Cierre del Ciclo 2013: las nuevas voces que nos siguen acompañando
El 9 de diciembre del año pasado cerrábamos el ·Ciclo
de Encuentros con las Nuevas voces de la Literaturaa Infantil y Juvenil, con una charla abierta entre los
participantes que nos acompañaron durante varios lunes. Mario Méndez, como coordinador
del ciclo y Mateo Niro, invitado especial en su doble carácter de coordinador
del Programa Bibliotecas para Armar y
también “nueva voz” de la LIJ. Esto charlamos:
Mario Méndez: Buenas
tardes a todos, cómo están. Hoy terminamos el ciclo, y la verdad es que yo estoy muy contento con
cómo nos ha ido. Es una alegría que ustedes también, por lo que han dicho. Era
un desafío, porque temíamos que, quizás, la gente no se engancharía demasiado
en venir a escuchar a algunos nuevos autores no tan conocidos, aunque muchos de
ellos ya están “en el candelero”, por decirlo de alguna manera, como Martín
Blasco, Laura Ávila o Sebastián Vargas, por dar algunos ejemplos solamente. Sin
embargo, tuvimos siempre una gran concurrencia. Estos quince autores que
invité, e insisto en lo que vengo diciendo desde el primer encuentro, podrían
haber sido treinta, pero bueno… parece que han sido una buena selección.
Hicimos una presentación de los compañeros con los que nos hemos visto las
caras, pero no me sé los nombres. ¿Me decís tu nombre?
Asistente: Alejandra
MM: Bien
Alejandra… contanos. ¿Por qué viniste a un ciclo de literatura infantil?
Alejandra: Porque
hago videojuegos para chicos, y desde hace un tiempo me interesaban las
posibilidades de narración interactiva. Y escribir también. Soy guionista y
parte de lo que hago en videojuegos tengo que narrarlo. Aparte, escribo…
guiones de cine. Quería meterme un poco más en el mundo de los niños y me
pareció que estos encuentros estaban buenísimos porque como no tengo tanto
contacto con ese mundo me interesaba mucho la visión de los escritores más
jóvenes, cómo es el mundo editorial, también. Todas esas cuestiones. Me vino
bárbaro.
MM: Bien.
Vení, Mateo. Ponele el pecho a las
balas. Mateo, como les dije antes, es el coordinador del Programa. Además, va a
ser el camarógrafo de este debate. Les vamos a hacer una pequeña entrevista
filmada. Y además, más allá de que está acá y lo voy a joder, es una de las
nuevas voces de la literatura infantil también. Y de paso, voy a comentar un
caso editorial simpático. El contratiempo
de Monra, es una novela de Mateo que editamos en Amauta hace unos años.
Costó. A veces uno acierta con el éxito comercial. Y estoy seguro de que
acertamos con la calidad de la novela, pero funcionaba poco. Y cuando hicimos
la reedición, en realidad la edición nueva con otro diseño, le propusimos
cambiar el título. La misma novela que se llama Los secretos del relojero. Quedó en la bajada, El contratiempo de Monra. ¿Por qué?
Explicame…
MN: Para
mí fue un asombro. La primera vez que salió nos costó el título. Cuento el
chiste de la novela… hay un problema en un pueblo. Dejó de llover. Y es un
pueblo que vive de cosas del agro, digamos. Por lo cual, la lluvia era
fundamental. Y lo que sucedes, es que el héroe de esta historia descubre que
eso no había sido una cuestión natural sino que había sido provocado por
alguien que quería quedarse con los campos. Y la trama de la novela pasa por
cómo intentan corregir este problema. Y es un relojero que lo que intenta es
corregir el tiempo. Que vaya para atrás. Entonces, con Mario elegimos el
título. Y creo que los dos no estábamos demasiado convencidos, pero quedó ese.
La primera vez que voy a la escuela por esta novela, a hacer una entrevista con
chiquitos de quinto y sexto grado… aclaro que tengo contacto habitual con los niños,
no es que soy un loco o que vivo únicamente en un mundo adulto. Y la primera
pregunta que me hacen, les pregunté qué era para ellos un contratiempo. Porque
en realidad, nosotros, o yo, había elegido la primera acepción de
“contratiempo”, que era “problema”, “inconveniente”. Segunda acepción, el
chiste de la novela, “el tiempo va para atrás”. Los chicos todavía no lo habían
leído, así que no había una especie de conocimiento desde el que iban a
contestarme. Y me dicen: “Y, como que el tiempo retrocede”. (Risas). El chiste
era que fuera la primera y que hubiera una cuestión connotativa… Y no existía
para los chicos, ese juego de palabras entre “inconveniente”, y “tiempo para
atrás”. Y cuando se reimprime, Mario me propone que cambie el título. Y me
pareció espectacular, mucho mejor el segundo título que el primero, y además ya
tengo dos libros. Uno que se llama El
contratiempo de Monra, y otro que se llama El secreto del relojero (Risas). Es como el Pierre Menard del
Quijote, es el mismo exactamente… Yo creo que hay una cosa importante de Mario,
un amigo que en este caso cumple el rol de editor. La novela que yo escribí,
por cuestiones técnicas y por un carácter medio azaroso, porque no seguí
dedicándome a eso más allá de que me gusta, se la mostré con mucho pudor a
Mario, que es un escritor reconocido, y a otro escritor que ustedes conocen,
que es Pablo De Santis. No se la llevé a mi mamá para que me dijera: “¡Qué
lindo!”. Y tanto Mario como Pablo, que son geniales los dos, me hicieron una
crítica muy interesante. De hecho, Mario me dijo que la editaría, cuando ni
siquiera habíamos hablado para eso. Y Mario, entre otras tantas, me dijo una
cosa muy buena: que le cambiara el principio. Y quizá lo mejor que tiene la
novela es el principio. (Risas). Se los juro. Porque Mario hizo un trabajo de
edición del principio, de editor verdadero, que es ese tipo que conoce
estructuras que puede cambiar… discutíamos acerca de palabras, el nombre de los
personajes. Quizá el editor sabe mirar el bosque. Y quizá los autores, o uno
como lector, sabe mirar el árbol, y está muy bien que sea así. Pero los
editores de oficio como Mario, tienen la capacidad de ir más allá de lo que se
está mirando al principio. Y les cuento por qué…para que vean cómo tiene razón…
En esta novela, ahora está al comienzo algo que antes estaba por la mitad: un
tipo arriba de un campanario, una torre, tirando plata. Y Mario me dijo, que si
yo ponía a alguien tirando plata al principio, ya tenía todos los interrogantes
que iba a justificar la novela. ¿Por qué la tira? ¿Qué pasó antes? ¿Qué va a
pasar después? Esa pequeñísima acción, y no valoración. No era un adjetivo. Era
un verbo, un sintagma que decía: “hay un tipo arriba de una torre que está
tirando guita”. En esa acción se abre todo.
Y la verdad es que eso lo vio él. Yo la había escrito, y me parecía
linda la imagen. Pero esto lo vio él.
MM: Me
parece que estás inventando, pero bueno… (Risas).
MN: ¡No,
no!
MM: Uno
aprende de lo que escucha y de lo que lee. La verdad es que yo no recuerdo que
sea verdad. (Risas). Pero me acuerdo de que María Fernanda Maquieira, maestra
de editores y editora de Alfaguara alguna vez me dijo algo que es muy sencillo,
pero que te lo dicen con el ejemplo concreto… Me dijo: “Tenés que empezar
enseguida, tenés que ir al hueso porque los chicos no tienen paciencia”. Yo no
leí (alguna vez lo voy a leer…) el Ulises,
y sé… o me dijeron que es una obra maravillosa que hay que leer. Pero los chicos
no, no llegan a los libros dispuestos a esperar. Hay que conquistarlos
enseguida, empezar arriba. Además de a Mateo, yo traje para mostrarles, y
después ya empiezan a trabajar ustedes, algunos de esos autores que no pude
invitar. Por ejemplo, Graciela Rendón, una novelista que es de Neuquén y que
les recomiendo. Tiene una novela, La
marca de la tierra en Comunicarte, y un libro del que ahora no recuerdo el
título, en Abran Cancha, con Adela. Fabián Sevilla…seguramente lo conocen, que
está pisando fuerte. Nosotros le
editamos El pueblo que fue circo,
tiene muchos libros en Cántaro, en SM… en Uranito…
MN: En
Alfaguara también. Lo vi ahí.
MM: Diego
Muzzio es otro autor. Es difícil… Vos fuiste editora en SM cuando estaba La asombrosa sombra del pez limón…
Asistente: Sí,
es difícil que un docente lo elija a Diego, porque es fantástico. Él es
fantástico, y es fantástico lo que escribe… y lo que tiene es que un docente,
para elegirlo fantástico, tiene que haber leído mucho, porque son muchos los
interrogantes que se plantean. Un chico está acostumbrado a las historias que
tienen un principio que va al hueso, y que tienen un final concreto, claro. Y
estas historias no tienen un final así. De ahí vas a Cortázar. Es un camino
fantástico. Pero es como una escalerita. Iniciarse en el fantástico es
fundamental, porque la cabeza de un chico explota cuando entra en lo
fantástico.
MM: No
todo el mundo se atreve a hacer que exploten las cabezas de sus alumnos.
(Risas). Siguiendo la metáfora.
MN: Hay
cuestiones que son quizá el nudo cuando hablamos de literatura infantil. Quién
es el lector ideal de esa literatura. Uno diría: “El niño”. Pero en realidad,
es el adulto. Hoy salió la entrevista a Carolina Tosi y a Florencia, de hace
varias semanas atrás, y la persona que tituló en el blog puso justamente: “Hay
temas con los que no se atreven”. Y está claro que ese “no atreverse”, no es en
función del niño. Sino del riesgo que asumimos todos los adultos para con los
chicos.
Asistente: Hay
que estar muy bien plantado para decir que uno no sabe algo frente a un chico.
Imaginate un docente que tenga treinta y cinco preguntas y diga que no lo sabe.
Le van a preguntar cómo es que no lo sabe.
Asistente: Al
adulto en general. Tenés que venderle al maestro, al director, a los padres… no
es lo mismo un colegio católico que un colegio musulmán. Hay muchas cosas que
influyen.
MN: Una
cosa que quiero comentar, y que nos pasó en Bibliotecas hace muchos años con
Esteban Bértola que es un amigo y docente genial que ya no trabaja más con
nosotros. Hacíamos una actividad en un comedor, en una biblioteca comunitaria,
y no digo que hubo un reclamo mal hecho, pero un comentario porque había
trabajado con un cuento un poco truculento de Horacio Quiroga, y el nene a la noche
había soñado con degüellos y esas cosas. Y fijémonos, porque acá hay otro tema
con respecto a las nuevas voces. En muchas entrevistas no estuve pero las leí.
Esa falta de atrevimiento, por llamarla de alguna manera, que es absolutamente
entendible… no es que son gente conservadora y reaccionaria y nosotros somos
geniales y revolucionarios, pero también se dividen las aguas cuando hay un
autor y/o libro canónico, y cuando es una nueva voz. A los canónicos se lo
perdonamos pero si viene Nicolás lo matamos, le decimos que es un demente.
(Risas).
MM: Los
cuentos de Quiroga hoy no serían fácilmente publicables…
MN: O La bella durmiente… fíjense que lo que
influye no es el texto, sino la lectura del texto. El texto, que son cien
páginas… hoy una nueva voz viene con Caperucita
Roja, y te meten preso.
Asistente: Una
vez estuve con un grupo de chicos de ocho años, a los que les empezaron a leer
la historia de Quiroga de los coatíes, y una cosa que me impresionó, fue que
autores nuevos no los enganchaban. Sin embargo, Quiroga los atrapó desde la
primera línea, por más que hubo partes en la que se modificaban algunas maneras
de decir, se conservó la estructura original…
MM: Quizá
la respuesta más sencilla a eso es que Quiroga es un genio. (Risas). Lo de que
no publicaríamos a Quiroga, lo quiero aclarar. Si viene Nicolás, o cualquier
otro autor, a traerme un cuento sobre cuatro chicos con un problema mental que
degüellan a una nena… en la Serie de doce años de Alfaguara, de Amauta o de
donde sea, no se publica.
Asistente: Me
parece que eso es algo que sucede en todos los campos. Y en la literatura en
general, no solamente con la literatura infantil. Es lo que vos decías acerca
de lo canónico, la sensación de lo académico. Quizá hoy está muy de moda
Roberto Bolaño, y en otra época era insignificante. No existía en la
literatura. Y sí, con tantos otros, ene l campo de la filosofía lo mismo.
MN: Totalmente.
En la Teoría Semiológica hay un libro muy lindo de Marc Angenot que se llama El
discurso social, que es extraordinario, que salió hace pocos años, y que
analiza lo decible y lo indecible, como una categoría histórica que no es
objetiva. Lo que se puede decir y lo que no se puede decir. Pero no porque haya
una ley que lo prohíba como cuando no se podía decir “Perón”. Porque, en
realidad, no es aceptado que se diga. Yo coincido pero creo que la literatura
infantil tiene cierta especificidad con esta problemática. Y hay una cosa con
lo canónico, que me parece interesante en un ciclo como este, en el que en
realidad estamos hablando de lo que no es canónico, porque una nueva voz, por
definición, no puede ser canónica. En realidad, aquello que no es canónico,
muchas veces, por eso, se choca con algo que si lo comparás es absolutamente
empardable, pero no se acepta, porque no hay una lectura previa que ya lo haya
aceptado. ¿Por qué voy a ser el primero en aceptar algo? Cuando vino esa señora, que en realidad no me lo
dijo directamente a mí, se lo dijo a Esteban y él me lo contó, yo le dije lo
mismo que les hubiera dicho a ustedes. Es Quiroga. La historia a mí me
respalda. Si era Mateo Niro o Nicolás Schuff tenía que remontarla, pero acá no.
Arreglate con la historia.
Asistente: Quizá
hay que recomendarles que les cuenten a los chicos lo que les gustó, y no
imponerles un libro. Ir buscando la forma…
MN: Yo me
refería a los adultos en general, como padres, como docentes, como lectores… el
mundo adulto. No únicamente las maestras.
MM: Y
esto que decís vos del “lector ideal” de la literatura infantil que es el
adulto, además el niño está, por supuesto… lo resumió de manera magistral Lola
Rubio, una editora, en la presentación de una colección en la Feria del Libro.
Que cuando ella se planteaba presentar esa Colección tenía que pensar en que
debía convencer a los promotores de que el libro va a venderse, a las maestras
de que pueden leer y trabajar con este libro, hacer actividades o simplemente
disfrutar en el aula. A los padres, de que este libro no va a tirar por la
borda años de educación o de formación. Y por último a los chicos, desde luego.
Así que hay cuatro grupos diferentes para convencer. Bueno, sigo con el
panorama, porque quiero escuchar las preguntas concretas. Mariela Kreimer
es
otra autora que tuve la suerte de publicar por primera vez. Fiesta, es una novela muy linda que está
en la editorial Crecer creando, y me
acuerdo de un dato de editor, de esto que estamos hablando. Dos en realidad.
Uno del que hago mea culpa. Ya lo hice
una vez públicamente y casi me morfan. Tiene una parte que sostuve, porque era
central en la novela. Son todos cumpleaños de quince de cuatro chicas muy
diferentes entre sí. Y hay un cumpleaños lujoso, porque una de ellas es una
chica de alta sociedad que está de novia con un morocho de barrio, y en una
pelea la madre le dice que ella no le va a permitir que ande con ese negro de
mierda. Y yo pensaba en si ponerlo o no. Y había que ponerlo, aunque se nos
cayeran algunos lectores. Lo importante se sostiene. Y esto se los pregunto a
ver qué opinan de verdad. Por ahí se me caen algunos laureles. En una parte, en
uno de los cumpleaños, lindísimo cumpleaños de la más piola de las cuatro
cumpleañeras, ella decide no hacer un fiestón, sino una choripaneada en el
patio de la casa, y los pibes van a la esquina, compran unas birras y las toman
en el patio. Ahí me salió el censor (Risas). Yo le pregunté, como padre que
tiene una hija en la secundaria y pienso en “las previas”, si era necesario
ponerlo. Si saben que se va a tomar cerveza. ¿No alcanza con poner que fueron a
comprar algo de tomar y volvieron? Se lo pregunté a la autora y se los pregunto
a ustedes.
Asistente: En
términos de la historia no vale mucho.
Me parece que está bien comentarlo. Me parece que lo más fuerte es la palabra
“birra” Hay que ver si es necesario para la historia…
MM: Yo se
lo di como ejemplo a Andrea Ferrari, y me dijo que ella como autora no me
hubiera aceptado esa sugerencia. Que si ella puso “birra” tiene que quedar
“birra”.
Asistente: Yo,
que leí la novela te digo que si en ese mismo cumpleaños está puesto “choripán”
¿Por qué lo dejás? Una naranjada tiraría abajo la fiesta.
MM: Obviamente.
Pero yo lo puse, eh… No puse que iban a comprar Tang… (Risas).
Asistente: Hay
toda una mística de esa edad… nadie va a entrar a la casa con cuatro botellas.
Pero se quedan en la puerta, se las toman y entran.
Asistente: Una
pregunta… quizá a mí me gusta todo lo incorrecto… ¿Hay cosas que no pueden
entrar en un cuento infantil porque son incorrectos como objetos?
MM: No.
En realidad no hay nada que no pueda estar. El tema es el riesgo en el que vos
incurrís como autor y como editor. Yo, en Crecer Creando, soy editor free
lance. Me pagan por editar un libro y yo tengo que tratar que ese libro sea de
buena calidad, y sé cuál es el canal de venta. Que se venda. Apunto a eso.
Entonces, si vos me decís, vamos a ser brutales, si puede haber una escena de
incesto en una novela para chicos, yo te contesto, que como poder, puede, pero
yo no la publico. Más allá de mis principios morales. Olvidémonos de todo eso.
Pura y dura economía. No se va a vender. ¿Para qué voy a publicar eso?
Asistente: Yo
creo que hay un gran prejuicio… negar o
no nombrar determinadas cosas…
Asistente: ¿Vos
le propusiste cambiar lo de “birras” por “algo para tomar”?
MM: Sí.
Asistente: ¿Por
una cuestión de ventas o por qué?
MM: Porque
me pareció que era innecesario. Me salió el “cuida”, de no fomentar algo que
creo que es un mal social. Yo creo que hay de que dejar “fueron a tomar algo, y
cada uno lo completa como quiere. Es interesante y lo planteo porque es
polémico.
Asistente: Puede
ser que se trate de una conducta inútil y vos ponés el acento en eso.
MM: Puede
ser.
Asistente: La
misma pregunta puede hacerse para otras áreas, como la crónica televisiva.
Busca shockear…
MN: Igual,
para mí, la crónica televisiva, si hacemos la analogía, y siguiendo la
comparación con lo que planteó Mario, que me parece muy jugoso porque no tiene
final, es que, por ejemplo, las maestras, son nuestros “anunciantes”. Cuando
hacés una crónica televisiva tenés el público, pero la posibilidad de decirlo,
te la da el anunciante. Si no, ni siquiera llegás al público. Entonces, la
pregunta sería: ¿Vos mostrarías que la cerveza es algo malo, cuando vos tenés
como anunciante la cerveza Quilmes? Por
más que sea verdad, o no. Yo no justifico los textos a partir de lo que pasa en
la realidad. Puede pasar o no. Yo pienso en la conveniencia del propio texto.
Es cierto que tiene que ser verosímil. Si, como decías vos, van a tomar Tang…
te choca. A mí me parece que es interesante ver qué pasa cuando nuestros
anunciantes no se sienten tan próximos a lo que nosotros estamos produciendo.
¿Vale la pena perderse la posibilidad de que los chicos lean porque yo (y voy a
ser un poco petardista a propósito, no para confrontar con nadie) me encapricho
con poner “birra”?
MM: Muy
buena pregunta. ¿Vale la pena correr ese riesgo? Fíjense (tomo tus palabras,
Mateo) que esta pregunta también es buena porque no tiene respuesta. Hay que
ver si ese riesgo vale la pena. No es que me aseguro que no se va a vender. Es
el riesgo. ¿Lo corremos o no lo corremos?
Asistente: Esto
generaría una buena discusión en el aula…
MM: Sí
llega. Ahí está el tema. Maravilloso si llega. Ahí está la duda. Y si no llega,
te lo perdiste. Obviamente, la novela no trata acerca del alcoholismo, ni
muchísimo menos. Si no, habría que ponerlo, obviamente. El asunto central son
las cuatro pibas, y el de la piba de guita que sale con un “negro de barrio”.
Es un problema social.
Asistente: Yo sé
que en las editoriales, muchas veces por intereses comerciales se manejan así,
y está bien…
MM: Sí,
es una industria.
Asistente: Hay
que tener claro que el objetivo es vender para que los chicos lean. Cuando los
libros llegan, a una biblioteca, a las casas de los chicos, a un maestro, si
pensamos en “los chicos” como generalidad, es muy amplio. Los docentes trabajan
con los bibliotecarios muchas veces, intentando saber más. Y hay cosas que
quizá podés trabajar con alguno o algunos…
MM: Pero
en la escuela trabajamos para muchos…
Asistente: Sí,
pero a veces hay libros que uno sabe que puede acercarle a determinado chico.
Ya a veces hay actividades o recursos que sirven para unos y no para otros.
MM: Totalmente
de acuerdo. Hay distintos niveles de lectores…
Asistente: Hay
un montón de saberes previos que no son comunes. Y el docente va trabajando con
eso.
Asistente: Quizá
no se habla de la birra y los pibes ahora toman fernet…
MM: Lo
que pasa es que esto salió en el 2001. Todavía no estaba tan de moda el fernet.
Yo tenía menos formación como editor. Quizá ahora sería otra cosa. Es una
cuestión docente también, acerca de qué estamos cuidando. Y estamos cuidando a
los chicos. Me hiciste pensar, cuando hablabas de la generalidad y la
particularidad. Vos sos bibliotecaria. A la editorial le interesás vos como
bibliotecaria, en tanto recomendadora que va a comprar cuarenta libros para un
grupo. En tanto recomendadora particular, para el chico que viene y justo
necesita un libro en el que le hablen de la birra. Y un libro, a la editorial
no le interesa. Es así. Es interesante hablarlo. Bueno, para seguir con este
repaso, Emiliano Rodríguez Egaña, autor de Luciano
el elefante celeste, es un libro de cuentos que compró la CONABIP. Es un
ilustrador y autor que por ahora no tiene ningún otro libro, es una nueva voz.
Eduardo Elgieser tiene un par. Nosotros, en Crecer Creando le publicamos Las Chuchis, una novela muy divertida. Historias de la laguna de
Karina
Echevarría, que ya tiene varios libros publicados y es editora, y antes de
escucharlas les regalo una breve poesía de una bibliotecaria escolar de la
ciudad de Buenos Aires. Bibliotecaria alucinante a la que vinieron a pedirle
poemas sobre dinosaurios, y no tenía, entonces escribió uno. Y como tuvo tanto
éxito escribió otro, y después otro, y un día me llegaron. Se llama Silvia
Guiard, y escribió Cantos de dinosaurios.
Asistente: ¿Es
de verdad?
MM: Sí,
una bibliotecaria que trabaja en el distrito de Palermo. A la vuelta de la
placita Cortázar. Este es un libro de poesía que se vende muy muy poco, y es
bellísimo…
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