Diario, de Katherine Mansfield

Continuamos con el tema del mes, referido a los diarios íntimos y la literatura. Hoy compartimos la mirada de Adriana Márquez acerca del Diario de la cuentista y poeta neozelandesa Katherine Mansfield.




Por Adriana Márquez*


Lo último que Katherine Mansfield escribe en su diario es: Todo está bien. ¿A quién se lo dice? ¿A los futuros lectores? No lo creo. Tiendo a pensar que todo diario es un diálogo consigo mismo, incluso en el caso de quienes tienen a la escritura como oficio de vida. La diferencia, tal vez, no esté siquiera en los temas tratados sino en el modo de hacerlo: aún en el diario, la marca de Katherine escritora está presente y brilla.     
El diario tiene una única entrada en 1910 y luego salta a 1914; los escritos de ese período en blanco fueron destruidos por la escritora neozelandesa. Recién en una entrada de 1916 reflexiona sobre su escritura: qué temas le gustaría tratar y qué géneros utilizar. En ambos casos, afirma: “nada que no sea simple, abierto”, “También quiero escribir poesía. En el umbral de la poesía me encuentro siempre temblando”. En la misma entrada menciona por primera vez el diario: “Y por fin quiero escribir una especie de libro de notas mínimas para que se publique algún día”. Era consciente, entonces, de los futuros lectores. Pero no escribía para ellos. Esas “notas mínimas” son ventanas que dejan ver su mundo íntimo, mundo que incluye recuerdos de infancia, dolores físicos y anímicos, escenas que ve en un viaje en autobús o tranvía, un concierto al que asiste, viajes, la visión de su pasado ligado a la música, fragmentos de diálogos con desconocidos que cruza en hoteles, listado de autores que desea leer o que está leyendo, frases de autores que la impactan (Chéjov, Dostoievsky), argumentos de futuros libros.    
Durante los ocho años en los que escribió lo que sería su diario, Katherine Mansfield viajó por diferentes países, vivió en distintos hoteles, se quedó sin energías, las recuperó, las perdió de nuevo, deseó la soledad, la disfrutó, la padeció, tuvo más de un amor y desamores. La Primera Guerra Mundial fue trágica para muchos de sus amigos y para su hermano menor, Leslie, con quien había estado en Londres meses antes. Todo esto desgastaba su precaria salud. A principios de 1918, sus viajes se complican: en París busca autorización para volver a Londres, pero empiezan los bombardeos y debe quedarse allí porque el tráfico civil se suspende. Casi tres meses en un hotel, yendo y viniendo para conseguir un permiso hacia Inglaterra.
La guerra la atraviesa. Realiza varios viajes a sitios donde mejorar su salud, pero las cada vez más precarias condiciones de los transportes y hoteles donde se aloja resienten su estado físico. Afirma en una entrada de esta época: “Tengo la impresión de que paso la mitad de mi vida llegando a hoteles desconocidos y preguntando si me puedo acostar inmediatamente”. Y al poco tiempo: “Tuberculosis pulmonar. El hombre de la habitación junto a la mía tiene la misma queja que yo. Cuando me despierto por la noche le oigo dando vueltas en la cama. Y entonces tose. Y yo toso. Y después de un silencio toso yo. Y él vuelve a toser. Esto sigue así durante largo rato. Hasta que siento que somos dos gallos llamándonos el uno al otro en un falso amanecer. De casas de campo lejanas y escondidas.”
Pero la delicadeza de su escritura (que no excluye una tajante crítica hacia ciertas personas, comidas, lugares) continúa presente. Todo el diario fluctúa entre querer y poder: entre ellos se instala a veces una barrera y, otras, una especie de andarivel por donde fluyen dos corrientes opuestas que conviven, se cruzan, se mezclan, se separan. “Cuanto más sufro, más siento una energía abrasadora para poder soportarlo”. Este movimiento caracteriza a todos los escritos del diario; el resultado es extraño: a la mujer vital le sigue otra (la misma) inmovilizada. Mientras Katherine Mansfield se siente ligada a la vida, se aferra mentalmente a posibles salvaciones: volver a la música, a tocar el violonchelo, escribir con rigor. Incluso piensa la escritura como un medio para subsistir, tiene la esperanza de poder vivir de ella.
Sin embargo, cuando la enfermedad avanza su espíritu y energías comienzan a abandonarla. Cuenta, por ejemplo, que luego de escribir “En la bahía” pasó casi un mes para recuperarse. Planeaba que ese relato formara parte de una novela que menciona en el diario, Kakori, centrada en sucesos transcurridos en su niñez, con su familia, principalmente con sus hermanos. Nunca llegó a escribirla, sólo fragmentos sueltos y relatos que pensaba incluir en esa gran novela.
La pulsión de la vida cotidiana convive casi hasta el último momento con la sensación de estar diluyéndose, como si el diario fuese un sitio de desahogo pero, a la vez, la única escritura posible que, con escenas externas e internas, le permite dejar constancia de estar viva a pesar de todo. Fragmentos de un yo agotado que se sabe débil, finalmente asume que se apaga y se va despidiendo de sí mismo.
Comencé por el final: lo último que Katherine Mansfield escribe en su diario, en 1922, es Todo está bien. Sabemos, por una entrada a principios de 1914, que también se lo dice a su hermana menor en una pesadilla, para tranquilizarla: “No pasa nada. Todo va bien”; aunque luego las penurias, en el sueño, siguen para ambas. ¿Sólo una repetición? ¿Una especie de síntesis, o de aceptación? Con tan solo 34 años, muere tres meses después de abandonar su diario con esa frase. Tal vez fue la última que se dijo a sí misma.  Porque apartarse de ella misma, observarse desde afuera hasta calar sus huesos –vistos así: ajenos– es algo que Katherine Mansfield pudo hacer con delicadeza, con humor, ironía, con sensibilidad, sin salvarse el pellejo y tampoco siendo despiadada con ella ni con esa otra que también era ella. “Hay que aprender y practicar el olvido de uno mismo”, escribió. Como diría Carver: esta frase merece estar pegada en la pared en una ficha de tres por cinco.

*Adriana Marquez: es Licenciada en Letras, docente del Taller de lectura y escritura en la materia Semiología (CBC - UBA). Publicó el libro de relatos De paso (2013, Editorial Simurg). Dicta talleres literarios.
       

Diario
Katherine Mansfield
Debolsillo, 2011.

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