas. En eso apareció un pez de plata y lo aplasté sin más trámite. Era un monstruo de mi infancia. Los llamábamos así por sus escamas brillantes. ¿No era que ya estaban acabados como la peste negra y el dengue? Era grandioso jugar con los bichos de los libros, no tanto como matar a hondazos al gato, pero mucho más misterioso, pues desaparecían sin rastros. Sobre la hoja quedaban algunas motas de polvo. Estas alimañas famélicas eran locas por los best sellers. Si abandonabas El Principito a su suerte, lo devoraban en cuestión de minutos. Ahora los eliminan con Killer Fish-producto recomendado por su bibliotecario amigo-. Pensar que en sus buenos tiempos llegaron a digerir casi media Biblioteca del Congreso.

Viernes
Uno soñaba con entrar en Parabrisas y recibir cada tanto un auto nuevo de prueba. En cambio me llega un libro. Es lo que imagino mientras desato el paquete, pero es aroma a algo así como una agenda elegante, forrada en cuero negro. Huele como auto nuevo. Se abre en dos, como tantas cosas. Hay una pantalla invitadora sin teclado a la vista. Sólo un par de botones, delicados e imperceptibles.
¿se acuerdan de Cita con Rama? Un equipo de la NASA encuentra un gigantesco artefacto flotando por el espacio. Ignoran para qué sirve ni saben por dónde entrarle. Hay unas escotillas de ingreso, pero adentro está vacío y reina la oscuridad.

Sábado
Un chupalibros trajo el paquete. Hay millones de libros a la deriva que se pueden mamar con esto. ¿alguien querrá tantos libros? ¿La gente saldrá en malón a comprarlo? El año que viene pesará veinte gramos, vendrá con camas ultra y sacará a pasear el perro. Podrá chupar lo que sea y costará la tercera parte.
Mañana sin falta lo prendo. Debo probarlo unos días y mandar un artículo al diario. Por eso me lo mandaron ahora. ¿Por qué fui el elegido? Nadie podría explicarlo. Soy cronista deportivo. Desde que el editor cayó enfermo, la redacción es un caos.

Domingo
El portero me cierra el paso. Quiere saber si el paquete llegó a mis manos. Aprovecho para mostrarle su contenido.
Un e-book, determina. Un lector digital de libros. No para de tocar la guitarra mientras charlamos, o sea, su celular. Cada botón equivale a una cuerda, que pulsa con sus dedos inalcanzables. Da envidia mirarlo. Alguien capaz de convertir el celular en guitarra tiene que ser un bocho.
-Un lector de medio millón de libros-especifico.
- Y yo que no puedo terminar la novela que me prestaste. Pero antes leía mucho.
Es el portero suplente. Lleva años tramitando una portería con vivienda. Quizá me dé una mano con Rama.
Me duermo pensando en las dos novelas que hibernan sobre mi mesa de luz. Sueño con bibliotecas que flotan mas allá del Universo, entre escombros de planetas reventados.

 Fragmento de:
“Los hermanos Karamazov”,
en: Vamos fusilando mientras  llega la orden.
 Eduardo Belgrano Rawson, 
 Buenos Aires, Planeta, 2013.



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