Apuntes sobre la ficción
Las ficciones hablan de todo lo que existe y de lo que no existe pero podría existir, de lo que existe gracias a la forma que ellas crean para darle lugar. Pero por supuesto hablan de sí mismas. En De
qué hablan los cuentos Michael Ende propone pensar qué hacen los textos con los universos que inventan y qué clase de conexión guardan, en todo caso, con el mundo al que llamamos "real". Libro de arena sigue cultivando ficciones que permiten reflexionar sobre la ficción.
Los verdaderos cuentos no son unas
historias fantásticas que el pueblo
supersticioso e ignorante imaginara en tiempos remotos. El pueblo no se
inventa tales cosas, pero las transmite textualmente de generación en
generación, porque percibe la verdad que contienen. Los cuentos auténticos
informan sobre experiencias de un mundo real distinto (digamos interior), dadas
a conocer por autores anónimos que sabían exactamente, hasta en el último de
los detalles, lo que decían. Como el hombre moderno, occidental, debido a su
mentalidad abstracta se ve privado casi totalmente de la experiencia de esa
otra realidad, interpreta esos informes- si es que los tiene en cuenta- o bien
históricamente (la bruja, el hijo del rey, el dragón, la espada mágica,
etcétera) o psicológicamente. Ambas interpretaciones me parecen erróneas, o, al
menos, insuficientes.
El cuento no habla de un mundo
exterior social, y si se utilizan elementos de ese mundo, tan sólo es como
metáfora de aquella otra realidad. Allí
existe la bruja, el hijo del rey, el dragón y la espada mágica, y existirán
siempre. La interpretación psicológica me parece insuficiente, porque suele
entender esas cosas solo simbólicamente. Parte por así decir, de la idea de que
la imagen del cuento es lo impropio que mediante la interpretación ha de ser
transformado en lo propio, o sea, en conceptos concretos, para poder llegar al núcleo del asunto. En la
interpretación de los sueños también se procede de esa manera. Así se introduce
una lógica causal, que tiene indudablemente una cierta justificación para la
realidad exterior, en esa otra realidad en la que rigen otras reglas
y otras leyes totalmente distintas. Y tampoco el tema de la crueldad, como en
general la cuestión del bien y del mal, encaja allí con las ideas morales que
son válidas en el mundo exterior.
¿No nos queda, pues, ninguna
posibilidad de entender los cuentos?
Pienso que sí. En cada persona existe
desde el origen la posibilidad de experimentar esa otra realidad. Allí es posible plantear preguntas y
pasar pruebas. Eso presupone, desde luego, que no se obture por todos los
medios el acceso a esa realidad, sino que se cuiden, se enseñen desde muy
pronto los conocimientos relativos a ella. Pero eso significaría naturalmente
cambiar toda la dirección del pensamiento de nuestra civilización, que está
orientado exclusivamente hacia afuera.
Puede que en un futuro haya alguna vez
escuelas en las que se enseñe el verdadero soñar.
Uno de los muchos desórdenes
conceptuales de nuestro tiempo, es la constante confusión de la indiscreción
con la sinceridad, de la vulgaridad con lo elemental, de la intensidad con el
volumen de sonido.
Carpetas de apuntes
Michel Ende
Barcelona, Alfaguara, 1996
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