40 años de la muerte de Jaime Dávalos
Jaime Dávalos es uno de los grandes poetas del noroeste argentino. En enero de este año se cumplió el centenario de su nacimiento en la ciudad de Salta. Era hijo del escritor Juan Carlos Dávalos. Una gran parte de su poesía ha sido musicalizada. De esta manera, a la profundidad de su voz poética se agregó una gran popularidad, de la mano del renacer del folklore en la década del '60 en nuestro país. Dávalos enfocó la mirada de su obra poética en "los pobres de la tierra", como los llamaba Martí. Compartimos tres de sus poemas, a modo de homenaje.
Temor del sábado
El patrón tiene miedo que se manchen
con vino los mineros.
El sabe que les entra como un chorro
de gritos en el cuerpo.
Que enroscado en las cuevas de la sangre
les hallará el silencio,
el oscuro silencio de la piedra
que come sombra socavón adentro.
Que volverá, morado,
con bagualas del fondo de los huesos
su voz, golpeando dura como un puño
en el tambor del pecho.
Con pupilas abiertas como tajos
le pedirán aumento,
mientras quiebren, girando entre las manos,
el ala del sombrero,
y los ojos, de polvo y pena tristes,
les caigan como manchas sobre el suelo.
Hay que esconder el vino entre cerrojos,
el vino pendenciero.
Hay que esconder el vino como un crimen,
el vino pedigüeño.
Que ni una gota más caiga en la boca
desierta del minero,
donde el grito se tapa con la coca,
y con alcohol la sed de amor y besos.
Hay que esconder la primavera en sangre
del vino que descubre los secretos.
El patrón ha mandado que lo guarden
y se ha vuelto vinagre en el encierro,
de noche tiene vómitos y duendes
de luna que se bañan en su cuerpo.
Los ojos del patrón lo custodiaban
por arriba del sueño,
los ojos del patrón tienen dos ángeles
desvelados de miedo.
Vidala del nombrador
De mínimas heridas lastimado
Me voy muriendo a ratos tan ligero
Que me siento lejano
Y extranjero
Del que ayer fuera alegre y confiado.
Tengo un niño en el alma rezagado
No quiero endurecerme
Ay! No lo quiero
Ni ser un padre
Ni tener sombrero
Sino ser un cantor enamorado
Quiero permanecer en la tristeza
Y en la angustia de andar como los bichos
Perdido por el mundo de la leña
Llevar como una novia mi pobreza
Y morirme del gusto y del capricho
De ser un animal que canta y sueña.
Río de tigres
Mírame amor a los ojos,
que mi alma sedienta de tu claridad,
viene del fondo del tiempo,
siguiendo la estrella que en ellos está;
muere anhelando la hondura,
serena y madura, de tu intimidad.
Toda el alma mía, te quiero entregar
con una mirada, profunda y astral;
quemarme en la hoguera, de tu corazón,
y de sangre en sangre, fecundar la muerte,
fecundar la muerte con nuestra canción.
Cuando te miro a los ojos,
me ofrece tu boca la entrega total;
siento qe un río de tigres
me cimbra las venas profundo y sensual;
sé que tu piel indefensa,
igual que la tierra, tendida se da.
Toda el alma mía, te quiero entregar
con una mirada, profunda y astral
quemarme en la hoguera, de tu corazón,
y de sangre en sangre, fecundar la muerte,
fecundar la muerte con nuestra canción.
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